miércoles, 24 de abril de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo XVII


XVII

La Madre de los fieles, helada de horror, continúa, en la imperturbable serenidad de su Liturgia, las Lamentaciones sublimes;

"¡Cómo se ha tornado solitaria la ciudad antes tan populosa! La Dominadora de las naciones ha quedado como viuda; la Soberana de las provincias es ahora tributaria.
"Ella llora inconsolable en la noche, y corren las lágrimas por sus mejillas; entre los que fueron sus amigos no hay quien la consuele; todas las que la amaban la desprecian y se han convertido en enemigos suyos.
"Emigró Judá, por verse oprimido con muchas maneras de esclavitud. Fijó su morada entre los gentiles, mas no halló reposo; todos sus peregrinos lo oprimieron con angustias.
"Lloran los caminos de Sión, porque no hay quien vaya a su Solemnidad; destruidas están todas sus puertas, gimiendo sus sacerdotes, tristes sus vírgenes y ella oprimida de amargura.
"Los extranjeros se han enseñoreado de ella y los que la odiaban se han enriquecido, porque el Señor habló contra ella a causa de la muchedumbre de sus iniquidades; sus pequeñuelos han sido llevados al cautiverio en presencia del que los oprimía.

“Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor, tu Dios”


"La hija de Sión ha perdido toda su hermosura; sus príncipes han venido a ser como carneros que no hallan pasto, y han marchado desfallecidos delante del que los conduce.
"Jerusalén ha recordado los días de su aflicción y la inconstancia de todos aquellos bienes de que gozó desde los tiempos antiguos, cuando su pueblo se arruinaba por obra de sus perseguidores, sin que nadie acudiese a socorrerlo; la vieron sus enemigos, y se burlaron de sus solemnidades.
"Enorme pecado fue el de Jerusalén; por eso ha perdido su estabilidad. Todos aquellos que la glorificaban la han despreciado, por haber visto su ignominia; y ella misma, sollozando, ha vuelto hacia atrás su mirada.
“Hasta sus pies llegaron sus inmundicias, y ella no pensó en su fin. Está profundamente abatida y no tiene quien la consuele. Considerad, Señor, mi aflicción, porque el enemigo se ha envanecido.

¡Jerusalén, Jerusalén, conviértete al Señor, tu Dios!

"El enemigo se adueñó de cuanto Jerusalén más apreciaba, y ella vio que su santuario era invadido por los gentiles, que tenían prohibido entrar en tu iglesia.
"Todo su pueblo está gimiendo y anda en busca de pan; todo cuanto tenía de precioso lo ha dado para conseguir un mendrugo a fin de reanimar sus fuerzas. Considera, Señor, cuánto estoy envilecida.
—"¡Oh, vosotros, cuanto pasáis por este camino, atended y considerad si hay dolor como mi dolor! Porque el Señor, según anunció el día de su gran furor, me ha despojado de todo.
"Desde lo alto envió fuego dentro de mis huesos y me hizo comprender; tendió una red a mis pies, y me hizo retroceder. Me ha dejado desolada, consumida todo el día por la tristeza.
"Vio el yugo de mis iniquidades y las arrolló con su mano alrededor de mi cuello. Mi vigor se ha debilitado extremadamente y el Señor me ha abandonado a una fuerza de la que no podré desasirme[1].

"¡Jerusalén, Jerusalén, enmiéndate, por el amor de tu pobre Dios que te implora!"


[1] Oficio de Tinieblas, primer nocturno del Jueves Santo.