Nota del Blog: publicamos este pequeño trabajo con la esperanza de que pueda ser útil para una mayor comprensión de las profecías escatológicas.
Ver AQUI la II Parte.
Es casi un lugar común hablar del discurso parusíaco tal como se
encuentra en Mt XXIV y en Mc XIII llamándolo “apocalipsis sucinto”
o algo semejante, pero lamentablemente no todos, tal vez, se dan cuenta de cuán
exacta es esta terminología. Existe una gran correspondencia, tanto en
los temas como en la estructura de entrambas profecías y de ambas
para con las famosas Setenta Semanas de Daniel[1].
Por ahora nos dedicaremos a analizar los temas, pero no todos,
sino sólo una parte déllos.
Algunos autores ya intentaron avanzar en este sentido. Citemos por caso
lo que nos dice Straubinger comentando Apocalipsis VI, 1:
“Charles ha mostrado “que la sucesión de los sellos
corresponde a las de las señales del fin en el pequeño apocalipsis sinóptico de
Mc 13, Mt. 24 y Lc 21”.
No nos vamos a detener en el análisis de lo que dice Charles y en
señalar nuestras diferencias, baste por ahora la punta deste ovillo para
meternos de lleno en la temática.
Como es sabido Nuestro Señor dividió claramente el discurso Parusíaco en
dos grandes secciones: antes y después del signo, es decir de la
Abominación de la desolación en el Lugar Santo, conforme a la interrogación de
los cuatro discípulos en el Monte de los Olivos cuando preguntaron por el signo
de su Parusía:
La pregunta está formulada en el v. 4 de Mc y el 3 de Mt y la respuesta a los sucesos
anteriores al signo se encuentra en los versículos 5-13 y 4-14
respectivamente.
Primero veamos los textos en cuestión y luego sometámoslos a un pequeño
análisis.
PRIMER SELLO
Mateo XXIV
4b."Cuidaos que nadie os engañe.
5. Porque muchos vendrán bajo mi nombre, diciendo: "Yo soy el Cristo", y a muchos
engañarán.”
Marcos XIII
5b. "Cuidaos que nadie os engañe.
6 Muchos vendrán bajo mi nombre diciendo: "Yo soy (el Cristo)", y a muchos engañarán.
Apocalipsis VI
1. Y vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí al
primero de los cuatro vivientes que decía, como con voz de trueno: “Ven.”
2. Y miré, y he aquí un caballo
blanco, y el que lo montaba tenía un arco, y se le dio una corona; y salió
venciendo y para vencer.
Straubinger comenta el primer jinete diciendo: “Este primer jinete sería, en
la opinión antigua, el mismo Cristo. Según Allo, si no es el Verbo mismo, como en 19, 11 ss,
es, por lo menos, el curso victorioso del evangelio a través del mundo… pero si
así fuera ¿cómo conciliar ese triunfo del Evangelio con todo el cuadro
catastrófico de la escatología apocalíptica y las palabras de Jesús en Mt.
24, 9 ss; Lc. 18, 8; Jn. 15, 20 s; 16, 2 s. etc? Buzy
y otros ven aquí al ángel de la guerra, en tanto que Fillion hace notar
que, faltando todavía muchas calamidades antes de la Venida de Cristo en
el cap. 19 (cf. II Tes. 2, 3 ss), este guerrero cuyo caballo blanco
imita al de Jesús en 19, 11, “personifica la ambición y el
espíritu de conquista que ocasionan tantos dolores”. Adherimos a esta
opinión que hoy parece ser comprobada en lo espiritual y aún en lo temporal por
la historia contemporánea… Los cuatro caballos recuerdan la visión
de Zac. 1, 8; 6, 1 ss donde, como bien dice Pirot, simbolizan calamidades
contra los enemigos del pueblo de Israel y no es verosímil que en los tres
septenarios -sellos, trompetas, copas (cfr. 5, 1 y nota)- sólo un elemento sea
heterogéneo. ¿No hemos de ver, pues, con varios modernos, en este jefe
conquistador semejante al de Daniel (Dn. 7, 21.25; 9, 26s. etc),
al mismo Anticristo del cap. 13?
Los colores de los caballos señalan en la terminología de los apocalípticos, los cuatro rumbos o
partes del mundo: blanco, el oriente; bermejo el norte; negro
el sur; pálido el oeste; y al mismo tiempo simbolizan los grandes
acontecimientos y plagas que provocan sus jinetes. El caballo color de fuego
significa la guerra; el negro el hambre; en el pálido el nombre
de la muerte representa la peste (Fillion, Buzy, Gelin), mientras
el Hades o Scheol, personificado como en 20, 4, sigue detrás para recoger las
víctimas”.
Como dice Straubinger hay quienes han visto en el primer sello
ora a Cristo ora la predicación del
Evangelio por todo el mundo (la cristiandad), pero creemos que en vano. Wikenhauser[2], por su parte, comenta este pasaje
diciendo: “Algunos comentaristas creen ver en el primer jinete bien sea el
anuncio anticipado de la victoria de Cristo,
que en XIX, 11 ss aparece montado en un corcel blanco, o bien una imagen
de la carrera victoriosa del Evangelio desde la resurrección de Cristo hasta los días del vidente[3]. Pero se trata de una
opinión insostenible, no sólo porque los cuatro jinetes son portadores de
plagas, sino, porque además, parece ilógico que en una misma visión Cristo
aparezca bajo dos figuras diversas: la del Cordero que abre los sellos y la del
jinete que empuña el arco”.
La similitud entre este primer jinete y la imagen de Cristo Rey del capítulo XIX no
deja de ser ilustrativa a este respecto. El jinete del primer sello monta
un caballo blanco, se le da un arco y una corona[4] como símbolo de su
triunfo, mientras que el Verbo viene montado en un caballo blanco,
de su boca sale una espada aguda y en su cabeza lleva muchas diademas.
El color blanco del caballo
simboliza una conquista no por armas sino por medio de la palabra, como lo
reconocen implícitamente todos aquellos que ven aquí la predicación triunfante
del Evangelio, mientras que el arco
nos recuerda lo que dice Jeremías, IX, 3: “entesan su lengua como arco; se han hecho poderosos en la tierra para
decir mentiras, mas no la verdad; corren de maldad en maldad, y a Mi no me
conocen, dice Yahvé”, y además el Salmo
LXXVII (LXXVIII), 57 relaciona el arco con la apostasía: “Apostataron y fueron traidores como sus
padres; fallaron como un arco torcido”.
Por último la frase final “y salió venciendo y para vencer” es un
paralelo de lo que dice Nuestro Señor en el discurso Parusíaco hablando de los
primeros falsos profetas, donde agrega: “muchos vendrán bajo mi nombre diciendo
Yo soy el Cristo, y a muchos
engañarán” (Mt. vers 5 y Mc vers 6).
Como puede apreciarse, la similitud entre el jinete del primer
sello y Cristo Rey del capítulo
XIX o incluso de la predicación triunfante del Evangelio durante la
Edad Media es llamativo y sería más bien
una interesante prueba de que estamos en presencia de falsos profetas.
Si a esto le sumamos que estamos ya en el comienzo de la septuagésima semana,
es decir, al comienzo de la prédica de Elías que traerá como uno de los
frutos más importantes la conversión de muchos judíos, entonces la
aparición de falsos profetas cobra aún más sentido, puesto que tendría como finalidad
contrarrestar su predicación. La predica destos falsos profetas consistirá,
como lo indica Jesucristo, en decir de sí mismos que son el Cristo
(cfr. AQUI lo que hemos
dicho sobre los falsos profetas)[5].
Por último, no debemos perder de vista que San Juan tiene estas
visiones en el cielo y, por lo tanto contempla a los jinetes desde allí, pero
no describe lo que hacen en la tierra, mientras que Jesucristo relata
los efectos en la tierra. Esto se verá más claro a medida que avancemos en la
exégesis.
SEGUNDO SELLO
Mateo XXIV
6. Oiréis hablar también de guerras
y rumores de guerras. ¡Mirad que no os turbéis! Esto, en efecto, debe
suceder, pero no es todavía el fin.
7a. Porque se levantará nación contra nación, reino contra reino.
Marcos XIII
7. Cuando oigáis hablar de guerras y
de rumores de guerras, no os turbéis. Esto debe suceder, pero no es todavía
el fin.
8a. Porque se levantará nación
contra nación, reino contra reino.
Apocalipsis VI
3. Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía:
“Ven.”
4. Y salió otro caballo color de
fuego, y al que lo montaba le fue dado quitar de la tierra la paz, y hacer que
se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada.
Tanto la letra del texto como así también la mayoría de los comentadores
ven en ambos sucesos la guerra. Sin embargo hay quienes han querido ver aquí la
persecución contra los cristianos, sea la de los primeros siglos, sea la que
existió a través de toda la historia y culminará en el Anticristo, pero
esto es imposible porque el texto dice claramente que “se matarán unos a otros”
y que “nación se levantará contra nación”. No hay rastros de una persecución,
sino que esta vendrá recién con el quinto sello.
Fillion coincide con esto cuando dice: “El primer jinete había sido un conquistador pacífico, que se había
limitado a someter los pueblos bajo su dominación; este es un conquistador
violento y sangriento, el ángel de la guerra”.
TERCER SELLO
Mateo XXIV
7b… y habrá en diversos lugares hambres.
Marcos XIII
8b… habrá hambres.
Apocalipsis VI
5. Y cuando abrió el tercer sello, oí al
tercer Viviente que decía: “Ven”. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba
tenía en su mano una balanza.
6. Y oí como una voz en medio de los cuatro
Vivientes que decía: “A un denario la
medida de trigo; a un denario tres medidas de cebada; pero al aceite y al vino no los dañes”.
En general todos los comentadores ven acá al
hambre y a la carestía. Citemos por caso a Wikenhauser[6]:
“El pan, alimento del hombre común, alcanzará un
precio exorbitante a causa de la mala cosecha[7].
La balanza en manos del jinete es signo de una grave situación de miseria e
indica la escasez y la carestía de víveres. La medida de trigo era la ración
diaria de un jornalero. Una medida llegará a costar un denario, vale decir, el
valor de un día de trabajo, y tres medidas de un grano inferior, como la cebada,
costarán igualmente un denario. Así, pues, la sola ración diaria de pan será
suficiente para consumir toda la ganancia de un obrero. Según Cicerón
en tiempo normal se pagaba un denario por doce medidas de trigo, y medio
denario por doce medidas de cebada…[8]”
(Terminará...)
[1] Obviamente la prueba de esto nos llevaría muy
lejos de nuestro fin inmediato. Seguramente volveremos a profundizar este punto
más adelante, Deo volente.
[2] El Apocalipsis de San
Juan, Herder, 1969.
[3] Mc. XIII, 10.
Nota nuestra: Lo mismo vale para aquellos que ven aquí
representada la Cristiandad, lo que sería la Iglesia de Tiatira.
[4] Zorell: “στέφανος: “corona, guirnalda Mt. XXVII, 29; como signo de victoria y alegría festiva I Cor. IX, 25; Apoc. IV,
2. Metafóricamente: premio…”
“διαδήματα”: “carácter distintivo
de la cabeza regia”. Apoc. XIX, 11
La primera es la que
tiene el jinete del primer caballo, la segunda es la que tiene Cristo Rey. No confundir, pues, ambas coronas, ya que
una implica victoria y es la
misma que tienen, por ejemplo, los 24 Ancianos (sobre los vencedores recordar
lo que dijimos AQUI) y
la otra significa la realeza.
[5] La interpretación que damos responde fácilmente a
las objeciones de Allo en su Excursus XIX.
[6] Op. cit.
[7] ¿Estará esto relacionado con lo que se dice en el cap. XI del
Apocalipsis (v. 6)?: “… Ellos tienen poder para cerrar el cielo
para que no llueva durante los días en que ellos profeticen; tienen también
potestad sobre las aguas para convertirlas en sangre, y herir la tierra con
toda suerte de plagas cuantas veces quisieren”.
Tal vez esta sea una de las tantas razones (aunque seguramente no la principal)
por la cual “los habitantes de la tierra” (ver AQUI) martirizarán a muchos cristianos tal como lo
veremos en el quinto sello.
[8] Para resumir:
Cicerón: 1 Denario = 12 Medidas de Trigo
1 Denario = 24 Medidas de Cebada.
Apocalipsis: 1 Denario = 1 Medida de Trigo.
1 Denario = 3 Medidas de
Cebada.
Es decir, el trigo aumenta 12 veces y la cebada
8.