Existe una riqueza especial de significado en el pasaje de la Epístola a los Efesios donde los miembros de la verdadera Iglesia de Jesucristo son designados como templo.
“De modo que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,
Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesús,
En
quien todo el edificio, armónicamente trabado, crece para templo santo en el
Señor.
En Él sois también vosotros coedificados en el Espíritu para morada de Dios” (Ef. II, 19-22).
Además de las lecciones contenidas en el contexto de los pasajes de las Epístolas a los Corintios en las que la Iglesia es designada como templo de Dios, esta cita de la epístola de San Pablo a los Efesios contiene dos enseñanzas claras.
1) Se puede decir metafóricamente que los miembros de la Iglesia constituyen el templo de Dios en razón del hecho de que cooperan de diversas maneras para integrar una realidad dentro de la cual habita Dios, actuando en forma parecida a las piedras que formaban el templo de Jerusalén, cada una a su manera, para construir un edificio dentro del cual Dios está presente de una manera especial y sobrenatural.
2) Se espera que la Iglesia aumente en perfección, en forma parecida en que creció el templo o fue edificado al tiempo de su construcción.
Ambas lecciones son dadas juntas en una de las oraciones más hermosas de la liturgia Romana: la postcomunión de la Misa de la dedicación de las Iglesias:
“¡Oh Dios!, que con piedras vivas y escogidas preparas eterna morada a tu Majestad; dígnate auxiliar a tu pueblo suplicante, para que, a medida que tu Iglesia multiplica los templos materiales, aumente el progreso espiritual. Por Jesucristo Nuestro Señor”[1].
Cooperación en la obra de Cristo
La cita de la Epístola a los Efesios insiste sobre la intimidad de la asociación de los miembros de la Iglesia con Nuestro Señor y entre ellos. Son los conciudadanos de los Santos, miembros junto con ellos de la única ecclesia. Son miembros de la familia de Dios, encargados de y ordenados a una tarea que es, en última instancia y en esencia, la obra de Dios mismo. Están construidos sobre los fundamentos de los apóstoles y profetas en el sentido de que su asociación con Dios y entre sí está basada sobre la aceptación profesada del mensaje divino que vino a nosotros por medio de los profetas y apóstoles de Jesucristo.
Nuestro Señor mismo es considerado la piedra principal de ángulo del edificio constituido por sus fieles. La congregatio fidelium se centra en Él y depende completamente de Él. Aquí, la designación de la Iglesia como el templo santo de Dios designa prácticamente el mismo cuerpo de verdades sobre la Iglesia que bajo el título de la Iglesia como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Esto, junto con la enseñanza sobre el crecimiento en la Iglesia hacia Cristo, se lee en otro pasaje de la Epístola a los Efesios:
“Y Él
a unos constituyó apóstoles, y a otros profetas, y a otros evangelistas, y a
otros pastores y doctores,
A fin
de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación
del cuerpo de Cristo,
Hasta
que todos lleguemos a la unidad de la fe y del (pleno) conocimiento del Hijo de
Dios, al estado de varón perfecto, alcanzando la estatura propia del Cristo
total,
Para
que ya no seamos niños fluctuantes y llevados a la deriva por todo viento de
doctrina, al antojo de la humana malicia, de la astucia que conduce engañosamente
al error,
Sino
que, andando en la verdad por el amor, en todo crezcamos hacia adentro de Aquel
que es la cabeza, Cristo.
De Él todo el cuerpo, bien trabado y ligado entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en el amor” (Ef. IV, 11-16).
San Pablo emplea la metáfora “templo de Dios”, al usar la metáfora “cuerpo de Cristo”, como nombre o designación de la verdadera Iglesia. En ambos casos busca resalar el hecho de que todos los fieles trabajan juntos por el cumplimiento del fin último, la obtención de la gloria de Dios en la sociedad de los discípulos de su Hijo. Cada uno de los miembros contribuye de manera especial al efecto total, así como cada piedra contribuye a la gloria del templo y cada órgano o parte, al bienestar del cuerpo humano.
Es obligación de los miembros del colegio apostólico y de aquellos a los que invitan para ayudarlos en su obra salvadora y, en última instancia, de todos los miembros de la Iglesia, cooperar para la obtención del fin último. San Pablo deja perfectamente claro que este proceso de edificación o construcción está dirigido hacia el perfeccionamiento de la realidad corporativa que puede ser comparada con el Templo de Dios. Es una unidad social dentro de la cual habita Dios, según la inhabitación sobrenatural divina de la vida de la gracia. Es la unidad social dentro de la cual se debe enseñar, y se enseña, la verdad de Dios en toda su pureza e integridad. Es la unidad social dentro de la cual se lleva a cabo el único culto de Dios autorizado, en oración y sacrificio, y en los demás actos de religión. Y en cada uno de estos modos, la Iglesia se revela como algo que puede ser conocido y visto bajo la figura del templo de Dios.
El templo era el centro de la vida de los fieles del reino sobrenatural de Dios sobre la tierra antes de la muerte de Jesús. La Iglesia, que encarna en sí las características que permiten al Apóstol de los Gentiles hablar de ella como el templo de Dios, debe ser, de la misma manera, objeto de afecto y lealtad de los miembros de la ecclesia del Nuevo Testamento.
Joseph Clifford Fenton