Sabido es que cada
Evangelio tiene su rasgo propio, el de su autor, el cual puede ser o sobre la
forma en que está estructurado el evangelio o sobre el uso de ciertas palabras
o frases. En este pequeño estudio nos centraremos principalmente en algunas
particularidades de San Mateo.
El P. Leal, en su conocida e interesante
obra nos da esta división en cuanto a los rasgos de los Evangelistas[1]:
San Juan es el primero en orden y cronología.
Testigo presencial de los hechos. Escribe al final del siglo I y ha trazado con
precisión y claridad el cauce por donde corre la actividad pública de Jesús.
San Lucas es el menos sinóptico de los Sinópticos.
Se acerca mucho a San Juan. No se contenta con el ministerio público de
Galilea. Dedica una parte muy importante al ministerio de los viajes a
Jerusalén. Helénico de lengua y espíritu, se ha interesado mucho por el orden
cronológico y literario de la historia.
San Marcos, fiel discípulo
de San Pedro, omite la infancia, y el ministerio público lo centra en el
lago de Galilea, que tenía tan hondos recuerdos para su maestro Pedro, natural
de Betsaida.
San Mateo es un escritor de grandes ideas. Va siempre a
la sustancia, a la médula y nervio de la verdad. Para él no cuentan los detalles ni los individuos.
Ha escrito una suma evangélica. Esencialmente
sistemático, sirve menos que sus sucesores para la ordenación cronológica
de los hechos y sentencias.
Esto en cuanto al cuadro general, mientras
que por lo que hace a algunas particularidades en el lenguaje nos encontramos
con otras cualidades.
Será bueno dejar hablar al P. Joüon[2]:
“τότε, (entonces),
es la forma de transición cara a Mateo.
La frecuencia excepcional de τότε en Mateo no
se explica ni por la influencia del hebreo ni por la del griego de los Setenta,
sino por la del arameo (en Daniel: dayin, bédayin = τότε es muy frecuente). El término puede ser usado en un
sentido preciso y en un sentido impreciso. La fórmula de transición favorita de
Marcos (I, 10, etc.) es καὶ εὐθὺς (y
enseguida, y al momento); la
de Lucas (I, 23 etc.) καὶ ἐγένετο (y
sucedió), la de Juan (II, 12)
Μετὰ τοῦτο, Μετὰ ταῦτα (después de esto), (a continuación)[3]”.
El adverbio τότε es usado en numerosas ocasiones por San Mateo, más que los demás
evangelistas juntos (90 veces contra 6 en Mc,
14 en Lc y 10 en Jn), y no tiene, por lo general, el
sentido temporal que se le da comúnmente a esta palabra sino un sentido de mera
transición.
En esto concuerdan los exégetas; por
ejemplo Schmid cuando dice[4]:
“consecuencia de esta agrupación sistemática del
material es que la conexión lógica interna de las unidades así compuestas,
sobre todo en el caso de los discursos de Jesús, es en muchos casos muy
débil, hecho que debe tenerse en cuenta para la interpretación del texto… Mateo no da importancia a la cronología de los
hechos y ello hace que el enlace de unos pasajes con otros sea, en muchos
casos, de carácter muy débil. El adverbio “entonces” empleado con tanta
frecuencia, no puede ser entendido por lo general como expresión de un dato
temporal exacto, así como tampoco “en aquel día”, o “en aquellos días”[5], o “en aquella ocasión”[6]. Tales expresiones sirven únicamente al
enlace externo de los diversos pasajes entre sí[7].
Teniendo esto en mente veamos una
particularidad de la composición del Discurso Parusíaco.
Como ya lo hemos dicho en varias ocasiones,
creemos que en el llamado Discurso Parusíaco caben distinguir dos discursos: el que trae San Lucas por un lado y el de San Mateo y San Marcos por otro, pero aún entre estos últimos se observan
algunas diferencias importantes.
Veamos los textos en cuestión:
Mateo XXIV
9 "Entonces
os entregarán a la tribulación y os matarán y seréis odiados de todas las
naciones por causa de mi nombre.
13 Mas el que perseverare hasta el fin, ése será
salvo.
14 Y esta Buena
Nueva del Reino será proclamada en el mundo entero,
en testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin.
Mateo X
17 Guardaos de los hombres, porque os entregarán a
los sanedrines y os azotarán en sus sinagogas,
18 y por causa de Mí seréis llevados ante
gobernadores y reyes, en testimonio para ellos y para las naciones.
19 Más cuando os entregaren, no os preocupéis de
cómo o qué hablaréis. Lo que habéis de decir os será dado en aquella misma
hora.
20 Porque no sois vosotros los que hablaréis, sino
que el Espíritu de vuestro Padre es quien hablará por medio de vosotros
21. Entregará hermano a hermano a la muerte
y padre a hijo; y se levantarán hijos
contra padres y los harán condenar a muerte.
22. Y seréis odiados de todos a causa de mi
nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será salvo.
Marcos XIII
9 Mirad por
vosotros mismos; porque os entregarán a los sanedrines, y seréis golpeados en
las sinagogas y compareceréis ante gobernadores y reyes, a causa de Mí, para
dar testimonio ante ellos.
10 Y a todas las
naciones es necesario primero que sea proclamada
la Buena Nueva.
11 Más cuando os
lleven para entregaros, no os afanéis anticipadamente por lo que diréis; sino
decid lo que en aquel momento os será inspirado; porque no sois vosotros los
que habláis, sino el Espíritu Santo.
12 y entregará
hermano a hermano a la muerte y padre a hijo; y se levantarán hijos contra
padres y los harán condenar a muerte.
13 Y seréis
odiados de todos a causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será salvo.
Así, pues tenemos
las siguientes características:
1) A
los versículos 9-12 de Mc, Mt los trasladó a X, 17-22 resumiendo
el pasaje “es necesario primero que a todas las naciones sea proclamado el
Evangelio” con la frase “en testimonio para las naciones”.
2) En
lugar desto en el capítulo XXIV resumió en los versículos 9, 13 y 14
lo que Mc dijo en 9-12, como puede verse en el hecho de que Mt.
XXIV 9b y 13 es igual a Mc. XIII, 13.
Por otra parte los versículos 10-12 de Mt no tienen
paralelo en Mc.
10. Entonces se escandalizarán muchos y mutuamente se
traicionarán y se odiarán.
11. Surgirán
numerosos falsos profetas, que arrastrarán a muchos al error;
12 y por efecto de
los excesos de la iniquidad, la caridad de los más se enfriará.
Por su parte en el v. 30 de Mt vemos lo mismo:
“Y entonces
aparecerá en el cielo la señal del Hijo
del Hombre, y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del
cielo con poder y gloria grande”.
Mientras que el
paralelo de Mc. es el v. 26:
“Entonces
verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria.”
La primera parte del
v. 30 de San Mateo no tiene
correspondiente en ningún lado.
Lo mismo observamos
en el v. 40 de Mt:
“Entonces,
estarán dos en el campo, el uno será tomado y el otro dejado”.
Este versículo no tiene
paralelo en el discurso de Mc sino
que toda la perícopa de los versículos
37-41 está tomada de Lc. XVII,
26-27.30.34-36.
Bien, para resumir un poco todo esto digamos que en su
capítulo XXIV San Mateo usa el
adverbio τότε un total de 9 veces (vers. 9, 10, 14, 16, 21, 23, 30x2, 40) contra dos de San Marcos (vers. 14 y 21),
de lo cual cabe notar que de las siete citas en que Mateo usa la palabra
τότε en seis de ellos los pasajes no se encuentran
en Marcos, con la sola excepción del
vers. 21 de Mt que corresponde al 19 de Mc. pero
aquí es usado como sinónimo de “en aquellos días”. Es decir, todo parecería indicar
que cada vez que San Mateo usa el adverbio τοτε independientemente
de San Marcos, estaríamos ante un signo
de que no forma parte del discurso original, sino que es un agregado suyo[8].
Avancemos un poco más.
Como ya hemos dicho, San Mateo ha estructurado su Evangelio por partes. Dejemos la prueba
al P. Leal[9]:
“El ministerio, que precede a la pasión y
resurrección, se puede dividir en cinco grandes secciones, cada una de las cuales
tiene una parte narrativa y otra didáctica. Cinco grandes bloques de hechos y cinco de discursos. El bloque de
los hechos se puede relacionar con el que le sigue de los discursos.
Estas cinco partes están bien definidas, porque cada
una se termina con la misma fórmula: Cuando
Jesús hubo acabado estos discursos... Es una frase hecha, de estilo semita,
que se encuentra en la traducción griega de los LXX, y que no se encuentra más
que cinco veces en San Mateo (VII, 28; XI,1; XIII, 53; XIX, 1; XXVI, 1).
Este final de los cinco discursos no es casual y revela en su autor una división
y un plan.
Primera sección:
Consta de los hechos que inician el
ministerio en Galilea y revelan la persona del Señor (IV, 12-25). Es una breve preparación para el primer discurso, la carta
magna del reino, el sermón del Monte (V,
1- VII, 29). Se termina con la frase hecha: Cuando Jesús hubo terminado estos discursos, las turbas estaban llenas
de admiración por su doctrina (VII, 28).
Segunda sección:
Consta igualmente de hechos y discurso. Los hechos son una serie
seguida de milagros, que abarca dos capítulos, y que no siempre corresponden al
momento y al lugar que les asignan Marcos
y Lucas (VIII, 1- IX, 35). El discurso trata de las enseñanzas que da el
Señor a los apóstoles y propagandistas de su reino (IX, 36- X, 42). Cuando Jesús
hubo acabado de dar sus instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí a
enseñar y predicar en las ciudades de ellos (XI, 1).
Tercera sección:
Comprende diversos hechos, que revelan la mala preparación de los judíos y la
rebeldía que había profetizado Isaías
(XI, 1-XII, 50). Con ellos se
pretende justificar el lenguaje un tanto misterioso de las parábolas sobre el
reino (XIII, 1-52). Cuando Jesús terminó estas parábolas, partió
de allí (XIII, 53).
Cuarta sección.
Encierra los últimos hechos de Galilea (XIII,
53–XVII, 26) y que en alguna manera se pueden relacionar con el discurso que
dirige a los discípulos más fieles. La consigna que les da el Maestro es de
humildad, caridad y edificación mutua. Las reglas que deben gobernar los
diversos miembros del reino (XVIII, 1-XIX,
1).
Quinta sección:
Está unida con la entrada y ministerio en Jerusalén. Los hechos preparan las disputas con los escribas y fariseos. Aquí ha
reunido todas las recriminaciones que les hace el Señor (XXI, 28 - XXI, 39). Todo se dirige al supremo y último discurso
escatológico (XXIV, 1-XXV, 46).
Lo más característico del primer Evangelio son estas
cinco secciones con sus cinco discursos, que responden a un verdadero plan y
método literario del autor. Al fondo
esencial de cada uno de ellos que está en su situación histórica propia, se han
podido juntar materiales de diversos tiempos y circunstancias, emparentados
lógicamente con el núcleo central.
Este plan general es hijo de un temperamento literario
particular, de un espíritu que se recrea en la idea, en la substancia de la
cosas. San Mateo es una mentalidad fuerte y seria, que no se pierde en el
detalle ni en la paja, sino que va al grano y al tronco. Los hechos se
subordinan a la doctrina, revistiendo siempre un valor secundario. El hecho como
hecho no cuenta, cuenta más la idea y la doctrina que él encierra, el valor que
aporta a la tesis general del libro. Este plan general ejercerá una influencia
grande en la manera de escribir, en las narraciones de los hechos y en la
historia d la predicación”.
Hasta aquí el P.
Leal.
Por lo dicho no debe, pues, sorprender la extensión de
su Discurso Parusíaco (Cap. XXIV-XXV),
como así tampoco los agregados de los que hablamos antes.
Según esto podemos observar que, estrictamente
hablando, el Discurso Parusíaco de Mt.
termina en el versículo 36, pues después de allí comienzan una serie de
discursos o parábolas dichos en otra ocasión y lugar, a saber: la similitud con los días de Noé (vers. 37-39), cfr. Lc. XVII, 26-30; el rapto (vers. 40-41), cfr. Lc. XVII, 34-36; la exhortación a la
vigilancia (vers. 42-51),
cfr. Lc. XII, 35-46; y luego ya el capítulo XXV: la parábolas de las diez vírgenes (vers. 1-13); la de los talentos (vers.
14-30), cfr. Lc. XIX, 12-27; y del juicio a la Iglesia (vers. 31-46).
Como puede apreciarse, San Mateo juntó en los capítulos
XXIV-XXV todos los discursos de Nuestro Señor referido a la Parusía[10],
y así se explica que haya obviado el primer discurso que trae San Lucas en su capítulo XXI ya que éste trata principalmente
de la destrucción de Jerusalén y del Templo.
Todos los comentadores concuerdan en que una de las
finalidades de San Juan fue llenar
las lagunas de los sinópticos en cuanto al ministerio de Nuestro Señor, pero
nos parece que algo parecido podemos observar en los sinópticos, por lo menos
en este tema, y así vemos que San Mateo,
el primero en escribir su Evangelio, nos narró en sus capítulos XXIV-XXV todo
lo referido a la Parusía, luego San Marcos trajo, con sus particularidades
propias[11], solamente el Discurso Parusíaco,
limpiándolo de los agregados de San Mateo, y por último San Lucas completó los
hechos agregando el primer discurso dicho por Nuestro Señor en el Templo.
Vale!
[1] Sinopsis de los cuatro Evangelios, BAC 1954, prólogo,
pag. XVI.
[2] L´Évangile de Notre-Seigneur
Jésus-Christ, pag. 7.
[3] Esto podría ayudar a entender por ejemplo algunas
visiones del Apocalipsis… ¿y por qué no para resolver la famosa discusión sobre
el orden de los capítulos V y VI del Evangelio de San Juan?
[4] Op. cit.,
Introducción, pag. 39 s.
[5] Mt. XIII, 1;
XXII, 23, especialmente III, 1.
[6] Mt. XI, 25;
XII, 1; XIV, 1.
[7] Cf. especialmente el ciclo de milagros cap.
VIII-IX.
[8] Agregado al Discurso Parusíaco y tomado de otras
enseñanzas de Jesús, se entiende.
[9] Op. cit.
pag. 64 ss.
[10] Lo narrado en XXIV
1-2 no es más que una unión secuencial entre lo que antecede (maldición de
los fariseos, etc) y lo que va a suceder después (Discurso Escatológico en el
Monte de los Olivos).
[11] Estas particularidades son, por ejemplo, el no
nombrar ni “la Parusía” ni “la consumación del siglo” del vers. 3 de Mt. como así tampoco la alusión al sábado del v. 20. Pero esto se explica fácilmente
por los destinatarios a los cuales iba dirigido su Evangelio.