martes, 4 de febrero de 2014

Citas de San Juan a los Profetas sobre la Caída de Babilonia

   Como es sabido, el Apocalipsis presenta una gran variedad de citas del Antiguo Testamento. Straubinger da la siguiente cifra: 404 versículos y 518 citas, y si incluyéramos las meras alusiones, ciertamente tendríamos un número mucho mayor todavía.
   Désta forma, este libro viene a ser como un compendio y una verdadera llave maestra que nos ayuda a entender las profecías del Antiguo Testamento, y en pocas partes se puede apreciar esto tan claramente como en los capítulos XVII y XVIII, es decir, en lo referente a la caída de Babilonia.
   Este mosaico bíblico es muy similar al que trae Van Rixtel en su capítulo XVI, y de más está decir que lo que damos aquí no es (ni pretende serlo), en modo alguno, definitivo.

   Con estas citas buscamos probar, básicamente, dos cosas:

a) En primer lugar queremos recordar una vez más la elemental distinción entre la toma de Babilonia por los Persas en el 538, y la caída de Babilonia que es anunciada por los profetas y retomada con las mismas palabras, por San Juan.
Así, pues, es preciso desechar una vez más, la teoría del Tipo y del Antitipo, que no ha hecho más que confundir las cosas[1].

b) En segundo lugar, nos parece no sólo que los Profetas se entienden a la luz del Apocalipsis sino que la inversa también es verdadera, es decir, algunos pasajes del Apocalipsis se entienden a la luz de los Profetas. En las citas que damos a continuación podrán encontrarse algunos ejemplos déllo, de los cuales uno en especial ha llamado poderosamente nuestra atención, y nos parece que ha como iluminado gran parte del Apocalipsis, pero a esto le dedicaremos su propio artículo más adelante.

Pasemos, pues, directamente a los textos, que daremos prácticamente sin mayores comentarios.

Capítulo XVII


1. Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo diciendo: “Ven acá; te mostraré el juicio de la ramera, la grande, que sede sobre muchas aguas;

Jeremías LI, 13: “Tú que habitas junto a muchas aguas, rica en tesoros, ha llegado tu fin, (está llena) la medida de tus rapiñas”.


2. Con la cual fornicaron los reyes de la tierra y se embriagaron los habitantes de la tierra con el vino de su fornicación”.

Isaías XXIII, 16-17: “Toma la cítara, da la vuelta por la ciudad, cortesana olvidada, toca bien, multiplica tus canciones, para que seas recordada. Sí, al cabo de los setenta años[2], Yahvé visitará a Tiro[3]; y ella recibirá de nuevo su salario, y fornicará con todos los reinos de la tierra, que hay sobre la faz del orbe”.

Jer. LI, 7: “Babilonia era un cáliz de oro en la mano de Yahvé, para embriagar a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos de modo que enloquecieron”.

Nah. III, 4: “Es a causa de las muchas fornicaciones de la ramera, bella y encantadora, maestra en hechicerías, que con sus fornicaciones esclaviza a las naciones, y con sus hechizos a los pueblos”.


4. Y la Mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada con oro y piedra preciosa y perlas, teniendo en su mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y las inmundicias de su fornicación.

Jer. LI, 7: “Babilonia era un cáliz de oro en la mano de Yahvé, para embriagar toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos de modo que enloquecieron”. Cfr. XXV, 15 ss.


16. Y los diez cuernos que viste y la Bestia, estos aborrecerán a la Ramera y la dejarán desolada y desnuda y comerán sus carnes y la abrasarán en fuego.

Jer. L, 41-42: “He aquí que viene del Norte un pueblo; una nación grande y reyes poderosos; se alzan desde los extremos del orbe, empuñan el arco y el venablo, son crueles y sin piedad, sus voces son como el mar que brama, montan caballos y vienen armados como guerreros contra ti, oh hija de Babilonia”.



Capítulo XVIII


2. Y clamó con gran voz diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia la grande, y ha venido a ser habitación de demonios y prisión de todo espíritu inmundo y prisión de toda ave impura y detestada.

Is. XIII, 20-22: “Nunca jamás será habitada, ni poblada de generación en generación; no alzará allí el nómada su tienda; ni harán en ella majada los pastores. Se guarecerán allí las fieras del desierto; los búhos llenarán sus casas; se instalarán allí los avestruces, y los sátiros harán allí sus danzas. En sus palacios aullarán los chacales, y los perros salvajes en sus casas de placer”.

Is. XXI, 9: “Y he aquí que vinieron jinetes, de dos en dos, montados en caballos, y empezó a gritar y dijo: “Cayó, cayó Babilonia, y todas las estatuas de sus dioses yacen destrozadas por tierra”.

Is. XXIV, 10-12: “Devastada está la ciudad de la vanidad, cerrada toda casa, nadie puede entrar. Gritan por vino en las calles, ha desaparecido todo regocijo, desterrada está de la tierra la alegría. Lo que queda de la ciudad son escombros, y la puerta destruída, convertida en ruinas”.
Cfr. XXXIV 5-15.

Jer. L, 39: “Por eso habitarán (allí) las fieras con los chacales; y los avestruces tendrán en ella su morada; nunca jamás será habitada, ni volverá a ser poblada en los siglos”.

Jer. LI, 8: “De repente ha caído Babilonia, y ha sido quebrantada; lamentadla, tomad bálsamo para su herida, a ver si sana”.

Jer. LI, 36-37: “… secaré su mar y haré que se agoten sus fuentes[4]. Babel será un montón de ruinas, morada de chacales; objeto de pasmo y escarnio (tierra) sin habitantes”.

Sof. II, 14, 15: “Reposarán en medio de ella rebaños y toda clase de animales; tanto el pelícano como el erizo se alojarán en sus capiteles; en los huecos se oirán voces que murmullan, y la desolación estará en los umbrales; pues ha sido arrancado el maderaje de cedro ¡Esta es la ciudad alegre que habitaba en seguridad, la que decía en su corazón: “Yo y nadie más que yo!” ¡Cómo se ha convertido en desierto, en guarida de fieras! Cuantos pasen junto a ella silbarán y agitarán la mano”.

Bar. IV, 35: “Porque el Eterno enviará fuego sobre ella por largos días, y será habitada por demonios durante mucho tiempo”.


3. Porque del vino del furor de su fornicación bebieron todas las naciones y los reyes de la tierra fornicaron con ella y se enriquecieron los mercaderes de la tierra con el poder de su lujo”.

Jer. LI, 7: “Babilonia era un cáliz de oro en la mano de Yahvé, para embriagar a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos de modo que enloquecieron”.
Cfr. Ez. XXVII, 33.


4. Y oí otra voz del cielo que decía: “Salid de ella, pueblo mío, para no ser cómplice de sus pecados y que no recibas de sus plagas”.

Is. XLVIII, 20: “¡Salid de Babilonia, huíd de los caldeos! Anunciadlo con voz de júbilo…”.
Cfr. LII, 11.

Jer. L, 8: “Huíd de en medio de Babel, y salid del país de los caldeos, sed como los carneros que van delante del rebaño…”.

Jer. LI, 5-6: “Porque Israel y Judá no son viudas (desamparadas) de su Dios, Yahvé de los ejércitos: aunque su país está lleno de culpa contra el Santo de Israel. Huíd de en medio de Babilonia, salve cada uno su vida, no sea que perezcáis por la iniquidad de ella; porque tiempo es de la venganza de Yahvé; Él va a darle su merecido”.

Jer. LI, 45: “Salid de ella, oh pueblo mío, y salve cada cual su vida del furor de la ira de Yahvé”.

Zac. II, 7: “¡Sálvate, oh Sión, tú que habitas en Babilonia!”.


5. Pues sus pecados se han acumulado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades.

Jer. LI, 6: “Huíd de en medio de Babilonia, salve cada uno su vida, no sea que perezcáis por la iniquidad de ella; porque tiempo es de la venganza de Yahvé; Él va a darle su merecido”.

Jer. LI, 9: “Hemos procurado curar a Babilonia pero ella no ha sanado. Abandonadla, y vámonos cada cual a su país, pues su crimen alcanza hasta el cielo, y se alza hasta las nubes”.


6. Pagadle como ella ha pagado; retribuidle el doble conforme a sus obras; en la copa que mezcló, mezcladle doblado.

Salmo CXXXVI (CXXXVII), 8-9: “Hija de Babilonia, la devastada: bienaventurado aquel que ha de pagarte el precio de lo que nos hiciste. ¡Bienaventurado el que tomará tus pequeñuelos y los estrellará contra la peña!”.

Jer. L, 15: “Alzad contra ella el grito por todos lados; se rinde ya, caen sus baluartes, derribados están sus muros. Es la venganza de Yahvé; tomad venganza de ella; tratadla como ella os ha tratado a vosotros”.

Jer. L, 29: “Convocad contra Babilonia a muchos (pueblos) a todos los que entesan el arco; acampad contra ella a la redonda, para que nadie escape; dadle el pago de sus obras; haced con ella conforme a cuanto ella ha hecho, pues se ha alzado contra Yahvé, contra el santo de Israel”.
Cfr. Ez. XVII, 18.
Alápide cita también Jer. LI, 49.


7. Cuanto se glorificó a sí misma y vivió en lujo, otro tanto dadle de tormento y de luto, porque ella dice en su corazón: “Como reina estoy sentada y no soy viuda y jamás veré luto”.

Is. XLVII, 8: “Escucha, pues, esto, oh voluptuosa, tú que habitas en seguridad, y decías en tu corazón: “Yo y no hay más que yo, no quedaré viuda, nunca me veré sin hijos”.

Sof. II, 15: “¡Esta es la ciudad alegre que habita en seguridad, la que decía en su corazón: “Yo y nadie más que yo!”. ¡Cómo se ha convertido en desierto, en guarida de fieras! Cuantos pasen junto a ella silbarán y agitarán la mano”.


8. A causa de esto, en un solo día vendrán sus plagas: muerte y luto y hambre y será abrasada en fuego, porque poderoso es el Señor Dios que la ha juzgado.

Is. XLVII, 9: “Precisamente estas dos cosas vendrán de repente sobre ti, en un mismo día perderás los hijos y quedarás viuda. Vendrán sobre ti en toda su plenitud, a pesar de tus muchas hechicerías y de tus poderosos encantamientos”.

Jer. L, 32: “Tropezará el soberbio y caerá, sin que haya quien lo levante; pues pegaré fuego a sus ciudades que devorará a todos sus habitantes”.

Jer. LI, 25: “Heme aquí contra ti, oh monte destructor, que has destruido toda la tierra, dice Yahvé. Yo extenderé mi mano contra ti, y te haré rodar desde lo alto de las peñas: y te convertiré en monte consumido por las llamas”.


9. Y llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra, que con ella fornicaron  y vivieron en el lujo, cuando vean el humo de su incendio.

Is. XXXIV, 9-10 (sobre Edom): “Sus ríos se convertirán en pez, y su polvo en azufre, y su tierra será como pez ardiente, que no se apagará ni de noche ni de día y cuyo humo subirá eternamente”.
Cfr. Apoc. XIX, 3.

Jer. L, 46: “A la noticia de la conquista de Babilonia, temblará la tierra, darán alaridos las naciones”.


10. Manteniéndose lejos por miedo al tormento de ella diciendo: “Ay, ay, Babilonia: ciudad grande, ciudad poderosa, porque en una sola hora vino el juicio tuyo”.

Is. XLVII, 9: “Precisamente estas dos cosas vendrán de repente sobre ti, en un mismo día perderás los hijos y quedarás viuda. Vendrán sobre ti en toda su plenitud, a pesar de tus muchas hechicerías y de tus poderosos encantamientos”.


11. Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque nadie compra más sus cargamentos.

Ez. XXVII, 28-36: “Al estruendo de los gritos de tus pilotos se estremecerán las playas, y todos los que manejan el remo, bajarán de sus naves; los marineros y todos los pilotos del mar, saltarán a tierra. Levantarán su voz sobre ti y se lamentarán amargamente; echarán polvo sobre sus cabezas y se revolcarán en ceniza. Por tu causa se raparán la cabeza y se ceñirán de cilicio; y te llorarán con amargura de alma, con dolor amarguísimo. En su dolor entonarán sobre ti una elegía cantando de ti: ¿Quién como Tiro? ¿Quién como la que (ahora) yace silenciosa en medio del mar? Con las ganancias de tu comercio marítimo hartabas a muchos pueblos; con la abundancia de tus riquezas y de tus mercancías enriquecías a los reyes de la tierra. Quebrantada por el mar estás ahora, sepultada en lo profundo de las aguas, ha cesado tu comercio y todo el gentío que te llenaba. Todos los habitantes de las islas se espantan de ti; sus reyes quedan atónitos, háseles demudado el rostro. Los comerciantes de los pueblos te silban; has venido a ser un objeto de pasmo y ya no existirás por los siglos”.
Cfr. todo el cap. XXVII.


17… Y todo piloto, y todos los que navegan de lugar en lugar y los marineros y todos los que trabajan el mar se detuvieron lejos…”

Ez. XXVII, 28: “Al estruendo de los gritos de tus pilotos se estremecerán las playas, y todos los que manejan el remo, bajarán de sus naves; los marineros y todos los pilotos del mar, saltarán a tierra…”.


20. ¡Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros, los santos y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios os ha hecho justicia!

Jer. LI, 48: “Celebrarán lo sucedido a Babilonia los cielos y la tierra y cuanto hay en ellos, porque desde el norte vendrán sobre ella los devastadores”. Cfr. Apoc. XIX, 1.
Cfr. Deut. XXXII, 43 y Lc. XI, 59.


21. Y un ángel poderoso alzó una piedra grande como rueda de molino, y la arrojó al mar, diciendo: “Así de golpe será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada jamás.

Jer. LI, 63, 64: “Y después de leer este libro, atarás a él una piedra y lo arrojarás en medio del Éufrates; y dirás: “Así se sumergirá Babilonia, y no se recobrará del mal que voy a traer sobre ella. Así quedarán destruídos”.


22. Y la voz de citaristas, y de músicos y de flautistas y de trompetistas no se oirá más en ti, y en ti no volverá a hallarse artífice de arte alguno, y la voz del molino no se escuchará más en ti.

Is. XXIV, 1-13: “He aquí que Yahvé devastará la tierra, y la dejará desolada, trastornará la superficie de ella y dispersará sus habitantes. Y será del pueblo como del sacerdote, del siervo como de su amo, de la sierva como de su dueña, del comprador como del vendedor, del que presta como del que toma prestado, del acreedor como del deudor. La tierra será devastada y saqueada del todo, por cuanto Yahvé así lo ha decretado. La tierra se consume de luto, el orbe se deshace y se marchita; desfallecen los magnates[5] de la tierra. La tierra está profanada por sus habitantes; pues han traspasado las leyes y violado los mandamientos, han quebrantado la alianza eterna. Por eso la maldición devora la tierra, y son culpables sus moradores; por eso serán consumidos los habitantes de la tierra, y quedará solamente un corto número (de hombres). Llora el vino, languidece la cepa, gimen cuantos se alegraban de corazón. Ha cesado el júbilo del tamboril, se acabó la algazara de la gente alegre, ya no se oye más el alegre son de la cítara. No se bebe ya vino entre cantares, y las bebidas dulces son amargas para los bebedores. Devastada está la ciudad de la vanidad, cerrada toda casa, nadie puede entrar. Gritan por vino en las calles, ha desaparecido todo regocijo, desterrada está de la tierra la alegría. Lo que queda de la ciudad son escombros, y la puerta destruída, convertida en ruinas”.

Ez. XXVI, 13: “Haré cesar la voz de tus cantares y no se oirá más el son de tus cítaras…”.


23. Y luz de lámpara no brillará más en ti, y voz de novio y de novia no se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías han sido engañados todas las naciones.

Is. XXIII, 8-9: “¿Quién decretó esto contra Tiro, que repartía coronas; cuyos comerciantes eran príncipes, y sus mercaderes, los grandes de la tierra? Yahvé de los ejércitos lo ha decretado, para acabar con toda gloria orgullosa y para humillar a todos los potentados de la tierra”.

Nah. III, 4: “Es a causa de las muchas fornicaciones de la ramera, bella y encantadora, maestra en hechicerías, que con sus fornicaciones esclavizaba a las naciones, y con sus hechizos a los pueblos”.






[1] Seguramente la (re)lectura deste Fenómeno de Lacunza ayudará mucho a aclarar algunas ideas.

[2] ¿Alusión a las 70 Semanas de Daniel?

[3] Parece que a Babilonia se le da en nombre de Tiro en cuanto que representa una urbe comercial llena de riquezas.

[4] ¿Sexta copa?

[5] Cfr. Apoc. VI, 15 y XVIII, 23.