Desafortunadamente ha habido algunas malas interpretaciones más bien
serias de las segunda y tercer lección contenidas en esta parte de la encíclica
Quanto conficiamur moerore que trata de la necesidad de la Iglesia
Católica para la salvación. La segunda lección se encuentra en la
enseñanza de Pío IX sobre la distinción entre la necesidad de medio
de la Iglesia y su necesidad de precepto. Esta lección se encuentra en una
oración más bien larga y complicada. La encíclica nos dice: “pero bien conocido es también el dogma católico, a
saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los
contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los
pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano
Pontífice, sucesor de Pedro, "a quien fue encomendada por el Salvador la
guarda de la viña", no pueden alcanzar la eterna salvación.”
Algunos escritores y maestros descuidados
han hecho creer a las personas que la segunda parte de esta oración es un
desarrollo de lo dicho en la primera sección de la misma oración. A propósito, este tipo de escritores incluso malinterpretaron la
carta del Santo Oficio de 1949, la Suprema haec
sacra, en donde la terminología usada es incluso
más clara que la de Quanto
conficiamur moerore. En ambos casos se intentó dar la impresión
que la Iglesia Católica era necesaria para la salvación con necesidad de precepto
solamente. En los dos casos estos intentos fueron claramente falsos. Aquí, de
todas formas, vamos a considerar solamente el texto de la encíclica de Pío
IX. La Suprema haec sacra será estudiada en un capítulo posterior.
El texto inmediato en la Quanto conficiamur moerore indica muy claramente que el Soberano Pontífice estaba tratando de dos
clases diferentes de necesidades. El contexto prueba esto sin ningún lugar a
dudas. La sentencia citada dos párrafos más arriba nos habla del muy conocido
dogma de que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia y afirma que las
personas contumazmente separadas de la Iglesia y de su cabeza visible no pueden
salvarse. El texto mismo indica pues, con bastante claridad que la Iglesia es,
según su propia doctrina, necesaria en dos formas distintas. En primer lugar
es representada como algo necesario para todos los hombres. Nadie va a obtener
la salvación eterna a menos que, al momento de la muerte, está de alguna manera
“dentro” desta sociedad. Además, se la presenta como necesaria de otra manera.
Aquellos que obstinadamente estén separados de ella y de su cabeza visible, el
Romano Pontífice, no pueden obtener la salvación eterna.
Ahora bien, es bastante evidente que la primera frase no sería para
nada verdadera si la Iglesia Católica fuera necesaria para la salvación sólo
con necesidad de precepto. Se dice que algo es necesario para la salvación con
necesidad de precepto cuando Dios ha dado una orden que no puede desobedecerse
sino es a costa de perder la amistad con Él. Aquello que sólo es objeto de un
mandato de Dios y nada más, sería algo necesario sólo con necesidad de
precepto. Las únicas personas que podrían ser excluidas de la salvación en este caso serían los
hombres y mujeres que a sabiendas y deliberadamente desobedecen el mandato dado
por Dios. Aquellos que ignoran invenciblemente el mandato no serían y no
podrían ser privados de la salvación eterna al no obedecer este mandato.
Así pues, si la Iglesia fuera necesaria para la salvación meramente
con necesidad de precepto o, para decirlo con otras palabras, si la Iglesia
fuera necesaria para la salvación sólo en el sentido de que los individuos
contumazmente separados de ella no pueden salvarse, entonces definitivamente no
sería verdadero decir que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica.
Sin embargo esto es precisamente lo que enseña la encíclica Quanto
conficiamur moerore, junto con muchos otros documentos autoritativos de la ecclesia
docens. El lenguaje de la encíclica es muy explícito: “neminem scilicet extra
catholicam Ecclesiam posse salvari”.
La única forma que alguien pueda sostener lógicamente que la
afirmación “nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica” no significa
otra cosa que “aquellos que están separados de la Iglesia contumazmente no
pueden salvarse”, es afirmando que las únicas personas fuera de la Iglesia son
aquellos que están obstinadamente separados de ella. Tal enseñanza
constituiría, por supuesto, una negación de toda ignorancia invencible de la
Iglesia de parte de los no-Católicos. Esta interpretación iría
en contra del contexto mismo del documento que se está explicando. Aún así esta
fantástica enseñanza está implícita necesaria y claramente en todo intento que
se hace por persuadir a las personas que el dogma de la necesidad de la Iglesia
para la salvación sólo significa que las personas que obstinadamente permanecen
separadas de la Iglesia y del Romano Pontífice no pueden obtener la salvación
eterna.
El contexto de la Quanto conficiamur moerore hace todavía más
evidente el hecho de que no podamos explicar el dogma de la necesidad de la
Iglesia para la salvación como significando meramente que la Iglesia es
necesaria con necesidad de precepto. El primer punto desta
sección de la Quanto conficiamur moerore el vigoroso rechazo de Pío
IX a la enseñanza errónea “hombres
que viven en el error y ajenos a la verdadera fe y a la unidad católica pueden
llegar a la eterna salvación”. Aquí el Papa se refiere a todas las
personas desta clase. No restringió su afirmación a aquellos que a sabiendas o
contumazmente viven y permanecen fuera de la Iglesia y de su magisterio. Sólo
violentando manifiestamente el texto se puede interpretar el texto de la
encíclica en el sentido de aplicarla sólo a los que están separados de
obstinadamente de la fe y unidad Católica.
Claramente se concluye, aunque obviamente no en forma tan explícita
como la Suprema haec sacra, que la encíclica Quanto conficiamur
moerore enseña que el dogma de la necesidad de la Iglesia Católica para la
salvación significa que la Iglesia es necesaria de dos maneras. Primero,
es necesaria con necesidad de precepto puesto que Dios mismo ha ordenado
a todos los hombres a entrar en esta sociedad. Segundo, también es
necesaria con necesidad de medio puesto que ha sido constituida por Dios
mismo como un factor fuera del cual los hombres no van y no pueden alcanzar la
Visión Beatífica.