4) Significado del acabaréis.
Y
aquí tenemos otro problema más, o por mejor decir, algo interesante para notar.
Sabido
es que san Mateo no sólo escribió su Evangelio por temas, sino que además lo
dividió en cinco grandes secciones. Esto lo reconocen unánimemente los autores,
así que veamos a modo de ejemplo lo que nos dice el P. Leal[1]:
“El molde general en que ha vaciado San Mateo la
materia evangélica puede decirse que es el mismo de San Marcos, porque responde
al de la primitiva catequesis de San Pedro. Predicación y bautismo de Juan,
ministerio en Galilea, subida a Jerusalén, pasión y resurrección.
En este molde general convienen, como hemos visto,
los tres primeros Evangelios. Quien más se ha atenido a él ha sido San Marcos.
San Lucas ha introducido sus modificaciones grandes, y lo mismo ha hecho San
Mateo.
El primer Evangelio empieza con la genealogía del
Señor, su concepción sobrenatural, la adoración de los Magos y el destierro en
Egipto. Dos capítulos propios.
El
ministerio, que precede a la pasión y resurrección, se puede dividir en cinco
grandes secciones, cada una de las cuales tiene una parte narrativa y otra
didáctica. Cinco grandes bloques de hechos y cinco de discursos. El bloque de
los hechos se puede relacionar con el que le sigue de los discursos.
Estas
cinco partes están bien definidas, porque cada una se termina con la misma fórmula:
Cuando Jesús hubo acabado estos
discursos... Es una frase hecha, de estilo semita, que se encuentra en la
traducción griega de los LXX, y que no se encuentra más que cinco veces en San
Mateo (VII, 28; XI, 1; XIII, 53; XIX, 1; XXVI, 1). Este final de los cinco discursos no es casual y
revela en su autor una división V un plan”.
Cosa
curiosa. San Mateo utiliza el mismo verbo en siete ocasiones, y si dejamos de
lado XVII, 24 que tiene el sentido obvio de “pagar”, en cinco ocasiones marca
el final de una sección en donde Jesús termina
de predicar. Nuestro pasaje no puede menos que aludir a una predicación, y
si a esto le sumamos el hecho de que el contexto de la frase indica también la
predicación[2],
entonces ya queda claro su significado.
Por
lo demás, esta es la interpretación de Straubinger, a quien siempre
tenemos que recurrir, cuando agrega entre paréntesis la explicación.
“En verdad, os digo, no acabaréis (de predicar en) las ciudades de
Israel antes que venga el Hijo del Hombre”.
“No
acabaréis de predicar en todo Israel antes que yo vuelva”. Eso es todo.
***
El pequeño
análisis de este pasaje parece habernos indicado que en los últimos tiempos y
en concreto, en los tiempos de la predicación de Elías, junto con la
predicación del Evangelio en todo el mundo, habrá una predicación especial en
Israel. Pero lejos de ver un gran fruto, parecería que los misioneros de aquel
entonces se encontrarán con grandes dificultades y persecuciones, debiendo huir
ante las mismas.
El
P. Segarra nos señala otro pasaje del mismo Evangelista pronunciado en otra
ocasión y dirigido a un auditorio completamente diverso, pero que sin dudas son
paralelos, pues la similitud de lenguaje no puede ser una mera casualidad.
Bastará citar ambos textos.
Mt.
X, 16-23: “Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed,
pues, prudentes como las serpientes, y sencillos
como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los
sanedrines y os azotarán en sus sinagogas, y
por causa de Mí seréis llevados ante gobernadores y reyes, en testimonio para
ellos y para las naciones. Más cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o
qué hablaréis. Lo que habéis de decir os será dado en aquella misma hora. Porque
no sois vosotros los que hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es
quien hablará por medio de vosotros. Entregará
hermano a hermano a la muerte y padre a hijo; y se levantarán hijos contra
padres y los harán condenar a muerte. Y seréis odiados de todos a causa
de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será salvo. Cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a otra.
En verdad, os digo, no acabaréis las ciudades de
Israel antes que venga el Hijo del Hombre”.
Mt.
XXIII, 33-39: “¡Serpientes,
raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar a la condenación de la gehena? Por eso,
he aquí que Yo os envío profetas, sabios y escribas:
a unos mataréis y crucificaréis, a otros azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que
recaiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde
la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a
quien matasteis entre el santuario y el altar[3]. En verdad, os digo, todas
estas cosas recaerán sobre la generación esta”. “¡Jerusalén!
¡Jerusalén! tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados,
¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos
debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He aquí que vuestra casa os
queda desierta. Por eso os digo, ya no me volveréis
a ver, hasta que digáis: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor»!”.
Las
mismas persecuciones, los mismos momentos, las mismas palabras. La única y gran
diferencia es que para con sus discípulos, Jesús no tiene más que palabras de
aliento y de consuelo, mientras que para “la generación esta[4]”,
Nuestro Señor sólo tiene amenazas implacables.
5) Conclusión.
Creemos
que, una vez más, los textos bíblicos son iluminados por los últimos tiempos.
Todo parece andar sin mayores dificultades una vez que se piensa en aquello que
tendrá lugar antes de la segunda Venida
de Jesucristo en Gloria y Majestad.
Pero
antes de concluir, debemos notar una última cosa, casi como una nota al pie o
un apéndice: si la interpretación que acabamos de dar es cierta, entonces la
situación en Israel durante los tiempos de Elías, lejos de ser, no digo
gloriosos, pero al menos aceptables, parece presentar sus dudas. En concreto,
estamos pensando en la interpretación de Ramos García a Is. XXII, 22 cuando ve en
Eliaquím a un futuro rey de Israel que ha de ser muerto por el Anticristo.
Ambas
exégesis no son necesariamente contrarias, pero sí nos advierten tal vez que la
situación en Israel lejos de ser una restauración importante, será bastante
precaria y limitada, tanto en el tiempo (cuanto mucho los 3 años y medio de
Elías) como en el espacio (¿Jerusalén y no todo Israel?[5]), pues si los misioneros van
a ser perseguidos de ciudad en ciudad,
está claro que el control que el Rey Eliaquím va a tener sobre los habitantes
de Israel, no va a ser total ni mucho menos. Por lo demás, esto que decimos parece
darlo a entender claramente san Juan en el Apocalipsis cuando dice:
Apoc.
XI, 1-2: “Y dióseme una caña semejante a una vara, diciendo:
“Levántate y mide el santuario de Dios y el altar y los que se postran en él, y el
atrio, el de afuera del santuario, arroja afuera y no lo midas, porque se le
dio a las naciones y la ciudad, la santa, pisotearán meses cuarenta y dos”.
Es
decir, incluso en aquellos tiempos, Jerusalén seguirá pisoteada por las
naciones (ver Lc. XXI, 24) y los misioneros perseguidos de ciudad en ciudad.
[1] Sinopsis de los cuatro Evangelios, BAC (1954), pp. 64-65.
[2] En lo que hace al contexto y a los lugares
paralelos, ver lo que ya escribimos en su momento ACA.
[3] Pequeña notal al pie. Conocido es el desconcierto
de los autores a la hora de identificar a este “Zacarías, hijo de Baraquías”
(basta ojear nada más la Catena aurea
de Santo Tomás), y sin quitarle importancia a la exégesis del P. Oñate (ver ACA), no podemos menos que preguntarnos, ¿acaso este
desconcierto no es un signo de que este personaje todavía no ha aparecido en la
historia? ¿Será tal vez algún sacerdote que matarán los judíos una vez que el
Anticristo tome posesión del Templo? Simplemente estamos pensando en voz alta…
[4] Ver el enlace en nota anterior.
[5] De hecho, en Is.
XXII, 21 leemos:
“Y él será como padre de los habitantes
de Jerusalén y de la casa de Judá”.