A estos dos grupos de textos, los de
la vuelta a lo antiguo (sicut prius), y los de la reiteración de lo antiguo en lo nuevo (adhuc),
que no son más que dos matices de un mismo pensamiento, agrégase un tercer grupo
de textos que si por un lado son paralelos a los anteriores, por otro parecen
contrarios a ellos, pues introducen un elemento nuevo, que es el espíritu
cristiano, en lugar del antiguo mosaico. Véanse los más salientes:
Is. XXXII, 15:
La viña de Israel, dice Isaías, estará desolada, donec effundatur super nos spiritus de excelso.
Id. XLIV, 3-4:
Effundam enim aquas super
sitientem, et fluenta super aridam; effundam spiritum meum super semen tuum, et
benedictionem meam super stirpem tuam: et germinabunt inter herbas, quasi
salices juxta præterfluentes aquas (cf.
Is. XXXV, 1 ss; XLI, 17-20; XLIX, 10;
LV, 1; al).
Jer. XXIV, 6-7: Reducam eos in terram hanc: et ædificabo eos,
et non destruam: et plantabo eos, et non evellam. Et dabo eis cor ut sciant me, quia ego sum
Dominus: et erunt mihi in populum, et ego ero eis in Deum, etc.
Id. XXXI, 31-33:
Ecce dies venient, dicit
Dominus, et feriam domui Israël et domui Juda fœdus novum, non secundum pactum
quod pepigi cum patribus eorum in die qua apprehendi manum eorum ut educerem
eos de terra Ægypti, pactum quod irritum fecerunt: et ego dominatus sum eorum, dicit
Dominus. Sed hoc erit pactum quod feriam cum domo Israël post dies illos, dicit
Dominus: dabo legem meam in visceribus eorum, et in corde eorum scribam eam, et
ero eis in Deum, et ipsi erunt mihi in populum (cfr. Heb. VIII, 8; II
Cor. III, 2 ss; Jer. III, 16-17).
Id. XXXII, 37-40: Reducam eos ad locum istum, et habitare eos faciam confidenter: et
erunt mihi in populum, et ego ero eis in Deum. Et dabo eis cor unum, et viam
unam, ut timeant me universis diebus, et bene sit eis, et filiis eorum post eos.
Et feriam eis pactum sempiternum, et non desinam eis benefacere, etc.
Ez. XXXVI, 24-28: Tollam quippe vos de
gentibus, et congregabo vos de universis terris, et adducam vos in terram
vestram. Et effundam super vos aquam mundam, et mundabimini ab omnibus
inquinamentis vestris, et ab universis idolis vestris mundabo vos. Et dabo
vobis cor novum, et spiritum novum ponam in medio vestri: et auferam cor
lapideum de carne vestra, et dabo vobis cor carneum. Et spiritum meum ponam in
medio vestri: et faciam ut in præceptis meis ambuletis, et judicia mea
custodiatis et operemini. Et habitabitis in terra quam dedi patribus vestris: et eritis mihi in
populum, et ego ero vobis in Deum.
Casi lo mismo en Ez. XI, 17-20; Cfr. Ag. II, 6; Ap. XXI, 3.
Zac. XII, 6-10: Et habitabitur Jerusalem rursus in loco suo,
in Jerusalem. Et salvabit Dominus tabernacula Juda, sicut in principio, ut non
magnifice glorietur domus David, et gloria habitantium Jerusalem contra Judam.
In die illa proteget Dominus habitatores Jerusalem: et erit qui offenderit ex
eis in die illa quasi David, et domus David quasi Dei, sicut angelus Domini in
conspectu eorum. Et erit in die illa: quæram conterere omnes
gentes quæ veniunt contra Jerusalem. Et
effundam super domum David et super habitatores Jerusalem spiritum gratiæ et
precum: et aspicient ad me quem confixerunt,
etc.
Id. XIII, 1: In die illa erit fons patens domui David et
habitantibus Jerusalem, in ablutionem peccatoris et menstruatæ.
Como se ve, los textos de los dos
primeros grupos, sin dejar de mirar a lo religioso, se fijan preferentemente en
lo político, al contrario de los del tercer grupo, que miran preferentemente a
lo religioso, sin olvidar por eso lo político y temporal. Convienen, pues, en
la unidad de fondo. Todos ellos se refieren
al gran acontecimiento de la restauración nacional de Israel, restauración
completa en todos los órdenes y además definitiva, de manera que ese pueblo una
vez reintegrado y vuelto a su país, a su Dios y a su rey, no tornará a perder
jamás bienes tan preciados; antes gozará sin temor de todos ellos, con una
prosperidad nunca alcanzada. Tal restauración no ha tenido todavía lugar, y así
hemos de esperar que lo tendrá algún día.
Aunque esa restauración se presente
generalmente como una vuelta a lo antiguo, hay, sin embargo, una excepción, y
es en el lado estrictamente religioso, o sea de las relaciones del pueblo con
su Dios, que no serán ya según el antiguo pacto, sino según un pacto nuevo, un
nuevo espíritu, que pone en ellos un nuevo corazón. Hay, pues, una vuelta a lo
antiguo sólo en lo externo, que es como el cuerpo; mas lo interno, el corazón,
sufrirá una renovación completa. Es, como sabemos por S. Pablo, la novedad de la Economía cristiana, que se sustituye a
la vetustez de la Ley mosaica, el verdadero espíritu que vivifica, a la
verdadera letra que mata (II Cor. III, 6).
Bajo el aspecto religioso de la restauración, no hay ni puede haber en ella restitución o vuelta de lo antiguo, sino sustitución de la Nueva Economía, que es la
eterna, a la Economía Antigua, que es necesariamente pasajera y temporal (Gal. III, 23.24).
Salvo este punto, lo repito, la
restauración de Israel se presenta como una vuelta de lo antiguo, y entre las cosas que vuelven está el
pabellón de la casa de David, esto es, la dinastía davídica con sede en Sión,
como las tenía en otro tiempo: veniet potestas prima, regnum filiae Jerusalem (Mich. IV, 8).
Y con esto tenemos en pie la llamada
deutérosis judaica, que no es necesariamente milenaria, como se
pretende, ni tampoco judaizante en el sentido peyorativo del vocablo.
No es necesariamente milenaria, porque
al milenarismo, en su acepción histórica, le es esencial la presencia, visible
o invisible, de Cristo rey y de los Santos correinantes en la tierra, cosa de
que no se trata aquí[1],
como vais viendo por el desarrollo del discurso. Ni es tampoco judaizante,
porque no se admite, antes se niega expresamente la vuelta del mosaísmo como base
religiosa.
Según esto, son soluciones imperfectas las de aquellos
exégetas que, mirando preferentemente a los textos de los dos primeros grupos,
creen ver cumplidos los magníficos oráculos en la mezquina restauración histórica
de Israel (cf. Esdr. III, 12; Zac. IV, 10) a la vuelta de Babilonia; o bien
insistiendo con más ahínco en los del tercer grupo, danse por satisfechos con
la fundación y difusión de la Iglesia en la gentilidad —la plenitudo
gentium de S. Pablo (Rom. XI, 25; cf. Lc. XXI, 24), sin
cuidarse más de Israel, a quien miran directamente las promesas. No es ese el
camino de una exégesis racional y ponderada. Era menester no olvidar que Ageo,
Zacarías y Malaquías, con haber escrito después del cautiverio babilónico,
siguen anunciando la restauración nacional, en un lenguaje igual al de los
profetas anteriores; que posteriormente el autor del Eclesiástico (cap. XXXVI),
con alusiones continuas a la antiguas profecías, pide insistentemente al Señor
que acelere el tiempo de esa restauración, cabalmente ut prophetae
fideles inveniantur (Ecco. XXXVI, 18); que según consta por la historia
de Israel, aquel pueblo siguió y sigue esperando la restauración prometida, y
de ello es un eco la insinuante pregunta de los discípulos al Maestro: Domine,
si in tempore hoc restitues regnum Israel? (Act. I, 6). Y lo que es más, los
mismos Apóstoles, aun después de iluminados siguen anhelando la dicha restauración
y eso en cumplimiento de los antiguos vaticinios (Act. III, 20.21; cf. Rom.
cap. XI, al.).
* * *
No queremos con esto negar
absolutamente el cumplimiento de los vaticinios en la restauración postexílica
y en el establecimiento de la Iglesia. Cumpliéronse también con eso, mas sólo
imperfectamente.
Con el establecimiento de la Iglesia
cristiana se inauguró efectivamente aquella nueva alianza, a la que serán algún
día admitidos los hebreos convertidos, los cuales con su conversión al Mesías
verdadero recobrarán todas las prerrogativas que perdieron por su apostasía: sine poenitentia enim sunt dona et vocatio
Dei (Rom. XI, 29). Ni debiera alarmar al cristiano un desenlace de este
género, si enim amissio eorum, reconciliatio
est mundi; quae assumptio nisi vita ex mortuis? (Rom. XI, 15).
También con la vuelta del cautiverio
se cumplieron de algún modo los vaticinios de la restauración final, ya que
aquella restauración histórica era presagio de esotra restauración escatológica,
según nos certifica Zacarías (III, 8); y así, en los vaticinios del
ciclo babilónico, a través de los eventos próximos e inmediatos de ese ciclo,
cuan-do no directamente, hemos de contemplar los eventos ulteriores de un ciclo
paralelo, y entre ellos la restauración definitiva de Israel, según iremos
viendo en este estudio.
[1] Nota del Blog: sobre la mente del autor no cabe la
menor duda, ¿pero qué decir de Zac. XII,
10; Mt. XXIV, 30 (Mc. XIII, 26);
XXVI, 64 y concordantes; Ap. I, 7, por no citar Hech. I, 11 donde los ángeles de la
Ascención afirman claramente que Jesucristo
“volverá de la misma manera que lo habéis visto subir al cielo”.