I) Circunstancias que rodean la(s) pregunta(s).
Como ya lo dejamos dicho en la Primera Parte creemos que las diferencias entre los sinópticos al
narrar el llamado discurso parusíaco se explica fácilmente si se tiene
en cuenta que estamos ante dos discursos diferentes y no ante uno sólo
como han creído siempre los exégetas.
Para probar esta importante afirmación terminábamos el artículo diciendo
que íbamos a analizar dos cosas: por un lado las circunstancias que rodean
la(s) pregunta(s) y por el otro la(s) respuesta(s) de Nuestro Señor.
Ahora nos dedicaremos a la primera parte y buscaremos probar que los
discursos que traen Mt-Mc por un lado y Lc por el otro difieren
en tres cosas:
1) El lugar donde preguntan es distinto.
2) Las personas que preguntan son distintas.
3) La pregunta es distinta.
1) Diferencia de Lugar.
Antes de adentrarnos en las diferencias será bueno tener los textos
pertinentes a mano:
Mateo XXIV
1 Y saliendo Jesús del Templo íbase de allí, y sus discípulos se
le acercaron para hacerle contemplar las edificaciones del Templo.
2 Entonces El les respondió y dijo: "¿No veis todo esto? En verdad,
os digo, no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada."
3 Estando sentado en el Monte de los Olivos, se acercaron a él sus
discípulos en particular, y le dijeron: "Dinos ¿cuándo será esto, y cuál
será la señal de tu parusía y de la consumación del siglo?”
Marcos XIII
1 Y cuando El salía del Templo, uno de sus discípulos le dijo:
"¡Maestro, mira! ¡Qué piedras y qué edificios!”
2 Y Jesús le respondió:
"¿Veis estas grandes construcciones? Ciertamente no quedará aquí
piedra sobre piedra que no sea derribada."
3 Y cuando estaba sentado en el Monte de los Olivos, frente al Templo, Pedro,
Santiago, Juan y Andrés le preguntaron aparte:
4 "Dinos ¿cuándo será esto? Y al estar esas cosas a punto de consumarse
todas ¿cuál será la señal?".
Lucas XXI
5 Y como algunos, hablando del Templo, dijesen que estaba adornado de
hermosas piedras y dones votivos, dijo:
6 "Vendrán días en los cuales, de esto que veis, no quedará piedra
sobre piedra que no sea destruido."
7 Le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo será esto y cuál será la señal
para conocer que están a punto de suceder?”.
Para comprender bien las circunstancias del lugar es preciso antes que
nada conocer a grandes rasgos la división del Templo.
En griego se puede apreciar bien la doble división del Templo según el
término que se use, y no así en otros idiomas como español o latín que
conservan siempre el genérico templo/templum.
En griego se habla del “hierón” (ἱερόν) y del “santuario” (ναὸς).
El primero déllos constaba de dos partes: el patio exterior y el
interior. El patio exterior era conocido como el “atrio de los gentiles”,
mientras que el interior estaba reservado a los judíos y se dividía en tres
partes: el patio de las mujeres, el de Israel y el de los sacerdotes.
El santuario, por su parte, se dividía en tres: el vestíbulo, el
Santo y el Santo de los Santos. Al santuario sólo podían ingresar los
sacerdotes y por eso es que San Lucas termina su capítulo XXI
diciendo:
“Y todo el pueblo, muy de mañana acudía a Él en el Templo (ἐν τῷ ἱερῷ) para escucharlo.”
Bien, ahora podemos avanzar un poco más.
El final del capítulo XII de Mc y el comienzo del XXI de
Lc narran la pintoresca escena del óbolo de la viuda como suceso próximo
anterior al que estamos estudiando. Sabido es que los gazofilacios estaban en
el atrio de las mujeres, y es después de narrar esta escena que Mt y Mc
dicen “y saliendo Jesús del Templo (hiéron), etc”. Es decir, después de esta
escena de la viuda, Nuestro Señor continuó caminando hacia el oriente, atravesó
todo el atrio de las mujeres y cuando estaba saliendo del atrio de los gentiles,
por la puerta dorada, tuvo lugar la escena donde se le muestra a Nuestro Señor
los edificios y construcciones del Templo para que los admire.
Knabenbauer, junto con otros autores, ubica toda esta escena ya
en el Monte de los Olivos, sin duda, temiendo la dificultad que entrañaría para
su exégesis el ubicarla en el Templo.
Que esta escena tiene lugar en el atrio de los gentiles y no en el Monte
de los Olivos se prueba por las siguientes razones:
1) Claramente se da a entender que las piedras a las cuales se refiere
Nuestro Señor están cerca déllos y casi como que las tocara: “estas piedras”, “désto que veis”.
2) Si la respuesta de Jesús hubiera sido dicha desde el Monte de
los Olivos, de noche[1], hubiera sido
imposible que la pregunta “¿veis estas grandes construcciones?”, pueda
referirse solamente al Templo como parece constar por la narración.
Además, de nuevo, el pronombre “estas” indican cercanía, en oposición a
“esas”.
3) Los dones votivos a los cuales se refiere Lc no podían ser
vistos desde el Monte de los Olivos, por eso como lo indica el P. Schmid
en su comentario a Lc XXI, 5: “Junto a las “hermosas piedras” de mármol
blanco, y en razón de desarrollarse el coloquio en el interior del Templo,
menciona también el texto de Lucas
las ricas ofrendas o exvotos (que se encuentran en el interior del recinto),
procedentes de todas las partes del mundo, con que estaba profusamente
adornado.”[2]
4) Por último notemos que tanto Mt como Mc traen el adverbio
ὧδε: “Y Jesús le respondió: "¿Veis estas
grandes construcciones? Ciertamente no quedará aquí piedra sobre piedra
que no sea derribada."
Es imposible pues, que la respuesta, y por tanto la pregunta, hayan sido
pronunciadas en otro lugar que no sea el Templo.
En conclusión: uno de los discípulos alaba el Templo y Nuestro Señor
responde prediciendo su destrucción.
- Pero, objetará alguien, esto prueba cuanto mucho que la profecía de
la destrucción del Templo fue dicha en ese mismo lugar, pero no
quiere decir que la pregunta posterior haya sido dicha allí.
Es cierto, pero la situación no es tan fácil como puede parecer a
primera vista. Retrocedamos un poco más y analicemos más en detalle lo que
sucedió ese martes.
Sabido es que ese día, el último en el cual estuvo en el Templo, lo
dedicó a condenar y maldecir a los fariseos, saduceos, herodianos, etc., es
decir a todos sus enemigos. Pero entre las cosas que dijo ese martes se
encontraba ya la profecía de la destrucción del Templo cuando les dijo:
“¡Jerusalén! ¡Jerusalén! Tú que matas a los profetas, y apedreas a los
que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina
reúne a sus pollitos debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He
aquí que vuestra casa os quedará desierta. Por eso os digo, ya no me
volveréis a ver, hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
(Mt. 23, 37-39).
De aquí es, como lo notan los autores, que el discípulo que le mostró
las construcciones a Nuestro Señor para que las contemple, tuvo en cuenta
seguramente esta profecía, y fue como si le dijera: “Maestro, no es posible que
esta hermosa edificación sea destruida[3]”,
ante lo cual Jesús reafirmó su profecía.
Ahora bien, en tan solemne momento y bajo tales circunstancias ¿es
realmente creíble que nadie de entre toda la multitud haya osado
preguntarle algo al respecto? Psicológicamente hablando esto es súmamente
difícil.
Además, no debemos olvidar que la narración de San Lucas en ningún
momento nos introduce en el Monte de los Olivos ni nos saca del Templo,
sino que toda la escena sucede allí.
Conclusión: hasta aquí hemos procurado seguir los pasos de Jesús
previos a la profecía de la destrucción del Templo y hemos intentado probar que
la misma tuvo lugar en el atrio de los gentiles.
No se puede negar tampoco la verosimilitud de que alguien de
entre la multitud le haya preguntado a Jesucristo sobre el momento y los
signos previos a la destrucción del Templo, antes bien creemos que es lo más
natural.
- Está bien, nos dirá el lector, aún suponiendo que Nuestro Señor
profetizó en el Templo, nada impide pensar que la pregunta relativa a los
signos y momentos haya sido hecha en el Monte de los Olivos como traen Mt-Mc
y más teniendo en cuenta que así es como se encuentra en el Evangelio.
- Es cierto, responderemos, a menos que las personas que
interrogan a Nuestro Señor en Mt y Mc difieran de la que trae Lc…
Continuabitur…
[1] “Durante el día enseñaba en el Templo, pero iba a pasar la noche en
el monte llamado de los Olivos” (Lc. XXI, 38).
[2] El Evangelio según San Lucas,
Herder, 1968. Énfasis nuestros. Texto levemente modificado. Lo mismo afirma Crampon
en su Dictionnaire du Nouveau Testament, voz Templum cuando dice: “Al salir de este recinto (atrio de las
mujeres) fue cuando los discípulos le mostraban al Señor la construcción y los
exvotos que adornaban el templo (Lc. XXI, 5). Lo cual supone que los
discípulos se encontraban todavía en el atrio de los gentiles y se volvieron
hacia el hierón interior”.
[3] “Quien no ha visto el santuario con sus
construcciones, decían los rabinos, no ha visto un edificio magnífico”. (Strack-Billerbeck).