martes, 8 de abril de 2014

La Jerarquía Angélica (III de VII)


II.- DOMINACIONES (κυριότητες)

   Que las Dominaciones (κυριότητες) se identifican con los 24 Ancianos, tal como se ve por la respuesta de San Juan a uno de ellos cuando le dice: “Señor (Κύριέ) mío, tú lo sabes…” (VII, 14), nos parece un hallazgo fantástico de Ramos García que corta por el medio la famosa discusión sobre la identidad humana o angélica de los mismos.

   Ver Retractatio III  

   Estos ángeles forman como el senado de Dios, poseen tronos y son co-sedentes junto a Nuestro Señor a la hora de juzgar.

   1) Ef. I, 20-21: “… que obró en Cristo resucitándolo de entre los muertos, y sentándolo a su diestra en los cielos por encima de todo principado (ἀρχῆς) y potestad (ἐξουσίας) y virtud (δυνάμεως) y dominación (κυριότητος)…”.

   2) Col, I, 16: “por Él fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las que están sobre la tierra, las visibles y las invisibles, sean Tronos, Dominaciones, sean Principados, Potestades…”.

   3) Apoc. VII, 14: “Y yo le dije: “Señor mío (Κύριέ), tú lo sabes”. Y él me contestó: “estos son los que vienen de la tribulación, la grande y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero”.

   4) Apoc. XVII, 14: Estos guerrearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con Él, llamados y escogidos y fieles”.

   5) Apoc. XIX, 16: “Y tiene sobre su vestido y sobre su muslo escrito un nombre: Rey de reyes y Señor de señores”.


   II a.- Ancianos

   Apoc. IV, 4: “Y en torno del trono, veinticuatro tronos; y en los tronos veinticuatro ancianos sentados, vestidos de vestiduras blancas y llevando sobre sus cabezas coronas de oro”.

   Apoc. IV, 9-11: “Y cada vez que los vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al Sedente en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos caen ante el Sedente en el trono y se postran ante el que vive por los siglos de los siglos; y depositan sus coronas ante el trono, diciendo: “Digno eres Tú, el Señor y el Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas y por tu voluntad tuvieron ser y fueron creadas”.


   Apoc. V, 5-14: Y uno de los ancianos me dijo: “No llores. Mira: el León, el de la tribu de Judá, la raíz de David ha triunfado, de suerte que abra el libro y sus siete sellos”. Y vi en medio del trono y de los cuatro Vivientes y en medio de los ancianos un Cordero de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. Y vino y tomó (el libro) de la diestra del Sedente en el trono.  Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, teniendo cada cual una cítara y fialas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo diciendo: “Tú eres digno de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque Tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios (hombres) de toda tribu y lengua y pueblo y nación. Y los has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes y reinarán sobre la tierra”. Y vi y oí voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos; y era el número de ellos miríadas de miríadas, y millares de millares, los cuales decían a gran voz: “Digno es el Cordero el inmolado, de recibir el poder y riqueza y sabiduría y fuerza y honor y gloria y alabanza”. Y toda creatura que está en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra y sobre el mar, y todas las cosas que hay en ellos, oí que decían: “Al Sedente en el trono y al Cordero, la alabanza y el honor y la gloria y el imperio por los siglos de los siglos”. Y los cuatro Vivientes decían “Amén”. Y los Ancianos se postraron y adoraron”.

   Apoc. VII, 11-14: “Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron sobre sus rostros ante el trono y se postraron ante Dios, diciendo: “Amén, la alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén”. Y uno de los Ancianos, tomando la palabra, me preguntó: “Estos que están vestidos de túnicas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?”. Y yo le dije: “Señor mío, tú lo sabes”. Y él me contestó: “estos son los que vienen de la tribulación, la grande y lavaron sus túnicas y las blanquearon en la sangre del Cordero”.

   Apoc. XI, 16-18: “Y los veinticuatro ancianos que delante de Dios se sientan en sus tronos, cayeron sobre sus rostros y se postraron ante Dios, diciendo: “Te agradecemos, Señor, el Dios, el Todopoderoso, el que eres y el que eras, por cuanto has asumido tu poder, el grande y has empezado a reinar. Y habíanse airado las naciones y vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y para dar el galardón a tus siervos los profetas y los santos y a los que temen tu Nombre, los pequeños y los grandes, y para destruir a los que corrompían la tierra”.

   Apoc. XIV, 1-3: “Y vi, y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban escrito en sus frentes el nombre de Él y el nombre de su Padre. Y oí una voz del cielo, como voz de muchas aguas, y como voz de un gran trueno; y la voz que oí era como de citaristas que tañen sus cítaras. Y cantan un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los comprados de la tierra”.

   Apoc. XIX, 4: “Y cayeron los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes y se postraron ante el Dios sentado en el Trono, diciendo: “Amén. ¡Aleluya!”.


   Notas:

   No sabemos bien si San Pedro y San Judas se refieren a ellos en II Ped. II, 10 y Jud. 8. ¿Están hablando de ángeles? En este caso, ¿quiénes son “las glorias”?


   Notemos que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento los Ancianos tenían como función propia la de juzgar: Deut. XIX, 12; Jos. XX, 4, etc., etc. y en el NT, Mt. XVI, 21; XXVI, 47; XXVII, 12, etc. etc, esto en cuanto a la Sinagoga, mientras que en lo que respecta a la Iglesia, el término era usado indistintamente tanto para los sacerdotes como para los obispos, es decir, para aquellos a cargo de las nacientes comunidades cristianas: Hech. XI, 30; XIV, 23, etc. etc.