viernes, 26 de abril de 2013

El Discurso Parusíaco III


2) Diferencia de personas que interrogan a Nuestro Señor.

Terminamos el artículo anterior mostrando la imposibilidad de que hayan sido los Apóstoles en el Monte de los Olivos[1] los que le hayan mostrado las construcciones y que allí mismo Nuestro Señor les haya profetizado la destrucción del Templo. Sin embargo terminábamos concediendo que no repugnaba, necesariamente, a los acontecimientos que esa parte de los hechos haya tenido lugar en el atrio de los gentiles mientras que la pregunta de los discípulos sobre los signos y momentos haya sucedido en el Monte de los Olivos.
Continuando con el mismo análisis vamos a tratar de ver si las personas que interrogan a Nuestro Señor son las mismas o no. Si la conclusión fuera por la última opción, sin dudas que esto sería muy importante a favor de la tesis que defendemos.
Veamos.

Por San Marcos sabemos bien quiénes son los que interrogan a Nuestro Señor puesto que en su v. 3 los identifica expresamente. Se trata de los cuatro Apóstoles de mayor confianza: Pedro, Santiago, Juan y Andrés.
¿Se puede concluir lo mismo con respecto al texto de San Lucas?


Los textos son los siguientes:

Mateo XXIV

1 Y saliendo Jesús del Templo íbase de allí, y sus discípulos se le acercaron para hacerle contemplar las edificaciones del Templo.
2 Entonces El les respondió y dijo: "¿No veis todo esto? En verdad, os digo, no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada."
3 Estando sentado en el Monte de los Olivos, se acercaron a él sus discípulos en particular, y le dijeron: "Dinos ¿cuándo será esto, y cuál será la señal de tu parusía y de la consumación del siglo?”

Marcos XIII

1 Y cuando El salía del Templo, uno de sus discípulos le dijo: "¡Maestro, mira! ¡Qué piedras y qué edificios!”
2 Y Jesús le respondió: "¿Veis estas grandes construcciones? Ciertamente no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada."
3 Y cuando estaba sentado en el Monte de los Olivos, frente al Templo, Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
4 "Dinos ¿cuándo será esto? Y al estar esas cosas a punto de consumarse todas ¿cuál será la señal?".

Lucas XXI

5 Y como algunos, hablando del Templo, dijesen que estaba adornado de hermosas piedras y dones votivos, dijo:
6 "Vendrán días en los cuales, de esto que veis, no quedará piedra sobre piedra que no sea destruido."
7 Le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo será esto y cuál será la señal para conocer que están a punto de suceder?”.

La exégesis que ve aquí un solo discurso razona, por fuerza, de la siguiente manera: al salir del Templo se le muestra a Nuestro Señor las grandes construcciones ante lo cual responde que no ha de quedar piedra sobre piedra y luego se dirige con sus discípulos al monte de los Olivos y es allí donde tiene lugar la pregunta. Pero sucede que San Lucas nos dejó un detalle en su respuesta que impide tal solución y que demuestra que difieren tanto el lugar como las personas.
Por San Marcos (v. 3) sabemos bien quiénes son los que le hacen la pregunta a Jesús mientras que San Lucas (v. 7) dice: “Le preguntaron, ¿Maestro…?”… ahora bien, el término Maestro (διδάσκαλε) es muy significativo en la pluma de San Lucas ya que nunca lo pone en boca de los Apóstoles sino ora en boca de los discípulos en general ora en boca de los mismos enemigos de Jesús[2] (cfr. VII, 40; IX, 38; X, 25; XI, 45; XII, 13; XVIII, 18; XIX, 39; XX, 21.28.39)[3], mientras que cuando son los Apóstoles los que le llaman “Maestro”, San Lucas usa otra palabra: Ἐπιστάτα (cfr. V, 5; VIII, 24.45; IX, 33.49[4]), con lo cual inmediatamente después que Nuestro Señor profetizó la destrucción del Templo, uno de sus discípulos, y no los cuatro Apóstoles que nombra San Marcos, le preguntó cuándo iba a suceder y cuál sería la señal de la misma.
Creemos que desta manera el discurso fluye más naturalmente ya que es difícil creer que, habiendo anunciado en el Templo su destrucción y en presencia del pueblo allí reunido, todos se quedaran, sin embargo, callados y no quisieran conocer ningún pormenor; así, pues, desta manera se evitan teorías un poco extrañas como decir que los apóstoles identificaban la ruina del Templo con el fin del siglo y que por lo tanto preguntaron todo confusamente y que Nuestro Señor mismo respondió incluso algo confusamente. Creemos que no es necesario tampoco hacer alusión al tipo y al anti-tipo. La solución parece ser mucho más sencilla: los discípulos le muestran el imponente Templo, luego Nuestro Señor responde que va a ser destruido, a lo cual le preguntan cuándo sucederá y cuál ha de ser la señal. San Lucas nos trae la respuesta, que fue dicha en el mismo Templo ante la presencia de los sacerdotes, fariseos y todo el pueblo; pero Jesucristo va más allá de la ruina del Templo y termina diciendo algunas palabras sobre su Parusía y el fin del siglo y una vez llegados al Monte, los cuatro discípulos de mayor confianza le preguntan en privado por el tiempo y señal de su Parusía, ante lo cual accede y es el discurso que nos traen San Mateo y San Marcos

- “¡Momento!, protestará el lector, esto es demasiado sutil para que lo aceptemos y no es de creerse que todos los Padres y exégetas se hayan equivocado en algo tan esencial como esto. Bien pudo ser esta una excepción en San Lucas por alguna causa que desconocemos. Después de todo, las excepciones existen…”.

- No negamos que haya excepciones en la vida, pero generalmente los términos del Texto suelen ser muy precisos… pero aún suponiendo que esto haya sido así… ¿se terminará de convencer el lector escéptico de que estamos ante dos discursos diferentes si le mostramos que la pregunta que traen Mt-Mc es esencialmente diferente a la que trae Lc?

Continuabitur…


[1] Pirot, en su comentario a San Marcos, da otra opción; dice que camino hacia el monte de los Olivos uno de los discípulos lo detuvo para mostrarle las construcciones. Sin embargo en la nota crítica del texto dice que debe mantenerse el adverbio ὧδε (aquí) en la respuesta de Jesús (verísculo 2 de Mt. y Mc). Qui postest capere capiat!

[2] Debemos esta observación a J. Dupont O.S.B. en su interesante estudio: “Les trois Apocalypses Synoptiques”, Les Éditions du Cerf, 1985. Pag. 102.

[3] No se puede afirmar con certeza lo mismo con respecto al διδάσκαλε usado por San Marcos en el versículo 1 ya que este término es usado indistintamente por los discípulos en general (IX, 17; X, 17.20; XII, 32), por los enemigos (XII, 14.19) y por los mismos Apóstoles (IV, 38; IX, 38; X, 35) aunque lo más probable es que sea un discípulo desconocido y esto por dos razones: la primera por la explicación que da Zerwick al vers. 1 cuando dice: εἷς” (“uno de sus discípulos”) = uno en el lugar, un fulano”, y en segundo lugar porque en todos los demás casos, es decir, tanto de parte de los Apóstoles como de parte de los enemigos, el Evangelista tiene cuidado en notar quiénes son; en cambio cuando es un discípulo cualquiera, un desconocido, Mc se contenta con hablar de “uno, un fulano”, etc.  

[4] La única excepción es XVII, 13.