17. Y se airó el Dragón contra la Mujer y se fue a hacer guerra contra los restos de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús.
Concordancias:
ὠργίσθη (airó): cfr. Mt. V, 22; XVIII, 34; XXII, 7; Lc. XIV, 21; XV, 28; Ef. IV, 26; Apoc. XI, 18.
δράκων (Dragón): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XII, 3-4.7.9.13.16; XIII, 2.4.11; XVI, 13; XX, 2.
γυναικί (mujer): cfr. Is. LIV, 6; Jer. III, 6-10; Ez. XVI, 8; Os. II, 19-20; Apoc. II, 20; IX, 8; XII, 1.4.6.14-16; XIV, 4; XVII, 3.4.6-7.9.18; XIX, 7; XXI, 9.
πόλεμον (guerra): cfr. Mt. XXIV, 6; Mc. XIII, 7; Lc. XIV, 31; I Cor. XIV, 8; Apoc. IX, 7.9; XI, 7; XII, 7; XIII, 7; XVI, 14; XIX, 19; XX, 8. Ver Lc. XXI, 9. Ver Apoc. II, 16; XII, 7; XIII, 4; XVII, 14; XIX, 11.
λοιποὶ (restantes): cfr. Apoc. II, 24; III, 2; VIII, 13; IX, 20; XI, 13; XIX, 21; XX, 5.
Σπέρματος (simiente): Hapax en el Apoc. cfr. Mt. XIII, 24.27.37-38; Mc. IV, 31; Lc. I, 55; Jn. VII, 42; VIII, 33.37; Hech. III, 25; VII, 5-6; XIII, 23; Rom. I, 3; IV, 13.16.18; Rom. IX, 7-8.29; XI, 1; II Cor. XI, 22; Gal. III, 16.19.29; II Tim. II, 8; Heb. II, 16; XI, 11.18; I Jn. III, 9.
τηρούντων (guardan): cfr. Mt. XIX, 17; Jn. VIII, 51; XIV, 15.21.23-24; XV, 10.20; XVII, 6.11-12.15; I Tim. VI, 14; II Tim. IV, 7; I Jn. II, 3-5; III, 22.24; V, 3.18; Jud. I, 21; Apoc. I, 3; II, 26; III, 3.8.10; XIV, 12; XVI, 15; XXII, 7.9.
ἐντολὰς (mandamientos): cfr. Mt. V, 19 (Temerosos: Pequeños y Grandes); XIX, 17; XXII, 36.38.40; Mc. XII, 28.31; Jn. XIII, 34; XIV, 15.21; XV, 10.12; I Jn. II, 3.4.7-8; III, 22-24; IV, 24; V, 2-3; II Jn. I, 4-6; Apoc. XIV, 12.
τῶν τηρούντων τὰς ἐντολὰς (guardan los mandamientos): cfr. Mt. XIX, 17; Jn. XIV, 15.21; XV, 10; I Tim. VI, 14; I Jn. II, 3-4; III, 22.24; V, 3; Apoc. XIV, 12.
Τὴν μαρτυρίαν (el testimonio): cfr. Apoc. I, 9 (San Juan); VI, 9 (Mártires del quinto Sello); XI, 7 (2 Testigos); XII, 11 (Mujer que huye al desierto); XIX, 10; XX, 4 (Mártires del Anticristo). Ver μάρτυς (Testigo) en el Apocalipsis siempre se refiere a personas individuales, Apoc. I, 2.5; II, 13; III, 14; XI, 3; XVII, 16 y Ἐμαρτύρησεν (testificó): Apoc. XXII, 17-18.20. Ver Mt. X, 18; XXIV, 14; Mc. VI, 11; XIII, 9; Lc. IX, 5; XXI, 13; Hech. IV, 33; VII, 44; I Cor. I, 6; II Tes. I, 10; I Tim. II, 6; II Tim. I, 8; Heb. III, 5; Apoc. XV, 5.
Τὴν μαρτυρίαν Ἰησοῦ (el testimonio de Jesús): cfr. Apoc. I, 2; XIX, 10; XX, 4 (Mártires del Anticristo); I, 9 (San Juan). Ver Apoc. VI, 9 (Mártires del quinto Sello); XI, 7 (dos Testigos); XII, 11 (Mujer que huye al desierto). Ver Mt. X, 18; XXIV, 14; Mc. VI, 11; XIII, 9; Lc. IX, 5; XXI, 13; Hech. IV, 33; VII, 44; I Cor. I, 6; II Tes. I, 10; I Tim. II, 6; II Tim. I, 8; Heb. III, 5; Apoc. XV, 5.
Comentario:
Sobre la identidad de “Los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” ver AQUI y AQUI.
Esta guerra del Dragón es la que se narra en el capítulo XIII.
Straubinger: “Cfr. XIII, 10; XIV, 12. Merk cita aquí Gen. III, 5 y Fillion ve asimismo una evidente alusión a dicho texto”.
Wikenhauser: “La
interpretación dada anteriormente a la figura de la mujer (la Mujer como representando la Iglesia) no es aceptada por todos;
ante ciertas dificultades que presenta, algunos exégetas (entre ellos Sickenberger) proponen otra. Ven en
la mujer, no una figura del pueblo de Dios como tal, sino del pueblo de Israel
en particular, en cuanto de Él salió no sólo el Mesías, sino la misma Iglesia
cristiana. La huída al desierto simbolizaría la expulsión de su propio país,
es decir, la pérdida de su independencia nacional. La escena significaría que
el pueblo de Israel se perdería completamente si Dios no lo preservara
milagrosamente para llevarlo a la conversión al fin de los tiempos.
Esta explicación choca, sin embargo, con serias dificultades. Si la rabia del Dragón se dirige contra los seguidores del Mesías, no es posible que se aluda aquí a una persecución del pueblo de Israel, ya que este, al rechazar en masa a Jesús, perdió su distintivo de pueblo de Dios. Por eso autores (por ejemplo M. Rissi), tal vez con más razón, prefieren ver en la mujer sostenida milagrosamente en el desierto a aquella porción de Israel que reconoce a Cristo, y consideran su preservación como un paralelo exacto de la acción de medir el templo, que tiene idéntico significado”.
Caballero Sánchez: “La profecía del Génesis tiene aquí su coronamiento. Mientras la Mujer con su simiente (Hijo-varón) se apresta a aplastar la cabeza de la Serpiente, ésta le hiere el calcañar”.
Drach: “Estos otros hijos son los cristianos formado de las naciones, a diferencia de los cristianos que se reclutarán en aquel tiempo de entre los judíos”.
Bonsirven: “Este fracaso exaspera el furor del Dragón contra la mujer. No pudiendo nada contra la colectividad, ni contra su primogénito, arrebatado al cielo, ataca a sus sus otros hijos (Gal. IV, 26), los hermanos de Jesús (Rom. VIII, 29); son también caracterizados por su fidelidad religiosa: guardan los mandamientos de Dios, prueba de amor verdadero (Jn. XV, 9-10) y retienen el testimonio de Jesús, dispuestos a sellarle con su sangre”.
18. Y se puso de pie sobre la arena del mar.
Concordancias:
ἐστάθη (se puso de pie): cfr. Apoc. III, 20; V, 6; VI, 17; VII, 1.9.11; VIII, 2.3; X, 5.8; XI, 4.11; XII, 4; XIV, 1; XV, 2; XVIII, 10.15.17; XIX, 17; XX, 12.
ἄμμον (arena): cfr. Mt. VII, 26; Apoc. XX, 8. Ver Rom. IX, 27; Heb. XI, 12 y Apoc. XVII, 3.
Comentario:
Este versículo enlaza el anterior con el 1 del cap.
XIII.
Zerwick: “ἐστάθη,
se paró (tal vez para llamar o esperar a la “gran Bestia)”.
Fillion: “Se trata del Dragón y se dice de él que se paró super arenam maris, porque el Anticristo, su principal partidario en la guerra contra los cristianos, va a salir pronto de la arena del mar (cfr. XIII, 1)”.
Jünemann: “Para hacer subir de él la Bestia, el Anticristo”.
Drach: “¿Por qué se coloca así el Dragón? Es lo que nos va a responder el escritor sagrado en los primeros versículos del capítulo siguiente”.
Vaccari: “En
espera de que saliese la Bestia, de la que se trata en la visión siguiente,
XIII, 1-8”.