Erunt duo in lecto uno, por R. Thibaut
Nota del Blog: Tomado de la Nouvelle Revue Théologique 58 (1931), p.
56-57.
***
Los
exégetas no están de acuerdo sobre la parte exacta del doble detalle que se lee
en Mt. XXIV, 40 s. y Lc. XVII, 34 s. Al hacer valer las
palabras subrayadas más abajo, intentaremos resolver el desacuerdo.
Mt.
Entonces
en el campo
habrá dos
hombres
Lc.
En aquella noche en un
lecho común:
Mt.
Uno es
otro es
tomado dejado;
Lc.
Uno será
el otro será
Mt.
habrá dos mujeres ocupadas en la muela
Lc.
misma
La contigüidad final de los elegidos y réprobos[1], que Mt. deja adivinar y que Lc. acentúa fuertemente, he ahí, creemos,
el punto de los rasgos que revela la distinción.
Muchos
comentadores no ven allí más que un detalle pintoresco. Han buscado el elemento
significativo de la parábola en todas partes menos allí. A veces es el refrán uno tomado, uno dejado, donde descubren
(agregando de su parte: tomado para la recompensa, dejado para el castigo) la
suerte tan diversa que se hará con
los hombres el día del juicio. A veces es la diversidad: hombres y mujeres, lecho y muela, donde encuentran una prueba (muy superflua) que el juicio
dividirá los hombres según su actitud moral y no según el sexo, la ocupación o la condición social. A veces es el carácter
de despreocupación de la puesta en
escena: se duerme, se ocupa en los trabajos domésticos, sin saber nada sobre la
catástrofe inminente, al igual que los contemporáneos de Noé y los ciudadanos
de Lot, cuyo ejemplo precede nuestro comentario. Lo que tanto aquí como allá se
tiene en cuenta es, dicen, la rapidez
del juicio.
Sin
embargo, aclarando algunos exégetas (Lucas de Brujas, in Mt. XXIV, 41; Rongy, Rev. Ecclés. de Liége, 1921-1922, p. 307),
nuestro comentario agrega algo a la lección del diluvio y de Sodoma: allí los elegidos estaban debidamente
advertidos, aquí los elegidos están en la ignorancia al igual que los réprobos.
Como se vé, jamás se saca provecho de la contigüidad. Sin embargo, una sola
vez, que sepamos, se ha intentado encontrarle un significado, pero desesperando
de encontrarlo tomándolo materialmente, se lo ha espiritualizado y falseado
como consecuencia el alcance del detalle:
“La intimidad, la asociación, el parentesco, no
garantizarán la misma suerte en el día de la venida del Hijo del hombre. Los
méritos de uno no aprovecharán al otro” (Rose, evangile selon S. Luc, 1905, p. 168).
Conservamos a la contigüidad final su carácter material.
Así, y no de otra manera, la doble característica que vienen a continuación del
ejemplo del diluvio y de Sodoma, previene una falsa interpretación. Para
mostrar claramente que a diferencia de Noé y de Lot, los elegidos no serán separados
de los réprobos antes del momento supremo, su contigüidad en ese momento es
llevada al punto más alto, ilustrada por situaciones conocidas por todos, la proximidad de un lecho común, el sentarse
frente a frente junto al molino que las mujeres hacen girar.
No es pues, la rapidez del
juicio que se tiene en cuenta directamente, es la instantaneidad de la separación.
Tendrá lugar, por completo, en el último momento. Inútil por lo tanto ponerse
en camino (Mt. XXIV, 26; Lc. XVII, 23), retirarse de la masa destinada a la
perdición, como habrá que hacer antes de la ruina de Jerusalén (Mt. XXIV,
16-20; Lc. XXI, 21). Sobre el juicio, la cuestión del lugar es tan vana como la
del tiempo. Se puede impunemente esperar y permanecer en el lugar. La
catástrofe final no es como las otras: alcanzará en forma diversa a las
personas relacionadas en el espacio y el tiempo.
[1]
Nota del
Blog: Interpretación bastante común pero que no se condice con el
texto. Los evangelistas dicen “dejado” y no hay nada que haga suponer una
condena en el uso de este término o en el contexto en que ha sido empleado.
Claro que la razón de esta exégesis es la negación de viadores después del
Anticristo, o sea, siempre volvemos a lo mismo: al quitar el Reino Milenario la
explicación de muchos pasajes se torna muy difícil, por no decir imposible.