Nota del Blog: tener presente la NOTA que publicamos en la primera parte.
Párrafo VI
Se confirma y aclara más este modo de discurrir.
Para entender bien todas las profecías que
hay contra Babilonia, y el fin y término verdadero a donde todas se enderezan,
paréceme a mí que basta tomar las llaves en la mano, y abrir las puertas.
La misma Escritura nos ofrece estas llaves, con las cuales todo se facilita;
sin ellas todo queda obscuro, difícil e inaccesible.
Primera
llave
El apóstol San Pedro escribiendo desde
Roma a todas las iglesias de Asia, concluye su primera epístola con estas
palabras: Salutat vos ecclesia quæ est in Babylone collecta. ¿Qué quiere decir esto? San Pedro ciertamente
no escribía desde el Éufrates, sino desde el Tíber, no desde la Caldea, sino
desde Roma. En tiempo de San Pedro, la antigua Babilonia ya no existía, ya
estaba casi tan olvidada como lo está ahora, ¿pues de qué Babilonia habla? De
Roma misma. Mas, ¿por qué razón le da este nombre a la capital del imperio Romano?
Fuera de esto, los Cristianos a quienes escribía, debían sin duda saber y estar
bien enterados que Babilonia y Roma no eran dos cosas diversas, sino una misma.
Sin esta noticia, la dicha salutación, como de personas incógnitas o inciertas,
hubiera sido inútil, y por eso indigna del supremo Pastor. Si sabían esto los
cristianos, ¿de dónde lo sabían?
A esta dificultad responden comúnmente los
intérpretes, que el apóstol San Pedro puso Babilonia en lugar de Roma, sólo por
precaución, esto es, para no ocasionar sin necesidad, alguna persecución, o
contra sí, o contra los Cristianos, si esta epístola llegaba por algún
accidente a manos de los étnicos, y a noticia del emperador. Mas, ¿qué tenían que temer en este caso, ni San Pedro, ni los
cristianos? ¿Qué hubieran hallado en ella que reprender, ni por qué perseguir
al Cristianismo? Antes hubieran hallado mucho que alabar en aquella parte que
ellos podían entender, que es la moral, por ejemplo: “Subiecti estote omni humanae creaturae propter Dominum sive regi quasi
praecellenti sive ducibus, etc. quia sic est voluntas Dei… omnes honorate,
fraternitatem diligite, Deum timete, regem honorificate. Servi subditi estote
in omni timore Dominis; non tantum bonis, et modestis, sed etiam discolis (II,
13 ss). Adolescentes subditi estote senioribus, (V, 5), etc”. No sé yo que algún príncipe o república pueda
reprender, o no alabar esta doctrina del sumo Pastor de los cristianos.
Acaso se dirá, que San Pedro no temía por la
moral de su epístola, sino porque en ella habla de Jesucristo, y de la religión
Cristiana. ¿Y es creíble, digo yo, que San Pedro temiese por esta parte? En la
misma epístola exhorta a los cristianos a no temer la persecución que les venga
en cuanto cristianos, sino la que puede venirles en cuanto reos y delincuentes: “Nemo autem vestrum patiatur
ut homicida, aut fur, etc Si autem ut christianus, non erubescat: glorificet
autem Deum in isto nomine” (IV, 15 s.).
Fuera de que cuando San Pedro escribió
esta epístola, no había edicto alguno del emperador contra los Cristianos, ni
prohibición del Cristianismo, pues los mismos autores afirman, que esta
epístola la escribió San Pedro el año trece después de la muerte del
Señor[1],
que según parece corresponde a los principios del emperador Claudio,
esto es, más de veinte años antes de la primera persecución de la Iglesia, que
fue la de Nerón. ¿A qué venía, pues en este tiempo el temor y la
persecución de San Pedro? Y dado caso que quisiese usar de alguna
precaución, ¿no era más natural que dijese a los cristianos, a quienes
escribía: salutat vos haec ecclesia, sin nombrar a Roma, ni a Babilonia,
ni alguna otra ciudad determinada? ¿No sabrían los Cristianos en qué parte del
mundo se hallaba en aquel tiempo el príncipe de los Apóstoles y el vicario de Jesucristo?
Segunda
llave
Después de algunos años (y no pocos, pues
pasaron a lo menos 30) escribió San Juan su Apocalipsis; y en los
capítulos XVI, XVII, XVIII, y XIX, habla expresa y nominadamente de
Babilonia, profetizando contra ella cosas nada ordinarias. Y para que
ninguno desconozca la Babilonia de que habla, para que ninguno se equivoque
pensando que habla de la antigua, que ya no existía, le pone tantas señas,
contraseñas y distintivos, que es preciso conocerla por más que se repugne.
De modo, que aun los doctores más corteses o más apasionados por Roma, se
ven en la necesidad inevitable de confesar y conceder en este punto la pura
verdad[2].
Lo que se debe notar principalmente sobre estos lugares del Apocalipsis, es el
reclamo, o la alusión clarísima que hacen a todas las profecías que hay contra
Babilonia. Todas son llamadas aquí, todas se hacen comparecer, todas son
obligadas a servir la nueva Babilonia. No sólo se traen las expresiones vivas
de los Profetas, sino también[3]
sus mismas palabras, como luego veremos. Y es bien fácil notar que el
amado discípulo se sirve puntualmente de aquellas palabras y expresiones
vivísimas de los profetas, que no tuvieron lugar ni pudieron tenerlo en la
antigua Babilonia. Para que no se piense que queremos ser creídos sobre nuestra
palabra, será bien poner aquí a algunos ejemplares.
Párrafo VII
Alusiones o reclamos de la Babilonia del Apocalipsis,
a la Babilonia de los Profetas.
Isaías,
hablando de Babilonia, dice (XXI, 2 ss): “Visio dura nuntiata est mihi… Propterea repleti sunt lumbi mei dolore;
angustia possedit me sicut angustia parturientis; corrui cum audirem, conturbatus
sum cum viderem. Emarcuit cor meum; tenebræ stupefecerunt me: Babylon
dilecta mea posita est mihi in miraculum”.
¿Os parece verosímil que la toma de Babilonia por Darío y
Ciro pudiese causar en Isaías unos efectos tan grandes, como él mismo dice y
pondera con tanta viveza?
San Juan
hablando de Roma futura, dice con más brevedad, mirándola sentada sobre la
bestia (Apoc. XVII, 6): “Et miratus sum cum vidissem
illam admiratione magna”.
Leed este capítulo XVII y el
siguiente, y allí veréis cuan gran razón tenía el amado discípulo para
admirarse con tan gran admiración, de ver a Roma[4]
en el estado infelicísimo que él mismo anuncia.
El mismo Isaías (XLVII, 8 ss)
le dice a Babilonia: “Et nunc audi hæc delicata, et habitans
confidenter, quæ dicis in corde tuo: Ego sum, et non est præter me amplius;
non sedebo vidua, et ignorabo sterilitatem.
Venient tibi duo hæc subito in die una, sterilitas
et viduitas: universa venerunt super te… Sapientia tua et scientia tua, hæc
decepit te. Et dixisti in corde tuo: Ego sum, et præter me non est altera[5]. Veniet super te
malum, et nescies ortum ejus; et irruet super te calamitas quam non poteris
expiare; veniet super te repente miseria quam nescies”.
¿Cómo es posible acomodar todo esto a la
antigua Babilonia, tomada por Darío y Ciro?
Leed, amigo, cualquier expositor; comparad lo que os dijere con el texto, y con
la historia de este suceso que no ignoráis; y con esto solo podéis salir de
toda duda; mucho más si reparáis en el texto del Apocalipsis (XVIII,
7), que hablando de Roma futura, dice así: “Quantum
glorificavit se, et in deliciis fuit, tantum date illi tormentum et luctum:
quia in corde suo dicit: Sedeo regina: et vidua non sum… quia fortis est
Deus, qui judicabit illam”.
Jeremías
(L, 29), “Reddite ei secundum
opus suum: juxta omnia quæ fecit, facite illi”.
Apocalipsis
(XVIII, 6): “Reddite illi sicut et ipsa reddidit vobis: et duplicate
duplicia secundum opera ejus”.
Jeremías
(LI, 13): “Quæ habitas super aquas multas, locuples in
thesauris”.
Apocalipsis
(XVII, 1): “Veni, ostendam tibi damnationem meretricis magnæ,
quæ sedet super aquas multas”.
Jeremías
(LI, 8): “Subito cecidit Babylon, et contrita est”.
Apocalipsis
(XVIII, 1): “Et post hæc vidi alium angelum descendentem de
cælo, habentem potestatem magnam: et terra illuminata est a gloria ejus. Et exclamavit in fortitudine, dicens: Cecidit, cecidit Babylon magna,
etc”.
Lo mismo se dice en el capítulo XIV,
versículo 8: “Et alius angelus secutus est dicens: Cecidit,
cecidit Babylon illa magna”.
Lo cual también alude al capítulo XXI de
Isaías, versículo 9, donde se lee: “Cecidit, cecidit Babylon”.
Jeremías
(LI, 6): “Fugite de medio Babylonis, et salvet unusquisque
animam suam”.
Y en el versículo 45: “Egredimini de
medio ejus, populus meus, ut salvet unusquisque animam suam
ab ira furoris Domini”.
Apocalipsis (XVIII,
4): “Et audivi aliam vocem de cælo, dicentem: Exite de illa populus
meus: ut ne participes sitis delictorum ejus, et de plagis ejus non
accipiatis”.
Jeremías (LI, 7): “Calix
aureus Babylon in manu Domini, inebrians omnem terram: de vino ejus biberunt
gentes, et ideo commotæ sunt”.
Apocalipsis (XVII,
2): “Et inebriati sunt qui inhabitant terram de vino prostitutionis
ejus”.
Apocalipsis (XVIII,
3): “Quia de vino iræ fornicationis ejus biberunt omnes gentes: et
reges terræ cum illa fornicati sunt”.
Jeremías
(LI, 64): “Sic submergetur Babylon, et non consurget a facie
afflictionis”.
Apocalipsis
(XVIII, 21): “Et sustulit unus angelus
fortis lapidem quasi molarem magnum, et misit in mare, dicens: Hoc impetu
mittetur Babylon civitas illa magna, et ultra jam non invenietur”.
Jeremías
(LI, 48): “Et laudabunt super Babylonem cæli et terra, et
omnia quæ in eis sunt”.
Apocalipsis
(XVIII, 20): “Exsulta super eam cælum, et sancti apostoli, et
prophetæ: quoniam judicavit Deus judicium vestrum de illa”.
Y en el capítulo XIX, 1-3 prosigue diciendo:
“Post hæc audivi quasi vocem turbarum multarum in cælo
dicentium: Alleluja: salus, et gloria, et virtus Deo nostro est: quia vera
et justa judicia sunt ejus, qui judicavit de meretrice magna, quæ corrupit
terram in prostitutione sua, et vindicavit sanguinem servorum suorum de manibus
ejus. Et iterum dixerunt: Alleluja. Et
fumus ejus ascendit in sæcula sæculorum”.
Basten estas pocas alusiones que acabamos de
notar, para conocer, o a lo menos entrar en grandes y vehementes sospechas, de
que la Babilonia de los Profetas no puede limitarse a aquella antigua e
individua ciudad, que fue la corte del primer imperio. Así como aquel primer
imperio, que al principio estuvo en la cabeza de oro de la estatua, se ha ido
bajando con el tiempo, de la cabeza al pecho y brazos; del pecho y brazos al
vientre y muslos; del vientre y muslos a las piernas, pies y dedos (como actualmente
lo vemos); así aquella primera Babilonia considerada, no en lo material,
sino en lo formal[6],
ha ido siguiendo los mismos pasos; no digo solamente desde Nabucodonosor,
o desde el primer imperio de los cuatro más célebres, sino aun desde que
comenzó el imperio, o el principado de un hombre solo sobre muchos, que
llamamos monarquía; lo cual como se lee en el capítulo X del Génesis, tuvo su
primer principio en Babilonia[7].
En este aspecto, pues, me parece a mí que
consideran los Profetas a Babilonia, cuando le anuncian con tantas, tan vivas y
tan magníficas expresiones, cosas que hasta ahora no se han visto en el mundo,
ni se han verificado de modo alguno en aquella primera y antigua Babilonia.
Considerada Babilonia en este aspecto, se entienden al punto sin embarazo
alguno dichas profecías; las cuales sin esto quedan ciertamente algo más que
difíciles, oscuras e inaccesibles. Este mismo aspecto parece que es el que
tuvieron muy presente los apóstoles San Pedro y San Juan, cuando la dieron el
nombre propio de Babilonia a aquella gran ciudad, que en su tiempo era la
señora del mundo, como la capital del imperio romano. Es verdad que este
imperio ha bajado muchos días ha, desde el vientre hasta los pies y dedos de la
estatua; mas con todo eso podemos decir, que persevera, no física sino
moralmente, en uno de sus efectos principales, dignos por cierto de todas las
atenciones de los Apóstoles y Profetas: persevera, digo, moralmente en lo que
es relativo al pueblo de Israel (pueblo propio de los unos y de los otros);
persevera, vuelvo a decir, en cuanto al cautiverio y dispersión entera y
completa de este pueblo infeliz, ejecutada por los romanos después de la muerte
del Mesías, y continuada, confirmada y agravada por el cuarto imperio; y
persevera también moralmente perseverando en su lustre, gloria y esplendor
aquella misma que fue corte y capital del mismo imperio; y ahora lo es de un
estado o imperio pequeño en lo material, mas en lo espiritual de un imperio o
estado mayor, cual es, o debía ser todo el orbe Cristiano[8].
No sé, amigo mío, si en este último punto me
he explicado bien; pienso que no, mas no por eso quedo sin consuelo, o sin
esperanza cierta y segura. Lo que falta a mi explicación lo puede suplir muy
bien abundanter, accumulate vuestra juiciosa reflexión. Os remito de
nuevo al Fenómeno III, Párrafo XI, cuyo título es: la mujer sobre
la bestia.
Terminabitur
[1] No sabemos de dónde saca esto Lacunza. Rosadini, Institutiones
Introductoriae in Libros NT, vol. III, (1939) pag. 38 dice: “Si además,
como parecería necesario admitir, nuestra Epístola (la I de Ped.)
conoce las de San Pablo, incluso depende en manera especial literalmente de
la carta a los Efesios, no pudo haber sido escrita antes del año 61-62 cuando
fue compuesta esta carta. Los límites, pues, de la composición de la I Ped. son
los años 63 a 67 (muerte de San Pedro).” (Paréntesis nuestros).
Este desliz no quita
ningún valor al resto de los argumentos. Concluyentes y geniales, por lo demás.
Por otra parte, el
segundo punto, es decir, la alusión y cita constante que el Apocalipsis hace de
los Profetas es obvia para quien sepa leer.