jueves, 6 de marzo de 2014

El Discurso Parusíaco XI: Respuesta de Jesucristo, VI. La Abominación de la Desolación en el Lugar Santo (II Parte).

La Abominación de la Desolación en el Lugar Santo.


I Parte

Como ya dijimos, los textos de Mt y Mc versan únicamente sobre la Parusía y lo que inmediatamente la antecede.

En el comienzo desta nueva parte Nuestro Señor pasa a responder la pregunta sobre el signo de la Parusía.

El texto en cuestión dice así:

Mateo XXIV

15 "Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, de la que habló el profeta Daniel, estando (de pie) en el Lugar Santo -el que lee, entiéndalo-

Marcos XIII

14a "Más cuando veáis la abominación de la desolación estando él (de pie) allí donde no debe – ¡entienda el que lee!-


He aquí, tal vez, uno de los pasajes proféticos más conocidos. Ya han sido explicadas las diferencias entre los dos textos así que adentrémonos en la exégesis de los mismos.

Por ahora lo que sabemos es que la abominación de la desolación ha sido predicha por el profeta Daniel, que va a suceder en el Lugar Santo y, por último, que es un hecho futuro.

Teniendo en cuenta todo esto, surgen aquí tres cuestiones para analizar:

1) ¿Dónde está predicho esto por el Profeta Daniel?


Los comentadores están concordes en afirmar que cuatro son los lugares en los cuales Daniel hace referencia a la Abominación de la desolación:

a) Daniel VIII, 13: “Y oí hablar a uno de los santos; y otro santo dijo a aquel que estaba hablando: “¿Hasta cuándo durará (lo anunciado en) la visión del sacrificio perpetuo, el pecado de la desolación y el abandono del Santuario y del ejército que serán hollados?”

b) Daniel IX, 27: “Él confirmará el pacto con muchos durante una semana, y a la mitad de la semana cesará el sacrificio y la oblación; y sobre el Santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el devastador”.

c) Daniel XI, 31: “Sus tropas vendrán y profanarán el Santuario de la Fortaleza; harán cesar el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación del devastador”.

d) Daniel XII, 11: “Desde el tiempo en que será quitado el sacrificio perpetuo y entronizada la abominación desoladora, pasarán mil doscientos noventa días”.

Puesto que la referencia de Nuestro Señor es sobre un hecho futuro y tanto VIII, 13 como XI, 31 se refieren, en principio, a Antíoco, es decir a un hecho pasado, entonces nos quedan los otros dos versículos.

Oñate comenta: “cuatro son los lugares que pueden venir en cuestión y la expresión del Evangelio τὸ βδέλυγμα τῆς ἐρημώσεως ocurre exactamente en XI, 31 y XII, 11. En IX, 27 que, por otra parte, es el que goza de más probabilidades, aparece en el texto griego (LXX y Teodoción), pero es discutible que así sea en el Texto hebreo. En VIII, 13, tan solo es igual el segundo término de la expresión.”[1]

¿A cuál de las dos citas se refirió Jesús? Para contestar esto hay que tener presente a qué sucesos se refieren tanto Nuestro Señor como así también las otras dos citas de Daniel.
Como ya dijimos anteriormente Nuestro Señor, en el texto de Mt y Mc, se refiere a los últimos tiempos y no a la destrucción de Jerusalén por Tito; con respecto a Daniel XII, 11, en general todos concuerdan en que se habla de los últimos tiempos, mientras que IX, 26-27 no goza de la misma unanimidad, sino que serios y graves autores afirman que estos versículos no tratan sobre los últimos tiempos (Billot, Patrizi, Oñate, Ceuppens, etc). Sin embargo, y sin entrar en mayores detalles, un solo argumento bastará para probar que Daniel IX, 27 no puede referirse a la destrucción de Jerusalén en el año 70. El texto en cuestión dice:

24. Setenta semanas están decretadas para tu pueblo y para tu ciudad santa, a fin de acabar con la prevaricación, sellar los pecados y expiar la iniquidad, y para traer la justicia eterna, poner sello sobre la visión y la profecía y ungir al Santo de los santos.
25. Sábete pues y entiende: desde la salida de la orden de restaurar y edificar a Jerusalén, hasta un Ungido, un Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; y en tiempos de angustia será ella reedificada con plaza y circunvalación.
26. Al cabo de las sesenta y dos semanas será muerto el Ungido y no será más. Y el pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá la ciudad y el Santuario; mas su fin será en una inundación; y hasta el fin habrá guerra (y) las devastaciones decretadas.
27. El confirmará el pacto con muchos durante una semana, y a la mitad de la semana cesará el sacrificio y la oblación; y sobre el santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el devastador.

La profecía afirma que después de la semana 69 será muerto el Ungido, que no puede ser otro más que Cristo, tras lo cual viene la destrucción de la Ciudad y el Santuario (Tito en el año 70), pero después el texto pasa a desarrollar la septuagésima semana al decir que “él confirmará el pacto con muchos durante una semana”. Ahora bien si cada semana corresponde a siete años, y debiera ser, según estos autores, toda seguida, ¿cómo es que la profecía pasa, aproximadamente, del año 30, donde termina la semana 69, al año 70? Además nótese que el comienzo de la última semana, y por lo tanto de la “abominación de la desolación” sucede después de la destrucción del Templo. Por último si lo que dicen estos autores fuera así entonces la septuagésima semana debió haber comenzado en el año 66 y terminar en el 73, tras los cuales vinieron (?) los bienes prometidos en el versículo 24. Con razón, pues los autores rechazan esta interpretación de las setena semanas y se refugian, equivocadamente pero sin muchas opciones, en la época de los Macabeos.
Como ya quedó explicado antes, el versículo 27 es todavía futuro para nosotros y coincide, en cuanto al momento en que sucede, tanto con las palabras de Jesucristo como con Daniel XII, 11. ¿A cuál déllas, pues, hace referencia en su discurso? No osamos definirnos del todo por ninguna de las dos aunque nos parece muy probable que se refirió a IX, 27 y esto por dos motivos: primero porque somos de la opinión que Jesucristo desarrolló el vers. 26 en su primera respuesta y el vers. 27 en la segunda, es decir, amplió la profecía de las LXX semanas en lo que tenían todavía de profético, y en segundo lugar porque es una cita textual de la versión según los LXX, lo cual sería muy improbable que hubiera ocurrido si la referencia fuera al cap. XII de Daniel[2].

2) ¿Qué es la abominación de la desolación?

“En los cuatro lugares supra citados se puede ver que la abominación de la desolación sucede después de haberse hecho cesar el sacrificio perenne o el sacrificio y la oblación, como si la abominación fuese la consumación deste acto”.[3] En general los intérpretes ven en él la profanación del Templo de Jerusalén de la cual la de Antíoco (I Mac. I, 22 ss; IV, 51 s. y II Mac. V, 12 ss) fue solo el tipo o imagen.

2.1) ¿Puede verse en ese término uno de los tantos nombres que recibe el Anticristo en las Sagradas Escrituras?

No nos parece del todo imposible esta hipótesis en vista de las siguientes razones:

a) El texto griego de Mc parece indicar que se refiere a una persona. El P. Dupont  comenta al respecto: “El signo por el que preguntaron los discípulos está indicado en una forma que sorprende: “cuando veáis la Abominación de la devastación instalada allí donde él no debe estar…”. Un gran contratiempo contra una de las reglas más elementales de la gramática llama inmediatamente la atención: el sustantivo “Abominación”, que en griego es neutro (τὸ βδέλυγμα), rige un complemento masculino: “Instalada…” (Ἑστηκότα). Una irregularidad tan patente muestra que el evangelista reconoce en la palabra “Abominación” un sujeto personal. Designado por una expresión muy conocida en el libro de Daniel, “la Abominación de la desolación”, este personaje se encuentra asociado al mismo tiempo al recuerdo de una horrible profanación del Templo…”[4].
En realidad no se trataría de un error gramatical sino, muy por el contrario, de una clave muy interesante para entender de qué se está hablando, ya que si vemos en “la abominación de la desolación” un término para designar al Anticristo profanando al Templo[5] entonces el uso del masculino se entiende sin problemas.

b) El mismo fenómeno se observa en el capítulo XIII, 8 del Apocalipsis cuando dice: “Y lo adorarán (a la Bestia) todos los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos, desde la fundación del mundo, en el libro de la vida del Cordero inmolado” ya que como lo indican Allo y Zerwick, el uso del masculino se entiende porque se trata de un ser personal y masculino.
Que el pronombre αὐτὸν se refiere a la Bestia y no al Dragón se prueba por los lugares paralelos: Apoc. XIII, 12; XIV, 9 y XX, 4.

c) San Pablo II Tes. II, 4 dice: “…el adversario, el que se ensalza sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse él mismo en el Templo de Dios, ostentándose como si fuera Dios”.
Con lo cual si la abominación en tiempo de los Macabeos consistió en la instalación de un falso ídolo en el Templo, como está escrito: “El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, colocó el rey Antíoco sobre el altar de Dios el abominable ídolo de la desolación, y por todas partes se erigieron altares en todas las ciudades de Judá y quemaban inciensos y ofrecían sacrificios delante de las puertas de las casas y en las plazas…” (I Mac. I, 57-58) y en los últimos tiempos va a suceder otro tanto cuando sea el Anticristo mismo el que se entronice y se haga adorar, entonces no parece descabellado aplicar el término “abominación de la desolación” al Anticristo y no sólo al acto de la profanación.

Vale!





[1] Oñate, op. cit. Texto levemente modificado.

[2] Sobre las citas de San Mateo del Antiguo Testamento, cfr. Lagrange, Évanglie selon Saint Matthieu, septième edition, 1948, pag. CXVII ss.

[3] “Así Segarra, Greg. 19 (1938), 360. Cf. Ceuppens, De Prophetiis messianicis in A. Testamento, pag. 503.” (Oñate).

[4] Op. cit, pag. 19. Lo mismo afirma J. Pieper en su reconocida obra “El fin de los tiempos”, cap. III, nota 35: “Se ha llamado la atención sobre el hecho de que en el texto griego del Evangelio de San Marcos la palabra citada de Daniel, “abominación” (IX, 27; XII, 11), que es neutra, se emplea, contra toda regla gramatical, en masculino, haciendo pensar de esa forma en una persona del sexo masculino”.
Zerwick observa también esto y se pregunta si se refiere a un hombre o a una estatua.
Después de lo dicho se ve lo que hay que pensar sobre estas palabras de Castellani: “Parece ser que San Marcos, XIII, 14, puso la abominación (to bdélygma, del verbo bdélyssomai, vomitar) en masculino, para designar una persona, contra toda gramática. Así lo afirma Josef Pieper, aunque los Evangelios en griego comunes han corregido el artículo, creyéndolo un error de copista. Los tres evangelios griegos que tengo ponen to y no o”. El Apokalypsis, Excursus M “La Abominación de la Desolación”.

[5] Es decir, “la abominación de la desolación en el Lugar Santo” no es “la profanación del Templo hecha por el Anticristo”, sino “el Anticristo profanando el Templo”. La diferencia no es menor.