viernes, 24 de mayo de 2013

El castigo al pueblo judío antes de su conversión.

G. Dore. La desolación de Jerusalén

“Num in aeternum repellet Deus, nec propitius erit ultra?
Num in perpetuum deficiet gratia eius,
Irrita erit promissio in omnes generationes?
Num oblitus est misereri Deus?
An iratus occlusit misericordiam suam?”

Salmo LXXVI, 8-10

“In tribulatione sua mane consurgunt ad me: Venite et revertamur ad Dominum quia ipse cepit et sanabit nos, percutiet et curabit nos. Vivificabit nos post duos dies; in die tertia suscitabit nos et vivemus in conspectu eius. Sciemus, sequemurque ut cognoscamus Dominum: quasi diluculum praeparatus est egressus eius, et veniet quasi imber nobis temporaneus et serotinus terrae”.

Oseas, VI, 1-3.

No cabe la menor duda a través de todas las SSEE sobre la existencia de un trato preferencial por parte de Dios para con los judíos, pueblo amado a causa de los padres, como nos lo dice San Pablo en uno de los pasajes más conocidos, pero no debe olvidarse tampoco que esta diferencia se manifiesta no sólo en la elección o en los premios sino también en los castigos, es decir que Dios no castiga por igual a Israel y a las naciones.

Isaías en su capítulo LI nos narra el último castigo que Dios enviará a los judíos. El texto dice:


Ver. 16: “Yo he puesto mis palabras en tu boca, y te he cobijado bajo la sombra de mi mano, para plantar cielos y fundar una tierra, y para decir a Sión: “Tú eres mi pueblo”.

Dios Padre habla al Hijo, al que se le encomienda una doble misión: por un lado “plantar cielos y fundar una tierra” es decir los nuevos cielos y tierra sobre los que habla a menudo la Escritura referidos al Milenio, y por otra parte el Mesías tiene por misión la conversión del pueblo de Israel.

Ver. 17: “Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, tú que bebiste de la mano de Yahvé el cáliz de su ira; hasta las heces has bebido el cáliz que causa vértigo.”

Ahora es el Mesías el que habla a Israel, pidiéndole que se levante después de un gran castigo. Ya veremos después de qué castigo se trata, por ahora baste saber que después de beber hasta las heces, Israel se levanta.

Ver. 18: “De todos los hijos que ha dado a luz no hay quien la conduzca, y entre todos los hijos que ha criado no hay quien la lleve de la mano”.

El Mesías deplora aquí la falta de un Caudillo que guíe a su pueblo y seguramente la restauración de Israel incluirá la designación de un líder, que no puede ser otro más que el mismo Eliaquím profetizado en el cap. XXII y en la Iglesia de Filadelfia (cap. III del Apocalipsis)[1].

Ver. 19-20: “Cayeron sobre ti estas dos clases de males: -¿quién se compadece de ti?- devastación y quebranto, hambre y espada; ¿quién te consolará? Desfallecidos yacen tus hijos en las encrucijadas de todas las calles, como antílope en la red, cubiertos de la ira de Yahvé, de la indignación de tu Dios.

El castigo que ha de recibir Israel, y del cual beberá hasta las heces, consistirá en el hambre y en la espada, es decir, notémoslo bien, son los mismos que después se van a desatar con el segundo y tercer sello del Apocalipsis respectivamente. (Sobre este tema cfr. AQUI).
Creemos que puede haber dos razones por la cuales la peste no ha de caer sobre Israel; la primera es que ese castigo fue el elegido por el Rey David cuando Dios le dio a elegir entre “siete años de hambre, tres meses de persecución de los enemigos o tres días de pestes”[2], y el Rey David eligió sabiamente la peste diciendo: “¡Caigamos pues en manos de Yahvé, porque grandes son sus misericordias, pero que no caiga yo en manos de los hombres!”, así pues, por amor a David, Dios perdonará en aquel tiempo a los judíos de la peste; o acaso la razón sea más sencilla y simplemente se encuentre en el hecho de que el castigo de hambre y espada serán breves y no habrá tiempo para que aparezcan las pestes.

Ver. 21-22: “Por tanto, oye esto, oh afligida, tú, oh embriagada, pero no de vino. Así dice Yahvé, tu Señor y tu Dios, que defiende la causa de su pueblo: he aquí que quito de tu mano el cáliz que causa vértigo, el cáliz de mi furor; ya no volverás a beberlo.”

¡Tiernísima promesa! Israel yace pisoteada por sus enemigos, embriagada no de vino sino por haber bebido del cáliz que causa vértigo, y el Mesías la consuela diciéndole que ya no beberá más dese cáliz. Dios no castigará más a su pueblo, ni con hambre, ni con espada, ni con peste. La conversión definitiva está, pues, a las puertas.

Ver. 23: “Lo pondré en manos de tus opresores, que te decían: “Póstrate para que pasemos por encima de ti” y tú pusiste como suelo tu dorso, y eras camino para los que transitaban.”

El cáliz pasa ahora a mano de los enemigos de Israel, es decir los castigos comenzarán a caer poco a poco sobre aquellos que invadieron a Israel: primero serán los sellos, luego las trompetas y por último las copas.
El profeta nos muestra aquí cuán grande será el abatimiento de su pueblo cuando sea hollado y pisoteado por sus enemigos.

Hasta aquí dos palabras sobre estos pocos y sustanciosos versículos de Isaías, pero los numerosos lugares paralelos nos indicarán fácilmente a qué tiempos se refieren todos estos sucesos. Los textos se unirán fácilmente unos con otros como un rompecabezas.

El versículo 17 comienza hablando de un castigo que sufrirá Israel ¿En qué consiste el mismo y a qué tiempos se refiere?
Por el mismo Isaías sabemos que Israel bebió el cáliz que causa vértigo (ver. 17 y 22), cuyo castigo consistió en el hambre y la espada (v. 19), que muchos judíos van a morir (v 20), que son usados como suelo (v. 23), y que dese cáliz ya no beberá más sino que pasará a sus enemigos.
Ahora bien, si Israel no vuelve a beber más de la copa es porque se ha convertido a su Dios, pero sabemos que la misma es obra de Elías, con lo cual tenemos ya ubicado el momento en que sucede este castigo: inmediatamente antes de la conversión de Israel y la venida de Elías.
Avancemos un poco más. Si vamos a Ezequiel XXXVIII-XXXIX[3] vemos allí una invasión de grandes ejércitos sobre Israel, y XXXIX, 22 nos da la clave de todo al decir: “y desde aquel día en adelante sabrá la casa de Israel que Yo soy Yahvé su Dios”. Es decir, aquí está claramente anunciada la conversión de los judíos, conversión que será perpetua (desde aquel día en adelante…), aunque parcial.
Bien, tenemos entonces que el hambre y la guerra son causados por la guerra de Gog-Magog. Hasta aquí todo está muy bien, pero ¿hay alguna otra guerra antes de Gog y Magog?
Todo parece indicar que sí, y el mismo texto de Ezequiel lo da claramente a entender ya que Gog-Magog ataca: una nación que habita toda entera en paz (XXXVIII, 8.11.14), salvada de la espada (vers. 8), con la intención de “tomar botín, para robar plata y oro, para tomar ganados y bienes, para llevarte grandes despojos” (vers. 13). Todos indicios de una guerra anterior, ¿pero cuál? La clave está sin duda en aquellos que forman la coalición de Gog-Magog; si se observa bien, la misma está formada por Rusia, Turquía, Irán, Libia, Sudán “y muchos pueblos”, los cuales seguramente corresponden a países como Georgia, Armenia, Azerbaiján etc, y en general los países del Asia central. Pero hay algo que inmediatamente salta a la vista después de ver en un mapa el listado destos países y es que la coalición no está formada por ningún país limítrofe de Israel. Para esto hay una sola explicación posible y es que Israel viene de una guerra con estos países, guerra que, por lo demás, claramente profetiza el Salmo LXXXII (LXXXIII), como así también Ez. XXV-XXXII, Is. XI, 14-16; Zac. XII, 1 ss. etc.

Otro dato clave que nos ayudará a entender los tiempos es el cáliz que causa vértigo.

El Salmo LIX (LX) nos lleva a los mismos sucesos y nos agrega algunas cosas nuevas, veamos.

1. Al maestro de coro. Por el tono de “El lirio del testimonio”. Miktam de David, para hacerlo aprender.
2. Cuando hizo guerra contra Aram de Naharaim y Aram de Sobá, y Joab, ya de vuelta, batió a Edom en el valle de las Salinas (matándole) doce mil hombres.
3. Oh Dios nos has desechado, quebrantaste nuestros ejércitos; estabas airado, ¡restáuranos!
4. Has sacudido la tierra, la has endido; sana sus fracturas porque tambalea.
5. Cosas duras le hiciste experimentar a tu pueblo; nos diste de beber vino de vértigo.
6. Pusiste empero una señal a los que te temen de modo que huyeran del arco.
7. Para que sean liberados los que Tú amas, socorre con tu diestra y escúchanos.
8. Dijo Dios en su Santuario: “Triunfaré; repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.
9. Mío es Galaad, y Mía la tierra de Manasés; Efraín es el yelmo de mi cabeza; y Judá mi cetro;
10. Moab la vasija de mi lavatorio; sobre Edom echaré mi calzado, y Filistea será mi súbdito.”
11. ¿Quién me conducirá a la ciudad fortificada? ¿Quién me llevará hasta Edom?
12. ¿No serás Tú, oh Dios, que nos habías rechazado y que ya no salías con nuestros ejércitos?
13. Ven en nuestro auxilio contra el adversario, porque vano es el auxilio de los hombres.
14. Con Dios haremos proezas; Él hollará a nuestros enemigos.

Así pues, este Salmo, junto con el LVI (LVII) y CVII (CVIII) que nos hablan de los mismos sucesos, nombra también la copa de vértigo de la cual bebió Israel.
Por el versículo 11 sabemos que Israel pide ser llevado a la Idumea, a la ciudad fortificada, que no puede ser otra más que Petra, es decir el lugar en el cual estará refugiada la Mujer durante los tres años y medio[4].
El Salmo se divide claramente en tres partes: en la primera, que consiste en los versículos 3 a 6, Israel hace memoria de una batalla en la cual fueron muertos muchos judíos; en la segunda parte, versículos 7 a 10, Israel le recuerda a Dios la promesa de exaltar a Israel y pisotear a los enemigos y, por último, en la tercera parte pide socorro contra el enemigo y que sea conducida a la ciudad fortificada.
A pesar del epígrafe es claro que esta guerra de los versículos 3-6 no puede referirse a los tiempos del Rey David, como lo reconocen los comentadores, pues el gran Rey no perdió ninguna batalla. Otra dificultad, que nadie incluso se plantea, es ¿cuándo prometió Dios, en su Santuario y con esas palabras, que iba a hollar a sus enemigos? Por último parece del todo inentendible el pedido de ser llevado a la Idumea. En cambio, todo se vuelve súmamente claro si colocamos todos estos sucesos en boca de la Mujer del cap. XII del Apocalipsis: Israel está siendo perseguido por el Demonio después de dar a luz a Nuestro Señor, para lo cual pide a Dios no le suceda lo mismo que en la guerra anterior donde perecieron muchos, y luego le ruega que la libere, llevándola a la Idumea y recordándole la promesa (que tal vez va a ser pronunciada en el nuevo Templo que se va a construir bajo Elías) de destrozar a sus enemigos. Sabemos por el mismo Apocalipsis que Dios responde a la oración de la Mujer dándole las dos alas del águila grande para que huya al desierto de la Idumea (cfr. Salmo LVI (LVII), 2).  

El ver. 4 habla de un gran terremoto durante la guerra, el cual coincide con el que trae Ezequiel al hablar de la guerra de Gog-Magog: “En mis celos y en el furor de mi ira declaro: en aquel día habrá un gran temblor en la tierra de Israel” (XXXVIII, 19).

Zacarías, a su vez coincide también cuando, al hablar de la copa de vértigo de la que beberá Israel, dice en su cap. XII, 1-3: “Carga. Palabra de Yahvé sobre Israel: Así dice Yahvé… He aquí que voy a hacer de Jerusalén una copa de vértigo para todos los pueblos a la redonda; y también para Judá (vendrá la angustia) cuando estrechen a Jerusalén…

Siguiendo con Zacarías XIII, 7-9, podremos tener una idea de la magnitud de la cantidad de muertes que sufren los judíos en estas dos guerras: “y sucederá que en toda la tierra (santa), dice Yahvé, serán exterminados los dos tercios, perecerán y quedará en ella sólo un tercio. Y este tercio lo meteré en el fuego, lo purificaré como se purifica la plata, y lo probaré como se prueba el oro. Invocará mi nombre y Yo lo escucharé; Yo diré: “Pueblo mío es[5]” y él dirá: “Yahvé es mi Dios”.

El Salmo LXV (LXVI), 10-12 nos narra los mismos sucesos: “Pues Tú nos probaste por el fuego, como se hace con la plata, (Zac. XIII, 9) nos dejaste caer en el lazo; pusiste un peso aplastante sobre nuestras espaldas. Hiciste pasar hombres por nuestra cabeza (Is. LI, 23); atravesamos por fuego y por agua; mas nos sacaste a refrigerio (Cfr. Hech. III, 19-21)”.

Jeremías en su capítulo XXV, 12-29 nos detalla admirablemente el paso del cáliz de Israel al resto de las naciones, (tal cual había anunciado Isaías en LI, 23), cuando dice: “Pasados los setenta años tomaré cuenta al Rey de Babilonia (Anticristo) y a aquella nación por su maldad, dice Yahvé, y a la tierra de los caldeos y la convertiré en desierto perpetuo.[6] Y cumpliré contra esa tierra todas mis palabras que he pronunciado contra ella, todo lo escrito en este libro, que Jeremías ha profetizado contra todas las naciones. Porque también ellas serán reducidas a servidumbre por grandes naciones y poderosos reyes, y les daré el pago conforme a sus fechorías y según la obra de sus manos. Pues así me dice Yahvé el Dios de Israel: “Toma de mi mano esta copa del vino de mi ira y dale de beber a todas las naciones a quienes Yo te envío. Beberán y tambaleando enloquecerán, a causa de la espada que yo enviaré contra ellas”. Tomé, pues, la copa de la mano de Yahvé, y la di de beber a todas las naciones a las cuales Yahvé me había enviado: a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus príncipes, para convertirlos en espantosa desolación, objeto de irrisión y maldición como hoy se ve[7]; al Faraón, rey de Egipto, a sus servidores, a sus príncipes y a todo su pueblo; a toda la mezcla de pueblos, a todos los reyes de la tierra de Us (límite entre Egipto y Edom[8]); a todos los reyes de los filisteos, a Ascalón, a Gaza, a Acarón y al resto de Azoto (estas son 4 de las 5 ciudades principales de los Filisteos, es decir de los Palestinos; cfr. Jos. XIII, 3); a Edom (Idumea; actualmente Jordania del Sur), a Moab (Jordania Central) y a los hijos de Ammón (Jordania del sur), a todos los reyes de Tiro (Líbano), a todos los reyes de Sidón (Líbano), y a los reyes de las islas que están al otro lado del mar (¿Europa, América?); a Dedán (noroeste de Arabia) y a Temá  y a Buz (tribus árabes vecinas a Dedán) y a todos los que se cortan los bordes del cabello; a todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de la mezcla de gente que habita en el desierto, a todos los reyes de Zimrí, a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de los Medos (estos tres lugares se encuentran en la actual Irán-Irak), a todos los reyes del norte, cercanos (Siria, Turquía, Asia Central) y lejanos (China, Rusia, Mongolia, ¿lejano oriente?), a cada uno según su turno; en fin a todos los reyes del mundo que hay sobre la faz de la tierra. Y después de ellos beberá el rey de Sesac[9] (Anticristo).

Así pues, después que los judíos sufran una gran matanza y se conviertan, Dios ya no permitirá que vuelvan a beber del cáliz que causa vértigo sino que les dará el “cáliz de la salud” del cual nos habla el Sal. CXV (CXVI, 13), 4, ya que, como lo indica Eugenio Zolli[10] comentando el Salmo LIX (LX), 5 “copa de vértigo (se dice) en oposición a la copa de la salvación de la que habla el Salmo CXIV, 13.

En el momento de la angustia, hacia el final de la predicación de Enoc y Elías, Dios librará a su pueblo de la espada y la conducirá al desierto, según aquellos hermosísimos y en extremo tiernos versículos de Jeremías XXXI, 1-3

“En aquel tiempo, dice Yahvé, seré Yo el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo. Así dice Yahvé: halló gracia en el desierto el pueblo que se libró de la espada; Israel llegó a su descanso. Desde lejos se me apareció Yahvé (diciendo): Con amor eterno te he amado, por eso no dejé de compadecerte”.

Jerusalem, Jerusalem, convertere ad Dominum Deum tuum![11]



[1] Cfr. Ramos García, José: “La restauración de Israel”, Estudios Bíblicos, 1949, pag. 75 ss.

[2] II Reyes XXIV, 10 ss y I Par. XXI, 7 ss.

[3] Confieso ser deudor de Charles Missler (el autor no es Católico) con respecto a varias de las ideas expuestas aquí. Su larga y sustanciosa conferencia puede verse en este lugar:

[4] Sirvan como prueba las siguientes citas: Sal XXVI (XXVII), 5; LIV (LV), 7; LXVII (LXVIII), 5; CVII (CVIII), 11; Cant. II, 14; III, 6; Is. II, 10; XVI, 1-5; XXVI, 20; XLII, 11; LXIII, 1-6; Hab, III, 3.

[5] Recordar el texto supra citado de Isaías LI, 16: “Yo he puesto mis palabras en tu boca, y te he cobijado bajo la sombra de mi mano, para plantar cielos y fundar una tierra, y para decir a Sión: “Tú eres mi pueblo. Cfr. Os. II, 25; Jer. XXX, 22; XXXI, 35; XXXII, 38; Ez. XXXVI, 28, etc., etc.

[6] Pasaje en extremo curioso. Los versículos 1-10 predicen el cautiverio de Babilonia, y después agregan los versículos 11 s.: “Todo este país será una desolación y un desierto y esta población servirá al Rey de Babilonia setenta años. Pasados los setenta años, etc”, pero ¿son estos los que ponen fin al cautiverio de Nabucodonosor (vv. 1-10)? Creemos que no, y esto por varias razones:

1) Promete destruir la tierra de los caldeos y “convertirla en un desierto perpetuo”, cosa que no pasó ni entonces ni nunca hasta ahora.

2) La profecía se extiende a todos los pueblos. Ergo es todavía futura.
Lo mismo puede decirse de Jer XXIX, 10-14 donde se promete el fin del cautiverio, cosa que tampoco ha pasado todavía.

¿De qué setenta años está hablando? Los setenta años en cuestión no pueden ser otros más que las setenta semanas de años que le fueron revelados a Daniel mientras leía estos pasajes. (Ya tendremos tiempo de volver sobre esto).

Cfr. para toda esta cuestión el Fenómeno VII de Lacunza,Babilonia y sus cautivos”, sin dudas uno de los pasajes más luminosos de su obra, lo cual no es poco decir.

[7] Notemos aquí dos cosas: primero que Israel es el primero en beber el cáliz y segundo que la aclaración “como hoy se ve” no quiere decir que las palabras se refieran a esa época sino que en aquel entonces Israel se verá en una situación semejante a cuando fue llevado a cautiverio.

[8] Hagen en su Realia Biblica opina que Us está relacionado con Traconítida (Lc. III, 1) al SE de Damasco, sin embargo en las Lamentaciones (IV, 21) leemos: “Aunque prorrumpes en júbilo y te gozas hija de Edom, que habitas en la tierra de Us; también a ti llegará el cáliz, y embriagada te desnudarás”.

[9] “Sesac es nombre criptográfico de Babel. San Jerónimo, siguiendo a los rabinos, explica este pseudónimo por inversión de las letras del alfabeto (“atbasch”), que consiste en poner la última por la primera, la penúltima por la segunda, etc. Así sale el nombre de Sesac o Sesach en vez de Babel”, Straubinger. Cfr. Jer. LI, 41. 
Los últimos en beber son: Babilonia (Apoc. XVII-XVIII y concordantes: especialmente Is XIII-XIV y Jer. L-LI) y el Anticristo, que será destruido por Cristo Rey en la batalla de Armagedón (Apoc. XIX).

[10] Il Salterio, Milano 1951.

[11] Nota final: sea lo que sea de la aplicación concreta, lo cierto es que Israel deberá recibir algún castigo antes de su conversión, sicut scriptum est