La encíclica Mystici Corporis hace más que indicar la inseguridad de aquel que está
“dentro” de la vera Iglesia sólo en razón de un deseo implícito de entrar a
ella como miembro. Muestra además que la
oración del Romano Pontífice y de la Iglesia misma, al expresar la voluntad
misma de Dios en este tema, es que tales personas en realidad sean miembros de
la Iglesia Católica. La encíclica continúa:
“Entren, pues, en la
unidad Católica y unidos todos con Nos en el único organismo (compagine) del Cuerpo de Jesucristo, converjan en una sola
Cabeza en comunión de amor gloriosísimo. Sin interrumpir jamás las plegarias al
Espíritu de amor y de verdad, Nos los esperamos con los brazos elevados y
abiertos como a los que vienen no a casa ajena sino a la propia casa paterna.
Pero sí deseamos que la
incesante plegaria común de todo este Cuerpo místico se eleve a Dios, para que
todos los descarriados entren cuanto antes en el único redil de Jesucristo, declaramos con todo que es
absolutamente necesario que esto se haga libre y espontáneamente, ya que nadie
cree sino queriéndolo. Por esta razón, si algunos, sin fe, son de hecho
obligados a entrar en el edificio de la Iglesia y acercarse al altar y recibir
los Sacramentos, éstos sin duda no por eso se convierten en verdaderos fieles
de Cristo; porque la fe, sin la cual
es imposible agradar a Dios debe ser un libérrimo homenaje del entendimiento y
de la voluntad”.
Esta sección de la Mystici
Corporis Christi saca a luz el hecho a veces olvidado de que es siempre
algo bueno y deseable para aquel que está “dentro” de la Iglesia solo por un
deseo, volverse de hecho miembro de la Iglesia. Antes de la publicación de esta
encíclica había una tendencia de parte de algunos escritores Católicos en el
campo de la eclesiología que decían que la no pertenencia a la Iglesia era, por
lo menos bajo ciertas circunstancias, una cosa aceptable para aquellos que
deseaban la membrecía. Esta enseñanza errónea era presentada generalmente por
hombres que habían sido engañados por el falso ecumenismo contra el cual
protestó Pío XII en la Humani generis. Esta clase de hombres seguían
las doctrinas y adoptaron las actitudes de los incrédulos que siempre han
rechazado las conversiones individuales a favor de alguna ilusoria reunión
colectiva.
De hecho, como lo muestra tan bien la encíclica, el estatus de la
persona que desea entrar a la Iglesia, incluso cuando es un deseo meramente
implícito, es objetivamente una situación de presión o tensión. La fuerza de la
caridad divina impele al hombre a desear que realmente sea y permanezca parte o
miembro del Cuerpo Místico de Jesucristo. Mientras permanezca sin esa membrecía
su deseo quedará frustrado. En sí misma, la Iglesia Católica es el reino
y la ciudad y la casa de Dios mismo. Es el único lugar apropiado para quienes
son hijos adoptivos de Dios por medio de la vida de la gracia santificante. El poder del mandato de Dios y la fuerza de
su propio deseo empujan a los no-miembros de la Iglesia Católica que gozan la
vida de la gracia santificante hacia la unión con la Iglesia Católica y con
Nuestro Señor por medio de los lazos externos de unidad, los factores que
constituyen al hombre como miembro del vero y único reino de Dios sobre la
tierra.
Por lejos la mayor contribución hecha en la Mystici Corporis Christi para entender apropiadamente el dogma de
que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, se hizo indirectamente,
por medio de la enseñanza fundamental de que la Iglesia Católica Romana visible
es en realidad definible como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Antes de la
promulgación de la Mystici Corporis
Christi y, desafortunadamente, incluso por un corto período de tiempo
después de su aparición, había una tendencia de parte de algunos escritores
Católicos populares de representar a la Iglesia Católica visible de alguna
forma distinta a y menor que el genuino “Cuerpo de Cristo” del que se habla en
las epístolas de San Pablo. Algunos de estos escritores describían el Cuerpo
Místico como una especie de “Iglesia Invisible”, e incluso hablaban de un
afecto a la Iglesia visible como algo que podía apartar de y ser opuesto al
amor por el vero Cuerpo Místico. Había otros que, de diversas maneras,
rechazaban para la Iglesia Católica visible las prerrogativas y la dignidad del
Reino de Dios o la Ciudad de Dios.
En cada uno de los casos el dogma de la necesidad de la vera y visible
Iglesia de Jesucristo para la obtención de la salvación eterna fue obvia y necesariamente
malinterpretada. En las mentes de los hombres que escribieron sobre este tema,
la única unidad social que podía ser descrita como genuinamente necesaria para
la obtención de la salvación eterna del hombre, era representada como algo en
alguna manera distinto de la sociedad que los hombres conocen como la Iglesia
Católica. Como Católicos, estos escritores, en su mayoría, no
querían rechazar la afirmación de que no hay salvación fuera de la Iglesia. Sin
embargo, de acuerdo con su posición sobre la existencia de una “Iglesia
invisible”, tendían a explicar el dogma en forma desviada y reducirlo a una
fórmula vacía o vana.
La Encíclica Mystici Corporis
Christi hizo que tal enseñanza fuera inexcusable después de su aparición
cuando claramente afirmó que: “Ahora bien, para definir y describir esta
verdadera Iglesia de Cristo –que es la Iglesia santa, católica, apostólica y
romana- nada hay más noble, nada más excelente, nada más divino que aquella
frase con que se le llama el Cuerpo Místico
de Cristo”[1].
En esta afirmación Pío XII repudió el gran y fundamental obstáculo para
una adecuada aceptación y comprensión de la enseñanza de que no hay salvación
fuera de la Iglesia Católica visible. La gran verdad que enunció había sido
contradicha por hombres que, a nivel eclesiológico, hicieron lo mismo que los
herejes de la primitiva Iglesia hicieron con respecto a Nuestro Señor mismo. En
aquellos tiempos antiguos, los herejes no tenían ningún problema en admitir la
existencia de Dios e incluso en un Hijo consubstancial de Dios. Sin embargo,
rechazaban ver en un Hombre colgado sangrante y humillado en la Cruz del
Calvario a la Persona que es el verdadero y natural Hijo de Dios.
Y sucedió que en años posteriores hubo personas que no tenían problema
alguno en admitir la existencia de un Cuerpo Místico de Jesucristo, pero definitivamente
no estaban dispuestos a admitir que la Iglesia visible a la cual veían
diariamente, la sociedad religiosa en la cual están mezclados buenos y malos,
pueda ser efectivamente este Cuerpo Místico del Redentor. Y así, a la luz de
esta básica confusión, nunca van a poder apreciar el hecho de que, en los
actuales designios de la providencia de Dios, esta sociedad visible es genuinamente
necesaria para la salvación eterna del hombre.
Los siguientes puntos se
encuentran en la Mystici Corporis Christi:
1) Las condiciones
para estar “dentro” de la Iglesia de forma tal de poden obtener en ella la
salvación eterna, no son objetiva y completamente idénticos a las condiciones
requeridas para ser miembros.
2) Es posible que un hombre obtenga la salvación “dentro” de la Iglesia
con solo tener un deseo implícito de estar en ella.
3) La condición de un hombre que está “dentro” de la Iglesia solamente
por un deseo es muy inferior a la de aquel que efectivamente miembro de la vera
Iglesia.
4) La Iglesia
católica Romana visible es idéntica a la unidad social designada como el Cuerpo
Místico de Cristo.
[1] Ibid. 199.