VIII
El
Terminus ad quem de la Profecía
II Parte
Terminábamos
la Primera Parte diciendo que nos parece que tanto el año, mes y día de la entrada triunfal el
Domingo de Ramos estaban profetizados. Pasemos a probar esta importante afirmación.
En
la Tercera Parte afirmábamos que la profecía comenzaba con el edicto de Artajerjes I el
año 445 a.C. Terminus a quo.
Por
el análisis del versículo 25 sabemos que el día al que hace referencia
es a la entrada triunfal el domingo de Ramos. Terminus ad quem.
Resta
saber cómo medir estos tiempos:
1) El cómputo de los años.
Sabido
es que para los judíos existen tres medidas: el año lunar de 354 días (que
midió, entre otras cosas, la cautividad de Nabucodonosor), el año solar
de 365 días (no muy usado) y el año de 360 que Lagrange denomina profético.
La manera de averiguar
cuál de las tres medidas es usada por Daniel en su profecía es, nos parece,
bastante sencilla. Si tenemos en
cuenta lo dicho en la Sexta Parte cuando dijimos que la última semana incluye los tres años y medio de Elías
más los del Anticristo, sabemos igualmente por el Apocalipsis que esos tres
años y medio, llamados también “tres tiempos y medio” y “cuarenta y dos meses”,
corresponden a 1260 días en XI, 3 y XII, 6.
Ahora bien, 1260 días en
42 meses equivalen a meses de 30 días, lo cual nos dan años de 360 días.
Si tomamos como punto de partida
el año 445 a.C., llegamos a la fecha de la entrada Triunfal el año 32[1].
Straubinger, por su parte, in
Mt. XXI, 9, citando a Lagrange[2], da el año 30 cuando dice:
“Según
los cálculos rectificados por el P. Lagrange, ella ocurrió el 2 de
abril del año 30, cumpliéndose así en esa profecía de Daniel la semana 69 (7 +
62) de años hasta la manifestación del “Cristo Príncipe”, o sea 483 años
proféticos de 360 días - que equivalen exactamente a los 475 años corriente
según el calendario juliano- desde el edicto de Artajerjes I sobre la
reconstrucción de Jerusalén (Neh. II, 1-8) dado en abril[3]
del 445 a. C.[4]”.
Hasta
aquí Straubinger. No sabemos de dónde saca 475 años en lugar de los 476,
que nos parece el cómputo correcto.
2) Al mes de Nisán llegamos fácilmente
si tenemos en cuenta que lo dice expresamente Esdras II, 1: “En el mes
de Nisán del año veinte del rey Artajerjes, etc”.
Aquí
no puede haber mayores dudas.
3) En cuanto al día ya la cuestión se torna un
tanto más complicada.
No
es fácil saber qué día de Nisán tiene lugar lo narrado en Esd. II, 1 ss.;
sin embargo es más que probable que tiene que haber sido algún día especial
que hiciera que Nehemías se pusiera particularmente triste.
Ahora
bien, si sabemos que Nuestro Señor muere un viernes 14 de Nisán[5], entonces
la entrada el Domingo de Ramos cayó el día 9.
¿Qué
tiene de particular esta fecha para los judíos?
Absolutamente
nada.
Sin
embargo, debemos notar algo muy
interesante.
El
día 10 de Nisán era el día en el cual se seleccionaba el cordero que iba
a ser sacrificado el 14 de Nisán, el día de la Pascua.
En
efecto, en Núm. XII, 1 ss leemos:
“Dijo
Yahvé a Moisés y a Aarón en el país de Egipto: “Este mes
será para vosotros el comienzo de los meses; os será el primero de los meses
del año. Hablad a toda la asamblea de Israel y decid: El diez de este mes
tome cada uno para sí un cordero por familia, un cordero por casa… el cordero
serán sin defecto, macho y primal. De las ovejas o de las cabras lo
tomaréis. Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la multitud de
los hijos de Israel lo inmolará entre las dos tardes”.
Ahora
bien, así como los judíos estaban obligados a presentar su cordero al Templo
para que los sacerdotes lo aprobaran y así poder comerlo el 14 de Nisán, Dios
Padre hizo exactamente lo mismo con Su
Cordero (Jn. I, 29.36; I Ped. I, 19).
Si
sabemos por Malaquías que Nuestro Señor va exclusivamente al Templo, se entiende claramente el
simbolismo: Dios Padre presenta Su
Cordero a los sacerdotes para que lo reconozcan “sin defecto”[6],
esto es, como al Mesías Rey prometido y profetizado.
Siendo
esto así, no asombra que los judíos conversos han de decir, según el versículo todavía profético para nosotros, lo que
dice Isaías en su sublime capítulo LIII:
“…
como Cordero que es llevado al matadero; como oveja que calla ante sus
esquiladores, así él no abre la boca…” (v. 7).
Sin
dudas a esta mansedumbre del Cordero
es a la que se refiere Zacarías al profetizar la entrada en Jerusalén:
“¡Alégrate
con alegría grande, hija de Sión! ¡Salta de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí
que viene a tí tu rey; Él es justo y trae salvación, (viene) humilde, montado
en un asno, hijo de asna”.
A
esta aceptación del Mesías hace referencia Knabenbauer in Mc. XI, 11 cuando dice: “Miró
todo lo que estaba en el Templo como Señor desa morada, y calló para darles
tiempo a quienes lo rechazaban a fin que se corrigieran, pero luego, al salir
los reprendió ásperamente como incorregibles”.
Está
bien, dirá alguno, pero seguimos con un día de diferencia.
Tal
vez no.
Por
San Marcos conocemos un detalle interesantísimo de lo que ocurrió ese
día. En efecto, en XI, 11 leemos:
“Y
entró (Jesús) en Jerusalén en el Templo, y después de mirarlo todo, siendo ya tarde, partió
de nuevo para Betania con los Doce”.
Es
decir, la entrada y estadía en el Templo debió tener lugar ya hacia la caída
del sol, pues al salir, ya era tarde.
Ahora
bien, es sabido que el día judío corre al igual que los días del Génesis, es
decir desde la caída del sol hasta la caída del día siguiente, con lo cual cuando
Nuestro Señor salió del Templo ya era día 10 de Nisán, y así se explica
todo el simbolismo del que hablamos más arriba.
Esto
también parece confirmarse por lo que dice San Lucas, cap. XXI al
terminar su capítulo dedicado a la profecía de la destrucción del Templo y del
fin del siglo:
37 Durante el día enseñaba en el Templo, pero iba a pasar la noche en el monte
llamado de los Olivos.
38 Y todo el pueblo, muy de mañana acudía a Él en el
Templo para escucharlo.
Estos versículos, que
parecen indicar algo continuo, solamente se refieren al Lunes y Martes Santo
pero nos dan una idea de lo que aconteció también el Domingo de Ramos.
Digamos, para terminar,
que lo más probable es que el pedido de
Esdras haya tenido lugar el día 10 de Nisán por la sencilla razón de que fue la
primera oportunidad que se le presentó
para semejante tristeza. No es preciso esperar hasta el 14 de Nisán, día de la
Pascua, puesto que, psicológicamente, el 10 de Nisán era el día indicado para
entristecerse así ante el rey.
Si el relato de la desolación de la Ciudad Santa habíale arrancado numerosas
lágrimas, recién tuvo ocasión de entristecerse de nuevo con el recuerdo de la
Pascua en el mes de Nisán[7], la cual comenzaba con la presentación de los
corderos en el Templo el día 10, como ya lo vimos.
De aquí se entiende bien
que Nehemías diga “y por primera vez estuve triste en su
presencia” (Neh. II, 1).
Vale!
[1] Esto
se prueba por la siguiente fórmula: 483 x 360 % 365 = 476.
Donde 483 son los años de las primeras 69 semanas (69 x 7); 360 es el año
profético, los cuales al dividirlos por años solares, nos da 476. Y si al año
-445 le sumamos 476 años llegamos al año 32 (recordar que del año -1 al 1 hay 1
año y no 2).
Ahora bien, aquí
sucede algo curioso. Es propio de los judíos comenzar el cómputo contando como
primer día o año el mismo día o año en que tiene lugar el suceso, y así, por
ejemplo, los tres días de la resurrección de Nuestro Señor comienzan el viernes
Santo y no el sábado, el cómputo de la búsqueda del Niño por María y José comienza el mismo día en que se dan cuenta que está perdido,
etc., con lo cual parecería que el año 1 de la profecía debería ser el 445 y no
el 446, como contamos nosotros. Esto sería lo lógico y de ser así todo se retrasaría
1 o incluso tal vez 2 años (decimos dos
debido a que el año que pone fin a las primeras 7 Semanas podría ser contado
dos veces: como fin de las primeras siete semanas y como comienzo de las
siguientes 62), lo cual nos daría la fecha de la entrada el Domingo de Ramos el
año 31 o 30 respectivamente.
El problema con
esta exégesis es que la última semana, o sea los últimos siete años, duran 1260
días, con lo cual el año 1 se computaría una vez pasados los primeros 360 días,
y no hay razón, en principio al menos, por la cual debemos computar el resto de
las Semanas de diversa manera.
Por otra parte,
debemos reconocer que el año 32 como fecha de la muerte de Nuestro Señor goza
de muy pocas posibilidades (por no decir casi nulas) entre los que han
estudiado el tema.
Hemos visto tres
clases de cronologías:
1) Schaumberger (VD,
13, 104 ss), da como posibles los años 30 y 33.
2) M. Chaumes (Revue Biblique, XV, 215 ss),
da como fechas los años 31 y 35. La primera es la que toma Caballero Sánchez.
3) Holzmeister, por su parte (Chronologia vitae Christi, pag. 200) da los años 29, 30 y 33.
Con todo, es
tanta la variedad de pareceres entre los exégetas, debido básicamente al hecho
de que la forma para calcular los novilunios no es cierta debido a diversas
circunstancias, como así tampoco lo son las principales fechas de la vida de
Nuestro Señor: nacimiento, duración de la vida pública, etc.
Obviamente es
posible que algo estemos haciendo mal, sea en la exégesis, sea en el cómputo de
los años, sea en ambos, pero puesto que toda esta cuestión es muy controvertida
y nada hay definido al respecto, hemos querido dar nuestra opinión también
sobre este tema.
Ver la Retractatio V.
Ver la Retractatio V.
[2] ¿Dónde?
Ciertamente no en su comentario a San
Mateo.
[3] Mejor
hubiera sido decir Nisán, que
corresponde a nuestro Marzo-Abril.
[4] Como se ve, Straubinger ha cambiado de
opinión con respecto a la nota que le citamos más arriba al v. 26 de Daniel.
Sin dudas para bien.
[5] Cfr.
P. Muñoz Iglesias Salvador S.J. “Una opinión de Fray Luis de León sobre la
cronología de la Pascua” (Estudios Bíblicos, vol. 3 p. 79 ss).
Esperamos poder
publicarlo en algún momento.
[6] Sin dudas lo primero que viene a la mente aquí
es el desafío de Nuestro Señor a los judíos: “¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado?” (Jn. VIII, 46).
[7] El
comienzo del capítulo II de Nehemías
nos dice muy claramente que Esdras
recibe la noticia sobre las ruinas de Jerusalén en el mes de Kislev (Nov-Dic),
y hasta la Pascua (Nisán) no hay ninguna fiesta religiosa de consideración, ya
que la de la dedicación de Templo, que tiene lugar hacia fines de Diciembre,
fue instituída mucho después por los Macabeos.