II
En la primera parte hemos intentado dar un vistazo general sobre los versículos estrictamente
proféticos (24-27) de las LXX Semanas, pero ahora vamos a tratar
de ubicarla dentro de su contexto inmediato.
El capítulo IX de Daniel se abre con una indicación en la
cual el profeta relata que estaba estudiando las Escrituras (vv 1-2),
tras lo cual irrumpió en una hermosa oración pidiendo el perdón por los pecados
suyos y de Israel y el fin del cautiverio.
Ahora vamos a procurar analizar los primeros dos versículos, que dicen
así:
1. El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la estirpe de
los medos, que fue constituido rey sobre el reino de los caldeos;
2. el año primero de su reinado, yo Daniel, estaba estudiando en
los libros el número de los setenta años de que Yahvé había hablado al profeta Jeremías
y durante los cuales debía cumplirse la desolación de Jerusalén.
Hasta aquí estos importantes versículos.
Sabido es que Judá había sido llevado en cautiverio por Nabucodonosor
en varias etapas, la primera de las cuales ocurrió en el año 605 a.C., y
fue en esta deportación donde el por entonces adolescente Daniel fue
llevado a Babilonia. Según Borgongini Duca[1] el
primer año de Darío ocurrió en el 539 a.C.
Ahora bien, del texto citado surgen varias dudas que es preciso
desentrañar de a poco para no confundirse.
1) ¿Qué pasaje de Jeremías estaba leyendo Daniel?
Existen dos capítulos donde Jeremías habla de los 70 años:
XXV, 11-12: “Todo este país será una desolación y un desierto
y esta población servirá al Rey de Babilonia setenta años. Pasados los setenta
años tomaré cuenta al Rey de Babilonia y a
aquella nación por su maldad, dice Yahvé, y a la tierra de los caldeos y la convertiré
en desierto perpetuo.”
XXIX, 10: “Pues así dice Yahvé: “concluidos los
setenta años para Babilonia, os visitaré y cumpliré en vosotros mi buena
promesa de restituiros a este lugar”.
Ahora bien, si Daniel estaba leyendo sobre los años durante los cuales debía cumplirse la desolación
de Jerusalén entonces debe rechazarse la segunda cita donde sólo se habla
de la congregación de Israel (v. 14), mientras que la desolación (chorbah) es
nombrada claramente en el capítulo XXV.
2) ¿Puede inferirse del capítulo
XXV de Jeremías que la desolación de Jerusalén (y por lo tanto el fin del
cautiverio) iba a durar setenta años?
Ya dejamos dicho AQUI (nota 6) que la respuesta debe ser por la
negativa. No cabe ninguna duda que el texto de Jeremías
sobrepasa por completo el cautiverio de Nabucodonosor.
Si esto es así surgen dos nuevos interrogantes:
2.a) Si esto es cierto entonces
Daniel comprendió mal el texto de Jeremías, lo cual parece difícil de creer.
Creemos que la clave está en las palabras del ángel
al Profeta. Según algunos exégetas lo que sucedió fue más o menos lo siguiente:
Daniel sabía que el fin del cautiverio
de Nabucodonosor estaba próximo a su fin y por
eso rezó para que Dios cumpliera sus promesas y que no tuviera en cuenta los
pecados de su pueblo. Ahora bien, San Gabriel en
lugar de hablarle de la próxima liberación de Israel, le habló de una
liberación mayor que traería el Mesías y que se cumpliría no ya dentro
de algunos años, sino después de un largo lapso de tiempo (setenta semanas de
años).
Sin embargo somos de la opinión de que lo que
sucedió fue otra cosa totalmente diferente.
En efecto, todo parece indicar que Daniel malinterpretó a Jeremías y que el ángel lo corrigió y esto
se ve por dos razones:
* En primer lugar no es la primera
vez que Daniel no comprende las palabras o visiones de una profecía, y así
vemos en varios otros pasajes donde le sucede lo mismo:
VII, 15:
“Entonces yo, Daniel, me
turbé en espíritu interiormente, y las visiones de mi cabeza me llenaron de
espanto. Acerquéme, pues, a uno de los asistentes y le pedí
el verdadero sentido de todo esto…”.
VIII, 15: “Mientras yo, Daniel, tenía esta visión, y procuraba entenderla…”.
XII, 8: “Yo oí, pero no
comprendí…”.
A lo cual podría agregarse la visión de San Juan de los mártires del Anticristo en el capítulo VII:
13. Y
uno de los Ancianos, tomando la palabra, me preguntó: “Estos que están vestidos
de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?”.
14. Y
yo le dije: “Señor mío, tú lo sabes”. Y él me contestó… etc.”.
Es
decir, así como los profetas no entienden necesariamente las visiones
que tienen, no es preciso tampoco que comprendan el sentido de las Escrituras,
y el hecho de que Daniel haya estado estudiando es un signo de lo
que decimos.
* Todo
esto parece confirmarse, además, por las palabras del Ángel cuando en el versículo
22 y 23 le dice:
“Daniel,
he venido ahora para darte inteligencia… fija pues, tu atención sobre la palabra
y entiende la visión: setenta semanas están decretadas para tu pueblo y
para tu ciudad santa…”.
Que es
como si le dijera: “Daniel, el fin de la desolación de la que habla Jeremías,
no son setenta años sino setenta semanas de años…”.
Y
luego continúa desarrollando esas setenta semanas de años, la cual divide en cuatro
partes, como ya lo dejamos dicho.
2.b) ¿De dónde saca Daniel que el
cautiverio iba a durar 70 años? ¿También se equivocó sobre eso? Si es así, ¿por
qué el ángel no lo corrigió?
En
primer lugar el ángel no lo corrigió porque Daniel estaba en lo cierto
al creer que el cautiverio de Nabucodonosor[2]
estaba llegando a su fin, es decir que constaba de 70 años, pero la razón de
ser de los 70 años, ni uno más, ni uno menos, no estaba en los profetas sino en
el último capítulo del II libro de los Paralipómenos cuando dice:
17.
Por lo cual trajo (Dios) contra ellos al rey de los caldeos, que mató a
espada a sus jóvenes en la Casa de su Santuario, sin perdonar ni a mancebo ni a
doncella, a viejo ni a cabeza cana; a todos los entregó Dios en su mano.
18. Nabucodonosor
lo llevó todo a Babilonia…
19.
Incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron
fuego a todos sus palacios y destruyeron todo cuanto en ellos había de
precioso.
20. Y
a los que escaparon de la espada, los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron
esclavos de él y de sus hijos hasta la dominación del reino de los persas;
21. para
que se cumpliera la palabra de Yahvé pronunciada por boca de Jeremías; hasta
que el país hubo gozado de sus sábados; pues descansó todos los días de su
desolación, hasta que se cumplieron los setenta años”.
Como
se ve por el texto, el cautiverio de Nabucodonosor iba a durar 70 años,
es decir todo el tiempo en que la tierra no había descansado conforme al
precepto de dejar descansar la tierra al cabo de seis años (año sabático). Cfr.
Lev. XXV, 5 y XXVI, 34. Puesto que la tierra no había descansado durante
490 años, entonces Israel le debía a Dios 70 años sabáticos, los cuales
fueron pagados con los setenta años de cautiverio, tiempo durante el
cual, la tierra descansó.
Si bien este pasaje que acabamos de citar parecería contradecir
lo que acabamos de decir sobre el texto de Jeremías, nos
parece que un análisis atento de las palabras de los Paralipómenos no está en
contra de lo que arriba dijimos, pues, notemos bien que aquí no se dice que Jeremías había profetizado los setenta años de cautiverio
sino sólo el cautiverio cuando afirma:
“… los llevaron cautivos a Babilonia… para que se cumpliera la palabra de
Yahvé pronunciada por boca de Jeremías”.
Es
decir, lo que había profetizado Jeremías no era la duración del
cautiverio sino el cautiverio en sí, y es a esto a lo que hace referencia las
crónicas de los Paralipómenos. De otra manera habría que ser coherente y
concluir que Jeremías también dio la razón del cautiverio al
hablar del descanso sabático, pero esto se buscará en vano a través de su libro.
3) ¿Cómo contabilizar los 70
años de cautiverio bajo Nabucodonosor?
La solución es sencilla. Si la razón por la
cual Israel fue llevado en cautiverio fue porque no guardó los años sabáticos,
entonces es lógico suponer que los años se cuentan de la misma manera que el
año sabático judío. Pero es sabido que el año en Israel se medía según la luna
y no según el sol, con lo cual cada año tenía 354 días. Ahora bien, 70 años
lunares corresponden a 67 años solares y algunos meses, y así tenemos que el
total de años de cautiverio coincide con esta cifra puesto que si contabilizamos
los años desde el 605 (año 1) hasta el 538 tenemos 67 años completos más
algunos meses.
Todo esto se confirma también por algunos
pasajes de las Escrituras:
Salmo CIII (CIV), 19: “Para señalar los tiempos hiciste la luna”.
Donde el término usado en hebreo מוֹעֲדִ֑ים quiere
decir “las épocas
fijas para las fiestas sacras, las reuniones calculadas según el año lunar y la
Pascua del 14 de Nisán
(Marzo-Abril)” (H. Renard, in loco, en la Biblia de Pirot).
Y más claro se ve todavía
en Eccli.
XLIII, 6-8:
“También la luna con
todas sus mutaciones indica los tiempos y señala los años. La luna señala los días festivos; luminar, que luego que llega a su plenitud
comienza a menguar; del cual ha tomado nombre el mes; crece maravillosamente
hasta estar llena”.
Y Straubinger comenta: “En hebreo la voz iarej (luna)
significa también mes. La luna indicaba a los antiguos los meses y los años, y a los israelitas
también las fechas religiosas (Num. 28, 11; I Rey. 20, 5.24). Hoy todavía la
fecha de la fiesta de Pascua se rige por la luna. Véase 24, 35; Sal. 80, 4; 103, 19
y notas, por donde se ve qué interés tiene esto para el calendario”.
Ya tendremos tiempo de ver
más adelante si los años de las setenta semanas deben contabilizarse de la
misma manera que el cautiverio de Nabucodonosor o de
alguna otra forma. Mientras tanto retengamos aquí la idea clave de este pasaje:
Daniel creyó encontrar en Jeremías
la cifra de setenta años que duraría la desolación de Israel pero el ángel San Gabriel lo corrigió diciéndole que esos setenta años
consistían en semanas de años y le desarrolló en cuatro formidables versículos
la suerte que le esperaría al pueblo de Israel hasta el fin de los siglos.
Sed circa hoc, postea!
Vale!