jueves, 21 de marzo de 2013

La Salvación por los Judíos. Léon Bloy. Capítulo VI


VI

Los llamo los Tres Viejos porque no sé de qué otra manera podría designarlos. Acaso sean cincuenta en aquella ciudad privilegiada, que no parece enorgullecerse mucho de ello; pero sólo tres se mostraron a mis ojos, lo suficiente para darme la visión de los más insólitos dragones.
Todo aquello que tenía un sello, un signo cualquiera de modernidad, se desvaneció de inmediato para mí, y la vida de los judíos subalternos que hormigueaban a mi alrededor como moscas de matadero, quedó en suspenso. Comparados con aquellos tres, cuya presencia los anulaba por completo, no tenían ya el derecho de existir. Su ignominia, que me había parecido completa, irreprochable y tan sabrosa como puede serlo un elixir de maldición no tenía ya la menor sapidez y asumía, comparada con aquella inextricable pesadilla de oprobio, un carácter de nobleza.
El aspecto de los tres fantasmas despedía una tan incomparable calidad de horror, que sólo la blasfemia podría interpretarla simbólicamente.
¡Imagínese, si es posible, a los tres Patriarcas sagrados: Abrahán, Isaac y Jacob, cuyos nombres oscurecidos por un impenetrable misterio, forman la Delta[1], el Triángulo equilátero donde dormita, en las cortinas del rayo, el inaccesible Tetragrama! ¡Imagínese —apenas me atrevo a escribirlo— a esos tres personajes más que hermanos, de cuyo seno salió todo el Pueblo de Dios, salió hasta el Verbo mismo de Dios; imagíneselos por un momento, repito, alentando aún, sobreviviendo, por un único milagro, a la largamente centenaria progenie de los inmoladores de su gran Hijo crucificado, después de haber aceptado —sabe Dios con qué propósitos de irrevelables retroventas— la destitución perfecta, la ignominia infinita, el inagotable tesoro de la execración del mundo, los alaridos de toda la tierra, el vilipendio en todos los abismos, y piénsese en el asombro eterno de los Serafines al verlos arrastrarse así en una abyección de siglos!


[1] Cuarta letra del alfabeto griego. Corresponde a la d del nuestro y tiene la forma de un triángulo.