XXIII
Los
Judíos no se convertirán mientras Jesús no baje de su Cruz, y Jesús no puede
bajar de ella mientras los Judíos no se hayan convertido.
Tal
es el dilema insoluble en que se retorcía la Edad Media como entre los brazos
del un torno. De ahí que no cesaran de maldecir y exterminar a esos abominables
antagonistas más que para suplicarles, sollozando a sus pies, que tuvieran
piedad del Dios doliente.
No
hay poema comparable con ese arrodillamiento insensato de todos los pueblos
ante un rebaño de bestias abyectas, para implorar en nombre de la Sabiduría
Eterna agonizante: "Qui
feci tibi, aut in quo cantristavi te?
"¡Pueblo
mío! ¿Qué he hecho o en qué te he contristado? Respóndeme.
"Porque
te saqué de la tierra de Egipto, preparaste una Cruz a tu Salvador…
"Porque
te guié cuarenta años en el desierto y te sustenté con maná y te llevé a una tierra
de abundancia, preparaste una Cruz a ti Salvador...
¿Qué
más debí hacer por ti que no haya hecho? Yo te planté como mi viña magnífica, y
tú me has salido tan amarga, que apagaste mi sed con vinagre y traspasaste con
lanza el costado de tu Salvador...
"Por
ti descargué mi azote sobre Egipto y sus primogénitos, y tú me entregaste para
ser azotado...
"Yo
te precedí en la columna de nubes, y tú me llevaste al pretorio de Pilatos...
"Yo
te sustenté con maná en el desierto y me diste golpes y bofetadas...
"Por
tu culpa herí á los reyes de los cananeos, y tú con una vara heriste mi cabeza...
"Yo
te di un cetro real, y tú pusiste en mi frente una corona de espinas...
"Yo
te exalté a gran poderío, y tú me levantaste en el patíbulo de la Cruz..."[1]
Imploración
vana y siempre la misma insultante negativa. "Ha puesto su confianza en
Dios. Pues entonces, que Dios lo salve ahora,
si le interesa, ya que ese salvador de los otros ha pretendido ser hijo
suyo". ¡Ni la amenaza del derrumbe de los cielos hubiera podido arrancarles
otra respuesta!
[1] Oficio del Viernes Santo.
Adoración de la Cruz.