Cuando releíamos los autores para poder
hacer los artículos sobre Algunas Notas a Apocalipsis I, 1-3 nos encontramos con que Caballero Sánchez coincidía
bastante con nuestra interpretación sobre aquellos difíciles pasajes que
hablaban de la inminencia de la Parusía. Lo que escribimos puede verse AQUI.
Comentando las palabras “lo que debe
suceder pronto” del v.1, Caballero Sánchez afirma:
“Estos secretos versan sobre
"las cosas que tienen que acontecer en breve… pues, el tiempo está
cerca".
La primera de estas expresiones tiene
un sabor bíblico consagrado que implica, por un lado, lo infalible de la
realización histórica de la Parusía, y, por otro, lo inminente de ella.
Esta idea de la proximidad de los
acontecimientos, y no la de su rápida sucesión uno tras otro, es la que viene
subrayada por la segunda expresión: "el tiempo está cerca".
El libro insiste, del principio al fin,
en poner de relieve esta proximidad o inminencia.
Este problema de la "proximidad de
la Parusía" es uno de los grandes caballos de batalla de la exégesis.
Fundándose en estos textos, tan claros aquí como en los Evangelios, y
especialmente en el discurso escatológico del Señor, los herejes
"escatologistas" se gozan en demostrar cómo toda la revelación
cristiana descansa en la pura ilusión de una inmediata Parusía.
Los “creyentes”, al contrario,
reaccionando vivamente contra consecuencias tan demoledoras, se esfuerzan por
opacar el sentido escatológico de numerosos textos, y donde no pueden hacerlo,
procuran al menos quitarles la idea de inmediación que contienen.
Ni lo uno, ni lo otro. La lealtad exige
que se reciban esos textos escatológicos con la sencillez de la paloma, en su
sentido obvio y natural; pero, la sabiduría pide que se los escrute con la
prudencia de la serpiente, no según la medida de la carne, sino según el modo
del Espíritu.
Ahora bien; recordemos la naturaleza
del "tiempo del fin" o "días escatológicos" y su enlace con
el Salvador Jesús. Se trata de un tiempo, no abstracto sino concreto,
"recortado en la historia de Jerusalén y del pueblo mesiánico”. Es la
fórmula de Daniel, el profeta cronólogo. Tenemos que entender ese tiempo
compenetrado con Israel mesiánico; no corre desde que Israel se desgajó de la
oliva, perdiendo la unción sagrada; quedó estancado con el pueblo negador de su
Cristo que es su Camino y su Vida. Está a la vista e inminente siempre para
cuando Israel se convierta, volviendo a recibir la unción mesiánica. El
Jefe-Ungido que expiró en la cruz y el otro Ungido evacuado tienen que volver a
encontrarse para que la septuagésima semana empiece a realizarse. Podemos decir, por tanto que el "tiempo del fin" es
inminente, pero que todavía no estamos en él. Siempre estuvo inminente porque
en el corazón de los Apóstoles y de la Santa Iglesia existe el ansia perpetua
del regreso del Pródigo a la casa paterna…
Cuando Israel reviva bajo la bandera de
su Salvador-Ungido, cesará su estancamiento del Calvario y se reanudará su
marcha mesiánica por su camino propio a la cabeza de las naciones: siete
años de probación final, "tiempo escatológico", que desembocan en
la plenitud redentora de la Parusía.
Pero si la entrada de Israel en la Fe
católica fija el principio del tiempo escatológico, ¿cómo puede hablarse de su
proximidad e inmediación, siendo así que implica una distancia ya veinte veces
secular?
Grave dificultad efectivamente para los
doctores que toman por punto de partida del tiempo del fin, la Ascensión del
Señor, o Pentecostés, o la ruina de Jerusalén, y nos hacen esperar por miles de
años la Parusía. Pues, quitan a ese tiempo su sabor judío, lo vuelven presente
cuando se lo pinta como futuro, la extienden indefinidamente cuando es por
naturaleza "breve'', y lo desligan de la Parusía cuando su razón de ser es
la preparación inmediata de ella.
Dificultad que se resuelve sin pena
cuando se sabe que el tiempo gentílico es un paréntesis en la historia del
Pueblo de Dios; que este tiempo no es escatológico sino en cuanto prepara
providencialmente el renacimiento en Cristo de Israel caído, con cuya
resurrección se inicia la semana final antes de la Parusía. La digresión actual
del Evangelio por entre las naciones tiene por objeto preparar a éstas a
convivir a la sombra del mismo Árbol de Vida con el pueblo judío rehabilitado
en su condición sagrada de Pueblo-Cristo…
El rodeo que da el Espíritu por entre
las Naciones, antes de incendiar a Israel, se parece a un paseíto de
exploración antes de recogerse en casa. El anillo de enganche de la
septuagésima semana con las anteriores está ya forjado: pronto se hará la
soldadura: “El tiempo está cerca; ya vengo…”. Que mis heraldos trabajen
intensamente en sembrar el Evangelio en todas las criaturas; que se arrepienta
Israel y abra los ojos a la fe; y entonces volveré a daros el refrigerio de mi
Día sabático...
Luego, reintegremos al tiempo
escatológico su sujeto principal que es el pueblo judío regenerado; entendamos
las expresiones proféticas según la medida del Espíritu; y entonces, frente a
la blasfemia de los "escatologistas" y al error de los
antiescatologistas, se dibujará la verdadera Escatología cuya inminencia se
comprenderá sin violentar los textos, y cuyo contenido se vislumbrará menos
confusamente en función de la Parusía del Señor.
"Las cosas que tienen que suceder
pronto", contenido del Apocalipsis, son también llamadas “las palabras de
la profecía, escritas" por Juan.
El Apocalipsis es, por lo tanto un
libro de substancia profética que describirá las circunstancias futuras en
torno a la "manifestación de Jesucristo".
Hasta aquí Caballero Sánchez.
Nada queda por agregar o comentar.
Vale!