domingo, 14 de abril de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (VIII de XIV)


4) Pasemos finalmente al sentido que nos parece el más importante: la tierra como sinónimo de Babilonia.

Antes que nada, notemos que el mismo Apocalipsis caracteriza bien a los habitantes de la tierra:

a) Este grupo presenta dos rasgos bien marcados: sus nombres no están escritos en el libro de la Vida y adorarán a la Bestia con culto de latría, recibiendo como marca, el nombre de la Bestia (Ver AQUI)[1].

Apoc. XIII, 8: “Y lo adorarán (a la Bestia) todos los que habitan sobre la tierra; de los cuales no está escrito el nombre en el libro de la vida del Cordero (del degollado) desde la fundación del mundo…”.

b) Los habitantes de la tierra son los que dan muerte a los Mártires del quinto Sello.

Apoc. VI, 10: “Y clamaron con voz grande diciendo: “¿Hasta cuándo Soberano, santo y verdadero, no juzgas y (¿esto es?) vengas nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”.

c) Sobre la tierra se habían desatado los Sellos dos a cuatro, lo cual explicaría la matanza que realizan sobre los Mártires del quinto Sello:

Apoc. VI, 4.8: “Y salió otro caballo, rojizo, y al sentado sobre él se le dio quitar la paz de la tierra y que se degüellen unos a otros y se le dio una cuchilla grande… Y vi y he aquí un caballo verde y el sentado sobre él, su nombre “la muerte” (peste) y el hades seguía en pos de él. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada y con hambre y con peste y por medio de las bestias de la tierra…”.

Contra esto se puede objetar que los Sellos dos a cuatro aparecen en el Discurso Parusíaco y allí, en lo que correspondería al segundo Sello, Jesús dijo (Mt. XXIV, 6-7):

“Y habéis de oír guerras y oídas de guerras. ¡Ved que no os turbéis! En efecto, debe suceder, pero no es todavía el fin. Se levantará, en efecto, nación contra nación y reino contra reino”.

Donde vemos que la tierra no es Babilonia sino todo el mundo o al menos muchos países.


La objeción tiene su peso y no negamos la verosimilitud de que en este caso no signifique lo que creemos, pero aun así cabe una respuesta a la objeción: nada impide pensar que Nuestro Señor habla en general de lo que sucederá en muchos países mientras que San Juan restringe todos esos fenómenos a un solo lugar.

d) La oración de los Mártires es escuchada y el castigo se ve en el juicio de las Trompetas:

Apoc. VII, 1-3: “Después de esto vi cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, teniendo los cuatro vientos de la tierra para que no sople viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. Y vi otro ángel subiendo del oriente del sol, teniendo (el) sello del Dios vivo y clamó con voz grande a los cuatro ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el mar diciendo: “No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.

Apoc. VIII, 5-7: “Y recibió el ángel el incensario y lo llenó del fuego del altar y (lo) arrojó a la tierra. Y hubo truenos y voces y relámpagos y un terremoto. Y los siete ángeles, los que tienen las siete trompetas se prepararon para trompetear. Y el primero trompeteó y hubo granizo y fuego mezclados con sangre y fue arrojado a la tierra y la tercera parte de la tierra fue incendiada y la tercera parte de los árboles fue incendiada y toda hierba verde fue incendiada”.

Pero no sólo las primeras cuatro Trompetas están relacionadas con Babilonia, sino también las últimas tres como se ve por las siguientes citas[2]:

Apoc. VIII, 13: “Y vi y oí un águila volando en medio del cielo, diciendo con voz grande: “Ay, ay, ay de los que habitan sobre la tierra, a causa de las restantes voces de la trompeta de los tres ángeles, los que van a trompetear”.

Apoc. IX, 1-4: “Y el quinto ángel trompeteó y vi una estrella del cielo caída a la tierra y se le dio la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo y subió humo del pozo como humo de un horno grande y se obscureció el sol y el aire a causa del humo del pozo. Y del humo salieron langostas a la tierra y se les dio poder como poder tienen los escorpiones de la tierra. Y se les dijo que no dañasen la hierba de la tierra, ni nada verde, ni ningún árbol, sino a los hombres, los que no tienen el sello, el de Dios, en las frentes”.

A la cual se le debe agregar que en la sexta Trompeta vemos que es muerto un tercio de los hombres, es decir, de “los habitantes de la tierra” (VIII, 13) y donde se dice de los que quedaron vivos:

Apoc. IX, 20-21: “Y los restantes de los hombres, los que no fueron muertos con las plagas estas, no se arrepintieron de las obras de sus manos, para no adorar a los demonios y los ídolos, los de oro y los de plata y los de bronce y los de piedra y los de madera, los cuales ni ver pueden, ni oír, ni caminar. Y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos”.

Cosa casi imposible de aplicar a toda la humanidad.



[1] La cuestión no es tan simple, pues si comparamos

Apoc. XVIII, 1-3: “Después de esto vi otro ángel descendiendo del cielo, teniendo autoridad grande y la tierra se iluminó con su gloria. Y clamó con fuerte voz, diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia la grande y se hizo habitación de demonios y prisión de todo espíritu impuro y prisión de toda ave impura y odiada. Porque del vino del furor de su fornicación bebieron todas las naciones y (¿esto es?) los reyes de la tierra con ella fornicaron y los mercaderes de la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron”.

Con

Apoc. XVII, 2.5: “Con la cual fornicaron los reyes de la tierra y se embriagaron los que habitan la tierra, con el vino de su fornicación”… Y sobre su frente un nombre escrito, un misterio: “Babilonia la grande, la madre de las fornicaciones y de las abominaciones de la tierra”… La Bestia que has visto, era y no es y va a subir del abismo y a perdición ir; y se maravillarán los que habitan sobre la tierra (de los que no está escrito el nombre en el libro de la vida, desde la fundación del mundo), viendo la Bestia, que era y no es y estará presente”.

Parecería inferirse que, puesto que todas las naciones beben del vino de su fornicación, los habitantes de la tierra que se embriagan serían habitantes de todo el orbe, pero las razones dadas más arriba nos inclinan más por la opción dada en el cuerpo del artículo.

[2] De aquí que la objeción tomada de XX, 8 que habla de los cuatro ángulos de la tierra como sinónimo de todo el orbe no se puede aplicar a este caso.

Por lo demás, que los cuatro vientos caen sobre Babilonia parece estar insinuado por N. Señor en Mt. VII, 24-27 y conc.:

Así pues, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, se asemejará a un varón sensato que ha edificado su casa sobre la roca: Las lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa, pero ella no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Y todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica, se asemejará a un varón insensato que ha edificado su casa sobre la arena: Las lluvias cayeron, los torrentes vinieron, los vientos soplaron y se arrojaron contra aquella casa, y cayó, y su ruina fue grande”.

Que aquí se hable de Babilonia parece se puede desprender del análisis de los términos, algunos de los cuales se vuelven a encontrar en el Apocalipsis, pero sobre esto tendremos que volver más a propósito en otra oportunidad.