IV. PRINCIPADOS (ἀρχαὶ)
Así como los Ancianos o
Dominaciones eran como el senado de Dios, los
Principados, por su parte, son como los enviados o mensajeros de Dios, aquellos
encargados de ejecutar sus órdenes.
En el pueblo de Israel
vemos también la figura de los “Príncipes”: Mt. IX, 18 ss; Lc. VIII, 41; XIV, 1; XXIII, 13, etc.
Recordemos que los
Principados tienen a su cargo Virtudes.
Veremos hacia el final una
importantísima cita sobre los ángeles caídos.
1) Mt. IX, 32-34: “Cuando ellos hubieron salido, le presentaron
un mudo endemoniado. Y echado el demonio, habló el mudo, y las multitudes,
llenas de admiración, se pusieron a decir: “Jamás se ha visto cosa parecida en
Israel”. Pero los fariseos decían: “Por
obra del príncipe de los demonios lanza a los demonios”.
Cfr. Mt. XII, 24; Mc. III, 22;
Lc. XI, 15.
2) Jn. XII, 31: “Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será
expulsado”.
3) Jn. XIV, 30-31: “Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo. No es que
tenga derecho contra Mí, pero es para que el mundo conozca que Yo amo al
Padre…”.
4) Jn. XVI, 8-11: “Y cuando Él venga, presentará querella al
mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de
juicio… por capítulo de juicio, porque
el príncipe de este mundo está juzgado”.
5) Rom. VIII, 38-39: “Porque
persuadido estoy de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados (ἀρχαὶ), ni cosas
presentes, ni cosas futuras, ni virtudes (δυνάμεις), ni altura, ni profundidad ni otra creatura alguna podrá separarnos
del amor de Dios, que está en Cristo Jesús nuestro Señor”.
6) I Cor. XV, 23-24: “Pero cada uno en su orden: como primicia Cristo en su Parusía; después el fin, cuando Él entregue el reino
al Dios y Padre, cuando haya destruído todo principado (ἀρχὴν) y toda
potestad (ἐξουσίαν) y toda virtud (δύναμιν).”
7) Ef. I, 20-21: “… que obró en Cristo resucitándolo de entre los muertos, y sentándolo a su diestra en los cielos por encima de todo principado (ἀρχῆς) y potestad (ἐξουσίας) y virtud (δυνάμεως) y dominación[1] (κυριότητος)…”.
8) Ef. II, 1-2: “También vosotros estabais muertos por
vuestros delitos y pecados, en los
cuales en otro tiempo anduvisteis conforme al curso de este mundo, conforme al
príncipe (ἄρχοντα) de la potestad (ἐξουσίας) del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de
incredulidad”.
9) Ef. III, 8-10:
“A mí, el ínfimo de todos los santos, ha sido dada esta gracia: evangelizar a
los gentiles la insondable riqueza de Cristo,
e iluminar a todos acerca de la dispensación del misterio, escondido desde los
siglos en Dios creador de todas las cosas; a
fin de que sea dada a conocer ahora a los
principados (ἀρχαῖς) y a las potestades (ἐξουσίαις) en lo celestial, a través de la Iglesia, la multiforme sabiduría de
Dios, que se muestra en el plan de las edades que Él realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro…”[2].
10) Ef. VI, 12: “Porque
para nosotros la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados (ἀρχάς), contra las potestades (ἐξουσίας), contra los poderes
mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de maldad en lo celestial…”.
11) Col, I, 16:
“por Él fueron creadas todas las cosas,
las de los cielos y las que están sobre la tierra, las visibles y las
invisibles, sean Tronos (θρόνοι), o Dominaciones (κυριότητες), o Principados (ἀρχαὶ), o Potestades (ἐξουσίαι)…”.
12) Col. II, 9-10: “Porque en Él habita toda la plenitud de la
Deidad corporalmente; y en Él estáis llenos vosotros, y Él es la cabeza de todo principado
(ἀρχῆς) y potestad (ἐξουσίας).
13) Col. II, 14-15: “… habiendo cancelado la escritura presentada
contra nosotros, la cual con sus ordenanzas nos era adversa. La quitó de en
medio al clavarla en la Cruz; y
despojando (así de aquella) a los
principados (ἀρχὰς) y potestades (ἐξουσίας) denodadamente los exhibió a la infamia, triunfando sobre ellos en la
Cruz”.
14) Jud. 6: “También
a los ángeles que no guardaron su Principado (ἀρχὴν), sino que abandonaron la
propia morada, los tiene guardado bajo tinieblas en cadenas perdurables para el
juicio del gran día”.
Notas:
1) Satanás es
el “Príncipe” de los Demonios y de este mundo y es llamado Beelzebul (Mt. XII, 24).
2) Que por lo
menos uno de los Principados cayó se ve claramente por el hecho de que “nos
pueden separar de Cristo”[3].
Si esto es así, originariamente los Arcángeles no eran
siete sino, por lo menos, ocho.
3) Nuestro Señor
entregará su Reino al Padre una vez que haya destruído a Satanás, lo cual
sucederá, como nos lo dice San Juan en el Apocalipsis, recién tras la batalla
de Gog-Magog (XXI, 7 ss) y no antes, ya que mientras tanto el Demonio estará o
suelto o en una prisión temporaria
(ver. num. 4).
4) Por último, Judas
nos da una de las revelaciones más interesantes, tanto sobre la identidad de algunos de los ángeles que
cayeron, como así también sobre el lugar
al que fueron arrojados.
Como ya lo dijimos, los
Principados tienen a su cargo Virtudes,
por lo cual al decir aquí San Judas que
algunos ángeles “no guardaron su Principado”, parece, a todas luces, estar
refiriéndose a Virtudes que no
siguieron a sus Principados que se mantuvieron fieles, sino que fueron tras el
Arcángel Lucifer, es decir, abandonaron a su propio jefe natural para seguir
tras otro.
Sobre estos ángeles no nos dice San Judas que están libres por el mundo
tentando a los hombres, sino encadenados en prisión, en el Tártaro.
San Pedro (II Ped.
II, 4) en un pasaje paralelo nos dice: “Porque si a los ángeles que pecaron no los perdonó Dios, sino que los
precipitó en el tártaro, entregándolos a prisiones de tinieblas,
reservados para el juicio…”.
Este lugar de prisión es llamado por San Juan en el Apocalipsis “abismo”
(IX, 1-2) y “prisión” (XX, 7) y es de allí de donde han de salir los ángeles
con su rey “Abaddón” (IX, 11) para atormentar a los habitantes de la tierra por cinco meses cuando
toque la quinta Trompeta[4].
Desta forma se entiende sin problemas y en forma obvia y natural el pedido
que los demonios le hacen a Jesús en Lc. VIII, 31,
pero sobre esto hablaremos con algo más de detenimiento más abajo[5].
IV.- a) Siete Espíritus
1) Tobías XII, 15: “Porque yo soy Rafael, uno de los siete
ángeles que asistimos delante del Señor”.
2) Apocalipsis I, 4: “Juan a las siete iglesias que están en el Asia:
gracia a vosotras y paz de parte del que es, y que era, y que viene, y de parte de los siete Espíritus que están
delante de su trono…”.
3) Apocalipsis IV, 5: “Y
del trono salen relámpagos y voces y truenos; y delante del trono arden
siete lámparas de fuego, que son los siete espíritus de Dios”.
4) Apocalipsis V, 6: “Y vi en medio del trono y de
los cuatro Vivientes y en medio de los ancianos un Cordero de pie, como
inmolado, que tenía siete cuernos y
siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”.
5) Apocalipsis VIII, 2: “Y vi los siete ángeles que
están en pie ante Dios y les fueron dadas siete
tubas”.
Notas:
De estos pasajes no
hay mucho que decir, sólo que por ellos sabemos la cantidad de Arcángeles que
permanecieron fieles a Dios. Tres de sus nombres nos han sido revelados: Gabriel, Rafael y Miguel,
mientras los otros cuatro nos son conocidos por el libro de Enoc (XX, 2-8): Uriel, Raguel, Saraquiel y Remeiel.
[1] Notar que al
hablar de la Jerarquía angélica en el cielo se nombra a las Dominaciones, cosa que nunca se hace al
hablar de los ángeles caídos.
[2] Sobre este pasaje,
los dos siguientes y el num. 13 recordar lo que dijimos en la nota 3 al hablar
de las Potestades.
[3] Como bien lo
indica Ramos García en su artículo
citado, el uso del plural en lugar del singular se explicaría por una figura
del discurso muy común en las Escrituras.
[4] ¡Cuán lejos
estamos de Voltaire y los
iluministas del siglo XVIII…!