III. POTESTADES (ἐξουσίαι).
Sobre este grupo de
ángeles no nos parece que haya mucho por comentar, sólo resta decir que el
pasaje de I Cor. XV nos parece, sin
ningún lugar a dudas, que debe aplicarse a los ángeles y no a las potestades y
principados en lo secular, como
muchos hacen.
1) I Cor. XV, 23-24: “Pero cada uno en su orden: como primicia
Cristo en su Parusía; después el fin,
cuando Él entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya destruído todo
principado (ἀρχὴν) y toda
potestad (ἐξουσίαν) y toda virtud (δύναμιν).”
2) Ef. I, 20-21: “… que obró en Cristo resucitándolo de entre los muertos, y sentándolo a su diestra en los cielos por encima de todo principado
(ἀρχῆς) y potestad
(ἐξουσίας) y virtud (δυνάμεως) y dominación (κυριότητος)…”.
3) Ef. III, 8-10: “A mí, el ínfimo de todos los santos, ha sido
dada esta gracia: evangelizar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, e iluminar a todos acerca de la
dispensación del misterio, escondido desde los siglos en Dios creador de todas
las cosas; a fin de que sea dada a
conocer ahora a los principados (ἀρχαῖς) y a las potestades en lo celestial (ἐξουσίαις), a través de la Iglesia,
la multiforme sabiduría de Dios, que se muestra en el plan de las edades que Él
realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro…”.
4) Ef. VI, 12: “Porque
para nosotros la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los
principados (ἀρχάς), contra las potestades (ἐξουσίας), contra los poderes mundanos de estas tinieblas,
contra los espíritus de maldad en lo celestial…”.
5) Col, I, 16:
“Por Él fueron creadas todas las cosas,
las de los cielos y las que están sobre la tierra, las visibles y las
invisibles[1],
sean Tronos (θρόνοι), o Dominaciones (κυριότητες),
o Principados (ἀρχαὶ), o Potestades
(ἐξουσίαι)…”.
6) Col. II, 9-10: “Porque en Él habita toda la plenitud de la
Deidad corporalmente; y en Él estáis llenos vosotros, y Él es la cabeza de todo principado (ἀρχῆς)
y potestad (ἐξουσίας).
7) Col. II, 14-15: “… habiendo cancelado la escritura presentada
contra nosotros, la cual con sus ordenanzas nos era adversa. La quitó de en
medio al clavarla en la Cruz; y
despojando (así de aquella) a los principados
(ἀρχὰς) y
potestades (ἐξουσίας) denodadamente los exhibió a la infamia,
triunfando sobre ellos en la Cruz”.
8) I Ped. III, 22: “… el cual subió al cielo y está a la diestra
de Dios, hallándose sujetos a Él ángeles
y potestades (ἐξουσιῶν) y virtudes (δυνάμεων).”
Notas:
Por todos estos pasajes se
echa de ver algo muy interesante: Además
de caer Satanás (Principado) con sus Virtudes,
también cayeron algunas Potestades, esto es, las que están sometidas a las
Dominaciones, y así vemos:
1) I Cor. XV habla de los ángeles caídos en forma descendente:
Principado, Potestad y Virtudes.
2) Ef. I habla de los ángeles fieles en un orden un tanto extraño. La enumeración
es la misma que la de I Cor. XV pero al final agrega las Dominaciones;
en cambio en Col. I, 16 el orden es
claramente descendente.
3) Comparando Ef. III con el capítulo VI parecería que esos “Principados
y Potestades en lo celestial” son ángeles caídos,
pues de ellos se dice “espíritus de
maldad en lo celestial”.
Si esto es así, se siguen
de aquí dos conclusiones:
a) El misterio del Cuerpo Místico que San Pablo hace conocer a los
efesios estaba escondido, no sólo a los hombres sino también a Satanás y a las
Potestades. Es curioso que no se nombre a las Virtudes de Satanás, las cuales tal vez ya lo conocieran.
Cfr. más abajo el punto V.
b) Estos espíritus de maldad “en lo celestial” parecen identificarse con
los que San Juan ve en el cap. XII del Apocalipsis cuando dice: “y peleaba el
dragón y sus ángeles y no
prevalecieron” y que después de luchar contra San Miguel y sus ángeles, “no se
halló más su lugar en el cielo” (v.
8).
A esto parece aludir el
mismo San Pablo cuando habla de la escritura presentada contra nosotros por
“los principados y las potestades”, sin duda en el cielo. Esta escritura fue
cancelada con la muerte de Nuestro adorable Salvador.
Sin embargo Satanás sigue teniendo, aún después de la muerte de Jesucristo,
un misterioso acceso ante Dios, pero creemos que este no se refiere ya a los
gentiles sino a Israel, sed non
est hic locus.
Destos ángeles conocemos
el nombre de uno solo: Ajenjo (Apoc. VIII, 11) cuyo fin será envenenar
la tercera parte de los ríos y manantiales de las aguas de el mar, causando la muerte de muchos habitantes de la tierra.
Este mismo ángel parece
ser el encargado de abrir “el abismo”.
[1] Quiasmo: A-B-B-A.