La llave de David (II de II)
En la Primera Parte vimos que Castellani identificaba “la
llave de David” con “las llaves del Reino de los Cielos”. En esta segunda parte
vamos a observar una nueva identificación de la llave de David; identificación que creemos igualmente errónea.
Al comentar el título de Jesucristo en la primera Iglesia, Castellani
hace una observación que fácilmente pasa desapercibida[1], pero creemos que comete un
error parecido al que vimos en la primera parte.
Después de citar el versículo 1 del capítulo II que dice:
“Esto dice
El que tiene las siete estrellas en su diestra
Y anda en medio de los siete candelabros
De oro…”
Castellani comenta (énfasis nuestros):
“Al comienzo de cada mensaje a las Iglesias, el Ángel declina los títulos
de Cristo, descomponiendo la imagen de la Visión Preambular; menos el título
de la última Iglesia, Laodicea, que es nuevo” (pag. 38).
Hasta aquí las palabras de Castellani. Según el Padre, pues, los
títulos de las primeras seis Iglesias están tomadas de la visión preliminar, es
decir, de los vv. 12-18, que dice así:
12. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo. Y
vuelto vi siete candelabros de oro,
13. y, en medio de los candelabros, alguien como Hijo
de hombre, vestido de ropa talar, y ceñido el pecho con un ceñidor de oro.
14. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana
blanca, como la nieve; sus ojos como llamas de fuego.
15. y sus pies semejantes a bronce bruñido al rojo
vivo como en una fragua; y su voz como voz de muchas aguas.
16. Y tenía en su mano derecha siete estrellas; y de
su boca salía una espada aguda de dos filos; y su aspecto como el sol cuando
brilla en toda su fuerza.
17. Cuando le vi caí a sus pies como muerto; pero Él
puso su diestra sobre mí y dijo: “no temas; Yo soy el primero y el último.
18. y el Viviente; y fui muerto, y he aquí que vivo
por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y del hades.
Veamos pues, las citas de las primeras cinco Iglesias:
1) Éfeso: “Al Ángel de
la Iglesia de Éfeso escríbele:
“Esto dice el que tiene (fuertemente) las siete estrellas en su mano
derecha, el que anda en medio de los siete candelabros de oro” (II, 1).
El título
de Cristo está tomado de:
I, 13: “Y en
medio de los candelabros, alguien como Hijo de Hombre…”
I, 16: “Tenía
en su mano derecha siete estrellas”.
2) Esmirna: “Y al Ángel de la Iglesia de Esmirna escríbele: “estas cosas dice el primero y el último, el
que fue muerto y volvió a la vida” (II,
8).
Este título
de Cristo se encuentra en:
I,
17-18: “No temas;
Yo soy el primero y el último y el Viviente; y fui muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos…”.
3) Pérgamo: “Y al ángel
de la Iglesia de Pérgamo
escríbele: “Esto dice el que tiene la espada, la de dos filos, la aguda” (II, 12).
Este título
de Cristo se encuentra en
I, 16: “De su boca salía una espada aguda de dos filos”.
4) Tiatira: “Y al Ángel
de la Iglesia de Tiatira
escríbele: “esto dice el Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llamas de
fuego, y los pies como bronce bruñido” (II,
18).
Este título
de Cristo se encuentra en:
I,
14-15: “Sus ojos como llamas de fuego y sus pies semejantes
a bronce bruñido…”
5) Sardes: “Al
Ángel de la Iglesia de Sardes escríbele: “Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las
siete estrellas: conozco tus obras: que tienes nombre de viviente pero estás
muerto” (III, 1).
El título de
Cristo está tomado de:
I, 16: “Y tenía en su mando derecha siete estrellas”.
Bien, estos
son los cinco primeros títulos. Hasta aquí coincidimos con Castellani, y también estamos de acuerdo cuando dice que el título
de la séptima Iglesia no se encuentra en esa visión preliminar. Analicemos, sin
embargo, con algo más de atención el título de la Iglesia de Filadelfia (III, 7):
“Y al ángel
de la Iglesia de Filadelfia escríbele: “Esto dice el Santo, el Veraz, el
que tiene la llave de David, el que abre y nadie cerrará, y que cierra y nadie
abre”.
El título
de Jesús en esta Iglesia es doble:
por un lado “el Santo, el Veraz” y por el otro, “el que tiene la llave de
David, etc”. Si releemos los vv. 12-18
del primer capítulo vemos que no hay nada que coincida con el primer título
y en cambio con el segundo, lo único que se parece
a la llave de David, es lo que
Nuestro Señor dice en la segunda parte del v.
18:
“Y el Viviente; y fui muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los
siglos y tengo las llaves de la muerte y del hades”.
En el Nuevo Testamento se hace referencia a varias llaves[2]:
1) Las de la muerte y del hades: Apoc. I, 18.
2) La de David: Apoc.
III, 7
3) La del Abismo: Apoc. IX, 1; XX, 1.
4) Las del Reino de los Cielos: Mt. XVI, 19.
Parecería
que todas estas llaves, propiedad de Jesucristo,
son entregadas por Él mismo en diversos momentos y a diversos seres, con
excepción, tal vez, de las llaves de la muerte y del hades.
La llave del Abismo es
entregada en dos oportunidades: la primera vez es dada a “la estrella que había
caído del cielo a la tierra” (Apoc. IX,
1-2), la cual parece coincidir con el ángel Ajenjo de la tercera trompeta,
mientras que en la segunda oportunidad es dada al ángel que encadena a Satanás
en el abismo tras la derrota de la Bestia (XX,
1-3).
Las llaves del Reino de los Cielos, o Reino de Dios, es entregada a Pedro.
Las llaves de la muerte y del hades parece que recién se utilizan en el juicio final cuando
el Apocalipsis dice: “… la muerte y el
hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno
según sus obras, etc.” (Apoc. XX, 13)[3].
Sobre la llave de David ya hablamos en el
artículo anterior.
Ahora bien,
¿qué son “la muerte y el hades” y “el abismo”?
Sobre esto
ya habíamos hablado en otra oportunidad; cfr. AQUI.
Para resumir, digamos
simplemente lo siguiente:
1) El abismo es el lugar temporario en donde se encuentra una determinada clase de ángeles, los cuales son liberados durante cinco meses con la
quinta trompeta, y allí será arrojado Satanás durante el Milenio, también temporariamente.
2) El Hades o infierno es el lugar temporario en donde se encuentran las
almas[4]. De allí saldrán en el juicio
final[5] para resucitar, ser juzgadas y
arrojadas al lago de fuego por toda la eternidad, junto con los ángeles caídos.
Ahora
bien, después de lo dicho uno se puede preguntar ¿cuál es o puede ser la relación
entre la llave de David y las de la muerte y el hades? (notar una
vez más las diferencias entre el singular y el plural). Y puesto que, según Castellani, “la llave de David” es
idéntica a “las llaves del Reino de Dios”, se sigue lógicamente que ésta se
identifica con la de “la muerte y el hades”.
Creemos
que hay una razón profunda por la cual los títulos de las cinco primeras Iglesias
se encuentran en la visión preliminar y no así los de las dos últimas Iglesias,
pero esto lo dejaremos para el análisis de la segunda parte de La Estructura del Apocalipsis, que ya se ha hecho esperar más de la cuenta.
Vale!
[1] Otros autores también coinciden con Castellani; véase L.
Poirier, O.F.M., Les Sept Églises,
pag. 31-32.
[2] Podría agregarse Lc. XI, 52
donde Nuestro Señor reprocha a los hombres de la Ley el tener la llave del conocimiento, que según Straubinger corresponde a la
interpretación de las Escrituras. En este caso se podría hacer una
analogía desta llave con la “potestas docendi”
o poder de magisterio de que goza la Iglesia. Sin embargo, por lo que parecería
ser el pasaje paralelo que se encuentra en Mt
XXV, 13, se puede ver que esta llave es sobre “el reino de los cielos”,
llave que los judíos perdieron y pasó a la Iglesia (Mt. XVI, 19).
[3] Algunos autores dicen que estas llaves las usó Nuestro Señor en su
descenso al infierno y posterior liberación de las almas retenidas en el seno
de Abrahán. Esto es bastante plausible pero aún así en nada afecta a nuestra
tesis principal.
[4] En el Nuevo Testamento es usado indistintamente para las almas en
estado de gracia o no. Pero después de la resurrección de Jesucristo es usado solamente en referencia a los condenados. En
este sentido hablamos del hades aquí.
[5] Ya hemos dicho en otra oportunidad que tanto Daniel como Jesucristo
mismo hablan de una resurrección “primera”, si es lícito hablar así, para
algunos condenados, en particular para quienes lo juzgaron; pero sobre esto
esperamos hablar con algo más de detenimiento en otra ocasión.