domingo, 17 de marzo de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (XII de XII)

APÉNDICE[1]

 Sobre la autenticidad mosaica del Pentateuco

 [De la Respuesta de la Comisión Bíblica, 27 de junio de 1906]

 Dz. 1997, Duda I: Si los argumentos, acumulados por los críticos para combatir la autenticidad mosaica de los libros sagrados que se designan con el nombre de Pentateuco son de tanto peso que, sin tener en cuenta los muchos testimonios de uno y de otro Testamento considerados en su conjunto, el perpetuo consentimiento del pueblo judío, la tradición constante de la Iglesia, así como los indicios internos que se sacan del texto mismo, den derecho a afirmar que tales libros no tienen a Moisés por autor, sino que fueron compuestos de fuentes en su mayor parte posteriores a la época mosaica.

 Respuesta: Negativamente. 

Dz. 1998, Duda II: Si la autenticidad mosaica del Pentateuco exige necesariamente una redacción tal de toda la obra que haya de pensarse en absoluto que Moisés lo escribió todo con todos sus pormenores por su propia mano o lo dictó a sus amanuenses; o bien, puede permitirse la hipótesis de los que opinan que Moisés encomendó la escritura de la obra, por él concebida bajo la divina inspiración, a otro u otros; de suerte, sin embargo, que expresaran fielmente sus pensamientos, nada escribieran contra su voluntad, nada omitieran, y que finalmente, la obra así compuesta, aprobada por Moisés su principal e inspirado autor, se publicara bajo su nombre. 

Respuesta: Negativamente a la primera parte; afirmativamente a la a la segunda. 

Dz. 1999, Duda III: Si puede concederse, sin perjuicio de la autenticidad mosaica del Pentateuco, que Moisés, para componer su obra, se valió de fuentes, es decir, de documentos escritos o de tradiciones orales, de las que, según el peculiar fin que se había propuesto y bajo el soplo de la inspiración divina, sacó algunas cosas y las insertó en su obra, ora literalmente, ora resumidas o ampliadas en cuanto al sentido. 

Respuesta: Afirmativamente. 

Dz. 2000, Duda IV: Si puede admitirse, salva la autenticidad mosaica esencial y la integridad del Pentateuco, que hayan podido introducirse en él algunas modificaciones, en tan prolongado transcurso de siglos, tales como: adiciones después de la muerte de Moisés, o apostillas de un autor inspirado o glosas y explicaciones insertadas en el texto, ciertos vocablos y formas de la lengua antigua trasladadas a lenguaje más moderno, en fin, lecciones mendosas atribuibles a defecto de los amanuenses, acerca de las cuales es lícito discutir y juzgar de acuerdo con la crítica. 

Respuesta: Afirmativamente, salvo el juicio de la Iglesia.


[1] Nota del blog: Damos, como complemento de lo dicho por Drach, las decisiones de la Comisión Bíblica sobre este tema, unos treinta años después de su muerte, y que confirman su postura.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (XI de XII)

  27. El crítico me pone una dificultad. Si el Pentateuco data recién de Esdras, se pregunta, ¿de dónde viene el Pentateuco de los samaritanos? Parece estar muy ansioso por hacerme pasar por algo que, gracias a Dios, no soy. Porque si yo preguntara a alguien: «Sin la creencia en un Dios que juzga nuestras acciones e intenciones, ¿qué sería de la moral?», pensaría que estoy ante un discípulo de Fichte, que un día abrió su lección con estas impías palabras: «Hoy, señores, estamos en proceso de crear a Dios».

28. Si yo hubiera argumentado, cosa que no me atrevería a hacer, que Moisés sólo dejó notas, memorias, a partir de las cuales otro, después de él, dio forma al Pentateuco, añadiendo incluso las suyas propias, se pueden imaginar fácilmente qué fiesta habría sido para el que merodea a mi alrededor a fin de espiar una oportunidad favorable, y cómo me hubiera tratado. Pues bien, ha habido alguien en todo el mundo que ha expresado esta opinión en los siguientes términos: 

«Advierte que Moisés escribió su Pentateuco simplemente como un diario o anal; pero Josué o algún otro ordenó los anales, los separó, agregó algunas frases y las insertó». 

Este alguien era… Cornelio Alápide (ver su Argum. in Pentat. p. 23).

29. Aquí reclamo ante el público, pero declaro que llevaré la causa ante la autoridad especialmente competente para pronunciarse sobre el espíritu y tendencia del ataque, que evidentemente pretende desacreditar a un autor que ha dedicado todas las vigilias de su vida al servicio de la santa religión católica.

30. Voy a dejar constancia aquí de mis reflexiones sobre los cambios que se acaban de mencionar. No suscribo en absoluto el sentimiento de aquellos entre los eruditos católicos que creen que las notas marginales, Bonfrerio llega a decir errores, menda (cap. III, sectio 2) se han deslizado en el texto, ya sea por inadvertencia o temeridad de los copistas. Tampoco suscribo la concesión hecha por autores católicos ortodoxos de que la alabanza a Moisés en Núm. XII, 3 es un añadido posterior. 1. Aquel de quien emanan las páginas sagradas cuidó sin duda de la pureza de su obra, para que no hubiera errores. 2. Cuanto más humilde era Moisés, más obediente era, y escribió con docilidad hasta la menor iota que Dios le dictaba. Escribió por obediencia tanto su elogio en el libro de los Números como el del final del Deuteronomio.

sábado, 9 de marzo de 2024

Mons. Joseph Clifford Fenton, Teología de la oración

 Mons. Joseph Clifford Fenton, Teología de la oración,

CJ Traducciones, 2024, p. 268.


 

El reconocido teólogo antimodernista aborda en esta ocasión un tema fundamental de la teología espiritual como es la oración. Un tratado completo enraizado en los Padres de la Iglesia, Santo Tomás y los grandes teólogos de la escuela tomista-carmelitana.

Tal vez alguien pudiera pensar que este tema está lejos de los que siempre abordó el gran teólogo estadounidense, que era la teología fundamental, y más en concreto el tratado de Ecclesia, pero nada más lejos de ello pues, en una prueba más de la armazón de la teología donde, tarde o temprano, todo tiene que ver con todo, recordemos nomás la importancia que le da Fenton a la oración en sus artículos sobre la interpretación del dogma “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, como así también en su obra maestra “La Iglesia Católica y la salvación” (ver AQUÍ).

Después de darnos la definición clásica, pasa a hablar sobre la causa, necesidad, conveniencia, objeto, etc. para terminar con los diversos grados de la oración.

En definitiva, se trata de un lindo estudio donde se pueden tener a mano todos los temas necesarios para una comprensión cabal de esta porción de la teología espiritual, tan importante en la vida del fiel y de la Iglesia.

Por ahora el libro puede conseguirse en Amazon AQUÍ.


lunes, 4 de marzo de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (X de XII)

    22. Continuando con su disputa alemana, mi adversario, y se verá que este pasaje de su artículo, así como los otros que cito, llevan en su frente su propia condena, añade lo siguiente: 

«La negación de este hecho sorprendente (la autenticidad del Pentateuco, nada menos), no ha ganado nada al ser apoyada en el pasado por la erudición de los R. Simon, Lecène, Astruc; y no vemos que encuentre poderosos refuerzos en la autoridad de Rosen-Muller (sic), Spanheim, Gesenio. La verdad es que la insospechada ortodoxia del Sr. Drach nos haría desear otros adeptos». 

Este señor habla a sabiendas, y podría usar una expresión más dura. Compárese su imputación con lo que debe haber leído en mi prólogo, § 18: 

«Entre los eruditos modernos, muchos, y los más juiciosos, admiten que hubo Memorias antiguas anteriores a la redacción de los libros de los que se compone la Biblia hebrea: Masio (Prefacio a Josué y comentario al cap. X del mismo libro), Richard Simon (Hist. crit. du V. T., Prefacio y Lib. I, cap. 2), Pereyra (queremos decir, el jesuita, pues no aceptamos, ni damos como autoridad a Isaac Pereyra, el famoso pre-adamita), Gesenio (De Pentateucho Samaritano, pp. 6-8), Spanhemius, o Spanheim (Hist. Eccl. V. T., ep. 6, n. 5, 52), Rosenmueller, en sus Prefacios sobre el Pentateuco y sobre el Libro de Josué, nombra a un gran número de otros eruditos que estaban persuadidos de la verdad de las actas preexistentes». 

Ya veis la prueba patente de su táctica denunciada anteriormente. Tiene la gracia de trasladar a la cuestión de la autenticidad del Pentateuco lo que digo sobre las memorias antiguas. Mientras tanto, el pobre Drach está en mala compañía. Es realmente una pena que al crítico no se le haya ocurrido incluir en este meeting a Spinosa, Hobbes, Fréret y otras personas de la misma calaña. Es cierto que no invoqué su autoridad, pero tampoco mencioné a Lecène y Astruc. Quería demostrar que conocía estos dos nombres. ¡Qué erudición! Podría señalarle la página de una obra muy popular en la que los encontró uno al lado del otro. Sin embargo, quiero decirle que el cielo le ha concedido su deseo.

23. Además de los que lamenta que tengo por adherentes, tengo otros que son de reconocida catolicidad. En primer lugar, los que he citado (§§ 18, 24-27), y que tuvo el cuidado de dejar afuera, a saber: Teodoreto, aquel obispo que desplegó un gran celo contra las herejías, Procopio, D. Calmet, Masio, Huet, el P. Bartolocci, los jesuitas Pereyra, Sanctio, Bonfrerio[1]. Añadid a Josefo, que ciertamente no dudaba de la autenticidad del Pentateuco ni de los demás libros del Antiguo Testamento. Y he aquí otros adherentes no sospechosos que sacaré de mi etc. (§§ 24-27): Bossuet, cuyas propias palabras cité más arriba; el P. La Haye («Es muy probable que, en aquellos tiempos antiguos, hubiera en la antigua Sinagoga diarios y anales… de los cuales se tomó mucho de lo que ahora tenemos en las Sagradas Letras, en forma más corta y clara…», ver el pasaje entero, Proleg. p. 53); el teólogo Liebermann («Los hebreos, al igual que las demás naciones, ponían por escrito con mucha diligencia los acontecimientos anuales y diarios», vol. I. p. 263); el P. Glaire, citado anteriormente; el P. Fleury (le parece difícil que los hechos primitivos y su fecha precisa, la edad de todos los patriarcas desde Adán, etc., se hayan conservado en la memoria de los hombres sin anales escritos, y añade: «Pero aunque Moisés pudo haber conocido por medios naturales la mayoría de los hechos que escribió, no dejamos de creer que fue guiado por el Espíritu Santo para escribir estos hechos» (Moeurs des Isr. n. II); el P. Le François, en el siglo pasado uno de los más eruditos y laboriosos apologistas de la religión católica, se expresa en los mismos términos que Bossuet (Pr. de la Rel. chr. vol. I. p. 2. § 3, art. 1.); por último, el Barón Henriot desarrolla esta proposición: «Que Moisés haya podido recibir alguna ayuda de una tradición, incluso escrita, puede ser admitido sin negar la inspiración», vol. II, col. 1023).

miércoles, 28 de febrero de 2024

Magdalena Chasles, HE AQUÍ QUE VENGO (Reseña)

    Magdalena Chasles, HE AQUÍ QUE VENGO, CJ Traducciones, 2024, p. 314.



 Hermoso libro de la autora francesa ya conocida por el Blog, fruto de muchos años de estudio de las Sagradas Escrituras. Escrito más de diez años después de “El que vuelve” (ver ACÁ), uno nota un mayor manejo y soltura en el uso de las Escrituras.

El libro se remonta al comienzo de la historia bíblica y desde allí va recorriendo a las dos descendencias bíblicas, las de la serpiente y la de la Mujer, en su lucha implacable, lucha que ha de terminar con la segunda Venida de Nuestro Señor y su reino milenario.

La traducción ha sido retocada en no pocos pasajes, de la que habíamos publicado en su momento.

De lectura agradable y sencilla, pero no por ello menos profunda, no podemos menos que recomendar vivamente este libro.

Por ahora está solamente disponible en Amazon (ver ACÁ), a la espera de la publicación en papel en Argentina.

lunes, 26 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (IX de XII)

   13. Es cierto que sostengo que los libros de Josué y Samuel, tal como los tenemos, fueron escritos después de la muerte de estos profetas. Teodoreto insiste en este hecho en cuatro lugares de su comentario a Josué y Reyes. He transcrito sus propias palabras. Procopio dice lo mismo en su comentario sobre Josué. Bonfrerio, en sus Praeloquia in Script. S., escribe:

«Hay que decir que estos libros (a saber, los de Samuel) fueron escritos por diversas personas en diversos momentos». 

El P. Torniel, general de la orden de los barnabitas, ilustrado por nombres como Gerdil, Lambruschini, Ungarelli, Vercellone, etc., defiende esta opinión respecto al libro de Josué, y el P. Becan (Martín), jesuita, está lejos de rechazarla. 

«El libro de Josué, dice en su Analogía V. Novique T., fue escrito o por el mismo Josué o por otro, tal como afirma Agustín Torniel en el libro Annal.». 

El P. Veith: 

«El libro de Josué. Es incierto su autor». 

El famoso teólogo Liebermann: 

«A muchos les agrada este término medio: Josué, dicen, dejó escritos comentarios de sus hazañas, que un autor posterior, como Samuel, puso en orden», vol. I, p. 261. Editio IV origin. Mogunt. 

Y en p. 263: 

«Cualquiera sea el autor del libro de los Reyes, que algunos quieren que haya sido escrito por Jeremías, otros por Esdras, es cierto que éste poseía comentarios públicos que los demás carecían, de entre los cuales tal vez clasificó los cuatro libros». 

El Barón Henrion, en su Histoire ecclésiastique, otro grandioso monumento que se levanta en los talleres católicos de Montrouge, admite también la posibilidad de que el libro de Josué haya sido escrito a partir de las memorias de un autor que vivió en la época de este líder hebreo (vol. III, col. 1083). El P. Glaire, que con sus largos trabajos ha prestado un gran servicio a los estudios bíblicos, está de acuerdo con los que hacen de Esdras el autor de Samuel y de los dos libros de los Reyes (Introd., vol. III, p. 185). Podría citar a muchos otros escritores católicos que son de esta opinión. En general, cuando la Iglesia no nos dice a quién dictó el Espíritu Santo tal o cual libro de la Biblia, no sólo es poco importante saber quién fue el escritor, sino que San Gregorio Papa considera que tomarse la molestia de saberlo sería hacer el mismo ridículo que quien, habiendo recibido una carta de un alto personaje, buscara curiosamente saber con qué pluma fue escrita. Nos basta con saber que el autor del libro es el Espíritu Santo (Moral. in Job prœf.). Los que escribieron fueron meros instrumentos, como dice el P. Bonfrerio.

jueves, 22 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (VIII de XII)

   7. Me apresuro en eximir de toda responsabilidad al honorable Eclesiástico cuyo artículo, que he calificado de extraño, lleva, desafortunadamente, su firma. Más de un lector de este artículo se ha asombrado por una singularidad. ¿Cómo conciliar el testimonio de ortodoxia sin sospecha y campeón de la causa católica con la imputación de herejía y racionalismo? ¿Qué hay de común entre la benevolencia que el P. Falcimagne, a quien no tengo el honor de conocer, está dispuesto a mostrarme, entre su tono de corrección y urbanidad francesa que el espíritu revolucionario y republicano, sé lo que digo, ha desterrado del lenguaje y costumbres de nuestra joven generación, y una crítica apasionada cuya deslealtad y perfidia voy a exponer? Este es un verdadero problema. Me he enterado de algo de lo que ya estaba convencido. El artículo que me obliga a tomar la pluma estaría en las mismas condiciones que el Yaschar: constaría de dos elementos diferentes. Una mano oculta se situó detrás del estimado firmante, cuya religión fue sorprendida, y cuya amistad fue fascinada, para lanzarme dardos venenosos. Así es como un niño malo se escabulle detrás de un hombre para hacer travesuras sin ser visto. Sé de lo que es capaz esta mano. La reconocí desde el primer momento cuando vi que ponía un Tratado de Helvidio en lugar del Libro contra Helvidio, y desfiguraba el nombre de Rosenmueller, como en otros lugares ha desfigurado otros nombres famosos. Esta mano, si no me equivoco, pertenece a un hombre que durante muchos años me ha perseguido con un odio mortal. Por más que le dije en una carta, que preferí no hacer pública: 

«Deja tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano». 

Es, por desgracia, una de esas naturalezas férreas, y aún más implacables porque no pueden perdonarte por haberles prestado un servicio importante. No escatima en dañar tanto mis intereses como mi reputación. Es un adversario que no se cansa de dar vueltas a mi alrededor como un león rugiente, espiando el momento adecuado para devorarme.

8. No ha temido mentir a su propia conciencia imprimiendo que soy un novato que todavía sólo tiene ideas vagas y confusas sobre la religión cristiana, él que sabe, cosa, por otra parte, notoria, que en Roma, por orden del Papa, he estudiado teología bajo la dirección del P. Perrone; que fui uno de los correctores tipográficos de la primera edición de la teología de este gran maestro; que hay notas en esta teología que llevan mi nombre; que ayudé a preparar la edición de la teología de Billuart, publicada por los RR. PP. Pasionistas de Roma, edición en la que también se me nombra. Además, este hombre, que no se arredra ante ninguna afirmación, no ignoraba que era cristiano desde hacía treinta años y que mi catecumenado había sido impartido por el P. Fontanel, de docta y piadosa memoria, profesor de teología en la Sorbona y decano de su Facultad. Se imaginaba que ya no tenía la carta en la que me decía: