martes, 3 de septiembre de 2013

Babilonia y sus Cautivos, por M. Lacunza (V de VI)

Nota del Blog: tener presente la NOTA que publicamos en la primera parte.

Párrafo VI

Se confirma y aclara más este modo de discurrir.

Para entender bien todas las profecías que hay contra Babilonia, y el fin y término verdadero a donde todas se enderezan, paréceme a mí que basta tomar las llaves en la mano, y abrir las puertas. La misma Escritura nos ofrece estas llaves, con las cuales todo se facilita; sin ellas todo queda obscuro, difícil e inaccesible.


Primera llave

El apóstol San Pedro escribiendo desde Roma a todas las iglesias de Asia, concluye su primera epístola con estas palabras: Salutat vos ecclesia quæ est in Babylone collecta. ¿Qué quiere decir esto? San Pedro ciertamente no escribía desde el Éufrates, sino desde el Tíber, no desde la Caldea, sino desde Roma. En tiempo de San Pedro, la antigua Babilonia ya no existía, ya estaba casi tan olvidada como lo está ahora, ¿pues de qué Babilonia habla? De Roma misma. Mas, ¿por qué razón le da este nombre a la capital del imperio Romano? Fuera de esto, los Cristianos a quienes escribía, debían sin duda saber y estar bien enterados que Babilonia y Roma no eran dos cosas diversas, sino una misma. Sin esta noticia, la dicha salutación, como de personas incógnitas o inciertas, hubiera sido inútil, y por eso indigna del supremo Pastor. Si sabían esto los cristianos, ¿de dónde lo sabían?
A esta dificultad responden comúnmente los intérpretes, que el apóstol San Pedro puso Babilonia en lugar de Roma, sólo por precaución, esto es, para no ocasionar sin necesidad, alguna persecución, o contra sí, o contra los Cristianos, si esta epístola llegaba por algún accidente a manos de los étnicos, y a noticia del emperador. Mas, ¿qué tenían que temer en este caso, ni San Pedro, ni los cristianos? ¿Qué hubieran hallado en ella que reprender, ni por qué perseguir al Cristianismo? Antes hubieran hallado mucho que alabar en aquella parte que ellos podían entender, que es la moral, por ejemplo: Subiecti estote omni humanae creaturae propter Dominum sive regi quasi praecellenti sive ducibus, etc. quia sic est voluntas Dei… omnes honorate, fraternitatem diligite, Deum timete, regem honorificate. Servi subditi estote in omni timore Dominis; non tantum bonis, et modestis, sed etiam discolis (II, 13 ss). Adolescentes subditi estote senioribus, (V, 5), etc”. No sé yo que algún príncipe o república pueda reprender, o no alabar esta doctrina del sumo Pastor de los cristianos.
Acaso se dirá, que San Pedro no temía por la moral de su epístola, sino porque en ella habla de Jesucristo, y de la religión Cristiana. ¿Y es creíble, digo yo, que San Pedro temiese por esta parte? En la misma epístola exhorta a los cristianos a no temer la persecución que les venga en cuanto cristianos, sino la que puede venirles en cuanto reos y delincuentes: Nemo autem vestrum patiatur ut homicida, aut fur, etc Si autem ut christianus, non erubescat: glorificet autem Deum in isto nomine” (IV, 15 s.). Fuera de que cuando San Pedro escribió esta epístola, no había edicto alguno del emperador contra los Cristianos, ni prohibición del Cristianismo, pues los mismos autores afirman, que esta epístola la escribió San Pedro el año trece después de la muerte del Señor[1], que según parece corresponde a los principios del emperador Claudio, esto es, más de veinte años antes de la primera persecución de la Iglesia, que fue la de Nerón. ¿A qué venía, pues en este tiempo el temor y la persecución de San Pedro? Y dado caso que quisiese usar de alguna precaución, ¿no era más natural que dijese a los cristianos, a quienes escribía: salutat vos haec ecclesia, sin nombrar a Roma, ni a Babilonia, ni alguna otra ciudad determinada? ¿No sabrían los Cristianos en qué parte del mundo se hallaba en aquel tiempo el príncipe de los Apóstoles y el vicario de Jesucristo?



Segunda llave

Después de algunos años (y no pocos, pues pasaron a lo menos 30) escribió San Juan su Apocalipsis; y en los capítulos XVI, XVII, XVIII, y XIX, habla expresa y nominadamente de Babilonia, profetizando contra ella cosas nada ordinarias. Y para que ninguno desconozca la Babilonia de que habla, para que ninguno se equivoque pensando que habla de la antigua, que ya no existía, le pone tantas señas, contraseñas y distintivos, que es preciso conocerla por más que se repugne. De modo, que aun los doctores más corteses o más apasionados por Roma, se ven en la necesidad inevitable de confesar y conceder en este punto la pura verdad[2]. Lo que se debe notar principalmente sobre estos lugares del Apocalipsis, es el reclamo, o la alusión clarísima que hacen a todas las profecías que hay contra Babilonia. Todas son llamadas aquí, todas se hacen comparecer, todas son obligadas a servir la nueva Babilonia. No sólo se traen las expresiones vivas de los Profetas, sino también[3] sus mismas palabras, como luego veremos. Y es bien fácil notar que el amado discípulo se sirve puntualmente de aquellas palabras y expresiones vivísimas de los profetas, que no tuvieron lugar ni pudieron tenerlo en la antigua Babilonia. Para que no se piense que queremos ser creídos sobre nuestra palabra, será bien poner aquí a algunos ejemplares.


Párrafo VII

Alusiones o reclamos de la Babilonia del Apocalipsis,
a la Babilonia de los Profetas.
   

Isaías, hablando de Babilonia, dice (XXI, 2 ss): Visio dura nuntiata est mihi… Propterea repleti sunt lumbi mei dolore; angustia possedit me sicut angustia parturientis; corrui cum audirem, conturbatus sum cum viderem. Emarcuit cor meum; tenebræ stupefecerunt me: Babylon dilecta mea posita est mihi in miraculum”. ¿Os parece verosímil que la toma de Babilonia por Darío y Ciro pudiese causar en Isaías unos efectos tan grandes, como él mismo dice y pondera con tanta viveza?
San Juan hablando de Roma futura, dice con más brevedad, mirándola sentada sobre la bestia (Apoc. XVII, 6): “Et miratus sum cum vidissem illam admiratione magna.
Leed este capítulo XVII y el siguiente, y allí veréis cuan gran razón tenía el amado discípulo para admirarse con tan gran admiración, de ver a Roma[4] en el estado infelicísimo que él mismo anuncia.

El mismo Isaías (XLVII, 8 ss) le dice a Babilonia: “Et nunc audi hæc delicata, et habitans confidenter, quæ dicis in corde tuo: Ego sum, et non est præter me amplius; non sedebo vidua, et ignorabo sterilitatem. Venient tibi duo hæc subito in die una, sterilitas et viduitas: universa venerunt super te… Sapientia tua et scientia tua, hæc decepit te. Et dixisti in corde tuo: Ego sum, et præter me non est altera[5]. Veniet super te malum, et nescies ortum ejus; et irruet super te calamitas quam non poteris expiare; veniet super te repente miseria quam nescies”.
¿Cómo es posible acomodar todo esto a la antigua Babilonia, tomada por Darío y Ciro? Leed, amigo, cualquier expositor; comparad lo que os dijere con el texto, y con la historia de este suceso que no ignoráis; y con esto solo podéis salir de toda duda; mucho más si reparáis en el texto del Apocalipsis (XVIII, 7), que hablando de Roma futura, dice así: “Quantum glorificavit se, et in deliciis fuit, tantum date illi tormentum et luctum: quia in corde suo dicit: Sedeo regina: et vidua non sum… quia fortis est Deus, qui judicabit illam”.

Jeremías (L, 29), “Reddite ei secundum opus suum: juxta omnia quæ fecit, facite illi”.
Apocalipsis (XVIII, 6): “Reddite illi sicut et ipsa reddidit vobis: et duplicate duplicia secundum opera ejus”.

Jeremías (LI, 13): “Quæ habitas super aquas multas, locuples in thesauris”.
Apocalipsis (XVII, 1): “Veni, ostendam tibi damnationem meretricis magnæ, quæ sedet super aquas multas.

Jeremías (LI, 8): “Subito cecidit Babylon, et contrita est”.
Apocalipsis (XVIII, 1): “Et post hæc vidi alium angelum descendentem de cælo, habentem potestatem magnam: et terra illuminata est a gloria ejus. Et exclamavit in fortitudine, dicens: Cecidit, cecidit Babylon magna, etc”.
Lo mismo se dice en el capítulo XIV, versículo 8: “Et alius angelus secutus est dicens: Cecidit, cecidit Babylon illa magna”.
Lo cual también alude al capítulo XXI de Isaías, versículo 9, donde se lee: “Cecidit, cecidit Babylon.

Jeremías (LI, 6): “Fugite de medio Babylonis, et salvet unusquisque animam suam”.
Y en el versículo 45: “Egredimini de medio ejus, populus meus, ut salvet unusquisque animam suam ab ira furoris Domini”. 
Apocalipsis (XVIII, 4): “Et audivi aliam vocem de cælo, dicentem: Exite de illa populus meus: ut ne participes sitis delictorum ejus, et de plagis ejus non accipiatis”.

Jeremías (LI, 7): “Calix aureus Babylon in manu Domini, inebrians omnem terram: de vino ejus biberunt gentes, et ideo commotæ sunt”.
Apocalipsis (XVII, 2): “Et inebriati sunt qui inhabitant terram de vino prostitutionis ejus”.
Apocalipsis (XVIII, 3): “Quia de vino iræ fornicationis ejus biberunt omnes gentes: et reges terræ cum illa fornicati sunt”.

Jeremías (LI, 64): “Sic submergetur Babylon, et non consurget a facie afflictionis”.
Apocalipsis (XVIII, 21): “Et sustulit unus angelus fortis lapidem quasi molarem magnum, et misit in mare, dicens: Hoc impetu mittetur Babylon civitas illa magna, et ultra jam non invenietur”.

Jeremías (LI, 48): “Et laudabunt super Babylonem cæli et terra, et omnia quæ in eis sunt.
Apocalipsis (XVIII, 20): “Exsulta super eam cælum, et sancti apostoli, et prophetæ: quoniam judicavit Deus judicium vestrum de illa”.
Y en el capítulo XIX, 1-3 prosigue diciendo: “Post hæc audivi quasi vocem turbarum multarum in cælo dicentium: Alleluja: salus, et gloria, et virtus Deo nostro est: quia vera et justa judicia sunt ejus, qui judicavit de meretrice magna, quæ corrupit terram in prostitutione sua, et vindicavit sanguinem servorum suorum de manibus ejus. Et iterum dixerunt: Alleluja. Et fumus ejus ascendit in sæcula sæculorum”.

Basten estas pocas alusiones que acabamos de notar, para conocer, o a lo menos entrar en grandes y vehementes sospechas, de que la Babilonia de los Profetas no puede limitarse a aquella antigua e individua ciudad, que fue la corte del primer imperio. Así como aquel primer imperio, que al principio estuvo en la cabeza de oro de la estatua, se ha ido bajando con el tiempo, de la cabeza al pecho y brazos; del pecho y brazos al vientre y muslos; del vientre y muslos a las piernas, pies y dedos (como actualmente lo vemos); así aquella primera Babilonia considerada, no en lo material, sino en lo formal[6], ha ido siguiendo los mismos pasos; no digo solamente desde Nabucodonosor, o desde el primer imperio de los cuatro más célebres, sino aun desde que comenzó el imperio, o el principado de un hombre solo sobre muchos, que llamamos monarquía; lo cual como se lee en el capítulo X del Génesis, tuvo su primer principio en Babilonia[7].
En este aspecto, pues, me parece a mí que consideran los Profetas a Babilonia, cuando le anuncian con tantas, tan vivas y tan magníficas expresiones, cosas que hasta ahora no se han visto en el mundo, ni se han verificado de modo alguno en aquella primera y antigua Babilonia. Considerada Babilonia en este aspecto, se entienden al punto sin embarazo alguno dichas profecías; las cuales sin esto quedan ciertamente algo más que difíciles, oscuras e inaccesibles. Este mismo aspecto parece que es el que tuvieron muy presente los apóstoles San Pedro y San Juan, cuando la dieron el nombre propio de Babilonia a aquella gran ciudad, que en su tiempo era la señora del mundo, como la capital del imperio romano. Es verdad que este imperio ha bajado muchos días ha, desde el vientre hasta los pies y dedos de la estatua; mas con todo eso podemos decir, que persevera, no física sino moralmente, en uno de sus efectos principales, dignos por cierto de todas las atenciones de los Apóstoles y Profetas: persevera, digo, moralmente en lo que es relativo al pueblo de Israel (pueblo propio de los unos y de los otros); persevera, vuelvo a decir, en cuanto al cautiverio y dispersión entera y completa de este pueblo infeliz, ejecutada por los romanos después de la muerte del Mesías, y continuada, confirmada y agravada por el cuarto imperio; y persevera también moralmente perseverando en su lustre, gloria y esplendor aquella misma que fue corte y capital del mismo imperio; y ahora lo es de un estado o imperio pequeño en lo material, mas en lo espiritual de un imperio o estado mayor, cual es, o debía ser todo el orbe Cristiano[8].
No sé, amigo mío, si en este último punto me he explicado bien; pienso que no, mas no por eso quedo sin consuelo, o sin esperanza cierta y segura. Lo que falta a mi explicación lo puede suplir muy bien abundanter, accumulate vuestra juiciosa reflexión. Os remito de nuevo al Fenómeno III, Párrafo XI, cuyo título es: la mujer sobre la bestia.

Terminabitur



[1] No sabemos de dónde saca esto Lacunza. Rosadini, Institutiones Introductoriae in Libros NT, vol. III, (1939) pag. 38 dice: “Si además, como parecería necesario admitir, nuestra Epístola (la I de Ped.) conoce las de San Pablo, incluso depende en manera especial literalmente de la carta a los Efesios, no pudo haber sido escrita antes del año 61-62 cuando fue compuesta esta carta. Los límites, pues, de la composición de la I Ped. son los años 63 a 67 (muerte de San Pedro).” (Paréntesis nuestros).
Este desliz no quita ningún valor al resto de los argumentos. Concluyentes y geniales, por lo demás.

[2] Nos parece que esto debía probarse más que afirmarse.
Por otra parte, el segundo punto, es decir, la alusión y cita constante que el Apocalipsis hace de los Profetas es obvia para quien sepa leer.

[3] Tanto la edición de Belgrano como la de Ackerman dicen “tal vez” en lugar de también. Nos atrevemos a modificarla porque nos parece que es la versión correcta.

[4] Sobre esto ver más abajo.

[5] Esta altera no nos parece que se la Iglesia sino la Mujer del cap. XII que huye al desierto.

[6] Esto explica que la alusión de San Pedro a Roma como Babilonia no era en modo alguno una alegoría por sus crímenes y vicios, sino que lo dijo en su sentido real aunque simbólico, por decirlo de alguna manera. Creemos que este tema está íntimamente relacionado con las siete cabezas de la Bestia.

[7] Creemos que esta sería la primer cabeza de la Bestia.

[8] No creemos que el cuarto imperio de la estatua de Nabucodonosor sea la desmembración del imperio Romano, sino algo todavía futuro para nosotros.