En la
Primera Parte de nuestro estudio planteamos la dificultad y vimos la opinión de
tres grandes autores Católicos que, a nuestro parecer, no solucionaron el
problema… ahora bien si ninguna de las soluciones que traen los exégetas nos
convence… ¿cuál es, pues, la respuesta?
La
respuesta a esta objeción nos parece ser un tanto más sencilla que la que traen
los autores. Veamos:
Al
leer el comentario del P. Lagrange[1]
a Lucas XVIII, 8 pensamos instintivamente en que su explicación podía
aplicarse igualmente a todos estos pasajes para resolver las objeciones.
Como corolario
de una misteriosa parábola sobre el juez y la viuda[2]
Nuestro Señor dice:
7. “¿Y
Dios no habrá de vengar a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y se
mostrará tardío con respecto a ellos?
8. Yo
os digo que ejercerá la venganza de ellos prontamente”.
Y el P.
Lagrange comenta el versículo 8 diciendo: “… el juicio, a pesar de
lo que pueda creerse, tendrá lugar ἐν τάχει, con una prontitud medida sin
embargo por los designios de Dios. ¡Será pronto! Naturalmente, la
prontitud no es relativa al tiempo en el que habla Jesús, sino al de la
oración. Pero sería una escapatoria traducir ἐν τάχει por “en forma rápida”, bajo el pretexto de que un juicio
diferido por mucho tiempo puede ser ejecutado rápidamente”[3].
Ahora
bien, si Nuestro Señor, hablando de los últimos tiempos, dijo que el castigo
iba a ser pronto y todo parece indicar que ese “pronto” es relativo al
comienzo de la oración de los mártires del quinto Sello, ¿por qué no hacer lo
mismo con los pasajes del Apocalipsis que hablan de la proximidad de la Segunda
Venida? En otras palabras, si las visiones del Apocalipsis van dirigidas a “el
día del Señor”, ¿por qué no aplicar todas esas frases sobre la proximidad de la
segunda Venida al comienzo de las visiones? Si a San Juan se le muestra lo
que va a suceder durante la septuagésima Semana de Daniel, entonces todas estas
frases que citamos al comienzo se vuelven claras, simples y literales: para la
segunda Venida falta algo más de siete años, y entonces el “vuelvo pronto” se
torna obvio[4].
Analicemos
los textos con un poco más de detenimiento para ver si esto es posible.
Con
respecto al primer grupo, “el tiempo está cerca” parecería ser un
término técnico que designa la proximidad del reino mesiánico. De hecho es la
misma frase que usa Nuestro Señor hablando de los falsos mesías durante los
años previos a la destrucción de Jerusalén:
Lucas
XXI, 8: “Y El dijo:
"cuidaos que no os engañen; porque muchos vendrán bajo mi nombre diciendo:
"Yo soy” y “el tiempo está cerca". No les sigáis”.
Zerwick[5] dice que el
término Ὁ καιρὸς se debe interpretar como “el tiempo esperado”.
Esto se corrobora por la bienaventuranza, ya que como dejamos dicho AQUI, la misma se
refiere a los mártires del quinto Sello. Además la razón por la cual son
bienaventurados es “porque el tiempo está cerca” y si esto se aplicara a todo
el período de la Iglesia nos parece que sería un tanto extraña la afirmación,
mientras que si se relaciona con la primera mitad de la septuagésima Semana la
razón de la Bienaventuranza está sin dudas en la gran santidad de que gozarán
estos mártires.
Sobre XXII, 10 volveremos a hablar hacia el final en una objeción.
Con respecto al segundo grupo: “Vengo pronto” observamos
el mismo fenómeno.
No es casualidad que la primera[6]
mención de esta frase en las siete Iglesias sea a la sexta, la de Filadelfia (III,
11), es decir la que corresponde a los tres años y medio de la predicación
de Elías.
XXII,
7: es una de las
bienaventuranzas de los mártires del quinto Sello.
XXII,
12: está dentro
de un contexto escatológico como puede verse, por ejemplo del hecho de que tan
sólo dos versículos después se habla de una de las bienaventuranzas a los
mártires del Anticristo.
XXII,
20 no es sino la
conclusión de todo el libro con la cual Jesucristo consuela a los santos
de la septuagésima Semana.
Por
último, en cuanto al tercer grupo: “las cosas que deben suceder
pronto” nos remitimos al artículo sobre los Siervos donde decíamos que este grupo de
personas se refería a los dos Testigos, a los mártires del quinto
sello y del Anticristo y a los 144.000 judíos sellados. En cualquier
caso[7]
estamos siempre en los mismos tiempos: la septuagésima Semana de Daniel.
El uso
del pasado “dio, envió” en nada contradice lo que afirmamos pues no es más que
uno de los tantos ejemplos de lo que los exégetas llaman “pasado profético”, en
el cual el vidente describe como pasado una visión futura.
Además,
como ya lo dijimos, San Juan usa aquí la misma frase que Nuestro Señor
en la parábola del juez y la viuda: ἐν τάχει.
Por
último, repárese que la construcción desta frase es muy similar a la que usa
Nuestro Señor en Ap. I, 19 y IV, 1:
I,
1 y XXII, 6:
ἃ δεῖ γενέσθαι ἐν τάχει (las cosas que deben suceder pronto)
I,
19 y IV, 1:
ἃ δεῖ γενέσθαι μετὰ ταῦτα (las cosas que deben suceder después de esto).
Casi
como si fueran sinónimos.
Para
terminar nos resta por resolver la objeción de la que hablamos más arriba:
XXII,
6: “Y díjome:
“no selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está
cerca”.
Esto
parecería contradecir todo lo que hemos venido diciendo puesto que se daría a
entender que la cercanía del tiempo es en relación al momento en que San
Juan tuvo la visión.
Veamos[8]:
Para
poder entender el significado de las palabras del Ángel a San Juan de
que no selle la visión es preciso remitirse, antes que nada, al Profeta Daniel.
En
efecto, en el capítulo XII se le dice en dos oportunidades que selle parte
de sus profecías hasta el tiempo del fin:
4. “Tú, Daniel, encierra
estas palabras, y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos buscarán y se
acrecentará el conocimiento…”.
9. “Y él respondió: “Anda Daniel;
pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin…”.
Según
esto, parecería que la razón por la cual se le ordena a Daniel mantener
sellada su profecía es que la misma va a ser revelada hacia el tiempo
del fin. Ahora bien, todo parece indicar que esta revelación se le dio a San
Juan, particularmente en la visión del capítulo X, como puede verse
por las similitudes de ambas visiones.
Daniel
XII, 7 ss: “Y oi
al potente vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, cuando levantando
su diestra y su izquierda hacia el cielo juró por Aquel que vive eternamente
que eso será dentro de un tiempo, (dos) tiempos y la mitad (de un
tiempo) y cuando se haya cumplido la dispersión de la muchedumbre del pueblo
santo, entonces tendrán efecto todas estas cosas. Yo oí, pero no comprendí. Dije, pues: “Señor
mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?” Y el respondió: “Anda Daniel,
pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos
serán purificados y blanqueados y acrisolados; pero los malos seguirán haciendo
el mal, y ninguno de los malvados entenderá; más los sabios entenderán. Desde
el tiempo en que será quitado el sacrificio perpetuo y entronizada la
abominación desoladora, pasarán mil doscientos noventa días. ¡Bienaventurado el
que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días!”.
Apocalipsis
X, 1 ss: “Y vi a otro ángel poderoso descendiendo del cielo, envuelto en una nube
y con el arco iris sobre su cabeza y su rostro era como el sol y sus piernas
como columnas de fuego. Y tenía en su mano un librito abierto, y puso su
pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra; Y clamó con gran voz,
como un león que ruge; y cuando hubo clamado, los siete truenos hablaron sus
propias voces. Y cuando hubieron hablado los siete truenos, iba yo a escribir;
más oí una voz del cielo que decía: “sella lo que hablaron los siete truenos y
no lo escribas”. Y el ángel que yo vi de pie sobre el mar y sobre la tierra,
alzó su mano derecha hacia el cielo, y juró por el Viviente por los siglos de
los siglos - que creó el cielo y cuanto hay en él, y la tierra y cuanto hay
en ella, y el mar y cuanto hay en él- que ya no habrá más demora, sino que en
los días de la voz del séptimo ángel, cuándo él vaya a tocar la trompeta, el
misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus
siervos los profetas. Y la voz que yo había oído del cielo me habló otra vez y
dijo: “Ve y toma el librito abierto en la mano del ángel que está de pie
sobre el mar y sobre la tierra”. Y fui al ángel diciéndole que me diera el
librito. Y me dice: “Toma y cómelo; amargará tus entrañas, pero en tu boca será
dulce como miel”. Y tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré; y era en
mi boca como miel dulce, mas habiéndolo devorado se amargaron mis entrañas. Y
me dijeron entonces: “Es menester que profetices de nuevo sobre pueblos y
naciones y lenguas y reyes numerosos”.
Según esto aquí tenemos como coincidencias:
1) El ángel es el mismo: San Gabriel[9].
2) En ambos casos tiene el mismo gesto: jurar con
la(s) mano(s) hacia el cielo “por Aquel que vive eternamente”.
3) El tiempo al cual se refiere es el mismo:
los tres años y medio del reinado del Anticristo.
4) En Daniel se dice que las palabras quedarán
selladas y en el Apocalipsis se le da a San Juan el contenido que en Daniel
había quedado sellado y es por eso que se le entrega el librito abierto
para que lo coma y así pueda predicar lo que sucederá en esos tres años y
medio.
Notemos además
que ni siquiera Nuestro Señor quiso revelarnos en su Discurso Parusíaco[10],
el contenido de lo que se le había mandado sellar a Daniel y que le fue
ordenado revelar a San Juan.
En definitiva, si a Daniel se le dijo que las
palabras iban a quedar selladas “hasta el tiempo del fin” y las mismas le
fueron reveladas a San Juan, entonces el término “hasta el tiempo del
fin” se debe entender de la época de San Juan, pero no en el sentido de
que el tiempo está cerca, sino en el mismo sentido en que el mismo
apóstol dirá luego en una de sus cartas “Hijitos míos, es la hora final”
(I Jn. II, 18[11]).
Con lo cual si a Daniel se le pidió que las selle fue porque había de
venir otra revelación encargada de develar aún más esa profecía, mientras que
lo mismo no puede ocurrir con San Juan ya que, como es sabido, después
de los apóstoles no habrá más revelación pública, y es por eso que debe
permanecer abierta.
En conclusión: no vemos ningún problema en que la frase “no selles las palabras de la
profecía de este libro, porque el tiempo está cerca” sea
interpretada de la misma manera que las demás, pero con el agregado implícito
de que no va a haber una nueva revelación desde el tiempo de San Juan hasta
el comienzo de la septuagésima semana.
Podrían agregarse algunos otros argumentos en defensa de
lo que acabamos de decir pero todo eso quedará para otros artículos. Mientras
tanto sometemos al lector benévolo las pruebas presentadas.
Addenda IV
Addenda IV
Comentando las palabras
“lo que debe suceder pronto” del v.1, Caballero Sánchez afirma:
“Estos secretos versan
sobre "las cosas que tienen que acontecer en breve… pues, el tiempo está
cerca".
La primera de estas
expresiones tiene un sabor bíblico consagrado que implica, por un lado, lo
infalible de la realización histórica de la Parusía, y, por otro, lo inminente
de ella.
Esta idea de la proximidad
de los acontecimientos, y no la de su rápida sucesión uno tras otro, es la que
viene subrayada por la segunda expresión: "el tiempo está cerca".
El libro insiste, del
principio al fin, en poner de relieve esta proximidad o inminencia.
Este problema de la
"proximidad de la Parusía" es uno de los grandes caballos de batalla
de la exégesis. Fundándose en estos textos, tan claros aquí como en los Evangelios,
y especialmente en el discurso escatológico del Señor, los herejes
"escatologistas" se gozan en demostrar cómo toda la revelación
cristiana descansa en la pura ilusión de una inmediata Parusía.
Los “creyentes”, al
contrario, reaccionando vivamente contra consecuencias tan demoledoras, se
esfuerzan por opacar el sentido escatológico de numerosos textos, y donde no
pueden hacerlo, procuran al menos quitarles la idea de inmediación que contienen.
Ni lo uno, ni lo otro. La
lealtad exige que se reciban esos textos escatológicos con la sencillez de la
paloma, en su sentido obvio y natural; pero, la sabiduría pide que se los
escrute con la prudencia de la serpiente, no según la medida de la carne, sino
según el modo del Espíritu.
Ahora bien; recordemos la
naturaleza del "tiempo del fin" o "días escatológicos" y su
enlace con el Salvador Jesús. Se trata de un tiempo, no abstracto sino
concreto, "recortado en la historia de Jerusalén y del pueblo mesiánico”.
Es la fórmula de Daniel, el profeta cronólogo. Tenemos que entender ese tiempo
compenetrado con Israel mesiánico; no corre desde que Israel se desgajó de la
oliva, perdiendo la unción sagrada; quedó estancado con el pueblo negador de su
Cristo que es su Camino y su Vida. Está a la vista e inminente siempre para
cuando Israel se convierta, volviendo a recibir la unción mesiánica. El
Jefe-Ungido que expiró en la cruz y el otro Ungido evacuado tienen que volver a
encontrarse para que la septuagésima semana empiece a realizarse. Podemos decir, por tanto que el "tiempo del fin"
es inminente, pero que todavía no estamos en él. Siempre estuvo inminente
porque en el corazón de los Apóstoles y de la Santa Iglesia existe el ansia
perpetua del regreso del Pródigo a la casa paterna…
Cuando Israel reviva bajo la
bandera de su Salvador-Ungido, cesará su estancamiento del Calvario y se
reanudará su marcha mesiánica por su camino propio a la cabeza de las naciones:
siete años de probación final, "tiempo escatológico", que
desembocan en la plenitud redentora de la Parusía.
Pero si la entrada de Israel
en la Fe católica fija el principio del tiempo escatológico, ¿cómo puede
hablarse de su proximidad e inmediación, siendo así que implica una distancia
ya veinte veces secular?
Grave dificultad
efectivamente para los doctores que toman por punto de partida del tiempo del
fin, la Ascensión del Señor, o Pentecostés, o la ruina de Jerusalén, y nos
hacen esperar por miles de años la Parusía. Pues, quitan a ese tiempo su sabor
judío, lo vuelven presente cuando se lo pinta como futuro, la extienden
indefinidamente cuando es por naturaleza "breve'', y lo desligan de la
Parusía cuando su razón de ser es la preparación inmediata de ella.
Dificultad que se resuelve
sin pena cuando se sabe que el tiempo gentílico es un paréntesis en la historia
del Pueblo de Dios; que este tiempo no es escatológico sino en cuanto prepara
providencialmente el renacimiento en Cristo de Israel caído, con cuya
resurrección se inicia la semana final antes de la Parusía. La digresión actual
del Evangelio por entre las naciones tiene por objeto preparar a éstas a
convivir a la sombra del mismo Árbol de Vida con el pueblo judío rehabilitado
en su condición sagrada de Pueblo-Cristo…
El rodeo que da el Espíritu por
entre las Naciones, antes de incendiar a Israel, se parece a un paseíto de
exploración antes de recogerse en casa. El anillo de enganche de la
septuagésima semana con las anteriores está ya forjado: pronto se hará la
soldadura: “El tiempo está cerca; ya vengo…”. Que mis heraldos trabajen
intensamente en sembrar el Evangelio en todas las criaturas; que se arrepienta
Israel y abra los ojos a la fe; y entonces volveré a daros el refrigerio de mi
Día sabático...
Luego, reintegremos al
tiempo escatológico su sujeto principal que es el pueblo judío regenerado;
entendamos las expresiones proféticas según la medida del Espíritu; y entonces,
frente a la blasfemia de los "escatologistas" y al error de los
antiescatologistas, se dibujará la verdadera Escatología cuya inminencia se
comprenderá sin violentar los textos, y cuyo contenido se vislumbrará menos
confusamente en función de la Parusía del Señor.
"Las cosas que tienen
que suceder pronto", contenido del Apocalipsis, son también llamadas “las
palabras de la profecía, escritas" por Juan.
El Apocalipsis es, por lo
tanto un libro de substancia profética que describirá las circunstancias
futuras en torno a la "manifestación de Jesucristo".
Vale!
[1] Evangile selon Saint
Luc, huitième édition, 1948, pag. 472. Gabalda.
[2] Creemos que hay un sentido simbólico en cada
uno de los personajes: el Juez inicuo es Dios Padre, la Viuda es la
Mujer (Israel) y el Adversario es, obviamente, Satanás.
Esto
parecería llevarnos como de la mano al cap. XII del Apocalipsis.
[3] Cuando hablamos de los Mártires del quinto Sello hicimos notar que este versículo de Lc.
coincidía con lo que allí se decía, y sea que los versículos 7-8 se
refieran sólo a los mártires del quinto Sello o sea que también se refieran a
los mártires del Anticristo, una cosa parece segura: desde la oración
de los mártires del quinto sello hasta el toque de la primera trompeta no va a
pasar mucho tiempo, aunque no sabemos cuánto. Sólo nos es dado conocer que
entre el último sello y la primera trompeta transcurre sólo media hora (Ap.
VIII, 1).
[4] Algo parecido se puede ver en XIV, 13
cuando se le dice a San Juan: “¡Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor desde ahora!”.
Ese “desde ahora” no es desde el tiempo en que San Juan escribe el
Apocalipsis sino según la época a la que se refiere, que no es otra más que los
tres años y medio del Anticristo como ya dijimos AQUI.
[6] A la Iglesia de Pérgamo se le dice “vengo a ti
pronto”, pero el sentido no es el mismo. Cfr. AQUI.
[10] Es interesante notar que San Juan en su Apocalipsis revela algunos
aspectos más que no había revelado Nuestro Señor en su Discurso Parusíaco, ya
que allí Jesús habló sólo de los primeros cinco sellos (cfr. AQUI y AQUI) y pasó directamente a la abominación de la
desolación, callando los dos últimos sellos y las seis primeras trompetas
(en lo que respecta a la primera mitad de la septuagésima semana) y con
respecto a la segunda mitad, el Apocalipsis tiene de propio:
1) El juicio de las siete copas.
2) La imagen de Babilonia sentada sobre la Bestia.
Los profetas, particularmente Isaías y Jeremías, profetizaron in
extenso sobre la caída de Babilonia pero a ellos no se les mostró el misterio
de la Ramera (Babilonia) sobre la Bestia, ni algunas particularidades, como el
hecho de que ha de ser destruida por los diez países que forman la Bestia, etc.
3) La destrucción de las Bestias por el Verbo.
4) La descripción de la Jerusalén Celeste.