III.-
Comentario.
El capítulo I se abre con una salutación de
Pablo, Silvano y Timoteo, seguida de una alabanza por la fe y constancia en
medio de las persecuciones, lo cual da pie al Apóstol para describir la Parusía
y la consiguiente recompensa y castigo prácticamente a través del resto del
capítulo.
El capítulo II es el centro y razón de ser de
la carta, y para poder entenderlo creemos que la clave se encuentra en el
v. 6 que debemos citar lo más literal posible.
Y ahora lo que detiene (τὸ
κατέχον), sabéis, para que él se revele en el tiempo suyo.
Como se vé, katéjon
ha sido vertido por lo que detiene,
según la traducción de Jünemann, siempre tan exacta y literal, aunque
volveremos sobre este tema más abajo.
Curiosamente la clave para entender el katéjon no está en el análisis de este
término sino en la parte final: para que
él se revele en el tiempo suyo y más en concreto en las últimas palabras.
Straubinger, al comentar con su característica y exquisita prudencia el v. 7, ya había
lanzado el grito de alerta a los exégetas, pero nadie le prestó atención y la
gran mayoría dio por supuesto algo que debió haber probado.
En concreto, al comentar todo este oscuro pasaje,
nos advertía:
“(Es) difícil saber a quién se refieren
cada vez los distintos verbos”.
La gran mayoría de los autores pareció tomar como
algo obvio que la revelación anunciada aquí era la del Anticristo, pero
¿podemos estar completamente seguros?
El término griego para indicar tiempo no es el mero χρόνος sino el καιρὸς. Mucho se
ha escrito sobre ésto, pero lo mejor será dejar hablar a los autores.
Zerwick, in
Lc. XXI, 8 interpreta καιρὸς como tiempo esperado.
Rouiller, en su estudio sobre el tema, explica:
“El término usado (kairòs) nos envía al designio de salvación de Dios, a los
“tiempos” importantes de este plan libre, benevolente y sabio”.
Por su parte, R. Peretó Rivas, en su
trabajo sobre el Obstáculo[1],
resume bien nuestra cuestión diciendo:
Antes de pasar al siguiente punto, es importante destacar una expresión
que aparece en el original griego y que resulta imposible de traducir con la
riqueza que encierra el original. Nos referimos a kairós, es decir, “tiempo oportuno” o “tiempo de la salvación” y se
distingue, de ese modo, de kronos,
que es pura sucesión.
La tradición bíblica posee un rico desarrollo de esta noción de tiempo. Haré
aquí una breve referencia al mismo según el pensamiento paulino a fin de
comprender más adecuadamente la intención del Apóstol al referirse al momento
en el cual el obstáculo será quitado.
El kairós se asocia, en primer
lugar, al advenimiento de Cristo, el cual se dio en la plenitud de los tiempos,
o en el tiempo oportuno. Por ejemplo, escribe Pablo a los Corintios
citando a Isaías: “En el tiempo oportuno (kairós)
te escuché y en el día de la salvación te ayudé”. Este es el tiempo oportuno,
este es el día de la salvación”[2]. El
kairós suscita un tiempo nuevo, una
situación que no se había producido hasta ahora, pues, al estar incardinado en
la persona y obra de Cristo, los dones escatológicos y eternos se encuentran ya
presentes entre nosotros.
Al haber irrumpido Dios en la historia, lo
eterno está presente en ella configurando una nueva época. El kairós es al mismo tiempo historia y
eternidad, un tiempo con plenitud de sentido, pero a la vez fugaz y contingente,
al que hay que estar atento cada vez que aparece. En el kairós neotestamentario desaparece la tensión griega entre idea e
historia. Se trata de un tiempo de plenitud, con densidad eterna, mientras que
la historia que los sucesivos kairoi
van delineando, es historia de la salvación. Por lo tanto, la salvación
es temporal e histórica.
Este tiempo presente es el kairós, es el “tiempo oportuno” que, a la vez
que constituye un anticipo de las promesas, aguarda a la vez la consumación, en
una tensión dialéctica entre el “ya” y el “todavía no”. De este modo, el kairós no es kronos puesto que pierde el sentido trágico de caducidad inexorable
y se convierte en un tiempo de construcción y esperanza. Lo que convierte al
tiempo en kairós, lo que lo hace
oportuno, es la irrupción de Dios en él”.
Pues bien, tenemos hasta aquí la duda de Straubinger
más la interpretación, bastante común, de este término y la verdad es que ya
nada parece ser tan sencillo como antes.
La gran pregunta que todos debemos hacernos antes de
adentrarnos en el estudio del katéjon
es: ¿le cabe al Anticristo el kairós?
Mucho tiempo ha, un gran exégeta italiano había ya
dado otra interpretación que lamentablemente pasó prácticamente desapercibida[3].
Mons.
Padovani, al comentar la
epístola a los Tesalonicenses, decía con mucha claridad:
“La sentencia común de los intérpretes afirma
que Pablo habla aquí de aquello que retiene o retarda la aparición del hombre de pecado, esto, es del
Anticristo; lo que esto sea, lo sabían los Tesalonicenses por lo que les había
enseñado el Apóstol en su presencia. Así, pues, hay que entender el v. 6 según
esta sentencia: Y vosotros sabéis bien,
por mi predicación oral, lo que ahora impide o demora la venida del Anticristo,
para que finalmente aparezca a su tiempo. Los intérpretes que defienden
esta posición se preguntan cuál sea en verdad, según la mente de Pablo, lo que
retenga la venida del Anticristo, y sobre ésto se dividen en múltiples
opiniones (…) Tan plena variedad de opiniones muestra claramente que
sobre este tema no se puede afirmar nada con certeza, y que sólo se pueden dar
conjeturas más o menos probables (…)
Pero no se debe pasar por alto una nueva sentencia de algunos
intérpretes modernos[4], que creen que en el v. 6 se habla de lo
que detiene o retarda la venida del Señor; y que esto es el mismo Anticristo,
esto es, todavía no sucedió la aparición del Anticristo, y puesto que el Señor
no vendrá antes que venga el Anticristo, como se dijo en el v. 3, según esta
sentencia así hay que entender el v. 6 y conectarlo con lo que precede: Y
ahora (puesto que os dije que el día del Señor no vendrá antes que aparezca
el Anticristo; lo cual es conforme, si recordáis, lo que os enseñe en vuestra
presencia) ya sabéis lo que retarda la
venida del Señor, para que finalmente aparezca a su tiempo: sabéis, pues, que
es el Anticristo, el cual y en cuanto todavía no apareció”[5].
Estas palabras, que cambian por completo la exégesis
de este pasaje tan famoso de San Pablo, encontraron algunos tenues ecos.
Crampon da como posibles las dos explicaciones y al
comentar la de Padovani, afirma:
“Lo que
le retiene: según algunos αὐτὸν (él) se referiría no al anticristo sino a Cristo porque es de
este suceso que se trata antes que nada aquí, y porque el término καιρὸς,
marcando un tiempo favorable, no puede aplicarse a la venida del anticristo,
sino a la de Cristo”.
Notemos también la similitud entre este versículo y I
Ped. I, 5:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo que, según la abundancia de su misericordia, nos ha engendrado
de nuevo para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de
entre los muertos; para una herencia que no puede corromperse, ni mancharse, ni
marchitarse, y que está reservada en los cielos para vosotros los que, por el
poder de Dios, sois guardados mediante la fe para la salvación que está a punto
de revelarse (ἀποκαλυφθῆναι) en (este)
último tiempo (καιρῷ)”.
En definitiva, si el katéjon impide no la venida del Anticristo sino muy por el
contrario la de Cristo, entonces deberemos buscar otra interpretación para este
término.
Pero antes veamos lo que dicen los autores sobre su posible
traducción:
Zerwick:
“κατέχον: de-tengo, inhibo, retardo,
impido no se haga inmediatamente”.
Rosadini:
“τὸ κατέχον… κατέχων: retardo, retengo,
impido. Este es el primer significado de la palabra, que aparece
también en Rom. I, 18; Lc. IV, 42, al igual que en los autores clásicos τὸ
κατέχον es pues un impedimento que ciertamente conocían los Tesalonicenses
por la predicación oral de Pablo”.
Rigaux:
“Τὸ κατέχον: “Lo que retiene. Hemos
visto en I Tes. V, 21, las diversas acepciones del verbo: poseer, tomar
posesión de, resistir, detener, tomar prisionero, mantener alejado, impedir
(…) Pablo lo emplea en el sentido de poseer (II Cor. VI, 10); conservar (Filem. 13); mantener
(Rom. I, 18); retener (I Cor. XI, 2; I Tes. V, 21; Heb. III, 6.14)”.
Jünemann:
“Lo que le detiene para que sea revelado; lo
que falta, lo que ha de preceder a su aparición”.
Zorell:
“κατ-έχω: Transitivo: 1) Detengo,
retengo, inhibo: a) Detengo a alguien para que no avance; b)
impido a alguien; reprimo, Rom. I, 1 sig. c) Impido, retardo, impido no
se haga inmediatamente: τὸ κατέχον, “lo que detiene”, a saber la
venida del Anticristo y la gran y general apostasía y corrupción, II Tes.
II, 6 (el fin de esa demora se indica con las palabras εἰς τὸ, etc.
(para que, etc.); lo mismo ὁ κατέχων, en II, 7, “el que detiene” o
“cualquiera que detenga”, y de nuevo hay que suplir el mismo objeto”.
Y sobre el uso del adverbio “ahora”:
Rosadini:
“καὶ νῦν (y ahora): Este νῦν (ahora)
puede tener un significado lógico (“consecuentemente”) o temporal (“ahora”, “en
el presente”) y no hay ninguna razón para apartarse del significado primero
y natural que es el temporal; mucho más ya que en el tiempo presente los
Tesalonicenses estaban ansiosos, y de este tiempo presente trataba San Pablo”.
Hasta aquí los autores.
[1] Katejon, El Obstaculizante, Rubén A.
Peretó Rivas, Uncuyo – Conicet (sin fecha), pag. 3-4.
[2] II Cor. 6, 2. La cita es de Isaías XLIX, 8.
[3] Tan desapercibida pasó que el macizo comentario
del P. Beda Rigaux O.F.M, casi un
clásico en la materia, ignora por completo la exégesis de Padovani a las cartas de San Pablo. Sin dudas es esta una de las
mayores lagunas de esa obra monumental.
[4] ”Grimm (Der κατέχον
des 2 Thessalonischerbriefes), Danko (Hist. Rev. N.T.), Simar (Theologie des hl. Paulus)”.
[5] Se ve fácilmente que esta interpretación responde
sin problemas las dudas de Peretó que a continuación de las palabras supra citadas se pregunta:
“¿Podría entenderse, entonces, que el Obstáculo
será quitado en el “momento oportuno”? ¿Cuándo será ese tiempo oportuno? Y, aún
más, ¿por qué será oportuno? Estas preguntas son de difícil o imposible
respuesta…”.