lunes, 29 de julio de 2013

Algunas Notas a Apocalipsis I, 1-3 (I de V)

Después de escribir varios artículos sobre el Apocalipsis nos pareció una buena idea redondear algunos conceptos y nada mejor que comenzar por el principio.
Vamos a dar algunas nociones sobre los primeros tres versículos del Apocalipsis que nos parece pueden ser de gran utilidad.


Apocalipsis I:

1. Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a los siervos suyos lo que debe suceder pronto, y significó por medio del Ángel suyo que envió al siervo suyo, Juan;

Prácticamente cada palabra suscita algún tipo de controversia o por lo menos amerita alguna aclaración o comentario.


I) Revelación de Jesucristo.

Primera gran dificultad que divide a los exégetas.

Las preguntas aquí son básicamente dos:

1) A qué revelación se refiere.

2) ¿Por qué se llama Revelación “de Jesucristo”? ¿Porque es una revelación dada por Él (genitivo agente) o porque el objeto de la misma es Jesucristo (genitivo objetivo)?

Vamos de a poco.

1) ¿La revelación de la que habla el Apocalipsis se refiere a su Parusía o a una revelación de cosas futuras?
Según sea la respuesta que demos a esta pregunta podremos contestar (o por lo menos sospechar) también a la segunda, puesto que están íntimamente ligadas.

Empecemos por lo primero. ¿Cuál es la versión correcta: revelación o la revelación?

Por esta última opción se inclinan Scío, Holzhauser, la Douay Version y Berry. Bien pocos son y de muy poco peso. Y con razón puesto que todas las traducciones y versiones que hemos podido consultar, entre las cuales están las de Westcott-Hort, Tischendorf y Nestle, carecen del artículo definido (la).

¿Y esto para qué sirve? Bien, en todos los casos en los cuales se habla de revelación como sinónimo de la Parusía siempre va con el artículo “la” (Rom. VIII, 19; I Cor. I, 7; II Tes. I, 7; I Ped. IV, 13). En I Ped. I, 7.13 el artículo se impone en la traducción: “en la revelación de Jesucristo” (ver Bover) y en cuanto a Rom. II, 5, que es el único caso que nos está quedando, también exige el artículo en la traducción y de hecho así lo traen por ejemplo Bover y Straubinger.
De los demás casos en donde aparece el sustantivo revelación y en los cuales no se refiere a la Parusía, solamente aparece el artículo en II Cor. XII, 7 pero se habla de “las revelaciones”, en plural.

Conclusión: la falta del artículo hace pensar que no se está hablando de la Parusía sino más bien de una revelación o profecía sobre lo futuro.

¿Qué dicen los exégetas sobre esto?

Tal vez el que más claramente haya hablado al respecto haya sido el mismo Lacunza[1] cuando dice:

“Si leemos toda la Escritura Divina con intención determinada de buscar en ella al Antecristo, y entender a fondo este grande e importante misterio, me parece Señor mío, y estoy íntimamente persuadido, que en ninguna otra parte podremos hallar tantas noticias, ni tan claras, ni tan ordenadas, ni tan circunstanciadas, como en el último libro de la misma Escritura, que es el Apocalipsis de San Juan. Este libro divino (digan otros lo que quisieren) es una profecía admirable dirigida toda manifiestamente, a los tiempos inmediatos a la venida del Señor[2]. En ella se anuncian todas las cosas principales, que la han de preceder inmediatamente. En ella se anuncia de un modo el más magnífico la misma venida del Señor en gloria, y majestad. En ella se anuncian los sucesos admirables, y estupendos que han de acompañar esta venida, y que la han de seguir. El título mismo del libro muestra bien a dónde se endereza todo, y cual es su asunto, su argumento, y su fin determinado: Apocalypsis Jesu Christi… Revelatio Jesu Christi.
Este titulo hasta ahora se ha tomado sólamente en sentido activo como si solamente significase una revelación que Jesucristo hace a otro de algunas cosas ocultas, o futuras, mas yo leo estas mismas palabras: revelación de Jesucristo, y las leo muchísimas veces: en las epístolas de San Pedro, y San Pablo, y jamás las hallo en sentido activo sino siempre en sentido pasivo, ni admiten otro, esto es: “revelación, o manifestación del mismo Jesucristo en el día grande de su segunda venida”. Sóla una vez dice San Pablo a otro propósito, que recibió el evangelio que predicaba non ab homine, sed per revelationem Jesu Christi (Gal. I, 12). Fuera de esta vez la palabra revelación de Jesucristo significa la venida del Señor que estamos esperando. In die adventus, o in die revelationis Jesu Christi, son dos palabras ordinarias, de que usan promiscuamente los apóstoles, como que significan una misma cosa. ¿Por qué, pues no podrán tener este mismo sentido verdadero, y propísimo en el titulo de un libro enderezado todo a la venida o revelación del mismo Jesucristo?”.

Cuando leímos esto por primera vez debemos confesar que nos pareció una idea genial. Sin embargo, hoy por hoy no estamos tan seguros de ello y esto por tres razones: la falta del artículo, la excepción de Gal. I, 12 y el contexto inmediato del mismo versículo, del cual hablaremos más adelante.

2) Sobre la segunda dificultad, que está muy relacionada con la primera, veamos primero qué dicen los exégetas:

Straubinger: “Revelación de Jesucristo: ¿Por ser recibida de Cristo o porque tiene a Cristo por objeto? Para responder a esta cuestión hay que observar que el término Revelación (en griego Apocalipsis) en el lenguaje del Nuevo Testamento se aplica generalmente a la manifestación de Jesucristo en la Parusía o segunda venida (Rom. II, 5; VIII, 19; I Cor. I, 7; II Tes. I, 7; Lc. XVII, 30; I Ped. I, 7.13; IV, 13). Allo en su comentario admite ambos sentidos: Jesucristo da esta revelación, y Jesucristo es el objeto de la misma. La segunda acepción corresponda más al sentido escatológico y a la idea del inminente juicio de Dios, que prevalece a través de este Libro”.

Allo: “ἀποκάλυψις (revelación) cfr. Rom. II, 5; VIII, 19; XVI, 25; I Cor. I, 7; Gal. I, 12; II Tes. I, 7; I Ped. I, 7.13; IV, 13, en donde siempre el genitivo que sigue designa el objeto de la revelación, tal vez incluso Gal. I, 12, con tal que se lo coteje con I, 16, cfr. Lc. XVII, 30. Por otra parte II Cor. XII, 1 ἀποκαλύψεις Κυρίου (revelación del Señor), el genitivo designa el autor; Lc. II, 32 el beneficiario, los pueblos a los que libra del velo de la ignorancia. En sentido general de revelación carismática, I Cor. XIV, 6.26; II Cor. XII, 7; Gal. II, 2; Ef. I, 17; III, 3. Es un término del vocabulario paulino, que solamente aparece acá en los escritos joánicos”.
“¿Este “Apocalipsis de Jesucristoes una revelación recibida de Jesucristo o bien una revelación que tiene a Jesucristo por objeto? Ambas interpretaciones son posibles a priori, si se tiene en cuenta el uso del NT. La primera, que es la que comúnmente se admite, tiene a su favor el contexto inmediato, al igual que la visión de la introducción (I, 9 fin), y las cartas (II-III) en donde Cristo en persona aparece como revelador. Sin embargo la segunda es defendida por Hart con excelentes razones, de las cuales la mejor es la referencia a Gal I, 12 y I Ped en donde ἀποκάλυψις equivale a Parusía… además ἀποκάλυψις la más de las veces, va seguido de un genitivo de objeto…”.

Gelin: “En el NT la palabra “apocalipsis” forma parte sobre todo del vocabulario paulino; el Apóstol se sirve a veces de él para designar la resplandeciente manifestación de Cristo y de sus fieles al fin de los tiempos (II Tes. I, 7; Rom. VIII, 19) pero por lo general el término significa una revelación de secretos divinos (Rom. XVI, 25; Ef. I, 17; II Cor. XII, 1). Más tarde se aplicará al libro donde se encuentra consignada esta revelación”.

Caballero Sánchez: “Revelación de Jesucristo". Cada palabra suscita controversias. Llevados por el  prejuicio de que las visiones siguientes describen las intervenciones del Hijo del hombre como dueño de la Historia, muchos comentadores rehúsan a la palabra "Apocalipsis" su sentido técnico de "Parusía". Sin embargo, tanto en la antigua tradición judía como entre los fieles de la Iglesia primitiva, ese término no significa otra cosa. Numerosos textos de S. Pedro y de S. Pablo lo prueban. Pero basta el testimonio del contexto que sigue, con sus expresiones puramente escatológicas: "las cosas que tienen que sobrevenir en breve..."; "el tiempo está cerca"... "He aquí que viene con las nubes y lo verá todo ojo"... "He aquí que vengo pronto…” desde el principio hasta el fin del libro, la evidencia del texto condena la exégesis minimista que desvirtúa y desflora la "Manifestación" apocalíptica o "Parusía" de Jesucristo.
El mismo prejuicio anterior hace creer a muchos intérpretes que el genitivo: "de Jesucristo", es un genitivo de "agente" más bien que de "objeto". Jesucristo sería el "revelador" más bien que el "revelado", y no habría tanta urgencia de que "apocalipsis" signifique "Parusía". Pero los lugares del Nuevo Testamento y otros, donde aparece esta expresión, rechazan ese genitivo de "agente"; ¿Por qué lo admitiríamos aquí? Además, admitirlo sería hacer poco honor al talento de Juan que nos repetiría la misma idea en el inciso siguiente: "que Dios le dio que muestre..."… Jesucristo es a la vez la persona manifestada: "Apocalipsis de Jesucristo” y El que ha recibido de Dios misión de mostrarla: “que Dios le dio de mostrar".
El título del libro, por lo tanto, indica por sí solo que trata de la manifestación de los secretos de Dios tocante a Jesucristo en su segundo Advenimiento”.
Hasta aquí Caballero Sánchez.

Otros autores podrían agregarse pero estos son suficientes. Como se puede ver las opiniones están divididas. Por las solas palabras “Revelación de Jesucristo” es difícil decir algo con certeza, pero sin embargo es preciso notar algo: creemos que Caballero Sánchez fuerza un tanto el texto ya que le hace decir que a menos que el genitivo se entienda de su objeto, no es posible referir el libro a la Parusía. Creemos que en lugar de dos cosas (genitivo agente y genitivo objetivo), debemos agregar una tercera y es “la materia”. O para decirlo en forma más clara: nada impide que Jesucristo revele sobre los últimos tiempos y de hecho ya veremos que esto es así en realidad.

Summa summarum: de las dos primeras palabras no es posible definir nada concluyentemente. Tanto por el uso de las palabras en el resto del Nuevo Testamento como de la opinión de los autores, hay argumentos para defender tanto una como otra opinión.


II) Que Dios le dio

Aquí la cosa empieza a ponerse un tanto más interesante. Y creemos que la balanza comienza a inclinarse hacia uno de los lados.
Estas palabras suelen pasar desapercibidas para los exégetas.
Primero veamos la versión en sí misma y luego tratemos de ver qué se puede sacar délla.

ἣν ἔδωκεν αὐτῷ θεὸς: en general todos coinciden con esta traducción, excepto Straubinger (versión griega) que traduce muy distinto:

“Revelación de Jesucristo, que Dios, para manifestar a sus siervos las cosas que pronto deben suceder, anunció y explicó, por medio de su ángel a su siervo Juan”.

Como puede verse Straubinger no traduce “le dio” (a Jesucristo) sino que traslada el verbo más adelante, lo traduce diferente (¿anunció?) y, por último, lo aplica al ángel en lugar de Jesucristo.
El sentido, a todas luces, es diferente.

Pasemos a la interpretación. ¿Qué es lo que le da Dios Padre a Jesucristo si no es una revelación? Ahora bien, si esta revelación fuera sinónimo de “Parusía” el sentido sería que Dios Padre le dio a Jesucristo “una (la) Parusía”, lo cual, francamente, no tiene sentido; pero si por revelación se entiende el anuncio de cosas futuras, entonces todo este pasaje se entiende sin mayores dificultades.
Straubinger en su versión primigenia, traducida directamente de la Vulgata, da la traducción correcta y agrega un comentario un tanto interesante.

“Revelación de Jesucristo, el cual ha recibido de Dios para descubrir a sus siervos cosas que deben suceder presto; y la ha manifestado por medio de su ángel enviado a Juan, siervo suyo”.
Como se ve la traducción se acerca mucho más a la que dimos al comienzo. Al pie de página comenta:

Recibido de Dios: algunos lo refieren al libro de los siete sellos, que Dios entrega a Jesús en V, 1 ss”.

Si bien nos parece que el contenido del libro[3] no puede ser lo que Dios le revela a Jesucristo, sin embargo creemos que los sucesos a los cuales se refiere esa revelación, tienen comienzo en la visión de los cap. IV-V.

Lo que decimos coincide con lo que trae Fillion:

Las palabras Jesu Christi designan al autor desta revelación. Cfr. II Cor. XII, 1; Gal. I, 12. Sin embargo, en cuanto hombre, Jesucristo mismo ha recibido de su Padre las graves comunicaciones que nos van a ser transmitidas: quam dedit illi…”.

Continuabitur.




[1] La Venida, Fenómeno III, párrafo V.

[2] ¡Atención Castellanianos!

[3] Sobre el contenido del libro cfr. lo que dice Lacunza AQUI