La Disciplina de los Cuartodecimanos,
para la celebración de la Pascua
Todo el mundo ha escuchado hablar de los Cuartodecimanos, personas llamadas así porque uno de sus puntos de religión era hacer la Pascua el día catorce de la luna del primer mes de los Judíos, sobre el modelo de esta nación; pero me animo a decir que pocos saben en qué consistía precisamente su uso y lo que el Concilio de Nicea quiso decidir sobre el tema. Parece que los sabios han descuidado este punto de la historia, que no era, sin embargo, indigno de su atención y de su crítica. Intentaré desarrollarlo destruyendo los falsos prejuicios que se tienen comúnmente al respecto por medio de las siguientes proposiciones, que se les oponen completamente.
Primera Proposición: Los cuartodecimanos no celebraban nunca en el catorce de la luna lo que hoy llamamos la fiesta de la Pascua.
Segunda Proposición: Ese día hacían el festín Pascual sin ninguna relación con la Resurrección de Nuestro Señor.
Tercera Proposición: Para ellos, celebrar la fiesta de Pascua y según sus usos, era celebrar la fiesta de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Cuarta Proposición: Celebraban la Resurrección el tercer día después del catorce de la luna.
Quinta Proposición: El Concilio de Nicea no tuvo en vistas impedir que lo que hoy llamamos la Fiesta de la Pascua no cayera el día de la Fiesta de la Pascua de los judíos.
Sexta Proposición: Tampoco tenía en vista impedir que el día de la Pasión de Nuestro Señor cayera el día de la Fiesta de la Pascua de los Judíos.
Séptima Proposición: Solamente pretendió sobre este tema que la Pascua de la Iglesia no dependiera de la de ellos, ni de sus cálculos ni de sus ciclos, suponiendo que los tuvieran.
Octava Proposición: Algunos sabios han malinterpretado el texto griego de Eusebio y Sócrates en los pasajes en donde hablan de los cuartodecimanos y han corrompido el de Sozómeno y Nicéforo queriéndolos corregir según sus prejuicios. Las pruebas de esta última proposición estarán esparcidas en diversas partes de esta obra.
Esta es toda la materia de esta disertación que haré lo más corta que pueda.
ARTÍCULO I
Historia de las controversias sobre la Pascua
Desde el comienzo de la Iglesia, fue diversa la manera de celebrar la Pascua según los lugares. En todas partes se procuraba que esta fiesta no cayera antes del catorce de la luna de marzo, pero en Roma, y en la mayoría de las otras iglesias, no era esa principalmente su regla; en algunas iglesias de Asia no tenían otra, y hacían la Pascua y terminaban los ayunos en cualquier día que cayera la luna llena de marzo.
Seguían en esto su tradición, así como Roma seguía la suya. El autor de la tradición de las iglesias asiáticas era San Juan[1]. Cada uno hacía, por su parte, según lo que creía conveniente, durante muchos años, sin nadie que se opusiera y sin que se formalizara mucho ni de una parte ni de la otra. Pero viendo los Obispos de Roma que esta diversidad causaba grande inconvenientes hasta el punto de dar ocasión a los paganos de ridiculizar nuestros misterios[2], buscaron los medios para establecer la uniformidad en todas las Iglesias.
El Papa Víctor, hacia el fin del segundo siglo de la Iglesia, obró eficazmente al respecto, pero no sin encontrarse con mucha oposición. Tuvieron lugar Concilios de Obispos en las más ilustres iglesias del mundo Cristiano en Asia y en Europa, donde todos convinieron con el Papa en establecer una regla común sobre la celebración de la Pascua, y escribieron a todas las otras iglesias que de ahora en adelante no se celebraría el misterio de la Resurrección de Nuestro Salvador sino el domingo, y que el ayuno Pascual continuaría hasta ese día.
Los Obispos de la provincia del Asia, que tenían como cabeza a Polícrates, Obispo de Éfeso, se opusieron fuertemente al decreto, hasta que el Papa Víctor los amenazó con excomulgarlos, e incluso lo hizo, según algunos, pues el texto de Eusebio es un poco ambiguo al respecto; sin embargo, la situación se dilató hasta el Concilio de Nicea y en este intervalo, algunas iglesias se separaron de los cuartodecimanos de Asia, mientras que otros se les unieron; finalmente la diferencia fue zanjada en el Concilio Ecuménico y los que no se sometieron a sus decisiones fueron tenidos por toda la Iglesia Católica como rebeldes y herejes.