miércoles, 31 de agosto de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Segunda Parte: Reinará (VIII de X)

VIII

SE SENTARA EN EL TRONO DE SU GLORIA

Mt. XXV, 31

El profeta Daniel contempló el tiempo en que el Señor Jesús tomaría posesión de su trono personal para reinar sobre la tierra y los cielos.

"Y he aquí que vino sobre las nubes del cielo Uno parecido a un hijo de hombre, el cual llegó al Anciano de días, y le presentaron delante de Él. Y le fue dado el señorío, la gloria y el reino, y todos los pueblos y naciones y lenguas le sirvieron. Su señorío es un señorío eterno que jamás acabará, y su reino nunca será destruido" (Dan. VII, 13-14).

El apóstol Juan en sus visiones de Patmos vió también esta hora magnífica: "Y el séptimo ángel tocó la trompeta y se hicieron grandes voces en el cielo que decían: “Se hizo EL REINO DEL MUNDO de Nuestro Señor y de su Cristo y reinará por los siglos de los siglos(Apoc. XI, 15).

Y en otro lugar, en medio del ruido de las grandes aguas y de los truenos, resonó: “¡Aleluya! Porque ha comenzado a reinar Yahvé, el Dios nuestro, el Todopoderoso. Regocijémonos y exultemos y le daremos la gloria, porque han llegado las Bodas del Cordero" (Apoc. XIX, 7).

En fin, veamos cómo el mismo Jesús anunciaba su vuelta para establecer su reino y juzgar a las naciones.

“Pero cuando venga el Hijo de Hombre en su gloria y todos los ángeles con Él, entonces se sentará sobre su trono de gloria, Y se congregarán delante de Él todas las naciones y los (a los hombres) separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Y estará de pie: las ovejas a su derecha; los cabritos, a la izquierda. Entonces dirá el REY a los de su derecha: “Venid, los benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde (la) fundación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; forastero era y me congregasteis; desnudo y me vestisteis; enfermé y me visitasteis; en prisión estuve y vinisteis a mí”. Entonces le responderán los justos, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y sustentamos o sediento y dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y congregamos o desnudo y vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en prisión y vinimos a tí?”. Y respondiendo el Rey les dirá: “En verdad, os digo: en cuanto hicisteis a uno de éstos,  de mis hermanos, los más pequeños, a Mí hicisteis”[1]. Entonces dirá también a los de la izquierda: “Alejaos de Mí, malditos, al fuego, al eterno, el preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; forastero era y no me congregasteis; desnudo y no me vestisteis; enfermo y en prisión y no vinisteis a mí”. Entonces responderán también ellos, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en prisión y no te servimos?”. Entonces les responderá diciendo: “En verdad, os digo: en cuanto no hicisteis a uno de éstos, de los más pequeños, tampoco a Mí hicisteis”. E irán éstos al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna (Mat. XXV, 31-46).

El reino es pues, ofrecido a los justos, siempre que hayan sabido reconocer a Jesús en "el más pequeño" de sus hermanos. Su recompensa será eterna por haber sabido encontrar durante su vida terrestre "la carne de Jesús" escondida en su prójimo.


¿Y qué castigo será el de aquéllos que no hayan descubierto a Jesús bajo el pobre, el niño, el amigo sin vivienda, bajo el enfermo, aún bajo el criminal, el presidiario? El presidiario, pues, es Jesús escondido bajo "la carne del pecado". ¿No fué Jesús asociado a dos facinerosos, y no se prefirió en su lugar a Barrabás, ladrón y asesino? Jesús, Rey y Juez divino, ¿acaso no fué colocado "en el número de los malhechores"? (Is. LIII, 12).


***

Mas, ¿dónde se desenvolverá este juicio de las naciones?

Con estar velado y ser tan misterioso, este hecho aparece iluminado por diversos textos.

El lugar parece haber sido indicado por el profeta Zacarías. Hablando de la vuelta de Cristo, dice "PONDRÁ EN AQUEL DÍA SUS PIES SOBRE EL MONTE DE LOS OLIVOS, que está frente a Jerusalén, al lado de levante; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia levante y hacia poniente, y (se formará) un valle muy grande; la mitad del monte se trasladará hacia el norte, y la otra hacia el mediodía” (Zac. XIV, 4).

Parece, pues, que Jesús efectuará su vuelta sobre el Monte de los Olivos, en el lugar mismo desde donde subió al cielo.

"Volverá del mismo modo" habían dicho los ángeles.

En cuanto al monte que se partirá... ¿cómo explicarse esta transformación? Sin duda por un terremoto[2]. Entonces este nuevo valle doblará el de Josafat, el apacible y árido valle del Cedrón, orlado actualmente por sus dos grupos de tumbas, judías y musulmanas.

Evidentemente, es imposible precisar más; con todo, se trata del momento en que "Yahvé será Rey sobre la tierra entera" (Zac. XIV, 9).

Joel, el profeta del "gran día" anuncia también el lugar del juicio de las naciones.

"Congregaré a todos los gentiles y los haré bajar al valle de Josafat; y allí disputaré con ellos en favor de mi pueblo e Israel, la herencia mía, que ellos esparcieron entre las naciones, repartiéndose entre sí mi tierra…[3] Echad la hoz, porque la mies está ya madura, venid y pisad, porque lleno está el lagar; se desbordan las tinas; pues su iniquidad es grande. Muchedumbres, muchedumbres hay en el valle de la Sedición, porque se acerca el día de Yahvé en el valle de la Sedición… Yahvé ruge desde Sión, y desde Jerusalén hace oír su voz; y tiemblan el cielo y la tierra. Más Yahvé es el refugio de su pueblo, y la fortaleza de los hijos de Israel” (Joel III, 2.13-14.16).


***

Por último, interroguemos para concluir al gran vidente de Patmos. Hechos misteriosos para antes del juicio final están anunciados en el Capítulo XX del Apocalipsis. El apóstol Juan distingue en sus visiones dos períodos de juicio, entre los cuales debe transcurrir un reino pacífico de mil años.

Del primer juicio, del juicio de las naciones, acabamos de tratar.

He aquí el orden de los acontecimientos según las visiones de Juan.

Después de los combates de Cristo descritos en el Capítulo XIX del Apocalipsis, Satanás es encadenado, ligado por mil años.

"Y ví un ángel descendiendo del cielo, teniendo la llave del abismo y una cadena grande sobre su mano. Y se apoderó del Dragón, de la serpiente, la antigua, que es Diablo (Calumniador) y el Satanás (Adversario) Y LO ATÓ POR MIL AÑOS… después de esto debe ser liberado poco tiempo. Y VÍ TRONOS Y SE SENTARON SOBRE ELLOS Y JUICIO SE LES DIO".

Juan ve también a los que resucitan después de la gran tribulación:

"Y vivieron y reinaron con el Cristo mil años. Los restantes de los muertos no vivieron hasta que se hayan consumaron los mil años. Esta (es) la resurrección, la primera. ¡Bienaventurado y Santo el que tiene parte en la resurrección, la primera! Sobre estos la segunda muerte no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él los mil años”.

Entonces, sólo entonces, se efectuará el juicio final, aquél del "gran trono blanco", aquel juicio de los impíos en que serán abiertos los libros (Apoc. XX, 11). Después — vencidos Satanás y la muerte, — "Cristo entregará el reino a aquél que es Dios y Padre" para reinar con Él por los siglos de los siglos[4].




[1] Llamamos la atención sobre estos dos nombres que toma Jesucristo sucesivamente:

Hijo del Hombre y Rey.

Hijo del Hombre todavía, en su advenimiento, cuando viene en su gloria.

Rey al establecer su reino por un juicio. Bien parecen ser los dos tiempos predichos por el Apóstol Pablo, que se siguen el uno al otro: "En nombre de su Aparición y de su Reino" (II Tim. IV, 1).

[2] Un hecho extremadamente curioso y en estrecha relación con los signos evidentes del acercamiento de la vuelta de Jesucristo se produjo hace algunos años. El terremoto de 1927 que conmovió tan fuertemente el Monte de los Olivos lo ha dejado agrietado, cf. Ch. Mastron: "La Biblia ha dicho la verdad". París, Plon 1936, p. 39.

[3]  Se trata aquí del juicio de las naciones que persiguieron y expulsaron a los judíos. Josafat quiere decir: Jehová juez.

[4] Ver todo esto: Apéndice 1. "Las Profecías por los siglos de los siglos".

Todos los acontecimientos están designados claramente en el Credo de la misa. El cujus regni non erit finis termina lo que en el Símbolo concierne a la obra personal de Cristo. La continuación se refiere a su acción en la Iglesia por medio del Espíritu Santo y se intercala entre: Et ascendit in coelum, y et iterum venturas est cum gloria. Es la edad presente que se extiende desde la ascensión hasta la vuelta de Cristo y que correspondiendo al sedet ad dexteram Patris, forma el puente entre los dos Advenimientos. Entonces la resurrección de los muertos y la vida del siglo futuro deben también encontrar su lugar. ¿Dónde intercalarlos? Ciertamente entre et iterum venturus est cum gloria y judicare vivos et mortuos (ver el Prefacio). Por último viene el reino por los siglos de los siglos, aquél que no tendrá fin cujus regi non erit finis — que hay que distinguir bien de vitam venturi saeculi. Cf. Luc. XX, 35 y Apoc. XX, 6 y XXII, 5. ¿No es este el plan del Apocalipsis? (Cap. XIX-XXII).