Existe en el Evangelio de San Mateo un difícil
pasaje que ha dado mucho que hablar. El P.
Segarra, en su prolijo estudio sobre los principales textos escatológicos
de Nuestro Señor[1], nos ha
trazado su historia exegética.
El pasaje que vamos a
analizar sucintamente se encuentra en X,
23:
“Cuando
os persiguieren en esta[2] ciudad,
huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis las ciudades de Israel antes
que venga el Hijo del Hombre”.
Prácticamente cada
palabra presenta sus dudas.
a) ¿A quién le habla
Cristo? ¿A los Apóstoles o a sus sucesores? O, dicho de otra manera, ¿estas
cosas se realizaron en los Apóstoles, en la historia de la Iglesia o aguardan
aún su cumplimiento?
b) ¿Cuál es el
significado de “acabaréis”?
c) ¿Qué son “las
ciudades de Israel”?
d) ¿Cuál es esa venida
del Hijo del hombre?
***
1) Destinatarios.-
Y ya para comenzar,
digamos que es difícil decidirse por dónde empezar. Veamos en primer lugar el
contexto en el que se encuentra este versículo:
Mt. X, 16-23: “Mirad que Yo os
envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y
sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los
sanedrines y os azotarán en sus sinagogas, y por causa de Mí seréis llevados
ante gobernadores y reyes, en testimonio para ellos y para las naciones. Más
cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis. Lo que habéis
de decir os será dado en aquella misma hora. Porque no sois vosotros los que
hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es quien hablará por medio de
vosotros. Entregará hermano a hermano a la muerte y padre a hijo; y se levantarán
hijos contra padres y los harán condenar a muerte. Y seréis odiados de
todos a causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ése será
salvo. Cuando os persiguieren en esta
ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis las ciudades de Israel
antes que venga el Hijo del Hombre.”
Los cuales, a su vez,
están precedidos por otros, no menos importantes:
Mt. X, 5-15: “Estos son los Doce
que Jesús envió, después de haberles dado instrucciones, diciendo: “No vayáis
hacia los gentiles y no entréis en ninguna ciudad de samaritanos, sino id más
bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y de camino predicad diciendo:
«El reino de los cielos se ha acercado». Sanad enfermos, resucitad muertos,
limpiad leprosos, echad fuera demonios. Recibisteis gratuitamente, dad
gratuitamente. No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni
alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero
es acreedor a su sustento. Llegados a una ciudad o aldea, informaos de quien en
ella es digno, y quedaos allí hasta vuestra partida. Al entrar a una casa
decidle el saludo (de paz). Si la casa es digna, venga vuestra paz a ella; más
si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si alguno no quiere
recibiros ni escuchar vuestras palabras, salid de aquella casa o de aquella
ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad, os digo; que en el día
del juicio (el destino) será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra
que para aquella ciudad.”
Tenemos aquí, como lo
indican los comentadores, dos misiones diversas: la segunda mira exclusivamente
a los Apóstoles que debían ir, mientras duró el ministerio público de Nuestro
Señor, no a los gentiles sino a los judíos; la primera, en cambio, ensancha de
tal manera la perspectiva que es imposible reducirla a los estrechos ámbitos de
los Apóstoles. ¿A quién va dirigido, pues?
Como ya hemos hablado
en otra oportunidad, los vv. 17-22
están tomados del Discurso Parusíaco pronunciado el martes Santo[3] y fueron
traídos aquí en razón de la materia, tal como es constante en el primer
Evangelista; nos resta, pues saber a qué tiempos miran los dos versículos que
nos están quedando: el 16 y el que queremos analizar brevemente en esta
oportunidad, el 23:
“Cuando
os persiguieren en esta ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis las
ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre”.
Claro que esta
agrupación de San Mateo nos pone directamente sobre la pista de por dónde va la
solución de esta dificultad, pues si no hizo más que unir las diversas
sentencias según un mismo tema, y el Discurso que trae el Evangelista en el
cap. XXIV mira exclusivamente a los
últimos tiempos, pues casi que la cuestión está decidida, pero como este
versículo ha dado mucho que hablar, veamos si un análisis un poco más de cerca
nos lleva a las mismas conclusiones.
***
Nuestro Señor le puede
estar hablando, ora a los Apóstoles en su misión mientras Él vivió, ora a la
predicación Apostólica tras la Ascensión, o a la que tuvo lugar durante el
transcurso de los siglos o a la que tendrá lugar en los últimos tiempos.
La primera de las
opciones queda descartada de plano porque nada de ello pasó mientras vivió
Jesús con ellos, así que nos quedan, en principio, las otras tres
posibilidades.
2) Naturaleza de la venida del Hijo del hombre. –
Bastará citar al mismo
san Mateo en otros lugares paralelos:
Mt. XVI, 27-28: “Porque el Hijo del hombre ha de venir, en la
gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras.
En verdad, os digo, algunos de los que
están aquí no gustarán la muerte sin que hayan visto al Hijo del hombre
viniendo en su Reino”.
Mt. XXIV, 27.30.44:
“En efecto, como el relámpago sale del oriente y aparece hasta occidente, así será la Parusía del Hijo del hombre…
Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y entonces harán
luto todas las tribus de la tierra, y verán
al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con virtud y gloria mucha…
Por esto, también vosotros estad prontos: la
hora que no pensáis, el Hijo del Hombre viene”.
Mt. XXV, 31: “Pero cuando venga el Hijo de Hombre en su gloria
y todos los ángeles con Él, entonces se sentará sobre su trono de gloria”.
Mt. XXVI, 64: “Veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.
Como vemos, en San
Mateo siempre que se habla de la “venida del hijo del Hombre” se hace
referencia a la Parusía, con lo cual, nada hace suponer que el pasaje del cap.
X tenga otro significado.
3) Las ciudades de Israel. –
Aquí el P. Segarra
presenta una exégesis un poco sui generis.
Dice que el sentido es: “ni siquiera las ciudades de Israel” o sea, como
diciendo: “mucho menos las demás”, pero ¿de dónde, preguntamos, tan peregrina
solución?
¿Por qué no tomar el
término en su sentido obvio y natural? Las ciudades de Israel son eso y nada
más… lo cual, claro está, nos obliga a reducir el ámbito histórico a la
predicación Apostólica que leemos en los Hechos o a la que sucederá en los
últimos tiempos, pues no hubo Estado de Israel tras la destrucción por Tito en
el año 70 y hasta 1948[4], y de esta
manera tenemos descartada también la opción 3 de los “destinatarios”, con lo
cual nos quedan o la predicación apostólica de los Hechos o la de los últimos
tiempos.
[1] Praecipuae D.N. Jesu Christi
sententiae eschatologicae commentariis quibusdam expositae, 1942, Madrid,
pp. 100-200. Ver AQUI.
[2] El texto dice “esta” y no “una”, como a veces se
suele traducir; ¿se trata de una alusión a Jerusalén?
[4] Como veremos inmediatamente, creemos que este
versículo habla exclusivamente de los últimos tiempos, lo cual probaría que el
versículo que estamos analizando había ya profetizado la fundación del Estado
de Israel en los últimos tiempos y con antelación a la venida no sólo de
Nuestro Señor sino también del Anticristo.