La
Abominación de la Desolación en el Lugar Santo.
I Parte
Como
ya dijimos, los textos de Mt y Mc versan únicamente sobre la
Parusía y lo que inmediatamente la antecede.
En
el comienzo desta nueva parte Nuestro Señor pasa a responder la pregunta sobre
el signo de la Parusía.
El
texto en cuestión dice así:
Mateo XXIV
15
"Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, de la que habló el
profeta Daniel, estando (de pie) en el Lugar Santo -el que lee, entiéndalo-
Marcos XIII
14a
"Más cuando veáis la abominación de la desolación estando él (de pie) allí
donde no debe – ¡entienda el que lee!-
He
aquí, tal vez, uno de los pasajes proféticos más conocidos. Ya han sido explicadas
las diferencias entre los dos textos así que adentrémonos en la exégesis de los
mismos.
Por
ahora lo que sabemos es que la abominación de la desolación ha sido predicha
por el profeta Daniel, que va a suceder en el Lugar Santo y, por último,
que es un hecho futuro.
Teniendo
en cuenta todo esto, surgen aquí tres cuestiones para analizar:
1) ¿Dónde está predicho
esto por el Profeta Daniel?
Los comentadores están
concordes en afirmar que cuatro son los lugares en los cuales Daniel
hace referencia a la Abominación de la desolación:
a) Daniel VIII, 13:
“Y oí hablar a uno de los santos; y otro santo dijo a aquel que estaba
hablando: “¿Hasta cuándo durará (lo anunciado en) la visión del
sacrificio perpetuo, el pecado de la
desolación y el abandono del Santuario y del ejército que serán hollados?”
b) Daniel IX, 27:
“Él confirmará el pacto con muchos durante una semana, y a la mitad de la
semana cesará el sacrificio y la oblación; y
sobre el Santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la
consumación decretada se derrame sobre el devastador”.
c) Daniel XI, 31:
“Sus tropas vendrán y profanarán el Santuario de la Fortaleza; harán cesar el
sacrificio perpetuo y pondrán allí la
abominación del devastador”.
d) Daniel XII, 11:
“Desde el tiempo en que será quitado el sacrificio perpetuo y entronizada la abominación desoladora,
pasarán mil doscientos noventa días”.
Puesto que la referencia
de Nuestro Señor es sobre un hecho futuro y tanto VIII, 13 como XI,
31 se refieren, en principio, a Antíoco, es decir a un hecho pasado,
entonces nos quedan los otros dos versículos.
Oñate
comenta: “cuatro son los lugares que pueden venir en cuestión y la expresión
del Evangelio τὸ
βδέλυγμα τῆς ἐρημώσεως ocurre exactamente en XI, 31 y XII,
11. En IX, 27 que, por otra parte, es el que goza de más
probabilidades, aparece en el texto griego (LXX y Teodoción), pero es
discutible que así sea en el Texto hebreo. En VIII, 13, tan solo es
igual el segundo término de la expresión.”[1]
¿A cuál de las dos citas
se refirió Jesús? Para contestar esto hay que tener presente a qué
sucesos se refieren tanto Nuestro Señor como así también las otras dos citas de
Daniel.
Como ya dijimos
anteriormente Nuestro Señor, en el texto de Mt y Mc, se refiere a
los últimos tiempos y no a la destrucción de Jerusalén por Tito; con respecto a
Daniel XII, 11, en general
todos concuerdan en que se habla de los últimos tiempos, mientras que IX,
26-27 no goza de la misma unanimidad, sino que serios y graves autores
afirman que estos versículos no tratan sobre los últimos tiempos (Billot, Patrizi, Oñate, Ceuppens,
etc). Sin embargo, y sin entrar en mayores detalles, un solo argumento bastará
para probar que Daniel IX, 27
no puede referirse a la destrucción de Jerusalén en el año 70. El texto en
cuestión dice:
24. Setenta semanas están decretadas para tu pueblo y para tu ciudad
santa, a fin de acabar con la prevaricación, sellar los pecados y expiar la
iniquidad, y para traer la justicia eterna, poner sello sobre la visión y la
profecía y ungir al Santo de los santos.
25. Sábete pues y entiende: desde la salida de la orden de restaurar y
edificar a Jerusalén, hasta un Ungido, un Príncipe, habrá siete semanas y
sesenta y dos semanas; y en tiempos de angustia será ella reedificada con plaza
y circunvalación.
26. Al cabo de las sesenta y dos semanas será muerto el Ungido y no será
más. Y el pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad y el
Santuario; mas su fin será en una inundación; y hasta el fin habrá guerra (y)
las devastaciones decretadas.
27. El confirmará el pacto con muchos durante una semana, y a la mitad de
la semana cesará el sacrificio y la oblación; y sobre el santuario vendrá una
abominación desoladora, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el
devastador.
La profecía afirma que
después de la semana 69 será muerto el Ungido, que no puede ser otro más que Cristo, tras lo cual viene la
destrucción de la Ciudad y el Santuario (Tito
en el año 70), pero después el texto pasa a desarrollar la septuagésima semana
al decir que “él confirmará el pacto con muchos durante una semana”.
Ahora bien si cada semana corresponde a siete años, y debiera ser, según estos
autores, toda seguida, ¿cómo es que la profecía pasa, aproximadamente, del año
30, donde termina la semana 69, al año 70? Además nótese que el comienzo de la
última semana, y por lo tanto de la “abominación de la desolación” sucede después de la destrucción del Templo.
Por último si lo que dicen estos autores fuera así entonces la septuagésima
semana debió haber comenzado en el año 66 y terminar en el 73, tras los cuales
vinieron (?) los bienes prometidos en el versículo 24. Con razón, pues
los autores rechazan esta interpretación de las setena semanas y se refugian,
equivocadamente pero sin muchas opciones, en la época de los Macabeos.
Como ya quedó explicado
antes, el versículo 27 es todavía futuro para nosotros y coincide, en
cuanto al momento en que sucede, tanto con las palabras de Jesucristo como con Daniel
XII, 11. ¿A cuál déllas, pues, hace referencia en su discurso? No osamos
definirnos del todo por ninguna de las dos aunque nos parece muy probable que
se refirió a IX, 27 y esto por dos motivos: primero porque somos
de la opinión que Jesucristo desarrolló el vers. 26 en su primera
respuesta y el vers. 27 en la segunda, es decir, amplió la profecía
de las LXX semanas en lo que tenían todavía de profético, y en segundo
lugar porque es una cita textual de la versión según los LXX, lo cual sería muy
improbable que hubiera ocurrido si la referencia fuera al cap. XII de Daniel[2].
2) ¿Qué es la abominación
de la desolación?
“En los cuatro lugares supra
citados se puede ver que la abominación de la desolación sucede después
de haberse hecho cesar el sacrificio perenne o el sacrificio y la oblación,
como si la abominación fuese la consumación deste acto”.[3] En general los intérpretes
ven en él la profanación del Templo de
Jerusalén de la cual la de Antíoco (I Mac. I, 22 ss; IV, 51 s.
y II Mac. V, 12 ss) fue solo el tipo o imagen.
2.1) ¿Puede verse en ese
término uno de los tantos nombres que
recibe el Anticristo en las Sagradas Escrituras?
No nos parece del todo
imposible esta hipótesis en vista de las siguientes razones:
a)
El texto griego de Mc parece indicar que se refiere a una persona. El P.
Dupont comenta al respecto: “El
signo por el que preguntaron los discípulos está indicado en una forma que
sorprende: “cuando veáis la Abominación de la devastación instalada allí
donde él no debe estar…”. Un gran contratiempo contra una de las reglas
más elementales de la gramática llama inmediatamente la atención: el sustantivo
“Abominación”, que en griego es neutro (τὸ βδέλυγμα), rige un complemento
masculino: “Instalada…” (Ἑστηκότα).
Una irregularidad tan patente muestra que el evangelista reconoce en la palabra
“Abominación” un sujeto personal. Designado por una expresión muy conocida en
el libro de Daniel, “la Abominación de la desolación”, este personaje se
encuentra asociado al mismo tiempo al recuerdo de una horrible profanación del
Templo…”[4].
En realidad no se trataría
de un error gramatical sino, muy por el contrario, de una clave muy interesante
para entender de qué se está hablando, ya que si vemos en “la abominación de la
desolación” un término para designar al Anticristo profanando al Templo[5] entonces el uso del
masculino se entiende sin problemas.
b) El
mismo fenómeno se observa en el capítulo XIII, 8 del Apocalipsis
cuando dice: “Y lo adorarán (a la Bestia) todos los
moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no
están escritos, desde la fundación del mundo, en el libro de la vida del
Cordero inmolado” ya que como lo indican Allo y Zerwick, el uso
del masculino se entiende porque se trata de un ser personal y masculino.
Que el pronombre αὐτὸν
se refiere a la Bestia y no al Dragón se prueba por los lugares paralelos:
Apoc. XIII, 12; XIV, 9 y XX, 4.
c) San Pablo II Tes. II, 4 dice: “…el adversario, el que se ensalza sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse él mismo en el Templo de Dios, ostentándose como si fuera Dios”.
Con lo cual si la
abominación en tiempo de los Macabeos consistió en la instalación de un falso
ídolo en el Templo, como está escrito: “El día quince del mes de Casleu del año
ciento cuarenta y cinco, colocó el rey Antíoco sobre el altar de Dios el abominable
ídolo de la desolación, y por todas partes se erigieron altares en todas
las ciudades de Judá y quemaban inciensos y ofrecían sacrificios delante de las
puertas de las casas y en las plazas…” (I Mac. I, 57-58) y en los
últimos tiempos va a suceder otro tanto cuando sea el Anticristo mismo
el que se entronice y se haga adorar, entonces no parece descabellado aplicar
el término “abominación de la desolación” al Anticristo y no sólo al acto de la profanación.
Vale!
[1] Oñate, op. cit. Texto levemente modificado.
[4] Op. cit, pag. 19. Lo mismo afirma J. Pieper en su
reconocida obra “El fin de los tiempos”, cap. III, nota 35: “Se ha
llamado la atención sobre el hecho de que en el texto griego del Evangelio de San
Marcos la palabra citada de Daniel, “abominación” (IX, 27;
XII, 11), que es neutra, se emplea, contra toda regla gramatical, en
masculino, haciendo pensar de esa forma en una persona del sexo masculino”.
Zerwick observa también esto y se pregunta si se
refiere a un hombre o a una estatua.
Después de
lo dicho se ve lo que hay que pensar sobre estas palabras de Castellani: “Parece ser que San Marcos, XIII, 14, puso la abominación (to
bdélygma, del verbo bdélyssomai, vomitar) en masculino, para
designar una persona, contra toda gramática. Así lo afirma Josef Pieper, aunque los Evangelios en griego comunes han corregido
el artículo, creyéndolo un error de copista. Los tres evangelios griegos que
tengo ponen to y no o”. El Apokalypsis, Excursus M “La Abominación de la Desolación”.