Reflexiones sobre este Sistema
En un sistema de la naturaleza del que se trata, se debe considerar la calidad de los principios sobre el que se establece, y cómo pueden contribuir a la explicación de las dificultades de la materia que se pretenden esclarecer.
Este no supone nada que no sea recibido comúnmente, a saber, en primer lugar, que los días para los Hebreos, principalmente los días solemnes, comenzaban por la noche. Y supuesto esto, el Autor pide solamente que uno no se deje confundir por ideas ordinarias, según las cuales llamamos “noche” al fin del día, sino que se haga la idea de Moisés y de los Hebreos para entender este pasaje del Levítico:
“El día catorce del mes, a la noche, es la Pascua de Jehová” (Lev. XXIII, 5).
Pues dado que esta Pascua, al hacerse al comienzo del día catorce, se hará de noche y la noche del catorce, no se le hace ninguna violencia al texto de la Escritura; por el contrario, si se hubiera hecho la noche posterior que era el comienzo del quince y día de fiesta, parece que la Escritura hubiera debido decir que la Pascua sería el quince, y que no debiera haber opuesto, como lo hace en esta ocasión, el catorce al quince:
“El día catorce del primer mes será la Pascua de Jehová. El día quince de este mes será día de fiesta” (Num. XXVIII, 16-17).
El Autor del Sistema hubiera podido remarcar que en uno de los pasajes que él mismo citó, Moisés, al hablar del comienzo del primer día de los Ázimos, lo llama la noche del primer día de los Ázimos; es en Deut. XVI:
“Durante siete días no se verá levadura contigo en todos tus términos, y de la víctima inmolada a la noche del día primero, no quedará nada hasta el día siguiente” (v. 16).
El primer día de los Ázimos por la noche, según el Escritor Sacro, significa el comienzo o la primera noche del primer día de los Ázimos. ¿Por qué, pues, la noche del catorce del mes no significará, según el mismo santo Profeta, el comienzo o la primera noche del catorce del mes, teniendo allí tantas razones para darle este significado a esta expresión?
Según la interpretación ordinaria, la víctima de la que se trata en este pasaje es el Cordero Pascual; pero según nuestro Autor, y creo que no sin razón, es otra Pascua, es la víctima que inmolaban veinticuatro horas después del Cordero al momento en que se ponían en marcha para salir de Ramesés a la salida del sol:
“Inmolarás la Pascua, tal como se dice en el mismo capítulo, al ponerse el sol, a la hora en que saliste de Egipto” (Deut. XVI, 6).
Lo cual no conviene al Cordero Pascual que habían comido veinticuatro horas antes, según lo que se dice en Núm. XXXIII:
“Partieron de Ramesés, el primer mes el día quince del mes primero. Al día siguiente a la Pascua” (v. 3).
Es esta misma Pascua, la que los Sacerdotes debían comer la noche de la Pasión de Nuestro Señor, y a causa de la cual no querían entrar en el Pretorio: estas reflexiones me parecen considerables.
Este Sistema supone, en segundo lugar, que Nuestro Señor hizo la Pascua al mismo tiempo que los Judíos. Si no hubiéramos tenido más que los tres Evangelios de San Mateo, San Lucas y San Marcos, no sólo se trataría de un punto sobre el cual jamás hubiéramos dudado, sino que se hubiera tenido como un corruptor de la Escritura a todo aquel que hubiera afirmado lo contrario, pues es muy natural entenderlos en ese sentido: Nuestro Señor hizo preparar la Pascua El primer día de los Ázimos (Mt. XXVI, 17); cuando se inmolaba la Pascua (Mc. XIV, 12); en que se debía inmolar la pascua (Lc. XXII, 7). ¿Esto no quiere decir manifiestamente que era el día en que los Judíos inmolaban y en que estaban obligados a inmolar la Pascua?
Solamente el Evangelio de San Juan hizo nacer las dificultades sobre este tema y disminuir la improbabilidad de la opinión de quienes afirmaron que Nuestro Señor no hizo la Pascua al mismo tiempo que los Judíos.
En tercer lugar, el Autor del que hablo, al sostener que Nuestro Señor hizo la Pascua el mismo día que los Judíos, pero la primera noche del catorce, no cae en otro inconveniente muy grande que los demás no pueden evitar, que es decir que Nuestro Señor fue juzgado, condenado, muerto el día de la fiesta de Pascua, contra toda clase de verosimilitud, teniendo en cuenta lo que dice el capítulo XII del Éxodo sobre la observación de esta fiesta y del último día de la fiesta:
“Ninguna
obra se haga en esos días, exceptuando la comida para cada uno” (v. 16).
En cuarto lugar, me parece demostrado por los pasajes de los diversos libros del Pentateuco, junto con el de Josefo, que la Pascua que los Hebreos hicieron en Egipto, y que fue el modelo de las demás, se hizo la primera noche del catorce. Este argumento supera el prejuicio gracias a la conclusión que se saca de él.
En quinto lugar, ningún Sistema concuerda mejor que éste con el calendario y los usos de los Judíos, según los cuales no se hacía nunca la fiesta de la Pascua en viernes, a fin que el día del Sabbat no fuera precedido por otro día de fiesta, lo cual les hubiera ocasionado muchas molestias.
Así, el año que murió Nuestro Señor la fiesta de Pascua o el quince del primer mes cayó en sábado según la disposición de su calendario; pero, como Nuestro Señor murió el viernes y el quince donde se celebra la fiesta de la Pascua no comenzaba sino la noche del viernes, se sigue que Nuestro Señor fue juzgado y crucificado un día laborable.
En sexto lugar, no se puede explicar en forma más fácil que en este Sistema los ocho días de ázimos de los que habla Josefo, ni conciliar mejor este historiador con la Escritura, que no señala más que siete.
En séptimo lugar, se disipa la oposición aparente de los pasajes de San Juan con los de los otros Evangelistas; no es necesario reflexionar más tiempo sobre este punto que está clara y brevemente desarrollado en la misma Obra.
En una palabra, cuatro cosas esenciales, que no se encuentran juntas en ningún otro Sistema, me parecen que prueban la bondad de éste;
La primera es, como acabo de decir, que hace desaparecer por completo y de la forma más natural del mundo, la contradicción aparente entre los pasajes de San Juan y los de los otros tres Evangelistas;
La segunda, es que no fuerza nada los textos de San Mateo, San Marcos y San Lucas, como el que hace caer la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo antes del día que los Judíos la hicieron;
La tercera, es que no hace que Nuestro Señor sea prendido, juzgado, condenado y crucificado por los Judíos el día de Pascua, la fiesta más solemne de todas;
La cuarta, es que concilia perfectamente a Josefo con la Escritura con respecto a la cantidad de días de los Ázimos, y todo esto suponiendo solamente, conforme a las Escrituras, que el día para los Judíos comenzaba por la noche, y que Moisés ha seguido este uso al proponer la ley de la Pascua a los Israelitas.
En último lugar, hago además una reflexión que no ha venido al pensamiento del Autor del Sistema, y quiero examinar si no se pudieran decidir todas estas famosas cuestiones sobre la última Pascua de Nuestro Señor por medio de los usos y por la Tradición que algunas iglesias siguieron en los primeros siglos del Cristianismo; se trata de la de los cuartodecimanos, Tradición muy auténtica, aunque la Iglesia haya abolido después muy sabiamente estos usos, a fin de establecer en un punto de Disciplina de esta importancia, una perfecta uniformidad entre los Fieles.
Voy a intentar, pues,
examinar a fondo la disciplina de aquellos que eran llamados en otro tiempo Cuartodecimanos
con respecto a la celebración de la Pascua. Le pido al lector que preste mucha
atención a este examen. Tal vez juzgue que esta materia, por ella misma y sin
relación con el Sistema del que se trata, valía la pena ser examinada. Sin
embargo, tendrá cuidado, a su debido tiempo, de traerla al punto de la cuestión
que dio lugar para hacer esta disertación.