La
Parábola del Propietario Vigilante
En el interesantísimo libro del P.
Thibaut[1],
lleno de excelentes ideas, encontramos estas palabras:
“El decorado
evangélico es también de una extrema sobriedad; a menudo hay falta o
insuficiencia de información sobre el cuadro local, temporal o personal
de las logia (palabras)… la
mayoría de las cuales fueron en su momento palabras ocasionales, perfectamente
adaptadas a los oyentes del momento y sacando de sus preocupaciones o de su
situación un complemento de significación de ninguna manera despreciable…
Por ahora un ejemplo sugestivo será suficiente… Se trata de la pretendida parábola
del Propietario vigilante (Mt.
XXIV, 43; Lc XII, 39). Generalmente se la interpreta como una sentencia general,
sin dependencia del tiempo, lugar o personas. “Comprended bien esto, porque si
supiera el amo de casa a qué hora de la noche el ladrón había de venir, velaría
ciertamente y no dejaría horadar su casa.” Es,
se dice, un modelo de vigilancia que Cristo propone acá a los discípulos, como lo muestra lo que sigue:
“Por eso, también vosotros estad prontos, porque a la hora que no pensáis,
vendrá el Hijo del Hombre”. Nosotros somos de una opinión completamente
opuesta: “el logion es una lección de cosas y no toma su vero sentido
más que en el cuadro real que lo ha provocado. Jesús pasa con sus discípulos ante una casa cuya muralla horadada
denuncia el éxito de un ladrón nocturno; aprovecha la ocasión para ilustrar
la seca comparación que se encuentra en otros lugares: “El Hijo del hombre
vendrá como un ladrón” (I Tes. V, 2; II Ped. III, 10; Apoc. III, 3; XVI, 15).
Señalando con el dedo: “Sabedlo bien, les dice, porque si el dueño de
casa hubiera sabido la hora de la venida del ladrón, hubiera vigilado
y no hubiera dejado horadar su casa” (como lo veis).[2] Lo que el logion pone de relieve no es, en absoluto, la
vigilancia del propietario; la muralla horadada prueba, por el contrario, que
el desgraciado no ha vigilado para nada, sino que ha sido víctima de la sorpresa.
Y bien es esta sorpresa, sobre la cual los discípulos tienen ahora un
sentimiento muy vivo, la que les debe servir de lección. El Hijo del hombre
vendrá en efecto como un ladrón, y al igual que el dueño de la casa horadada, ignorarán
la hora de Su venida. No hay más que un medio, uno solo, de no ser tomado de improviso
y es el de estar siempre listos...”[3].
Estas
palabras prueban, entre otras cosas, que este pasaje de San Mateo, insertadas en
su Discurso Parusíaco, no fueron dichas en el Monte de los Olivos sino en otra
ocasión y traídas a colación por el Evangelista en razón de la materia. Sobre este modo
de componer el Evangelio ya hemos hablado algo en nuestro estudio sobre el Discurso
Parusíaco y allí nos remitimos.
Vale!
[1] Le sens des paroles du Christ, Desclée, 1940.
[2] El hecho de que los verbos saber (ᾔδει), vigilar (ἐγρηγόρησεν) y dejar (ἀφῆκεν) estén en pluscuamperfecto y no en subjuntivo como quieren Straubinger,
Bover, Crampon, etc. (que además omiten el “hubiera vigilado” en
el pasaje de San Lucas) es un interesante indicio que confirmaría la
exégesis del ilustre jesuita.