4) EN QUÉ VIENE
Por si fuera poco tenemos
otra circunstancia no menos evidente donde podemos apreciar una diferencia
esencial.
Al describir a Jesucristo,
el capítulo XIX lo introduce viniendo en
un caballo:
11. “Y vi el cielo abierto y
he aquí un caballo blanco y el sedente
sobre él llamado “Fiel y Verdadero” y con justicia juzga y guerrea”.
Pero, por el contrario,
cuando en el Nuevo Testamento se describe la Parusía se habla siempre de la nube y nunca de un caballo.
Mateo XXIV, 30: “Y
entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y entonces harán
luto todas las tribus de la tierra, y
verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gloria
mucha”.
Mateo XXVI, 64: “Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Y Yo os digo: desde este momento veréis al Hijo del
hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.
Ver
también los lugares paralelos: Mc. XIII,
26; XIV, 62 y Lc. XXI, 27.
Hech. I, 9-11: “Dicho esto, fue elevado, viéndolo ellos, y una nube lo recibió (quitándolo)
de sus ojos. Y como ellos fijaron sus miradas en el cielo, mientras Él se
alejaba, he aquí que dos varones, vestidos de blanco, se les habían puesto al
lado, los cuales les dijeron: “Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí
mirando al cielo? Este Jesús que de en
medio de vosotros ha sido recogido en el cielo, vendrá de la misma manera que
lo habéis visto ir al cielo”.
A
lo cual Straubinger comenta:
“Vendrá
de la mismo manera,
es decir, sobre las nubes, según Él mismo lo anunció”[1].
Y también:
Apoc. I, 7: “He aquí, viene con las nubes y le verá todo ojo y los que le traspasaron y harán luto por Él todas
las tribus de la tierra. Sí, Amén”.
Apoc. XIV, 14-20: “Y vi y he aquí una nube blanca y sobre la nube uno sentado, semejante a Hijo de hombre
que tenía en su cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Y otro
ángel salió del templo, clamando con
gran voz al sedente sobre la nube: “Envía tu hoz y siega, porque ha llegado
la hora de segar, porque se ha secado la siega de la tierra”. Y arrojó el
sedente sobre la nube su hoz sobre la tierra y fue segada la tierra. Y otro ángel salió del templo, del
que está en el cielo, teniendo también él una hoz afilada. Y otro ángel salió
del altar, el que tiene autoridad sobre el fuego y llamó con gran voz al que tenía
la hoz, la afilada, diciendo: “Envía tu hoz, la afilada y vendimia los racimos
de la viña de la tierra, porque han madurado sus uvas”. Y arrojó el ángel su
hoz sobre la tierra y vendimió la viña de la tierra, y arrojó (la vendimia)
en el lagar del furor de Dios, el grande. Y fue pisado el lagar fuera de la
ciudad y salió sangre del lagar hasta los frenos de los caballos, desde estadios
mil seiscientos”.
A estos concluyentes
textos se les podrían relacionar otros dos:
I Tes. IV, 17: “Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al
encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor”.
Apoc. XI, 11-12: “Y después de los tres días y medio, un espíritu de vida de parte de Dios
entró en ellos y se pusieron sobre sus pies y un gran temor cayó sobre quienes
los contemplaban. Y oyeron una gran voz
del cielo diciéndoles: “Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube y los
contemplaron sus enemigos”.
En conclusión: estas
son las principales diferencias que hemos notado entre ambos acontecimientos,
pero antes de pasar a la principal objeción contra nuestra opinión, será bueno
cerrar nuestra argumentación con una última
observación que impediría ver en la batalla del capítulo XIX la segunda
Venida de Nuestro Señor.
Se trata de un
argumento de carácter doctrinal que curiosamente ha sido pasado por alto por
los exégetas: si la batalla del cap.
XIX se identifica con la Parusía, entonces sería factible conocer, no la hora,
pero sí el día de la Parusía, contrariamente a la terminante afirmación de
Nuestro Señor en el Discurso Parusíaco; esto es así ya que sabemos que
el reinado del Anticristo va a durar tres años y medio, cuarenta y dos meses o
mil doscientos sesenta días, que es todo lo mismo (Dan. VII, 25; Apoc. XIII, 5). Ahora bien, para conocer el día de la
Parusía bastaría esperar que el Anticristo haga su aparición, dando muerte a
los dos Testigos y profanando el Templo, y a ese día sumarle otros mil doscientos
sesenta[2].
[1] Este “de la misma manera” también puede
incluir lo que dijimos en el punto 3 al hablar del lugar de donde ha de volver, pues así como ascendió hacia el
oriente, si viene de la misma manera,
cabría pensar que lo hará desde allí y no desde el sur.
[2] O incluso antes. Bastará esperar que venga
Elías y entonces sumar 2520 días (los siete años proféticos que corresponden a
la septuagésima Semana de Daniel).