Después de algunos artículos sería bueno tratar de ir armando de a poco
el rompecabezas e ir sacando algunas conclusiones.
Es sabido que el Apocalipsis está estructurado en base al número siete,
y que por todas partes puede encontrarse este simbolismo. Algunos ejemplos son
fáciles de encontrar (iglesias, sellos, trompetas, copas) y otros son un poco
más difíciles porque están como distribuidos a través del libro[1].
Uno de estos casos, aunque un tanto conocido, es el de las siete Μακάριαι (bienaventuranzas).
¿Habrá
alguna relación entre las bienaventuranzas? ¿A qué épocas y personas se refieren?
Todos
estos interrogantes creemos pueden ser contestados con un detenido estudio de
cada uno de los textos.
Vamos
a comenzar, como de costumbre, citando los pasajes y luego procuraremos
situarlos en su contexto propio para poder aplicarlos a los momentos y personas
que correspondan.
1) I, 3: “Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la
profecía y guardan las cosas escritas en ella, porque el tiempo está
cerca”.
2) XIV, 12-13: “En esto está la paciencia de los santos, los que guardan los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Y oí una voz del cielo que decía:
“Escribe: ¡Bienaventurado desde ahora los muertos que mueren en el Señor!”.
3) XVI, 15: “He aquí que vengo como ladrón. Bienaventurado el
que vela y guarda sus vestidos, para no tener que andar desnudo y mostrar
su vergüenza”.
4) XIX, 9: “Y me dijo: Escribe: ¡Bienaventurados los convidados al banquete
nupcial del Cordero!”.
5) XX, 6: “¡Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección!
Sobre estos no tiene poder la segunda muerte, sino que serán sacerdotes de Dios
y de Cristo, con el cual reinarán los mil años”.
6) XXII, 7: “Y mirad que vengo pronto. Bienaventurado el que
guarda las palabras de la profecía de este libro”.
7) XXII, 14: “Bienaventurados los que lavan sus vestidos
para tener derecho al árbol de la vida y a entrar en la ciudad por las
puertas”.
Bien, estos son los textos. Como podrá observarse, vamos a dar un
pequeño comentario y para quien quiera ver un poco más en detalle, daremos el
enlace a artículos previos en donde se desarrollan las razones en mayor
extensión.
Pasemos revista primero a los que parecen presentar menos dificultades.
1) XIV, 12-13: Estos mártires son sin duda alguna los que han de morir bajo el Anticristo.
Las razones ya las hemos dado AQUI.
Allí
decíamos, entre otras cosas, lo siguiente:
“La
segunda cita, tomada del capítulo XIII (v. 9 s), no quiere decir,
como bien lo nota Straubinger, que “quien a hierro mata a hierro
muere”, como lo dan a entender algunas versiones, sino que las persecuciones
tendrán efectivamente lugar, y es por eso que se les encarece la fe y la
paciencia; que este grupo sea el mismo del capítulo XII se ve
claro por la cita del capítulo XIV, donde se dice que la paciencia
de los santos, es decir, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe
de Jesús, está en no recibir la marca de la Bestia (XIV,
9 ss) y en aceptar pacientemente la muerte a manos del Anticristo, y
de aquí que el capítulo XIV continúe con una de las siete
bienaventuranzas que encontramos en el Apocalipsis: “Bienaventurados desde
ahora los que mueren en el Señor”, ¿Por qué desde ahora?
Por la sencilla razón de que estos serán los muertos por el Anticristo,
acaso los más grandes santos de toda la historia de la Iglesia”.
Cfr.
también lo que dijimos sobre el grupo VI. Los Santos.
2)
XXII, 14. En la Retractatio I ya habíamos
hablado sobre este versículo y decíamos que debía aplicarse a los mártires
del Anticristo porque a ellos hace referencia la visión del cap. VII, 9
ss que dice:
“13. Y
uno de los Ancianos, tomando la palabra, me preguntó: “Estos que están vestidos
de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?”.
14. Y yo le dije: “Señor mío, tú lo sabes”. Y él me
contestó: “estos son los que vienen de la tribulación, la grande y lavaron
sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero”.
3)
XIX, 9: Si bien
podría parece que esta bienaventuranza está referida a todos los
santos en general, sin embargo el contexto nos muestra que todo este pasaje va
dirigido a los mártires del Anticristo.
Sobre
este pasaje ya hablamos AQUI y en él concluíamos:
“Tras
la destrucción de Babilonia el vidente escucha lo que sucede en el cielo,
donde los ángeles se alegran de su fin e invitan también a los mártires
del Anticristo a regocijarse por su destrucción. Que estamos ante los mártires
del Anticristo se prueba por las siguientes razones:
a) Se trata de una voz “como de gran
multitud”, la misma que el Vidente ve y escucha en el cielo cuando se le
muestra “los que vienen de la gran tribulación”, cfr. VII, 9.14.
b) Los Santos y ángeles se
alegran por la destrucción de Babilonia porque es en venganza por haber
derramado “la sangre de sus siervos”. Estos no pueden ser sino los
mártires del Anticristo, los cuales tienen una razón especialísima para
alegrarse”.
4)
I, 3: la Vulgata,
y aquellos que la siguen, traducen erróneamente “el que lee y oye… y guarda”,
mientras que el original trae “el que lee, los que oyen… y guardan”. ¿Quiénes
son, pues, estos que oyen y guardan las palabras de la profecía?
Los
que guardan la Palabra de Dios son un grupo bien determinado del cual ya hemos hablado
en otra oportunidad y que corresponden a los Mártires del quinto sello.
5)
XXII, 7: Este
grupo claramente se identifica con los Mártires del quinto Sello, como
ya lo dejamos dicho AQUI.
Allí
dábamos las siguientes razones:
“a)
El ángel parece identificarlos a través de los primeros versículos del capítulo
XXII cuando dice: “y el Nombre de Él estará en sus frentes”, lo cual es una
alusión al premio al vencedor de la Iglesia de Filadelfia: “… sobre
él escribiré el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la
nueva Jerusalén, la que desciende del cielo viniendo de mi Dios, y el nombre
mío nuevo”.
b) El v. 7 parece confirmar
todo esto cuando dice: “Bienaventurado el que guarda las palabras de la
profecía de este libro”, lo cual parece señalar como con el dedo a los
mártires del quinto sello”.
6)
XVI, 15: Comentando
este pasaje Straubinger dice: “Juan parece interrumpir su relato
para recordar aquí, como para consuelo frente a esa horrible visión, estas
palabras que, como dice Gelin, son de Cristo (Lc. XII, 39 s)
y se refieren a su Parusía[2]…
“Velad, pues porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor” (Mat. 24, 42)…
Sus vestidos: señal de estar preparado como Él lo dice en Lc. XII, 35”.
Ver
también el consuelo de San Pablo a los Tesalonicenses cuando les
dice, entre otras cosas, “… porque Dios no nos ha destinado para la ira, sino
para adquirir la salvación por medio de Nuestro Señor Jesucristo, el
cual murió por nosotros para que, ora velando, ora durmiendo, vivamos con Él”
(I Tes. V, 9-10. Cfr. todo el pasaje desde IV, 13), en donde
podemos ver que el Apóstol consuela a los Tesalonicenses con la primera
resurrección y el reino milenario y donde distingue dos clases de personas que
alcanzarán ese feliz estado: por un lado “los muertos en el Señor” y por
el otro los que estén velando en su Parusía.
Estos
que han de estar velando nos parece que son por un lado, y principalmente, los
sellados del capítulo XIV, los cuales “fueron comprados de entre los
hombres, como primicias para Dios y para el Cordero”, si son primicias,
todo hace pensar que hay otros, y ambos grupos parecen estar identificados, el primero en este
texto y el segundo en los lugares paralelos como Lc. XVII, 34-36; Mt. XXIV, 40-41,
etc.
Sin
embargo, como ya lo dijimos, es posible que esta bienaventuranza vaya
dirigida también a aquellos que sobrevivan al juicio de las naciones, y de los
cuales habla Nuestro Señor en los pasajes arriba citados.
7) XX, 6: llegamos por fin a
la última de las siete bienaventuranzas la cual no resultará difícil
ubicarla si tenemos en cuenta lo dicho en la Retractatio II pues una vez que
hemos distinguido los tres grupos que ve San Juan, el texto continúa
diciendo:
“Los restantes de los muertos no tornaron a vivir hasta que se
cumplieron los mil años. Esta es la primera resurrección. ¡Bienaventurado y
Santo, etc”.
Una objeción salta a la vista en esta interpretación y es que si
así fuera, sólo los Mártires del quinto Sello y del Anticristo, más los
raptados serían los que tienen parte en el Milenio, lo cual contradeciría lo
que dejamos dicho en otros lugares, como por ejemplo al hablar de “El Vencedor”
donde afirmábamos que todos los santos tendrán parte en la primera resurrección.
Contra
esto cabe responder que, puesto que San Juan es llevado en visión
a “El Día del Señor” no es extraño que sólamente vea
a los Santos de esa época (cap. IV ss).
Además
cabe recordar que los Apóstoles han de ser los jueces principales en el reino
Milenario tal como lo prometió Jesús a San Pedro en Mt. XIX,
28, y sin embargo no están nombrados aquí.
Creemos
que la razón de todo esto es para darnos a entender que este libro va dirigido principalmente
a la última semana escatológica de Daniel y por consiguiente a los
Santos que en ella tendrán parte:
Los
Mártires del quinto Sello: durante los tres años y medio de la prédica de Elías.
Los
Mártires del Anticristo: Al comienzo del reinado del Anticristo.
Los
144.000 sellados del cap. XIV: durante todo el reinado del Anticristo.
Como
podemos ver tres Bienaventuranzas corresponden a los Mártires
del Anticristo, dos a los Mártires del quinto sello, una a los
Raptados y la última engloba los tres grupos juntos.
Por
último, y como curiosidad notemos que así como San Juan nombra los bienaventurados
de la Jerusalén Celeste, Daniel, a su vez, habla de los Bienaventurados
que han de quedar en la tierra y tener parte en el Milenio como viadores
cuando dice: “¡Bienaventurado el que espere y llegue a mil trescientos treinta
y cinco días!” (XII, 12).
Valete!
[1] Un autor protestante dice haber encontrado más
de cien, lo cual no nos extraña en absoluto. Nosotros mismos, sin dedicarnos a
buscar septenarios sino solamente anotando los que hemos visto citados por los
autores, ya hemos enumerado veinte.
[2] Straubinger cita a continuación III, 3 pero debemos
recordar lo dicho AQUI aquí sobre este tema.