Después de escribir varios artículos sobre el Apocalipsis nos pareció
una buena idea redondear algunos conceptos y nada mejor que comenzar por el
principio.
Vamos a dar algunas nociones sobre los primeros tres versículos del
Apocalipsis que nos parece pueden ser de gran utilidad.
Apocalipsis I:
1. Revelación de Jesucristo, que Dios le
dio para mostrar a los siervos suyos lo que debe suceder pronto, y significó
por medio del Ángel suyo que envió al siervo suyo, Juan;
Prácticamente cada palabra suscita algún tipo de controversia o por lo
menos amerita alguna aclaración o comentario.
I) Revelación de
Jesucristo.
Primera gran dificultad que divide a los exégetas.
Las preguntas aquí son básicamente dos:
1) A qué revelación se refiere.
2) ¿Por qué se llama Revelación “de Jesucristo”? ¿Porque es una revelación
dada por Él (genitivo agente) o porque el objeto de la misma es Jesucristo
(genitivo objetivo)?
Vamos de a poco.
1) ¿La revelación de la que habla el Apocalipsis se refiere a su
Parusía o a una revelación de cosas futuras?
Según sea la respuesta que demos a esta pregunta podremos contestar (o
por lo menos sospechar) también a la segunda, puesto que están íntimamente
ligadas.
Por esta última opción se inclinan Scío,
Holzhauser, la Douay Version y Berry. Bien pocos son y de muy poco peso. Y con razón puesto que todas las
traducciones y versiones que hemos podido consultar, entre las cuales están las
de Westcott-Hort, Tischendorf y Nestle, carecen del
artículo definido ἡ (la).
¿Y esto para qué sirve? Bien, en todos los casos en
los cuales se habla de revelación como sinónimo de la Parusía siempre va
con el artículo “la” (Rom. VIII, 19; I Cor. I, 7; II Tes. I, 7; I Ped. IV, 13).
En I Ped. I, 7.13 el artículo se impone en la traducción: “en la
revelación de Jesucristo” (ver Bover) y en cuanto a Rom. II, 5, que
es el único caso que nos está quedando, también exige el artículo en la traducción
y de hecho así lo traen por ejemplo Bover y Straubinger.
De los demás casos en donde aparece el sustantivo revelación
y en los cuales no se refiere a la Parusía, solamente aparece el artículo en II Cor. XII, 7 pero se habla de “las revelaciones”, en plural.
Conclusión: la
falta del artículo hace pensar que no se está hablando de la Parusía sino más
bien de una revelación o profecía sobre lo futuro.
¿Qué dicen los exégetas sobre esto?
Tal vez el que más claramente haya hablado al
respecto haya sido el mismo Lacunza[1] cuando
dice:
“Si leemos toda la Escritura Divina con intención
determinada de buscar en ella al Antecristo, y entender a fondo este
grande e importante misterio, me parece Señor mío, y estoy íntimamente
persuadido, que en ninguna otra parte podremos hallar tantas noticias, ni tan
claras, ni tan ordenadas, ni tan circunstanciadas, como en el último libro de
la misma Escritura, que es el Apocalipsis de San Juan. Este libro divino
(digan otros lo que quisieren) es una profecía admirable dirigida toda manifiestamente,
a los tiempos inmediatos a la venida del Señor[2]. En ella se anuncian todas las
cosas principales, que la han de preceder inmediatamente. En ella se anuncia de
un modo el más magnífico la misma venida del Señor en gloria, y majestad. En
ella se anuncian los sucesos admirables, y estupendos que han de acompañar esta
venida, y que la han de seguir. El título mismo del libro muestra bien a dónde
se endereza todo, y cual es su asunto, su argumento, y su fin determinado: Apocalypsis
Jesu Christi… Revelatio Jesu Christi.
Este
titulo hasta ahora se ha tomado sólamente en sentido activo como si solamente
significase una revelación que Jesucristo hace a otro de algunas cosas ocultas,
o futuras, mas yo leo estas mismas palabras: revelación de Jesucristo, y
las leo muchísimas veces: en las epístolas de San Pedro, y San Pablo, y jamás
las hallo en sentido activo sino siempre en sentido pasivo, ni admiten otro,
esto es: “revelación, o manifestación del mismo Jesucristo en el día grande de
su segunda venida”. Sóla una vez dice San Pablo a otro propósito, que recibió
el evangelio que predicaba non ab homine, sed per revelationem Jesu Christi
(Gal. I, 12). Fuera de esta vez la palabra revelación de Jesucristo significa
la venida del Señor que estamos esperando. In die adventus, o in die
revelationis Jesu Christi, son dos palabras ordinarias, de que usan
promiscuamente los apóstoles, como que significan una misma cosa. ¿Por qué,
pues no podrán tener este mismo sentido verdadero, y propísimo en el titulo de
un libro enderezado todo a la venida o revelación del mismo Jesucristo?”.
Cuando
leímos esto por primera vez debemos confesar que nos pareció una idea genial. Sin
embargo, hoy por hoy no estamos tan seguros de ello y esto por tres razones: la
falta del artículo, la excepción de Gal. I, 12 y el contexto inmediato
del mismo versículo, del cual hablaremos más adelante.
2) Sobre la segunda dificultad,
que está muy relacionada con la primera, veamos primero qué dicen los exégetas:
Straubinger: “Revelación de Jesucristo: ¿Por ser
recibida de Cristo o porque tiene a Cristo por objeto? Para responder a esta
cuestión hay que observar que el término Revelación (en griego Apocalipsis)
en el lenguaje del Nuevo Testamento se aplica generalmente a la manifestación
de Jesucristo en la Parusía o segunda venida (Rom. II, 5; VIII, 19; I Cor. I,
7; II Tes. I, 7; Lc. XVII, 30; I Ped. I, 7.13; IV, 13). Allo en su comentario
admite ambos sentidos: Jesucristo da esta revelación, y Jesucristo es el objeto
de la misma. La segunda acepción corresponda más al sentido escatológico y a la
idea del inminente juicio de Dios, que prevalece a través de este Libro”.
Allo: “ἀποκάλυψις (revelación) cfr. Rom. II, 5; VIII, 19; XVI, 25;
I Cor. I, 7;
Gal. I, 12; II Tes. I, 7; I Ped. I, 7.13; IV, 13, en donde siempre el genitivo
que sigue designa el objeto de la revelación, tal vez incluso Gal. I,
12, con tal que se lo coteje con I, 16, cfr. Lc. XVII, 30. Por otra parte II Cor.
XII, 1 ἀποκαλύψεις Κυρίου (revelación del Señor), el genitivo designa el
autor; Lc. II, 32 el beneficiario, los pueblos a los que libra del
velo de la ignorancia. En sentido general de revelación carismática, I Cor.
XIV, 6.26; II Cor. XII, 7; Gal. II, 2; Ef. I, 17; III, 3. Es un término
del vocabulario paulino, que solamente aparece acá en los escritos joánicos”.
“¿Este
“Apocalipsis de Jesucristo” es una revelación recibida de
Jesucristo o bien una revelación que tiene a Jesucristo por objeto? Ambas
interpretaciones son posibles a priori, si se tiene en cuenta el uso del NT. La
primera, que es la que comúnmente se admite, tiene a su favor el contexto
inmediato, al igual que la visión de la introducción (I, 9 fin), y las cartas
(II-III) en donde Cristo en persona aparece como revelador. Sin embargo la
segunda es defendida por Hart con excelentes razones, de las cuales la mejor es
la referencia a Gal I, 12 y I Ped en donde ἀποκάλυψις equivale a Parusía…
además ἀποκάλυψις la más de las veces, va seguido de un genitivo de objeto…”.
Gelin: “En el NT la palabra
“apocalipsis” forma parte sobre todo del vocabulario paulino; el Apóstol se
sirve a veces de él para designar la resplandeciente manifestación de Cristo
y de sus fieles al fin de los tiempos (II Tes. I, 7; Rom. VIII, 19) pero
por lo general el término significa una revelación de secretos divinos (Rom.
XVI, 25; Ef. I, 17; II Cor. XII, 1). Más tarde se aplicará al libro donde se
encuentra consignada esta revelación”.
Caballero
Sánchez: “Revelación
de Jesucristo". Cada palabra suscita controversias. Llevados por
el prejuicio de que las visiones
siguientes describen las intervenciones del Hijo del hombre como dueño de la
Historia, muchos comentadores rehúsan a la palabra "Apocalipsis" su
sentido técnico de "Parusía". Sin embargo, tanto en la antigua
tradición judía como entre los fieles de la Iglesia primitiva, ese término no
significa otra cosa. Numerosos textos de S. Pedro y de S. Pablo
lo prueban. Pero basta el testimonio del contexto que sigue, con sus
expresiones puramente escatológicas: "las cosas que tienen que sobrevenir
en breve..."; "el tiempo está cerca"... "He aquí que viene
con las nubes y lo verá todo ojo"... "He aquí que vengo pronto…”
desde el principio hasta el fin del libro, la evidencia del texto condena la
exégesis minimista que desvirtúa y desflora la "Manifestación"
apocalíptica o "Parusía" de Jesucristo.
El
mismo prejuicio anterior hace creer a muchos intérpretes que el genitivo:
"de Jesucristo", es un genitivo de "agente" más bien que de
"objeto". Jesucristo sería el "revelador" más bien que el
"revelado", y no habría tanta urgencia de que "apocalipsis"
signifique "Parusía". Pero los lugares del Nuevo Testamento y otros, donde
aparece esta expresión, rechazan ese genitivo de "agente"; ¿Por qué
lo admitiríamos aquí? Además, admitirlo sería hacer poco honor al talento de Juan
que nos repetiría la misma idea en el inciso siguiente: "que Dios le dio
que muestre..."… Jesucristo es a la vez la persona manifestada:
"Apocalipsis de Jesucristo” y El que ha recibido de Dios misión de
mostrarla: “que Dios le dio de mostrar".
El
título del libro, por lo tanto, indica por sí solo que trata de la
manifestación de los secretos de Dios tocante a Jesucristo en su segundo
Advenimiento”.
Hasta
aquí Caballero Sánchez.
Otros
autores podrían agregarse pero estos son suficientes. Como se puede ver las
opiniones están divididas. Por las solas palabras “Revelación de Jesucristo”
es difícil decir algo con certeza, pero sin embargo es preciso notar algo: creemos
que Caballero Sánchez fuerza un tanto el texto ya que le hace decir que
a menos que el genitivo se entienda de su objeto, no es posible referir el
libro a la Parusía. Creemos que en lugar de dos cosas (genitivo agente y
genitivo objetivo), debemos agregar una tercera y es “la materia”. O para
decirlo en forma más clara: nada impide que Jesucristo revele sobre
los últimos tiempos y de hecho ya veremos que esto es así en realidad.
Summa
summarum: de las
dos primeras palabras no es posible definir nada concluyentemente. Tanto por el
uso de las palabras en el resto del Nuevo Testamento como de la opinión de los
autores, hay argumentos para defender tanto una como otra opinión.
II) Que Dios le dio
Aquí
la cosa empieza a ponerse un tanto más interesante. Y creemos que la balanza
comienza a inclinarse hacia uno de los lados.
Estas
palabras suelen pasar desapercibidas para los exégetas.
Primero
veamos la versión en sí misma y luego tratemos de ver qué se puede sacar délla.
ἣν ἔδωκεν αὐτῷ ὁ θεὸς: en general todos coinciden
con esta traducción, excepto Straubinger (versión griega) que
traduce muy distinto:
“Revelación de Jesucristo, que Dios, para manifestar a sus
siervos las cosas que pronto deben suceder, anunció y explicó, por medio de su
ángel a su siervo Juan”.
Como puede verse Straubinger no traduce “le dio” (a Jesucristo)
sino que traslada el verbo más adelante, lo traduce diferente (¿anunció?) y,
por último, lo aplica al ángel en lugar de Jesucristo.
El sentido, a todas luces, es diferente.
Pasemos a la interpretación. ¿Qué es lo que le da Dios Padre a Jesucristo
si no es una revelación? Ahora bien, si esta revelación fuera sinónimo de
“Parusía” el sentido sería que Dios Padre le dio a Jesucristo “una (la)
Parusía”, lo cual, francamente, no tiene sentido; pero si por revelación se
entiende el anuncio de cosas futuras, entonces todo este pasaje se entiende sin
mayores dificultades.
Straubinger en su versión primigenia, traducida directamente de
la Vulgata, da la traducción correcta y agrega un comentario un tanto
interesante.
“Revelación de Jesucristo, el cual ha recibido de Dios para
descubrir a sus siervos cosas que deben suceder presto; y la ha manifestado por
medio de su ángel enviado a Juan, siervo suyo”.
Como se ve la traducción se acerca mucho más a la que dimos al comienzo.
Al pie de página comenta:
“Recibido de Dios: algunos lo refieren al libro de los siete
sellos, que Dios entrega a Jesús en V, 1 ss”.
Si bien nos parece que el contenido del libro[3]
no puede ser lo que Dios le revela a Jesucristo, sin embargo creemos que
los sucesos a los cuales se refiere esa revelación, tienen comienzo en
la visión de los cap. IV-V.
Lo que decimos coincide con lo que trae Fillion:
“Las
palabras Jesu Christi designan al autor desta revelación. Cfr. II Cor.
XII, 1; Gal. I, 12. Sin embargo, en cuanto hombre, Jesucristo mismo
ha recibido de su Padre las graves comunicaciones que nos van a ser
transmitidas: quam dedit illi…”.
Continuabitur.
[1] La Venida, Fenómeno III, párrafo V.