miércoles, 24 de abril de 2019

La presencia de Nuestro Señor en la Iglesia Católica, por Mons. Fenton (I de IV)


Nota del Blog: El siguiente texto de Mons. Fenton está tomado del American Ecclesiastical Review, Vol. CXV, Julio de 1946, pag. 50-61.

El texto original puede verse AQUI.


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El hecho central, el más importante sobre la Iglesia Católica, lo que la diferencia en primer lugar de cualquier otra organización religiosa sobre la faz de la tierra, es la presencia viva de Jesucristo Nuestro Señor dentro de ella. Esta inhabitación actual de Nuestro Señor dentro de la sociedad que fundó es la gran y esencial gloria de la Iglesia Católica. Es la razón fundamental por la que la Iglesia Católica puede y debe ser designada con exactitud como la verdadera Iglesia de Jesucristo, el Reino y la Ciudad y la Casa de Dios. Puesto que la comunidad y compañía de Cristo se debe encontrar dentro de la sociedad de sus discípulos Pío XII, en su magistral encíclica Mystici Corporis, puede insistir correctamente que:

Nada más glorioso, nada más noble, nada, a la verdad, más honroso se puede pensar que formar parte de la Iglesia santa, católica, apostólica y romana[1].

Ciertamente, nadie puede comenzar a darse cuenta lo que la Iglesia Católica es realmente hasta que lo considere a la luz de la presencia viva de Cristo dentro de ella. A menos que nos demos cuenta del hecho que Nuestro Señor reside realmente dentro de la Iglesia, toda designación de esta sociedad como el Cuerpo Místico de Cristo o como Esposa de Cristo va a ser, para todo propósito y finalidad, prácticamente sin sentido para nosotros. Además, a fin de amar a la Iglesia como debemos, tenemos que tomar conciencia también de la vida durable y actividad dentro de ella por parte de Nuestro Señor. El Papa Pío XII nos recuerda esto en aquella sección de la Mystici Corporis en la que nos exhorta amar a la Iglesia:

Para que este amor sólido e íntegro more en nuestras almas y aumente de día en día, es necesario que nos acostumbremos a ver en la Iglesia al mismo Cristo. Porque Cristo es quien vive en su Iglesia, quien por medio de ella enseña, gobierna y santifica[2].

Los Católicos hoy, sometidos como están a la influencia de la propaganda y actitudes del mundo a su alrededor, están en peligro de no apreciar la realidad completa de la presencia de Nuestro Señor dentro de la Iglesia Católica visible. En medio de la agitación de la presión a favor de los movimientos “interconfesionales”[3] y otros parecidos, hay una tendencia casi inevitable a imaginar que Cristo está en la Iglesia solamente de una manera imaginaria o metafórica. Esa desafortunada tendencia es ayudada y aumentada a veces por libros e instrucciones que, aunque creíbles en otros aspectos, persisten constantemente en emplear metáforas y otras expresiones figurativas al tratar sobre las relaciones de la Iglesia con Nuestro Señor. Por una u otra razón, los hombres y mujeres modernos están inclinados a rebajar como imaginario e irreal y, por lo tanto, básicamente como sin importancia, cualquier tema que se les presente predominantemente en términos metafóricos.


El hecho de no apreciar la completa realidad de la presencia de Nuestro Señor en la Iglesia Católica es responsable de un fenómeno desafortunado e incluso peligroso en los escritos religiosos modernos. Es el hábito de colocar a la verdadera Iglesia de Jesucristo, si no al mismo nivel que las otras sociedades religiosas, al menos en la misma clase que ellas. En algunos casos la tendencia se reduce a la táctica esencialmente protestante de imaginar la existencia de una Iglesia invisible, una agrupación de hombres y mujeres de buena voluntad pertenecientes a todas las religiones, que se supone constituye el verdadero Cuerpo Místico de Jesucristo[4].

De la misma manera, el olvido del hecho que Cristo vive y actúa realmente en la Iglesia Católica conduce a la errónea opinión, pero desafortunadamente muy común, de que la diferencia esencial entre la Iglesia Católica y otras sociedades religiosas se encuentra en el hecho de que la Iglesia Católica enseña toda la verdad religiosa mientras que estas otras organizaciones presentan solamente una porción de ella. Tal diferencia de hecho existe, pero bajo ningún aspecto es la diferencia última y esencial. A fin de cuentas, la verdadera razón por la que la Iglesia Católica es algo distinto y superior a todas las organizaciones religiosas en el mundo, se encuentra en el hecho de que Nuestro Señor habita realmente dentro de esta Iglesia Católica y solamente dentro de ella. Dentro de esta sociedad, y de ninguna otra manera, encontramos la comunidad de Cristo, nuestro Dios y Redentor.





[1] Acta Apostolicae Sedis, XXXV (1943), 237.

[2] Ibid., 238.

[3] Nota del Blog: ¿Qué diría hoy en día?

[4] Nota del Blog: Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.