martes, 9 de julio de 2013

El tiempo está cerca – Vengo pronto – Las cosas que deben suceder pronto. II de II

En la Primera Parte de nuestro estudio planteamos la dificultad y vimos la opinión de tres grandes autores Católicos que, a nuestro parecer, no solucionaron el problema… ahora bien si ninguna de las soluciones que traen los exégetas nos convence… ¿cuál es, pues, la respuesta?

La respuesta a esta objeción nos parece ser un tanto más sencilla que la que traen los autores. Veamos:

Al leer el comentario del P. Lagrange[1] a Lucas XVIII, 8 pensamos instintivamente en que su explicación podía aplicarse igualmente a todos estos pasajes para resolver las objeciones.
Como corolario de una misteriosa parábola sobre el juez y la viuda[2] Nuestro Señor dice:

7. “¿Y Dios no habrá de vengar a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y se mostrará tardío con respecto a ellos?
8. Yo os digo que ejercerá la venganza de ellos prontamente”.

Y el P. Lagrange comenta el versículo 8 diciendo: “… el juicio, a pesar de lo que pueda creerse, tendrá lugar ἐν τάχει, con una prontitud medida sin embargo por los designios de Dios. ¡Será pronto! Naturalmente, la prontitud no es relativa al tiempo en el que habla Jesús, sino al de la oración. Pero sería una escapatoria traducir ἐν τάχει por “en forma rápida”, bajo el pretexto de que un juicio diferido por mucho tiempo puede ser ejecutado rápidamente[3].


Ahora bien, si Nuestro Señor, hablando de los últimos tiempos, dijo que el castigo iba a ser pronto y todo parece indicar que ese “pronto” es relativo al comienzo de la oración de los mártires del quinto Sello, ¿por qué no hacer lo mismo con los pasajes del Apocalipsis que hablan de la proximidad de la Segunda Venida? En otras palabras, si las visiones del Apocalipsis van dirigidas a “el día del Señor”, ¿por qué no aplicar todas esas frases sobre la proximidad de la segunda Venida al comienzo de las visiones? Si a San Juan se le muestra lo que va a suceder durante la septuagésima Semana de Daniel, entonces todas estas frases que citamos al comienzo se vuelven claras, simples y literales: para la segunda Venida falta algo más de siete años, y entonces el “vuelvo pronto” se torna obvio[4].

Analicemos los textos con un poco más de detenimiento para ver si esto es posible.

Con respecto al primer grupo,el tiempo está cerca” parecería ser un término técnico que designa la proximidad del reino mesiánico. De hecho es la misma frase que usa Nuestro Señor hablando de los falsos mesías durante los años previos a la destrucción de Jerusalén:

Lucas XXI, 8: “Y El dijo: "cuidaos que no os engañen; porque muchos vendrán bajo mi nombre diciendo: "Yo soy” y “el tiempo está cerca". No les sigáis”.

Zerwick[5] dice que el término Ὁ καιρὸς se debe interpretar como “el tiempo esperado”.
Esto se corrobora por la bienaventuranza, ya que como dejamos dicho AQUI, la misma se refiere a los mártires del quinto Sello. Además la razón por la cual son bienaventurados es “porque el tiempo está cerca” y si esto se aplicara a todo el período de la Iglesia nos parece que sería un tanto extraña la afirmación, mientras que si se relaciona con la primera mitad de la septuagésima Semana la razón de la Bienaventuranza está sin dudas en la gran santidad de que gozarán estos mártires.

Sobre XXII, 10 volveremos a hablar hacia el final en una objeción.

Con respecto al segundo grupo:Vengo pronto” observamos el mismo fenómeno.

No es casualidad que la primera[6] mención de esta frase en las siete Iglesias sea a la sexta, la de Filadelfia (III, 11), es decir la que corresponde a los tres años y medio de la predicación de Elías.

XXII, 7: es una de las bienaventuranzas de los mártires del quinto Sello.

XXII, 12: está dentro de un contexto escatológico como puede verse, por ejemplo del hecho de que tan sólo dos versículos después se habla de una de las bienaventuranzas a los mártires del Anticristo.

XXII, 20 no es sino la conclusión de todo el libro con la cual Jesucristo consuela a los santos de la septuagésima Semana.

Por último, en cuanto al tercer grupo: “las cosas que deben suceder pronto” nos remitimos al artículo sobre los Siervos donde decíamos que este grupo de personas se refería a los dos Testigos, a los mártires del quinto sello y del Anticristo y a los 144.000 judíos sellados. En cualquier caso[7] estamos siempre en los mismos tiempos: la septuagésima Semana de Daniel.
El uso del pasado “dio, envió” en nada contradice lo que afirmamos pues no es más que uno de los tantos ejemplos de lo que los exégetas llaman “pasado profético”, en el cual el vidente describe como pasado una visión futura.
Además, como ya lo dijimos, San Juan usa aquí la misma frase que Nuestro Señor en la parábola del juez y la viuda: ἐν τάχει.
Por último, repárese que la construcción desta frase es muy similar a la que usa Nuestro Señor en Ap. I, 19 y IV, 1:

I, 1 y XXII, 6: δεῖ γενέσθαι ἐν τάχει (las cosas que deben suceder pronto)

I, 19 y IV, 1: δεῖ γενέσθαι μετὰ ταῦτα (las cosas que deben suceder después de esto).

Casi como si fueran sinónimos.

Para terminar nos resta por resolver la objeción de la que hablamos más arriba:

XXII, 6: “Y díjome: “no selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca”.

Esto parecería contradecir todo lo que hemos venido diciendo puesto que se daría a entender que la cercanía del tiempo es en relación al momento en que San Juan tuvo la visión.

Veamos[8]:

Para poder entender el significado de las palabras del Ángel a San Juan de que no selle la visión es preciso remitirse, antes que nada, al Profeta Daniel.
En efecto, en el capítulo XII se le dice en dos oportunidades que selle parte de sus profecías hasta el tiempo del fin:

4. “Tú, Daniel, encierra estas palabras, y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos buscarán y se acrecentará el conocimiento…”.
9. “Y él respondió: “Anda Daniel; pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin…”.

Según esto, parecería que la razón por la cual se le ordena a Daniel mantener sellada su profecía es que la misma va a ser revelada hacia el tiempo del fin. Ahora bien, todo parece indicar que esta revelación se le dio a San Juan, particularmente en la visión del capítulo X, como puede verse por las similitudes de ambas visiones.

Daniel XII, 7 ss: “Y oi al potente vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, cuando levantando su diestra y su izquierda hacia el cielo juró por Aquel que vive eternamente que eso será dentro de un tiempo, (dos) tiempos y la mitad (de un tiempo) y cuando se haya cumplido la dispersión de la muchedumbre del pueblo santo, entonces tendrán efecto todas estas cosas. Yo oí, pero no comprendí. Dije, pues: “Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?” Y el respondió: “Anda Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán purificados y blanqueados y acrisolados; pero los malos seguirán haciendo el mal, y ninguno de los malvados entenderá; más los sabios entenderán. Desde el tiempo en que será quitado el sacrificio perpetuo y entronizada la abominación desoladora, pasarán mil doscientos noventa días. ¡Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días!”.

Apocalipsis X, 1 ss: “Y vi a otro ángel poderoso descendiendo del cielo, envuelto en una nube y con el arco iris sobre su cabeza y su rostro era como el sol y sus piernas como columnas de fuego. Y tenía en su mano un librito abierto, y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra; Y clamó con gran voz, como un león que ruge; y cuando hubo clamado, los siete truenos hablaron sus propias voces. Y cuando hubieron hablado los siete truenos, iba yo a escribir; más oí una voz del cielo que decía: “sella lo que hablaron los siete truenos y no lo escribas”. Y el ángel que yo vi de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano derecha hacia el cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y cuanto hay en él, y la tierra y cuanto hay en ella, y el mar y cuanto hay en él- que ya no habrá más demora, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuándo él vaya a tocar la trompeta, el misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus siervos los profetas. Y la voz que yo había oído del cielo me habló otra vez y dijo: “Ve y toma el librito abierto en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra”. Y fui al ángel diciéndole que me diera el librito. Y me dice: “Toma y cómelo; amargará tus entrañas, pero en tu boca será dulce como miel”. Y tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré; y era en mi boca como miel dulce, mas habiéndolo devorado se amargaron mis entrañas. Y me dijeron entonces: “Es menester que profetices de nuevo sobre pueblos y naciones y lenguas y reyes numerosos”.

Según esto aquí tenemos como coincidencias:

1) El ángel es el mismo: San Gabriel[9].

2) En ambos casos tiene el mismo gesto: jurar con la(s) mano(s) hacia el cielo “por Aquel que vive eternamente”.

3) El tiempo al cual se refiere es el mismo: los tres años y medio del reinado del Anticristo.

4) En Daniel se dice que las palabras quedarán selladas y en el Apocalipsis se le da a San Juan el contenido que en Daniel había quedado sellado y es por eso que se le entrega el librito abierto para que lo coma y así pueda predicar lo que sucederá en esos tres años y medio.
Notemos además que ni siquiera Nuestro Señor quiso revelarnos en su Discurso Parusíaco[10], el contenido de lo que se le había mandado sellar a Daniel y que le fue ordenado revelar a San Juan.
En definitiva, si a Daniel se le dijo que las palabras iban a quedar selladas “hasta el tiempo del fin” y las mismas le fueron reveladas a San Juan, entonces el término “hasta el tiempo del fin” se debe entender de la época de San Juan, pero no en el sentido de que el tiempo está cerca, sino en el mismo sentido en que el mismo apóstol dirá luego en una de sus cartas “Hijitos míos, es la hora final” (I Jn. II, 18[11]). Con lo cual si a Daniel se le pidió que las selle fue porque había de venir otra revelación encargada de develar aún más esa profecía, mientras que lo mismo no puede ocurrir con San Juan ya que, como es sabido, después de los apóstoles no habrá más revelación pública, y es por eso que debe permanecer abierta.
En conclusión: no vemos ningún problema en que la frase “no selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca” sea interpretada de la misma manera que las demás, pero con el agregado implícito de que no va a haber una nueva revelación desde el tiempo de San Juan hasta el comienzo de la septuagésima semana.

Podrían agregarse algunos otros argumentos en defensa de lo que acabamos de decir pero todo eso quedará para otros artículos. Mientras tanto sometemos al lector benévolo las pruebas presentadas.

   Addenda IV 


Comentando las palabras “lo que debe suceder pronto” del v.1, Caballero Sánchez afirma:

Estos secretos versan sobre "las cosas que tienen que acontecer en breve… pues, el tiempo está cerca".
La primera de estas expresiones tiene un sabor bíblico consagrado que implica, por un lado, lo infalible de la realización histórica de la Parusía, y, por otro, lo inminente de ella.
Esta idea de la proximidad de los acontecimientos, y no la de su rápida sucesión uno tras otro, es la que viene subrayada por la segunda expresión: "el tiempo está cerca".
El libro insiste, del principio al fin, en poner de relieve esta proximidad o inminencia.
Este problema de la "proximidad de la Parusía" es uno de los grandes caballos de batalla de la exégesis. Fundándose en estos textos, tan claros aquí como en los Evangelios, y especialmente en el discurso escatológico del Señor, los herejes "escatologistas" se gozan en demostrar cómo toda la revelación cristiana descansa en la pura ilusión de una inmediata Parusía.
Los “creyentes”, al contrario, reaccionando vivamente contra consecuencias tan demoledoras, se esfuerzan por opacar el sentido escatológico de numerosos textos, y donde no pueden hacerlo, procuran al menos quitarles la idea de inmediación que contienen.
Ni lo uno, ni lo otro. La lealtad exige que se reciban esos textos escatológicos con la sencillez de la paloma, en su sentido obvio y natural; pero, la sabiduría pide que se los escrute con la prudencia de la serpiente, no según la medida de la carne, sino según el modo del Espíritu.
Ahora bien; recordemos la naturaleza del "tiempo del fin" o "días escatológicos" y su enlace con el Salvador Jesús. Se trata de un tiempo, no abstracto sino concreto, "recortado en la historia de Jerusalén y del pueblo mesiánico”. Es la fórmula de Daniel, el profeta cronólogo. Tenemos que entender ese tiempo compenetrado con Israel mesiánico; no corre desde que Israel se desgajó de la oliva, perdiendo la unción sagrada; quedó estancado con el pueblo negador de su Cristo que es su Camino y su Vida. Está a la vista e inminente siempre para cuando Israel se convierta, volviendo a recibir la unción mesiánica. El Jefe-Ungido que expiró en la cruz y el otro Ungido evacuado tienen que volver a encontrarse para que la septuagésima semana empiece a realizarse. Podemos decir, por tanto que el "tiempo del fin" es inminente, pero que todavía no estamos en él. Siempre estuvo inminente porque en el corazón de los Apóstoles y de la Santa Iglesia existe el ansia perpetua del regreso del Pródigo a la casa paterna…
Cuando Israel reviva bajo la bandera de su Salvador-Ungido, cesará su estancamiento del Calvario y se reanudará su marcha mesiánica por su camino propio a la cabeza de las naciones: siete años de probación final, "tiempo escatológico", que desembocan en la plenitud redentora de la Parusía.
Pero si la entrada de Israel en la Fe católica fija el principio del tiempo escatológico, ¿cómo puede hablarse de su proximidad e inmediación, siendo así que implica una distancia ya veinte veces secular?
Grave dificultad efectivamente para los doctores que toman por punto de partida del tiempo del fin, la Ascensión del Señor, o Pentecostés, o la ruina de Jerusalén, y nos hacen esperar por miles de años la Parusía. Pues, quitan a ese tiempo su sabor judío, lo vuelven presente cuando se lo pinta como futuro, la extienden indefinidamente cuando es por naturaleza "breve'', y lo desligan de la Parusía cuando su razón de ser es la preparación inmediata de ella.
Dificultad que se resuelve sin pena cuando se sabe que el tiempo gentílico es un paréntesis en la historia del Pueblo de Dios; que este tiempo no es escatológico sino en cuanto prepara providencialmente el renacimiento en Cristo de Israel caído, con cuya resurrección se inicia la semana final antes de la Parusía. La digresión actual del Evangelio por entre las naciones tiene por objeto preparar a éstas a convivir a la sombra del mismo Árbol de Vida con el pueblo judío rehabilitado en su condición sagrada de Pueblo-Cristo…
El rodeo que da el Espíritu por entre las Naciones, antes de incendiar a Israel, se parece a un paseíto de exploración antes de recogerse en casa. El anillo de enganche de la septuagésima semana con las anteriores está ya forjado: pronto se hará la soldadura: “El tiempo está cerca; ya vengo…”. Que mis heraldos trabajen intensamente en sembrar el Evangelio en todas las criaturas; que se arrepienta Israel y abra los ojos a la fe; y entonces volveré a daros el refrigerio de mi Día sabático...
Luego, reintegremos al tiempo escatológico su sujeto principal que es el pueblo judío regenerado; entendamos las expresiones proféticas según la medida del Espíritu; y entonces, frente a la blasfemia de los "escatologistas" y al error de los antiescatologistas, se dibujará la verdadera Escatología cuya inminencia se comprenderá sin violentar los textos, y cuyo contenido se vislumbrará menos confusamente en función de la Parusía del Señor.
"Las cosas que tienen que suceder pronto", contenido del Apocalipsis, son también llamadas “las palabras de la profecía, escritas" por Juan.

El Apocalipsis es, por lo tanto un libro de substancia profética que describirá las circunstancias futuras en torno a la "manifestación de Jesucristo".

Vale!




[1] Evangile selon Saint Luc, huitième édition, 1948, pag. 472. Gabalda.

[2] Creemos que hay un sentido simbólico en cada uno de los personajes: el Juez inicuo es Dios Padre, la Viuda es la Mujer (Israel) y el Adversario es, obviamente, Satanás.
Esto parecería llevarnos como de la mano al cap. XII del Apocalipsis.

[3] Cuando hablamos de los Mártires del quinto Sello hicimos notar que este versículo de Lc. coincidía con lo que allí se decía, y sea que los versículos 7-8 se refieran sólo a los mártires del quinto Sello o sea que también se refieran a los mártires del Anticristo, una cosa parece segura: desde la oración de los mártires del quinto sello hasta el toque de la primera trompeta no va a pasar mucho tiempo, aunque no sabemos cuánto. Sólo nos es dado conocer que entre el último sello y la primera trompeta transcurre sólo media hora (Ap. VIII, 1).

[4] Algo parecido se puede ver en XIV, 13 cuando se le dice a San Juan: “¡Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor desde ahora!”. Ese “desde ahora” no es desde el tiempo en que San Juan escribe el Apocalipsis sino según la época a la que se refiere, que no es otra más que los tres años y medio del Anticristo como ya dijimos AQUI

[5] Analysis, in loco.

[6] A la Iglesia de Pérgamo se le dice “vengo a ti pronto”, pero el sentido no es el mismo. Cfr. AQUI

[7] Antes creíamos que estos dos pasajes se referían a los dos Testigos y a los mártires del quinto Sello exclusivamente, pero hoy por hoy no estamos tan seguro de ello. De todas formas esto no afecta en nada la tesis central deste artículo.

[8] Debemos confesar que la respuesta no nos satisface del todo. Ahí va, sin embargo, por lo que vale.

[9] Esto trataremos de probarlo en un próximo post. (Actualización: He AQUI el post).

[10] Es interesante notar que San Juan en su Apocalipsis revela algunos aspectos más que no había revelado Nuestro Señor en su Discurso Parusíaco, ya que allí Jesús habló sólo de los primeros cinco sellos (cfr. AQUI y AQUI) y pasó directamente a la abominación de la desolación, callando los dos últimos sellos y las seis primeras trompetas (en lo que respecta a la primera mitad de la septuagésima semana) y con respecto a la segunda mitad, el Apocalipsis tiene de propio:

1) El juicio de las siete copas.

2) La imagen de Babilonia sentada sobre la Bestia. Los profetas, particularmente Isaías y Jeremías, profetizaron in extenso sobre la caída de Babilonia pero a ellos no se les mostró el misterio de la Ramera (Babilonia) sobre la Bestia, ni algunas particularidades, como el hecho de que ha de ser destruida por los diez países que forman la Bestia, etc.

3) La destrucción de las Bestias por el Verbo.

4) La descripción de la Jerusalén Celeste.

[11] Cfr. una vez más el Plan de las Edades