viernes, 28 de marzo de 2014

El Discurso Parusíaco XII: Respuesta de Jesucristo, VII. La Abominación de la Desolación en el Lugar Santo (II Parte)

La Abominación de la Desolación en el Lugar Santo.

II Parte

3) ¿Qué se entiende por Lugar Santo?

No se nos escapa que grandes autores como Lacunza identificaron el Lugar Santo con la Iglesia, pero es fácil ver que el genial exégeta chileno fue llevado a esta conclusión por rechazar como infundada, y en esto tenía razón, la opinión de aquellos que defendían que el Anticristo ha de ser el que va a reconstruir el Templo de Salomón, con lo cual había que buscar otra interpretación para este y otros pasajes semejantes. Sin embargo esto se soluciona fácilmente si se piensa que la última de las semanas profetizadas por Daniel comienza con la venida de Enoch y Elías como lo indica por ejemplo S. Hipólito y que la reconstrucción del Templo tendrá lugar durante la predicación de los dos Testigos.

Oñate comenta: “El “lugar santo” o “donde no debe” es sin duda alguna, el Templo. Las razones son: 1) El sentido natural de la frase. 2) La cita de Daniel, que se refiere al Templo.”[1]
Un tercer argumento podría tomarse del nombre mismo “Anticristo” que significa no sólo “contra Cristo” sino también “el que está en el lugar de Cristo”, ahora bien ¿cuál es el lugar de Jesucristo sino es el Templo?

En efecto en algunos lugares de las Escrituras leemos:

Juan I, 11: “Vino a su Casa y los suyos no lo recibieron”.

Malaquías III, 1 dice: “He aquí que envío a mi ángel que preparará el camino delante de Mí; y de repente vendrá a su Templo el Señor a quién buscáis, y el ángel de la Alianza a quien deseáis. He aquí que viene, dice Yahvé de los ejércitos”.

Esto se cumplió con la entrada Triunfal el domingo de Ramos como lo indica Mc XI, 11 al decir: “Y entró (Jesús) en Jerusalén en el Templo, y después de mirarlo todo, siendo ya tarde, partió de nuevo para Betania con los Doce” y Knabenbauer después de citar a Malaquías comenta las palabras resaltadas: “Miró todo lo que estaba en el Templo como Señor desa morada, y calló para darles tiempo a quienes lo rechazaban a fin que se corrigieran, pero luego al salir los reprendió ásperamente como incorregibles”.


Comentando II Tes. II, 4, Rigaux[2] dice:

“… estas expresiones, estas tradiciones miran aquí, sin dudas, al Templo de Jerusalén.

1) El verbo καθίσαι (sentándose) se entiende de un lugar bien determinado.

2) Los artículos τὸν ναὸν τοῦ θεοῦ (el Templo de Dios) indican que se trata del Templo por excelencia del vero Dios y, en tiempos en que Pablo escribía, el santuario seguía en pie, y no se había consumado la ruptura entre los judíos y los cristianos, sobre todo en Jerusalén.

3) Todo el pasaje depende de Daniel en donde el Templo profanado es el de la ciudad Santa.

4) Nuestro pasaje es paralelo a la abominación de la desolación anunciada en Mateo y Marcos.

Pero por este rasgo Pablo no afirma que el Templo durará hasta el fin de los tiempos… sentarse en el Templo es para él una atribución divina. El Santo de los santos es la propiedad y habitación inviolable de Dios. El santuario es el lugar donde los fieles van a adorarlo y le solicitan favores. Usurpar el lugar de Yahvé, desalojarlo de su habitación, es el acto más abominable que pueda cometerse contra Él “a fin de hacerse pasar por Él”…”.

Además, el Templo es llamado Lugar Santo en otros lugares de las Sagradas Escrituras, en varias ocasiones[3]:

Salmo XXIII (XXIV), 3: “¿Quién será digno de ascender al monte de Yahvé? y ¿quién estará en su lugar santo?

Salmo LXVII (LXVIII), 6: “Padre de los huérfanos y defensor de las viudas, Dios está en su lugar santo…”.

Ezequiel XLII, 14: “Cuando los sacerdotes hubieren entrado, no saldrán del lugar santo al atrio exterior, sino que deberán dejar allí las vestimentas con que ejercen el ministerio, pues son santas”.

I Macabeos IV, 36-38: “Entonces Judas y sus hermanos, dijeron: Ya que quedan destruidos nuestros enemigos, vamos ahora a purificar y restaurar el Templo. Y reunido todo el ejército, subieron al Monte Sión donde vieron desierto el lugar santo y profanado el altar y quemadas las puertas y que en los patios habían nacido arbustos como en los bosques y montes, y que estaban arruinadas todas las habitaciones de los ministros del Santuario”.

Juan XI, 47-48: “Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron un consejo y dijeron: “¿qué haremos? Porque este hombre hace muchos milagros. Si le dejamos continuar, todo el mundo va a creer en Él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar y también nuestro pueblo”.

Hechos: VI, 12-14: “También alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y cayendo sobre él lo arrebataron y lo llevaron al sinedrio, presentando testigos falsos que decían: “este hombre no deja de proferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley. Porque le hemos oído decir que Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y mudará las costumbres que nos ha transmitido Moisés”. Cfr. Por supuesto Mt. XXVI, 59 ss, Mc XIV, 58 ss.

Para terminar, no podemos dejar de citar aquí un bellísimo pasaje del libro de los Macabeos donde se explica la relación entre el Templo y el pueblo Judío.

II Mac V, 15-20: “Más ni aún con esto quedó satisfecho Antíoco; sino que además cometió el arrojo de entrar en el Templo, lugar el más santo de toda la tierra[4], conducido por Menelao, traidor a la patria y a las leyes; y tomando con sus sacrílegas manos los vasos sagrados, que otros reyes y ciudades habían puesto allí para ornamento y gloria de aquel lugar, los manoseaba de una manera indigna y los profanaba. Así Antíoco, perdida toda la luz de su entendimiento, no veía que si Dios mostraba por un poco de tiempo su indignación contra los habitantes de la ciudad, era por causa de los pecados de ellos; y que por lo mismo había experimentado semejante profanación aquel lugar. Porque de otra suerte, si no estuvieran envueltos en muchos delitos, este príncipe, como le sucedió a Heliodoro, enviado del rey Seleuco para saquear el tesoro, hubiera sido azotado luego que llegó, y precisado a desistir de su temeraria empresa. Mas Dios no escogió el pueblo por amor del lugar, sino a éste por amor del pueblo. Por cuyo motivo este lugar mismo ha participado de los males que han acaecido al pueblo, así como tendrá parte también en los bienes; y el que ahora se ve abandonado por efecto de la indignación del Dios todopoderoso, será nuevamente ensalzado a la mayor gloria, aplacada que esté aquel grande Señor”.

Désto se sigue no sólo que la tremenda destrucción del Templo por Tito en el año 70 fue como consecuencia de un crimen gravísimo, sino también que el Templo participará de los mismos bienes que el pueblo judío, es decir, que a una conversión parcial de los judíos con la venida de Enoc y Elías seguirá una restauración parcial del Templo como está indicado en los primeros versículos del cap. XI del Apocalipsis y a una conversión total de los judíos con la Parusía corresponderá una restauración total del Templo durante el Milenio tal cual está profetizado por Ezequiel en los sublimes capítulos XL-XLVIII.


Vale!





[1] Op. cit. El autor da una tercera razón con la cual no concordamos y es la siguiente: “3) Las palabras del Maestro sobre el Templo y la pregunta de los Apóstoles con relación a aquel dicho del Señor.”

[2] Les Épitres aux Thessaloniciens, Études Bibliques, 1956.

[3] Cfr. Sin embargo II Mac. II, 18.

[4] Es decir que “el lugar santo” al cual se refiere Nuestro Señor, así con el pronombre personal, indica que no se trata de un lugar santo cualquiera sino de “el” lugar santo por antonomasia.