Cuando leíamos la traducción de Borgongini Duca
a la profecía de las LXX Semanas nos llamó la atención la variante que daba al v.
21. El pasaje, literalmente, reza así:
“Y mientras yo hablaba en la súplica he aquí que el
potente Gabriel que había visto en la visión al principio, volando con
rapidez me tocó en el tiempo del sacrificio de la tarde”.
Y luego comenta (num. 143):
“En el hebreo vir Gabriel, es casi una
repetición: “el fuerte, que es el ministro potente de Dios”.
Es decir, el Ángel es llamado según el significado de
su nombre, el cual quiere decir precisamente eso: “el fuerte o poderoso de
Dios”.
Ahora bien en el Apocalipsis aparece un Ángel poderoso en cuatro oportunidades:
I) V, 2:
“Y vi un Ángel poderoso
(ἰσχυρὸν)
proclamando con
gran voz (ἐν φωνὴ μεγάλη): “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus
sellos?”.
II) X, 1: “1. Y vi a otro Ángel poderoso (ἰσχυρὸν)
descendiendo del cielo, envuelto en una nube y con el arco iris sobre su cabeza
y su rostro era como el sol y sus piernas como columnas de fuego.
2. Y
tenía en su mano un librito abierto, y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo
sobre la tierra;
3. Y
clamó con gran voz (φωνῂ μεγάλῃ), como un
león que ruge”.
III) XVIII,
1-2: “Después de esto vi cómo
bajaba del cielo otro ángel que tenía gran autoridad y
con su gloria se iluminó la tierra. Y clamó con poderosa
voz (ἐν ἰσχυρᾷ φωνῇ) diciendo:
“Ha caído, ha caído Babilonia la grande…”.
IV) XVIII, 21: “Y un ángel poderoso (ἰσχυρὸς) alzó
una piedra grande como rueda de molino, y la arrojó al mar diciendo: “Así, de
golpe, será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada nunca
más”.
Ahora bien ¿a qué viene esa
identificación del ángel como “poderoso”? ¿A qué otro ángel le cabe mejor el
nombre “poderoso” que a San
Gabriel?
Y en efecto, los mismos
exégetas han deslizado la posibilidad de que se trate de él. Veamos.
Comentando V, 2 encontramos:
Scío: “este ángel fuerte es el Arcángel San
Gabriel, cuyo nombre significa poder y fuerza de Dios. Es enviado como ángel especial de la divinidad y
legado de Cristo; en esta calidad anunció la encarnación del Verbo. (Lc.
I)”[1].
Y en X, 1 ss[2]:
Straubinger: “Otro ángel poderoso: Como el de 5, 2… El que sea
poderoso ha hecho pensar que pudiera tratarse de Gabriel, cuyo nombre significa
fuerza de Dios”.
Wikenhauser: “No se
precisa el nombre del ángel. Quizá se trate aquí del arcángel Gabriel…”.
Gelin:
“El ángel es tal vez Gabriel (= Fuerza de Dios) al cual el epíteto ἰσχυρὸς le cabría bien”.
Así pues, vemos que el Ángel poderoso aparece en las visiones claves
de los capítulos V y X[3] y luego en la caída de Babilonia, pero es de notar
que en las dos primeras citas se dice que el ángel tiene una “gran voz” mientras que en la tercera se lo identifica
con una “poderosa voz”.
A partir de acá se nos
ocurrió pensar que tal vez la “gran voz” era
una referencia al mismo ángel poderoso, algo así como si fuera su
característica propia.
Pasemos lista a todos los
pasajes en los cuales aparece esta gran voz
y veamos si esto es posible:
1) VII, 1-2:
“Después de esto vi
cuatro ángeles que estaban de pie en los cuatro ángulos de la tierra que
detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento sobre la
tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. Y vi otro ángel que subía del
Oriente y tenía el sello del Dios vivo, y clamó con gran
voz a los cuatro ángeles, a quienes había sido dado hacer daño a la
tierra y al mar.” (Antes del sexto sello).
2) VIII, 13:
“¡Y vi y oí un águila
volando por medio del cielo que decía con gran voz:
“Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra, a causa de los restantes toques de
la trompeta de los tres ángeles que están por tocar!”. (Anuncio
de los 3 restantes Ayes).
3) XI, 11 ss:
Y después de los tres
días y medio, un espíritu de vida que venía de Dios, entró en ellos y se
levantaron sobre sus pies y cayó un gran temor sobre quienes los contemplaron. Y
oí una gran voz del cielo que les decía:
“Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube, y sus enemigos los contemplaron.” (Entre
la sexta y séptima trompeta).
4) XII, 10 s:
“Y oí una gran voz en el cielo que
decía: “ahora ha llegado la salvación, el poderío y el reinado de nuestro Dios
y el imperio de su Cristo porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que los
acusaba delante de nuestro Dios día y noche Y ellos lo han vencido en virtud de
la sangre del Cordero y en virtud de la palabra de su testimonio,
menospreciando sus vidas hasta la muerte. Por tanto alegráos, oh cielos y los
que moráis en sus tiendas. Mas ¡ay de la tierra y del mar! porque descendió a
vosotros el diablo, lleno de gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo”. (Entre la quinta y la sexta trompeta).
5) XIV, 6-7:
“Y vi otro ángel
volando por medio del cielo, que tenía un Evangelio eterno para evangelizar a
los que tienen asiento en la tierra y a toda nación y tribu y lengua y pueblo. Y
decía con gran voz: “Temed a Dios y dadle
gloria a Él, porque ha llegado la hora de su juicio; postraos ante aquel que hizo
el cielo y la tierra, mar y fuentes de aguas”. (Entre
la sexta y séptima trompeta).
6) XIV, 9:
“Y otro ángel, un
tercero los siguió diciendo con gran voz:
“si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe su marca en la frente o en
la mano…” (Antes del Armagedón).
7) XIV, 15:
“Y salió del templo otro ángel, gritando con gran
voz al que estaba sentado sobre la nube: “hecha tu hoz y siega, etc” (Siega-Naciones).
8) XIV, 18:
“Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y llamó con
gran voz al que tenía la hoz
afilada, diciendo: Echa tu hoz afilada y vendimia los racimos de la vid…” (Vendimia-Israel).[4]
9) XVI, 1:
“Y oí una gran voz procedente del templo que
decía a los siete ángeles: “id y derramad sobre la tierra las siete copas de la
ira de Dios…” (Este ángel es el encargado de dar la orden para que se
derramen las 7 copas).
10) XVI,
17: “El séptimo ángel derramó su copa en el aire, y
salió una gran voz del templo, desde el
trono (en el cielo) que decía: “hecho está”. (Después de la séptima copa).
11) XIX,
17: “Y vi un ángel de pie en el sol y gritó con gran voz, diciendo a
todas las aves que volaban por medio del cielo: “Venid, congregaos para el gran
festín de Dios…” (Armagedón).
12) XXI,
3: “Y oi una gran voz desde el trono que
decía: “He aquí la morada de Dios entre los hombres…” (Anuncio de la
Jerusalén Celeste descendiendo a la tierra).
Bien, estos son los doce textos en los cuales la gran voz es nombrada además de los lugares que
citamos al comienzo. Veamos si se puede demostrar la identidad del Ángel en todos
ellos:
1) El Ángel que anuncia la
caída de Babilonia como futura (XVIII, 21) y como pasada (XVIII, 1-2)
sería el mismo, según lo dejamos dicho al comienzo.
2) Ahora bien, el segundo
ángel del capítulo XIV (v. 8) es el encargado de anunciar la caída de
Babilonia. Si bien no se dice que hable con gran voz, sin embargo como ya lo
dejamos dicho AQUI, se tratan de dos lugares paralelos.
3) En la Segunda Parte de ese
artículo vimos que los pasajes XIV, 9-11 y XIX, 11 ss son paralelos.
4) En la Tercera Parta de los
artículos arriba citados probamos que los pasajes X, 1 ss, XI, 11-14 y
XIV, 6-7 son también lugares
paralelos.
5) El Ángel de XIV, 6;
VIII, 13 y XIX, 17 vuela “por medio del cielo”, es decir por su
parte más alta.
6) El Ángel de VIII, 13
y el de XII, 10 ss tiene el mismo giro lingüístico: “Ay de los habitantes de la tierra a
causa…” y “Ay de la tierra y del mar porque…”.[5]
Obj.
XII, 10 ss parecería
ser dicho por almas y no por un ángel:
a) “El acusador de nuestros
hermanos”. El término “hermanos” nunca es usado entre hombres y ángeles,
sino entre hombres: VI, 11; XIX, 10; XXII, 9.
De hecho parece que los que pronuncian este himno son
los Mártires del quinto Sello:
a) Son “hermanos” de los
judíos.
b) La alusión al “día y la
noche”, común a Lc. XVIII, 7.
c) La similitud con el “poco
tiempo”. Apoc. VI, 11. Cfr. también Lc XVII, 7.
d) Gelin dice que el
término “hermanos” le cabe a los Mártires del quinto Sello.
Resp. Creemos
que se debe mantener la identidad de San Gabriel y esto por las
siguientes razones:
a) Se trata de una gran voz. El término es usado siempre en
referencia a un ángel.
b) Ni Allo, Beda,
Alápide ni Fillion, in loco, ven inconveniente alguno en
que los ángeles llamen “hermanos” a los hombres.
c) Al decir “alegráos oh
cielos y los que moráis en ellos” (es decir “los moradores del cielo”),
parecería que el que habla no es uno de ellos. Y estos “moradores del cielo” no
son cualesquiera sino los Santos, y en este caso particular los Mártires del
quinto Sello[6].
7) En V, 1 ss; XIV, 15; XVI, 1;
XVI, 17 y XXI, 3 la voz sale siempre desde el Templo o Trono
Celestial[7].
En el cap. V San Juan lo ve a San Gabriel en
el cielo, en cambio en las otras visiones solamente lo escucha o lo ve
salir desde el cielo porque las visiones las tiene en la tierra.
8) En XIV, 18 se dice
que el Ángel con gran voz tiene poder
sobre el fuego. Esto nos lleva a dos lugares que tal vez están
relacionados:
a) Lc. I, 8 ss el Ángel San
Gabriel se aparece a Zacarías en el momento en que ofrece el incienso.
b) En el cap. VIII
vemos un ángel encargado de presentar a Dios las oraciones de los santos (de los
Mártires del quinto Sello como bien lo indica Straubinger) por
medio de un incensario y luego toma fuego del altar con el que llena el
incensario y lo arroja sobre la tierra. Casi como si fuera su oficio.
Cfr. X, 1.
Obj.: En el v.
2 se dice que las siete trompetas se le dan a los ángeles que están “de pie
ante Dios”, los cuales parecen coincidir con los mismos siete ángeles
principales de los que habla la tradición judía. Cfr. lo dicho AQUI.
Uno déstos es el mismo San Gabriel, pero después se dice que apareció
“otro” ángel con un incensario. Ergo no puede ser el mismo.
Resp. El “otro”
no hace referencia a uno distinto como podría parecer sino a una visión
diferente. Y esto se ve muy claro por lo que se dice en el cap. XIV, 6-11
donde, a pesar de tratarse siempre del mismo ángel, sin embargo se dice que al
primer ángel le siguió un segundo y luego un tercero y en el v.
15 se dice que sale del Templo otro ángel, y lo mismo el del v.
18 que es el que estamos analizando. Sin embargo son siempre uno sólo.
Nada impide que San Juan tenga dos visiones
diferentes: una sobre la entrega de las siete trompetas a los siete Ángeles y
otra de uno de esos siete Ángeles en la cual realiza los pasos previos antes
del comienzo del toque de las trompetas.
7. Y oí al altar que decía: “Sí, Señor, el
Dios, el Todopoderoso, veros y justos son tus juicios”.
La pregunta es ¿a quién se refiere San Juan con “el altar”?
Los comentadores han visto en general a los mártires del quinto sello (VI, 9), y así lo dicen expresamente Straubinger, Gelin, Wikenhauser, y
parece que Allo, y esto creíamos
también nosotros hasta que leímos la opinión de Fillion:
“… el
autor pensaba evidentemente en el ángel encargado del fuego del altar, que
mencionó más arriba en XIV, 18”.
Y la verdad que esto nos pareció mucho más
probable, y por dos razones:
1) No
se entiende a qué viene la alusión a los mártires del quinto sello, puesto
que el juicio por su sangre derramada habrá consistido en el juicio de las trompetas, y no en el de las copas, el
cual (el juicio de las copas) sucederá como venganza por el derramamiento de la
sangre de los mártires del Anticristo;
sin embargo tampoco parece posible que se trate de estos mártires ya que el cap. VII nos dice claramente que están
“de pie ante el trono y ante el Cordero”.
2) En los dos versículos anteriores se lee lo
siguiente:
5. Y oí decir al ángel de las aguas: “Justo eres, (Tú que tienes por nombre)
el Es y el Era, oh Santo, en haber hecho
este juicio”.
6. Porque sangre de
Santos y Profetas derramaron y sangre les has dado a beber: son dignos.
Con lo cual parece
más conforme con el texto que así como antes habló el ángel de las aguas, ahora
hable el ángel del altar, o sea el del
fuego del altar.
¿Y a qué viene que
estos dos ángeles alaben así la venganza divina, podrá preguntarse alguno?
Con respecto al
ángel de las aguas[1] la razón es obvia y la da el
mismo texto: así como derramaron sangre
de profetas y de santos, así Dios les da a beber sangre; sin embargo no queda del todo claro la razón por la cual el
ángel del fuego confirma lo que dice el ángel de las aguas alabando la justicia
divina… a menos que el ángel del altar
sea el mismo que el del fuego (XIV, 18) y que el que dio la orden de derramar
las siete copas (XVI, 1), y en efecto así es según nuestra interpretación, ya
que en todos los casos se trata de San Gabriel.
2) El segundo argumento para defender la
identidad del ángel del fuego con San
Gabriel nos vino de un testimonio tan impensado como autorizado: el de los Rabinos.
Leyendo la interesantísima colección de
textos Rabínicos del P. Bonsirven[2]
nos topamos con esta afirmación:
“Nuestros maestros enseñan: hay seis
especies de fuego: el fuego que come pero no bebe, el fuego que bebe pero no
come, el fuego que come y bebe, el fuego que come tanto lo seco como lo húmedo,
el fuego que repele el fuego, el fuego que consume el fuego.
“El fuego que come pero no bebe” es el
nuestro (el agua lo extingue).
“El fuego que bebe pero no come” es la
fiebre del enfermo.
“El fuego que come y bebe” es el de Elías, pues está escrito: “Entonces
bajó el fuego de Yahvé y consumió… lamiendo incluso el agua” (III Reg. XVIII, 38).
“El fuego que come tanto lo seco como lo
húmedo” es el fuego de la pila de madera.
“El fuego que repele el fuego” es el de Gabriel (Dan. III, 27).
“El fuego que consume el fuego” es el de la
Shechinah.
Si bien es cierto que no se habla del fuego
del altar, no por eso deja de ser
interesante la relación que existe entre San
Gabriel y el fuego. De hecho los
Rabinos dicen que así como San Miguel
es de color nieve, San Gabriel es de
color fuego; cfr. también Apoc. X, 1b[3].
[1] Así como
el ángel del fuego es el del fuego del altar,
el de las aguas se refiere posiblemente a las dos pilas de bronce (Ex.
XXX, 17 ss) que estaban colocadas entre el tabernáculo y el altar de los
holocaustos (Ex. XXVII, 1 ss) y que
no debe confundirse con el altar del incienso (Ex. XXX, 1 ss). Cabe recordar que todo lo que construyó Moisés (y Salomón) no era más que un modelo de algo que había visto (Ex. XXV, 40; Heb. VIII, 5) y que San Juan nos describe a través del
Apocalipsis.
[2] Textes Rabbiniques des deux
premiers siécles chrétiens, J
Bonsirven, S.J., 1955, num. 885. El texto corresponde al tratado Yoma num. 21b. Bonsirven trae el texto un poco mutilado. Lo hemos completado con
una versión inglesa. La puntuación está un tanto modificada.
[3] Una
última observación. En un principio pensamos que el ángel que encierra a
Satanás en el abismo en el cap. XX
podía ser el mismo San Gabriel ya
que se dice de él que el Apóstol lo ve “descender del cielo” al igual que al
ángel de X, 1 y XVIII, 1. El hecho de que pidamos todos los días después de Misa a San Miguel que “arroje al infierno a
Satanás…” no nos parecía concluyente contra la identidad de San Gabriel, porque, pensábamos, bien
podía ser que San Miguel fuera el encargado de anunciar el encierro y San Gabriel de ejecutarlo… sin embargo dos razones nos movieron a no ver en el
ángel del cap. XX a San Gabriel:
a) En primer
lugar no se dice de este ángel que tuviera poder
(X, 1) o una poderosa voz (XVIII, 2).
b) En
segundo lugar, y sobre todo, este ángel
no le habla a San Juan, mientras
que la misión de San Gabriel es
siempre la de anunciar o revelar algo. En el caso del cap. XX San Juan simplemente tiene una
visión y el ángel no le habla en absoluto.
9) Nos está
quedando solamente el Ángel de VII, 2, el que sube desde donde
surge el sol. No hemos encontrado ninguna concordancia directa sino sólo
indirecta:
a) La referencia al sol
recuerda tal vez al Ángel de XIX, 17 que está de pie en el sol.
b) Este Ángel ordena a los
cuatro primeros Ángeles que han de tocar las trompetas que todavía no empiecen
hasta que sean sellados los 144.000 judíos. Ahora bien, si San Gabriel
es uno de los siete que toca la trompeta entonces no es ninguno de los cuatro
primeros y esto parece confirmarse cuando se ve que San Gabriel aparece
en el cap. XI con la resurrección y asunción de los dos Testigos, todo
lo cual coincide, cronológicamente, con la sexta trompeta.
c) Este Ángel no puede ser uno
cualquiera ya que parece tener cierta autoridad sobre los otros cuatro al
decirles que se abstengan de dañar a la tierra, al mar y a los árboles. Lo cual
recuerda al Ángel de XVI, 1 que es el que ordena a los Ángeles para que
derramen las siete copas y es el mismo que anuncia el fin del derramamiento de
las mismas (v. 17).
Entre las razones que dimos para probar
la identidad del ángel fuerte con San Gabriel se encontraba la de que
siempre habla con "gran voz" y pasamos revista a todos los lugares
donde San Juan habla délla. Bueno, de casi todos ya que se nos
había pasado un pasaje que a decir verdad, parecería, a primera vista ser una
clara "excepción" a la regla, lo cual amenazaría nuestra exégesis.
Veamos:
En I, 10 después de ser llevado a
"el día del Señor", San Juan dice:
"Oí
detrás de mí una gran voz como de trompeta…".
Ahora bien, como se ve por lo que sigue,
esta voz no sería la del Ángel sino la del Hijo de hombre:
11. "Que decía: “Lo que ves escríbelo
en un libro, y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso y a Esmirna y a Pérgamo y
a Tiatira y a Sardes y a Filadelfia y a Laodicea”.
12. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo y vuelto, vi
siete candelabros de oro,
13. y, en medio de los candelabros, uno
como Hijo de hombre, vestido de túnica talar, y ceñido el pecho con un
ceñidor de oro, etc".
Pues bien, tanto por lo que sigue en el resto del capítulo como
así también por los títulos de Cristo en cada una de las Iglesias, no
puede caber dudas que este "Hijo de hombre" es el mismo Jesucristo,
con lo cual cae por tierra nuestra hipótesis.
La respuesta es más sencilla de lo que puede parecer a
primera vista, y de hecho, este pasaje prueba más bien a favor de
nuestra exégesis.
Las razones son básicamente dos:
1) En primer lugar hay que observar que San
Juan no dice que al darse vuelta vio al mismo que le había hablado, sino
que simplemente afirma que giró para ver quién le hablaba y que vio a
Jesucristo.
En otras palabras, San Juan estaba viendo "el día
del Señor" y una voz le habló por detrás y al darse vuelta, en lugar de
ver al que le había hablado, vio a Nuestro Señor.
2) Esto que decimos en el punto uno, termina
de confirmarse por el comienzo del capítulo IV donde el Vidente narra:
1. "Después de esto tuve una visión y he aquí una puerta abierta en
el cielo, y
la voz, la primera que yo había oído, como de trompeta hablar conmigo, dijo: “Sube
acá y te mostraré lo que debe suceder después de esto”.
Hemos
subrayado adrede lo que le dicen a San Juan: "te mostraré", porque esa es
precisamente la misión del ángel en I, 1:
"Revelación
de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a los siervos suyos “lo que debe suceder
pronto”, y significó enviando por
medio del Ángel suyo al siervo suyo, Juan…".
Y lo mismo
vemos en XXII, 8:
"Y yo, Juan, el que oye y ve estas
cosas. Y cuando oí y ví, caí para postrarme ante los pies del ángel que
me mostraba estas cosas".
Es decir, este Ángel, San Gabriel,
es el encargado de revelar a San Juan, en forma velada, la misma
Revelación que Jesucristo recibió de Su Padre y que a su vez transmitió
a "los siervos suyos", por medio, creemos nosotros, de Elías, como ya
lo dijimos en otro lugar. Cfr. el Indice Escriturístico in
Apoc. I, 1-3, principalmente la II y V parte.
Vale!
Hasta aquí, lector amigo, un repaso por todos aquellos
lugares donde se habla de la “gran voz” que, combinados con los del “ángel
poderoso”, nos muestra a San Gabriel como el principal entre todos los
seres celestiales en el gran drama del Apocalipsis. La razón desto no es muy
difícil de imaginar: así como a San Gabriel se le encargó revelar las
LXX Semanas, de la misma forma se le dio para que revele el Apocalipsis que en
sustancia no es más que un desarrollo de la septuagésima Semana daniélica.
Esto sirva también como explicación a lo que
insinuamos AQUI cuando decíamos: “I) Los tres Heraldos de los Juicios de Dios. Con
este título un tanto confuso, como veremos más adelante, nos introduce Straubinger a
las visiones que siguen a la del Cordero y los 144.000 vírgenes en el Monte
Sión…”, pues creemos que no se trata de tres sino de uno sólo.
Vale!
[1] Allo por su parte dice: “…su rol (el del ángel) es análogo al del ángel de X, 1 (v. ad
loc.)”.
[2] Recordar lo dicho en el artículo sobre el “vengo
pronto” y la similitud desta visión con la de Daniel XII. Cfr.
AQUI.