IV.
SUCESIÓN DE LOS ACONTECIMIENTOS NOVISIMOS
Con
los medios que están a nuestro alcance humano, no es del todo imposible establecer
la sucesión de las postrimerías. Seguimos en la exposición de tan delicada materia,
no el propio juicio, sino, en los párrafos descollantes, al más autorizado de
los teólogos que trataron el tema: el Cardenal Luis Billot, el que
dedica a esta cuestión gran parte de su libro "La Parousie".
Según
Billot, el estado del mundo actual se acerca cada vez más al que nos describen
Jesús y los Apóstoles para los últimos tiempos[1].
1) El Evangelio del Reino ha sido
predicado en todos los países del mundo, hasta entre los negros y esquimales.
Así se ha cumplido lo que dice el Señor en Mat. 24, 14: “Entre tanto se
predicará este Evangelio del Reino en todo el mundo, en testimonio para todas
las naciones; y entonces vendrá el fin”[2].
Nótese que la profecía del Señor no dice que todos los hombres aceptarán el
Evangelio sino tan sólo que les será predicado. Porque bien sabe Él que habrá
poca fe en el tiempo de su Retorno. Dice Él mismo: "Pero cuando viniere el
Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?” (Luc. 18, 8).
2) La apostasía de las masas
en casi todos los pueblos cristianos —esta llaga, la más grande que jamás
sufrió la Iglesia; este desastre espiritual, más atroz que todas las herejías
juntas, — es la segunda señal del
acercamiento de los últimos tiempos: "Aparecerá un gran número de falsos
profetas que pervertirán a muchas gentes. Porque abundará la maldad, se
enfriará la caridad de muchos[3]”
(Mat. 24, 11 y 12). Véase también II Tes. 2, 3.
Son
tan conocidas estas señales de la apostasía que no necesitamos describirlas.
Baste decir que no hay que pensar para ello sólo en remotos países, sino
también en aquellos en que vivimos.
3) El mundo está, pues, a punto
de iniciar la gran rebelión del Anticristo contra Dios de la que hablan
San Pablo y San Juan. El Doctor de los gentiles escribe sobre esto a los
Tesalonicenses: “Entonces (cuando venga la apostasía) se dejará ver aquel
perverso (el Anticristo), a quien el Señor Jesús matará con el
aliento de su boca, y destruirá con el resplandor de su Venida. Aquél vendrá
con el poder de Satanás, con toda suerte de milagros, de señales y prodigios
falsos y con todas las ilusiones que conducen a la iniquidad a aquellos que se
perderán por no haber recibido y amado la verdad a fin de salvarse. Por eso les
enviará Dios el artificio del error para que crean a la mentira; para que sean
condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en
la maldad” (II Tes. 2, 8-11). Ver Dan. 7, 25 s.; Apoc. 13, 5.
Billot
observa acertadamente que esta fase de los acontecimientos apocalípticos no
pudo verificarse hasta hoy, porque faltaban las condiciones técnicas. Un "dueño
del mundo”, como va a ser el Anticristo, necesita absoluta centralización y monopolización
de todas las fuerzas técnicas en una sola mano. ¿Quién niega que la guerra
mundial nos ha mostrado y sigue mostrándonos cuán cerca está el mundo de este
fin fatal de las invenciones humanas?
4) Entonces, y sólo entonces,
vendrá la renovación y conversión de Israel de que hemos tratado en el capítulo III. Billot cree que también para
esta vuelta de Israel, la Providencia[4]
está preparando los caminos, y menciona como uno de los indicios, el movimiento
sionista entre los judíos, cuyo fin es organizar la repatriación del pueblo hebreo
en el país de sus padres.
La
conversión de Israel será la coronación de la Nueva Alianza (ver Hebr. 8, 8 ss.
y 10, 16, donde S. Pablo interpreta a Jeremías 31, 31 ss) La reprobación de Israel
fué ocasión de nuestra admisión al Reino; pero una vez obtenido el perdón, ese
pueblo entrará de nuevo en la posesión cíe las promesas y formará parte del
Reino de Cristo, corno se ve en la Carta a los Romanos (c. 11). Este será el
momento en que veremos el cumplimiento de todos aquellos vaticinios de los
Profetas sobre la salvación de Israel, que ahora tan difícilmente
comprendernos; y Cristo será reconocido verdadero Rey por su pueblo, lo que no hicieron
en su primera venida[5].
5) Si seguimos al Vidente de Patmos
(Apoc. 20, 7-10) habrá al fin un combate apocalíptico entre las fuerzas
de Gog y Magog contra los "santos" y la "ciudad amada".
Gog y Magog son nombres que se encuentran ya en las profecías de Ezequiel
(caps. 38 y 39). Su significado es oscuro, pero lo cierto es que el
Profeta los toma como representantes de todos los enemigos de Dios, lo mismo
que San Juan, por lo cual no han de confundirse con el Anticristo
como persona[6].
[1] Claro está que las exposiciones que siguen han de
entenderse dentro del marco que pone a los últimos acontecimientos el mismo
Señor: "En orden al día y a la hora nadie lo sabe, ni aun los Ángeles,
sino sólo el Padre" (Mat. 24, 36) y S. Pablo: "Como el
ladrón de noche, así vendrá el día del Señor" (I Tes. 5, 2).
"Velad, pues, ya que no sabéis ni el día ni la hora" (Mat. 25, 13).
[2] Joüon traduce: "Y esta
Buena Noticia del Reino será proclamada
en el mundo entero; y promulgada a todos los pueblos", etc.
[5] Nótese que el mismo Cristo delante de Pilatos, dice: “Mas ahora (nunc autem en la Vulg., nun de en
el original griego) mi reino no es de este mundo" (Juan 18, 36), con lo
que deja entrever un tiempo futuro, en que, convertidos, le seguirán, ya que el
mismo Pilatos le notificaba allí el rechazo oficial de la Nación y de la
Sinagoga (v. 35) a pesar del reconocimiento que el pueblo había hecho días
antes al decir: “Bendito el reino de nuestro padre David que vemos llegar"
(Mc, 11, 10). Ver el anuncio del Ángel a Maria en Luc. 1, 52 e Is. 9, 7; Dan.
7, 14 y 27, etc.
[6] Nota del Blog:
quien haya seguido nuestros artículos podrán apreciar nuestras diferencias
sobre todos estos puntos. Sin embargo, una cosa es indudable y es que estos son
tiempos muy cercanos al fin.
Como actualización a lo
escrito por Straubinger en 1943 notemos que la apostasía no es sóla de
las masas y de las naciones sino del Sacerdocio casi en su conjunto
fruto del nefasto conciliábulo llamado Vaticano II (punto 2), y que el Estado
de Israel fue fundado apenas cinco años después, contra todos los pronósticos y
para sorpresa de muchos, como lo había profetizado Isaías (IX, 8).