viernes, 21 de marzo de 2014

Las LXX Semanas de Daniel, VIII. El Terminus ad quem de la Profecía.

VIII

El Terminus ad quem de la Profecía

II Parte

Terminábamos la Primera Parte diciendo que nos parece que tanto el año, mes y día de la entrada triunfal el Domingo de Ramos estaban profetizados. Pasemos a probar esta importante afirmación.

En la Tercera Parte afirmábamos que la profecía comenzaba con el edicto de Artajerjes I el año 445 a.C. Terminus a quo.

Por el análisis del versículo 25 sabemos que el día al que hace referencia es a la entrada triunfal el domingo de Ramos. Terminus ad quem.

Resta saber cómo medir estos tiempos:

1) El cómputo de los años.

Sabido es que para los judíos existen tres medidas: el año lunar de 354 días (que midió, entre otras cosas, la cautividad de Nabucodonosor), el año solar de 365 días (no muy usado) y el año de 360 que Lagrange denomina profético.

La manera de averiguar cuál de las tres medidas es usada por Daniel en su profecía es, nos parece, bastante sencilla. Si tenemos en cuenta lo dicho en la Sexta Parte cuando dijimos que la última semana incluye los tres años y medio de Elías más los del Anticristo, sabemos igualmente por el Apocalipsis que esos tres años y medio, llamados también “tres tiempos y medio” y “cuarenta y dos meses”, corresponden a 1260 días en XI, 3 y XII, 6.
Ahora bien, 1260 días en 42 meses equivalen a meses de 30 días, lo cual nos dan años de 360 días.
Si tomamos como punto de partida el año 445 a.C., llegamos a la fecha de la entrada Triunfal el año 32[1].

Straubinger, por su parte, in Mt. XXI, 9, citando a Lagrange[2], da el año 30 cuando dice:

“Según los cálculos rectificados por el P. Lagrange, ella ocurrió el 2 de abril del año 30, cumpliéndose así en esa profecía de Daniel la semana 69 (7 + 62) de años hasta la manifestación del “Cristo Príncipe”, o sea 483 años proféticos de 360 días - que equivalen exactamente a los 475 años corriente según el calendario juliano- desde el edicto de Artajerjes I sobre la reconstrucción de Jerusalén (Neh. II, 1-8) dado en abril[3] del 445 a. C.[4]”.

Hasta aquí Straubinger. No sabemos de dónde saca 475 años en lugar de los 476, que nos parece el cómputo correcto.


2) Al mes de Nisán llegamos fácilmente si tenemos en cuenta que lo dice expresamente Esdras II, 1: “En el mes de Nisán del año veinte del rey Artajerjes, etc”.

Aquí no puede haber mayores dudas.

3) En cuanto al día ya la cuestión se torna un tanto más complicada.

No es fácil saber qué día de Nisán tiene lugar lo narrado en Esd. II, 1 ss.; sin embargo es más que probable que tiene que haber sido algún día especial que hiciera que Nehemías se pusiera particularmente triste.

Ahora bien, si sabemos que Nuestro Señor muere un viernes 14 de Nisán[5], entonces la entrada el Domingo de Ramos cayó el día 9.

¿Qué tiene de particular esta fecha para los judíos?

Absolutamente nada.

Sin embargo, debemos notar algo muy interesante.

El día 10 de Nisán era el día en el cual se seleccionaba el cordero que iba a ser sacrificado el 14 de Nisán, el día de la Pascua.

En efecto, en Núm. XII, 1 ss leemos:

“Dijo Yahvé a Moisés y a Aarón en el país de Egipto: “Este mes será para vosotros el comienzo de los meses; os será el primero de los meses del año. Hablad a toda la asamblea de Israel y decid: El diez de este mes tome cada uno para sí un cordero por familia, un cordero por casa… el cordero serán sin defecto, macho y primal. De las ovejas o de las cabras lo tomaréis. Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la multitud de los hijos de Israel lo inmolará entre las dos tardes”.

Ahora bien, así como los judíos estaban obligados a presentar su cordero al Templo para que los sacerdotes lo aprobaran y así poder comerlo el 14 de Nisán, Dios Padre hizo exactamente lo mismo con Su Cordero (Jn. I, 29.36; I Ped. I, 19).
Si sabemos por Malaquías que Nuestro Señor va exclusivamente al Templo, se entiende claramente el simbolismo: Dios Padre presenta Su Cordero a los sacerdotes para que lo reconozcan “sin defecto”[6], esto es, como al Mesías Rey prometido y profetizado.

Siendo esto así, no asombra que los judíos conversos han de decir, según el versículo todavía profético para nosotros, lo que dice Isaías en su sublime capítulo LIII:

“… como Cordero que es llevado al matadero; como oveja que calla ante sus esquiladores, así él no abre la boca…” (v. 7).

Sin dudas a esta mansedumbre del Cordero es a la que se refiere Zacarías al profetizar la entrada en Jerusalén:

“¡Alégrate con alegría grande, hija de Sión! ¡Salta de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a tí tu rey; Él es justo y trae salvación, (viene) humilde, montado en un asno, hijo de asna”.

A esta aceptación del Mesías hace referencia Knabenbauer in Mc. XI, 11 cuando dice: “Miró todo lo que estaba en el Templo como Señor desa morada, y calló para darles tiempo a quienes lo rechazaban a fin que se corrigieran, pero luego, al salir los reprendió ásperamente como incorregibles”.

Está bien, dirá alguno, pero seguimos con un día de diferencia.

Tal vez no.

Por San Marcos conocemos un detalle interesantísimo de lo que ocurrió ese día. En efecto, en XI, 11 leemos:

“Y entró (Jesús) en Jerusalén en el Templo, y después de mirarlo todo, siendo ya tarde, partió de nuevo para Betania con los Doce”.

Es decir, la entrada y estadía en el Templo debió tener lugar ya hacia la caída del sol, pues al salir, ya era tarde.
Ahora bien, es sabido que el día judío corre al igual que los días del Génesis, es decir desde la caída del sol hasta la caída del día siguiente, con lo cual cuando Nuestro Señor salió del Templo ya era día 10 de Nisán, y así se explica todo el simbolismo del que hablamos más arriba.

Esto también parece confirmarse por lo que dice San Lucas, cap. XXI al terminar su capítulo dedicado a la profecía de la destrucción del Templo y del fin del siglo:

37 Durante el día enseñaba en el Templo, pero iba a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos.
38 Y todo el pueblo, muy de mañana acudía a Él en el Templo para escucharlo.

Estos versículos, que parecen indicar algo continuo, solamente se refieren al Lunes y Martes Santo pero nos dan una idea de lo que aconteció también el Domingo de Ramos.

Digamos, para terminar, que lo más probable es que el pedido de Esdras haya tenido lugar el día 10 de Nisán por la sencilla razón de que fue la primera oportunidad que se le presentó para semejante tristeza. No es preciso esperar hasta el 14 de Nisán, día de la Pascua, puesto que, psicológicamente, el 10 de Nisán era el día indicado para entristecerse así ante el rey.

Si el relato de la desolación de la Ciudad Santa habíale arrancado numerosas lágrimas, recién tuvo ocasión de entristecerse de nuevo con el recuerdo de la Pascua en el mes de Nisán[7], la cual comenzaba con la presentación de los corderos en el Templo el día 10, como ya lo vimos.

De aquí se entiende bien que Nehemías diga “y por primera vez estuve triste en su presencia” (Neh. II, 1).

Vale!






[1] Esto se prueba por la siguiente fórmula: 483 x 360 % 365 = 476.
Donde 483 son los años de las primeras 69 semanas (69 x 7); 360 es el año profético, los cuales al dividirlos por años solares, nos da 476. Y si al año -445 le sumamos 476 años llegamos al año 32 (recordar que del año -1 al 1 hay 1 año y no 2).

Ahora bien, aquí sucede algo curioso. Es propio de los judíos comenzar el cómputo contando como primer día o año el mismo día o año en que tiene lugar el suceso, y así, por ejemplo, los tres días de la resurrección de Nuestro Señor comienzan el viernes Santo y no el sábado, el cómputo de la búsqueda del Niño por María y José comienza el mismo día en que se dan cuenta que está perdido, etc., con lo cual parecería que el año 1 de la profecía debería ser el 445 y no el 446, como contamos nosotros. Esto sería lo lógico y de ser así todo se retrasaría 1 o incluso tal vez 2 años (decimos dos debido a que el año que pone fin a las primeras 7 Semanas podría ser contado dos veces: como fin de las primeras siete semanas y como comienzo de las siguientes 62), lo cual nos daría la fecha de la entrada el Domingo de Ramos el año 31 o 30 respectivamente.
El problema con esta exégesis es que la última semana, o sea los últimos siete años, duran 1260 días, con lo cual el año 1 se computaría una vez pasados los primeros 360 días, y no hay razón, en principio al menos, por la cual debemos computar el resto de las Semanas de diversa manera.

Por otra parte, debemos reconocer que el año 32 como fecha de la muerte de Nuestro Señor goza de muy pocas posibilidades (por no decir casi nulas) entre los que han estudiado el tema.

Hemos visto tres clases de cronologías:

1) Schaumberger (VD, 13, 104 ss), da como posibles los años 30 y 33.

2) M. Chaumes (Revue Biblique, XV, 215 ss), da como fechas los años 31 y 35. La primera es la que toma Caballero Sánchez.

3) Holzmeister, por su parte (Chronologia vitae Christi, pag. 200) da los años 29, 30 y 33.

Con todo, es tanta la variedad de pareceres entre los exégetas, debido básicamente al hecho de que la forma para calcular los novilunios no es cierta debido a diversas circunstancias, como así tampoco lo son las principales fechas de la vida de Nuestro Señor: nacimiento, duración de la vida pública, etc.
Obviamente es posible que algo estemos haciendo mal, sea en la exégesis, sea en el cómputo de los años, sea en ambos, pero puesto que toda esta cuestión es muy controvertida y nada hay definido al respecto, hemos querido dar nuestra opinión también sobre este tema.

Ver la Retractatio V.

[2] ¿Dónde? Ciertamente no en su comentario a San Mateo.

[3] Mejor hubiera sido decir Nisán, que corresponde a nuestro Marzo-Abril.

[4] Como se ve, Straubinger ha cambiado de opinión con respecto a la nota que le citamos más arriba al v. 26 de Daniel. Sin dudas para bien.

[5] Cfr. P. Muñoz Iglesias Salvador S.J.Una opinión de Fray Luis de León sobre la cronología de la Pascua” (Estudios Bíblicos, vol. 3 p. 79 ss).
Esperamos poder publicarlo en algún momento.

[6] Sin dudas lo primero que viene a la mente aquí es el desafío de Nuestro Señor a los judíos: “¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado?” (Jn. VIII, 46).

[7] El comienzo del capítulo II de Nehemías nos dice muy claramente que Esdras recibe la noticia sobre las ruinas de Jerusalén en el mes de Kislev (Nov-Dic), y hasta la Pascua (Nisán) no hay ninguna fiesta religiosa de consideración, ya que la de la dedicación de Templo, que tiene lugar hacia fines de Diciembre, fue instituída mucho después por los Macabeos.