lunes, 10 de marzo de 2014

Si la permisión del pecado original cae fuera o dentro de una economía reparadora, por el P. Basilio de San Pablo, C. P. (IV de VIII)

3. DIOS SOLO PERMITE EL MAL DENTRO DE LA PROVIDENCIA DEL BIEN

El tercer contraste que ofrece la permisión del pecado fuera de una economía reparadora es aparecer en pugna con el principio general de que Dios sólo permite el mal con vistas a un bien mayor. Es la razón que da el Angélico para justificar la providencia divina en los males del universo.

Provisor particularis excludit defectum ab eo quod eius curae subditur, quantum potest: sed provisor universalis permittit aliquem defectum in aliquo particulari accidere, ne impediatur bonum totius... Cum igitur Deus sit universalis provisor totius entis, ad ipsius providentiam pertinet ut permittat quosdam defectus esse in aliquibus particularibus rebus ne impediatur bonum universi perfectum. Si enim omnia mala impedirentur multa bona deessent universo: non enim esset vita leonis, si non esset occisio animalium; nec esset patientia martyrum, si non esset persecutio tyrannorum[1].

Lo que se dice del mal físico debe afirmarse con mucha mayor razón del mal moral, permitido por Dios para realce del bien. San Agustín funda en esos mayores bienes el aguante de Dios frente a la provocación de los pecados[2].
Sin decreto de la encarnación con anterioridad a la permisión del pecado original ¿dónde estaría el bien mayor que nos dé razón de esa permisión y de sus consecuencias?
Los tomistas se ven y se desean para señalarlo, sin que aparezcan de acuerdo en este punto concreto. Se preguntan —como todos los teólogos— por qué Dios permitió el pecado de Adán, y al no poder señalar taxativamente un bien mayor, se contentan los más con adorar en un silencio poco teológico los designios de Dios.

Así Billuart cuando escribe:

Respondeo cum Contenson nos non posse nec debere praescribere rationes cur Deus voluerit peccatum permittere, judicia enim Dei abyssus multa: praesertim cum habeamus ex Scriptura Incarnationem esse propter peccatum, neutiquam autem peccaturn propter Incarnationem: non enim dicitur: sic Deus dilexit Christum, ut peccatum permiserit, sed e contra dicitur: sic Deus dilexit mundum, ut Filium suum unigenitum daret[3].


Otros van más adelante, negando el principio general de que la permisión del mal tenga que estar ordenada a un bien mayor. Así Medina, cuando escribe:

Exploratum est quod maior potest ordinari ad id quod minus est, ut illud foveat et conservet tamquam causam ad effectum, secundum quem modum caeli ordinantur tamquam causae ad effectus harum rerum inferiorum fovendos et vindicandos: imo non est formidandum concedere, quod Incarnatio Domini sit ordinata ad hominum salutem tamquam ad finem proximum, qui tamen finis proximus tandem ordinatur ad gloriam Dei et Christi, tamquam ad ultimum finem[4].

Cabe todo eso. Los que conceden de plano el principio de la permisión de los males, ordenada a mayores bienes, no pueden por menos de reconocer que Dios permitió el pecado porque tenía preparado su remedio. Así entre los antiguos, Báñez[5], y entre los modernos, Garrigou-Lagrange, quien reconociendo que la Encarnación, debet ad maius bonum ordinari, añade:

Ex hoc inmediate sequitur quod Deus non potuit permittere peccatum originale, quod universaliter ad totum genus humanum extenditur, nisi propter maius bonum. Quid est hoc maius bonum? Certo hoc non potest dici a priori. Sed, post factum, facta et revelata Incarnatione, videmus quod hoc maius bonum est Incarnatio redemptiva, quae pariter ad totum genus humanum extenditur, prout Christus pro omnibus hominibus mortuus est[6].

A la misma conclusión llegaba Donoso Cortés, llevado meramente de su fe y geniales intuiciones:

"Si Dios permitió la prevaricación de Adán ,consistió esto en que guardaba en reserva al Salvador del mundo, el que había de venir en la plenitud de los tiempos; aquel supremo mal era necesario para el bien supremo; y para esta gran ventura era necesaria aquella gran catástrofe. El hombre pecó porque Dios había determinado hacerse hombre; y hecho hombre sin dejar de ser Dios, tenía bastante sangre en sus venas y sobrada virtud en su sangre para lavar el pecado"[7].

Esta misma divergencia entre los tomistas más representativos revela los graves inconvenientes que efectivamente se descubren en colocar la permisión del pecado original fuera de la economía redentora.
Otro tanto ocurre a los escotistas. Permitido el pecado fuera de la economía en que de hecho lo vemos reparado, cabe preguntarles qué bien se propuso Dios con semejante permisión. Ese bien no pudo ser la encarnación del Verbo, decretada según ellos en signo anterior. Si nos dicen que la gloria de la redención en el Verbo encarnado, tenemos el mismo caso de los tomistas.
Estos graves inconvenientes, o duros contrastes, que descubrimos en la permisión del pecado fuera de toda economía reparadora, deberán llevarnos cuando menos a la suposición de que muy bien puede caer dentro de ella.




[1] I, 22, 2 ad 2.

[2] Serm. 301 de Sanctis; PL 38, 1382.

[3] Tract. de Incarn., disert. 3, a. 3.

[4] Comment. in III P. Sti. Thomae, q. 1, a. 3.

[5] Comentarios inéditos a la Tercera Parte de Santo Tomás (Madrid 1951), q. 1 a. 3, n. 12.

[6] Motivum Incarnationis fuit motivum misericordiae, en "Angelicum", 7 (1930).

[7] Ensayo..., L, 2, c. 7.