Como es sabido, el Apocalipsis presenta una gran variedad de citas del
Antiguo Testamento. Straubinger da
la siguiente cifra: 404 versículos y
518 citas, y si incluyéramos las
meras alusiones, ciertamente
tendríamos un número mucho mayor todavía.
Désta forma, este libro viene a
ser como un compendio y una verdadera llave maestra que nos ayuda a entender
las profecías del Antiguo Testamento, y en pocas partes se puede apreciar esto
tan claramente como en los capítulos XVII y XVIII, es decir, en lo referente a
la caída de Babilonia.
Este mosaico bíblico es muy similar al que trae Van Rixtel en su capítulo
XVI, y de más está decir que lo que damos aquí no es (ni pretende serlo),
en modo alguno, definitivo.
Con estas citas buscamos probar, básicamente, dos cosas:
a) En primer lugar
queremos recordar una vez más la elemental distinción
entre la toma de Babilonia por
los Persas en el 538, y la caída de Babilonia que es anunciada
por los profetas y retomada con las
mismas palabras, por San Juan.
Así, pues, es preciso desechar una vez más, la teoría del Tipo y del
Antitipo, que no ha hecho más que confundir las cosas[1].
b) En segundo lugar,
nos parece no sólo que los Profetas se entienden a la luz del Apocalipsis sino
que la inversa también es verdadera, es decir, algunos pasajes del Apocalipsis se entienden a la luz de los Profetas.
En las citas que damos a continuación podrán encontrarse algunos ejemplos
déllo, de los cuales uno en especial ha
llamado poderosamente nuestra atención, y nos parece que ha como iluminado gran
parte del Apocalipsis, pero a esto le dedicaremos su propio artículo más
adelante.
Pasemos, pues, directamente a los textos, que daremos prácticamente sin
mayores comentarios.
Capítulo
XVII
1. Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo
diciendo: “Ven acá; te mostraré el juicio de la ramera, la grande, que sede sobre muchas aguas;
Jeremías LI, 13: “Tú que
habitas junto a muchas aguas, rica en tesoros, ha llegado tu fin, (está
llena) la medida de tus rapiñas”.
2. Con la cual fornicaron los reyes de
la tierra y se embriagaron los
habitantes de la tierra con el vino de su fornicación”.
Isaías XXIII, 16-17: “Toma la cítara, da la vuelta por la ciudad, cortesana
olvidada, toca bien, multiplica tus canciones, para que seas recordada. Sí, al
cabo de los setenta años[2], Yahvé visitará a Tiro[3];
y ella recibirá de nuevo su salario, y fornicará con todos los reinos de la
tierra, que hay sobre la faz del orbe”.
Jer. LI, 7: “Babilonia
era un cáliz de oro en la mano de Yahvé, para embriagar a toda la tierra; de su
vino bebieron los pueblos de modo que enloquecieron”.
Nah. III, 4: “Es a
causa de las muchas fornicaciones de la ramera, bella y encantadora, maestra en
hechicerías, que con sus fornicaciones esclaviza a las naciones, y con sus
hechizos a los pueblos”.
4. Y la Mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y
adornada con oro y piedra preciosa y perlas, teniendo en su mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y las
inmundicias de su fornicación.
Jer. LI, 7: “Babilonia
era un cáliz de oro en la mano de Yahvé, para embriagar toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos de modo
que enloquecieron”. Cfr. XXV, 15 ss.
16. Y los diez cuernos que viste y la Bestia,
estos aborrecerán a la Ramera y la dejarán desolada y desnuda y comerán sus
carnes y la abrasarán en fuego.
Jer. L, 41-42: “He aquí que viene del Norte un pueblo; una nación grande y reyes
poderosos; se alzan desde los extremos del orbe, empuñan el arco y el
venablo, son crueles y sin piedad, sus voces son como el mar que brama, montan
caballos y vienen armados como guerreros
contra ti, oh hija de Babilonia”.
Capítulo
XVIII
2. Y clamó con gran voz diciendo: “Ha
caído, ha caído Babilonia la grande, y ha venido a ser habitación de demonios y
prisión de todo espíritu inmundo y prisión de toda ave impura y detestada.
Is. XIII, 20-22: “Nunca jamás será habitada, ni poblada de
generación en generación; no alzará allí el nómada su tienda; ni harán en ella
majada los pastores. Se guarecerán allí las fieras del desierto; los búhos
llenarán sus casas; se instalarán allí los avestruces, y los sátiros harán allí
sus danzas. En sus palacios aullarán los chacales, y los perros salvajes en sus
casas de placer”.
Is. XXI, 9: “Y he
aquí que vinieron jinetes, de dos en dos, montados en caballos, y empezó a
gritar y dijo: “Cayó, cayó Babilonia, y
todas las estatuas de sus dioses yacen destrozadas por tierra”.
Is. XXIV, 10-12: “Devastada está la
ciudad de la vanidad, cerrada toda casa, nadie puede entrar. Gritan por vino en las calles, ha desaparecido todo
regocijo, desterrada está de la tierra la alegría. Lo que queda de la ciudad
son escombros, y la puerta destruída, convertida en ruinas”.
Cfr. XXXIV 5-15.
Jer. L, 39: “Por eso habitarán (allí) las fieras con los chacales; y los avestruces tendrán en ella
su morada; nunca jamás será habitada, ni volverá a ser poblada en los siglos”.
Jer. LI, 8: “De repente ha caído Babilonia, y ha sido
quebrantada; lamentadla, tomad bálsamo para su herida, a ver si sana”.
Jer. LI, 36-37: “… secaré su mar y haré que se agoten sus fuentes[4]. Babel será un
montón de ruinas, morada de chacales; objeto de pasmo y escarnio (tierra) sin habitantes”.
Sof. II, 14, 15: “Reposarán en medio de ella rebaños y toda clase de
animales; tanto el pelícano como el
erizo se alojarán en sus capiteles; en los huecos se oirán voces que murmullan,
y la desolación estará en los umbrales; pues ha sido arrancado el maderaje de
cedro ¡Esta es la ciudad alegre que habitaba en seguridad, la que decía en
su corazón: “Yo y nadie más que yo!” ¡Cómo se ha convertido en desierto, en
guarida de fieras! Cuantos pasen junto a ella silbarán y agitarán la mano”.
Bar. IV, 35: “Porque el Eterno enviará fuego sobre ella
por largos días, y será habitada por demonios durante mucho tiempo”.
3. Porque del vino del furor
de su fornicación bebieron todas las naciones y los reyes de la tierra fornicaron con ella y se
enriquecieron los mercaderes de la tierra con el poder de su lujo”.
Jer. LI, 7: “Babilonia era un cáliz de oro en la mano de
Yahvé, para embriagar a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos de modo
que enloquecieron”.
Cfr. Ez. XXVII, 33.
4. Y oí otra voz del cielo que decía: “Salid de ella, pueblo mío, para no ser
cómplice de sus pecados y que no recibas de sus plagas”.
Is. XLVIII, 20: “¡Salid de Babilonia, huíd de los
caldeos! Anunciadlo con voz de júbilo…”.
Cfr. LII, 11.
Jer. L, 8: “Huíd de en medio de Babel, y salid del
país de los caldeos, sed como los carneros que van delante del rebaño…”.
Jer. LI, 5-6: “Porque Israel y Judá no son viudas (desamparadas) de su Dios, Yahvé de los ejércitos: aunque su país
está lleno de culpa contra el Santo de Israel. Huíd de en medio de Babilonia, salve cada uno su vida, no sea que
perezcáis por la iniquidad de ella; porque tiempo es de la venganza de Yahvé;
Él va a darle su merecido”.
Jer. LI, 45: “Salid de ella, oh pueblo mío, y salve
cada cual su vida del furor de la ira de Yahvé”.
Zac. II, 7: “¡Sálvate, oh Sión, tú que habitas en
Babilonia!”.
5. Pues sus pecados se han
acumulado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades.
Jer. LI, 6: “Huíd de
en medio de Babilonia, salve cada uno su
vida, no sea que perezcáis por la iniquidad de ella; porque tiempo es de la
venganza de Yahvé; Él va a darle su merecido”.
Jer. LI, 9: “Hemos
procurado curar a Babilonia pero ella no ha sanado. Abandonadla, y vámonos cada
cual a su país, pues su crimen alcanza
hasta el cielo, y se alza hasta las nubes”.
6. Pagadle como ella ha
pagado; retribuidle el doble conforme a sus obras; en la copa que mezcló, mezcladle doblado.
Salmo CXXXVI (CXXXVII), 8-9: “Hija de Babilonia, la devastada: bienaventurado aquel que ha de pagarte el precio de lo que nos hiciste.
¡Bienaventurado el que tomará tus pequeñuelos y los estrellará contra la
peña!”.
Jer. L, 15: “Alzad
contra ella el grito por todos lados; se rinde ya, caen sus baluartes,
derribados están sus muros. Es la venganza de Yahvé; tomad venganza de ella; tratadla como ella os ha tratado a vosotros”.
Jer. L, 29: “Convocad
contra Babilonia a muchos (pueblos) a
todos los que entesan el arco; acampad contra ella a la redonda, para que nadie
escape; dadle el pago de sus obras;
haced con ella conforme a cuanto ella ha hecho, pues se ha alzado contra
Yahvé, contra el santo de Israel”.
Cfr. Ez. XVII, 18.
Alápide cita
también Jer. LI, 49.
7. Cuanto se glorificó a sí misma y vivió en lujo, otro
tanto dadle de tormento y de luto, porque ella
dice en su corazón: “Como reina estoy sentada y no soy viuda y jamás veré
luto”.
Is. XLVII, 8: “Escucha,
pues, esto, oh voluptuosa, tú que habitas en seguridad, y decías en tu corazón: “Yo y no hay más que yo, no quedaré viuda,
nunca me veré sin hijos”.
Sof. II, 15: “¡Esta es la ciudad alegre que habita en
seguridad, la que decía en su corazón: “Yo y nadie más que yo!”. ¡Cómo se
ha convertido en desierto, en guarida de fieras! Cuantos pasen junto a ella
silbarán y agitarán la mano”.
8. A causa de esto, en
un solo día vendrán sus plagas: muerte y luto y hambre y será abrasada en fuego,
porque poderoso es el Señor Dios que la ha juzgado.
Is. XLVII, 9:
“Precisamente estas dos cosas vendrán de
repente sobre ti, en un mismo día
perderás los hijos y quedarás viuda. Vendrán sobre ti en toda su plenitud,
a pesar de tus muchas hechicerías y de tus poderosos encantamientos”.
Jer. L, 32:
“Tropezará el soberbio y caerá, sin que haya quien lo levante; pues pegaré fuego a sus ciudades que devorará a
todos sus habitantes”.
Jer. LI, 25: “Heme
aquí contra ti, oh monte destructor, que has destruido toda la tierra, dice
Yahvé. Yo extenderé mi mano contra ti, y te haré rodar desde lo alto de las
peñas: y te convertiré en monte
consumido por las llamas”.
9. Y llorarán y se lamentarán sobre
ella los reyes de la tierra, que con ella fornicaron y vivieron en el lujo, cuando vean el humo de
su incendio.
Is. XXXIV, 9-10 (sobre
Edom): “Sus ríos se convertirán en pez, y
su polvo en azufre, y su tierra será como pez ardiente, que no se apagará ni de
noche ni de día y cuyo humo subirá eternamente”.
Cfr. Apoc. XIX, 3.
Jer. L, 46: “A la noticia de la conquista de Babilonia,
temblará la tierra, darán alaridos las naciones”.
10. Manteniéndose lejos por miedo al tormento de ella diciendo: “Ay, ay,
Babilonia: ciudad grande, ciudad poderosa, porque
en una sola hora vino el juicio tuyo”.
Is. XLVII, 9:
“Precisamente estas dos cosas vendrán de
repente sobre ti, en un mismo día perderás
los hijos y quedarás viuda. Vendrán sobre ti en toda su plenitud, a pesar de
tus muchas hechicerías y de tus poderosos encantamientos”.
11. Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan
sobre ella, porque nadie compra más sus cargamentos.
Ez. XXVII, 28-36: “Al
estruendo de los gritos de tus pilotos se estremecerán las playas, y todos los
que manejan el remo, bajarán de sus naves; los marineros y todos los pilotos
del mar, saltarán a tierra. Levantarán
su voz sobre ti y se lamentarán amargamente; echarán polvo sobre sus cabezas y
se revolcarán en ceniza. Por tu causa se raparán la cabeza y se ceñirán de
cilicio; y te llorarán con amargura de alma, con dolor amarguísimo. En su
dolor entonarán sobre ti una elegía cantando de ti: ¿Quién como Tiro? ¿Quién como la que (ahora) yace silenciosa en medio del mar? Con las ganancias de tu
comercio marítimo hartabas a muchos pueblos; con la abundancia de tus riquezas
y de tus mercancías enriquecías a los reyes de la tierra. Quebrantada por el
mar estás ahora, sepultada en lo profundo de las aguas, ha cesado tu comercio y
todo el gentío que te llenaba. Todos los habitantes de las islas se espantan de
ti; sus reyes quedan atónitos, háseles demudado el rostro. Los comerciantes de
los pueblos te silban; has venido a ser un objeto de pasmo y ya no existirás
por los siglos”.
Cfr. todo
el cap. XXVII.
17… Y todo piloto, y todos los que
navegan de lugar en lugar y los marineros y todos los que trabajan el mar se
detuvieron lejos…”
Ez. XXVII, 28: “Al estruendo de los gritos de tus pilotos
se estremecerán las playas, y todos los que manejan el remo, bajarán de sus
naves; los marineros y todos los pilotos del mar, saltarán a tierra…”.
20. ¡Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros, los
santos y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios os ha hecho
justicia!
Jer. LI, 48: “Celebrarán lo sucedido a Babilonia los
cielos y la tierra y cuanto hay en ellos, porque desde el norte vendrán
sobre ella los devastadores”. Cfr. Apoc.
XIX, 1.
Cfr. Deut. XXXII, 43 y Lc. XI, 59.
21. Y un ángel poderoso alzó una piedra grande como
rueda de molino, y la arrojó al mar, diciendo: “Así de golpe será precipitada
Babilonia, la ciudad grande, y no será hallada jamás.
Jer. LI, 63, 64: “Y
después de leer este libro, atarás a él
una piedra y lo arrojarás en medio del Éufrates; y dirás: “Así se sumergirá
Babilonia, y no se recobrará del mal que voy a traer sobre ella. Así quedarán
destruídos”.
22. Y la voz de citaristas, y de músicos y de
flautistas y de trompetistas no se oirá más en ti, y en ti no volverá a hallarse artífice de arte alguno,
y la voz del molino no se escuchará más en ti.
Is. XXIV, 1-13: “He
aquí que Yahvé devastará la tierra,
y la dejará desolada, trastornará la superficie de ella y dispersará sus habitantes. Y será del pueblo como del sacerdote, del siervo como
de su amo, de la sierva como de su dueña, del comprador como del vendedor, del
que presta como del que toma prestado, del acreedor como del deudor. La tierra
será devastada y saqueada del todo, por cuanto Yahvé así lo ha decretado. La
tierra se consume de luto, el orbe se deshace y se marchita; desfallecen los
magnates[5] de la tierra. La tierra está profanada por sus habitantes; pues han traspasado
las leyes y violado los mandamientos, han quebrantado la alianza eterna. Por
eso la maldición devora la tierra,
y son culpables sus moradores;
por eso serán consumidos los habitantes
de la tierra, y quedará solamente un corto número (de hombres). Llora el vino, languidece la cepa, gimen
cuantos se alegraban de corazón. Ha cesado el júbilo del tamboril, se acabó la
algazara de la gente alegre, ya no se oye más el alegre son de la cítara. No se
bebe ya vino entre cantares, y las bebidas dulces son amargas para los
bebedores. Devastada está la ciudad de la vanidad, cerrada toda casa, nadie
puede entrar. Gritan por vino en las
calles, ha desaparecido todo regocijo, desterrada está de la tierra la alegría.
Lo que queda de la ciudad son escombros, y la puerta destruída, convertida en
ruinas”.
Ez. XXVI, 13: “Haré cesar la voz de tus cantares y no se
oirá más el son de tus cítaras…”.
23. Y luz de lámpara no brillará más en ti, y voz de novio y de novia no se
oirá más en ti, porque tus mercaderes
eran los magnates de la tierra, porque con tus hechicerías han sido engañados
todas las naciones.
Is. XXIII, 8-9: “¿Quién
decretó esto contra Tiro, que repartía coronas; cuyos comerciantes eran príncipes, y sus mercaderes, los grandes de la
tierra? Yahvé de los ejércitos lo ha decretado, para acabar con toda gloria orgullosa y para humillar a todos los
potentados de la tierra”.
Nah. III, 4: “Es a
causa de las muchas fornicaciones de la ramera, bella y encantadora, maestra en hechicerías, que con sus
fornicaciones esclavizaba a las naciones, y con sus hechizos a los pueblos”.
[1] Seguramente la (re)lectura
deste Fenómeno de Lacunza ayudará mucho a aclarar algunas
ideas.
[2] ¿Alusión a las 70 Semanas de Daniel?
[3] Parece que a Babilonia se le
da en nombre de Tiro en cuanto que representa una urbe comercial llena de
riquezas.
[4] ¿Sexta copa?
[5] Cfr. Apoc. VI, 15 y XVIII, 23.