Lázaro |
“Tendréis
siempre pobres entre vosotros”. Desde el abismo de esta Palabra, ningún hombre
ha podido jamás decir lo que es la Pobreza.
Los
Santos, que se le han desposado con amor y que le han dado numerosos hijos,
aseguran que es infinitamente amable. Los que no quieren su compañía mueren a menudo
de espanto o de desesperación bajo su beso, y la multitud pasa “de la entraña
al sepulcro” sin saber lo que es necesario pensar de ese monstruo.
Cuando
se interroga a Dios, responde que es pobre: “Ego sum pauper". Cuando no se le interroga
ostenta su magnificencia.
La
creación parece ser una flor de la Pobreza infinita; y la suprema obra maestra
de Aquel que se llama el Todopoderoso ha sido el hacerse crucificar como un
ladrón en la Ignominia absoluta.
Los
Angeles se callan y los Demonios temblando se arrancan la lengua para no
hablar.
Sólo
los idiotas de este último siglo han intentado dilucidar el misterio. Esperando
que el abismo los engulla, la Pobreza se pasea tranquilamente con su máscara y
su criba.
Cómo
le convienen las palabras del Evangelio según San Juan: “Era la
verdadera luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo
estaba, el mundo por Ella fué hecho y el mundo no la conoció. Vino a lo que era
suyo y los suyos no la recibieron''.
¡Los
suyos! Sí, sin
duda. La humanidad ¿no le pertenece? No hay una bestia más desnuda que el hombre
y debería ser un lugar común afirmar que los ricos son malos pobres. Cuando
el caos de este mundo caído haya sido desembrollado, cuando las estrellas
busquen su pan y el único admitido a reflejar el Esplendor sea el lodo más difamado;
cuando se sepa que nada está en su lugar y que la especie racional no
vivía sino sobre enigmas y apariencias; bien podrían las torturas de un desgraciado
divulgar la miseria de alma de un millonario que correspondía espiritualmente a
sus andrajos en el registro misterioso de las reparticiones de la Solidaridad
universal....
Nadie
sabe su propio nombre ni conoce su propia figura. Todos los rostros y
todos los corazones se hallan nublados como la frente del parricida, bajo el
impenetrable tejido de las combinaciones de la Penitencia. Se ignora por qué se
sufre y se ignora por qué se está en Delicias.
Los
ricos tienen horror por la pobreza puesto que tienen el presentimiento oscuro
del negocio expiatorio implicado en su presencia. Les espanta como la faz
oscura de un acreedor que no conoce el perdón. Les parece, y no sin razón, que
la miseria espantosa que disimulan en el fondo déllos mismos, bien podría
romper de un golpe sus lazos de oro y sus envolturas de iniquidad, y acudir con
lágrimas ante aquella que fue la Compañera elegida del Hijo de Dios.
Al
mismo tiempo un instinto venido de lo bajo les advierte del contagio. Estos
execrables adivinan que la Pobreza es la Faz misma de Cristo, la Faz escupida
que pone en fuga al Príncipe deste mundo y que ante Ella no hay medio de comer
el corazón de los miserables al son de flautas o de oboes. Sienten que su
vecindad es peligrosa, que las lámparas humean a su proximidad, que las
antorchas toman aspectos de cirios fúnebres y que todo placer sucumbe.... Es
el contagio de las Tristezas divinas....
Para
emplear un lugar común cuya profundidad desconcierta, los pobres traen desgracia,
en el mismo sentido que el Rey de los pobres ha declarado que ha venido a “traer
la espada''. Una tribulación inminente y en verdad espantosa ocurre al
hombre alegre a quien un pobre ha tocado el vestido y ha mirado con los ojos en
los ojos.
La Femme Pauvre