La Finalidad de una Definición Infalible
El Concilio Vaticano se
pronunció para definir la doctrina de la infalibilidad papal “para gloria de
Dios nuestro Salvador, para la exaltación de la religión católica y para la
salvación de los pueblos cristianos”[1]. El
pronunciamiento sobre la Inmaculada Concepción fue emitido “para el honor de la
santa e indivisa Trinidad, para la debida reverencia hacia la Virgen Madre de
Dios, para la exaltación de la fe católica y para el incremento de la religión
cristiana”[2]. La gloria es un
conocimiento claro con alabanza. La gloria divina que debe ser promovida
por una definición infalible de la Iglesia católica es, en última instancia, el
reconocimiento amoroso de Dios en la visión beatífica. Dios es glorificado
sobrenaturalmente en este mundo por los fieles que le sirven en caridad. La
Iglesia define y enseña para que los hombres que nacen en este mundo en pecado
original puedan, por medio de la verdad divinamente revelada y confiada a la
Iglesia, unirse a Nuestro Señor en la sociedad de sus discípulos y, por su
unión viva e interior con Él, pasar al estatus de la Iglesia triunfante, para
ver a Dios y bendecirlo para siempre. La Iglesia emite sus solemnes juicios
dogmáticos para presentar el mensaje divino con mayor precisión, y así
contribuye a la gloria de Dios, al progreso y al honor de la religión
cristiana, y a la salvación del pueblo cristiano.
Oportunidad y Necesidad
En las circunstancias concretas en las que se emite, cada definición realmente alcanza y avanza los altos fines que la Iglesia tiene en mente. Sin embargo, en cada caso individual debe haber alguna razón precisa por la que se requiere un pronunciamiento doctrinal. Afortunadamente, tanto la Ineffabilis Deus como la constitución Pastor aeternus del Concilio Vaticano aluden a las razones y a la urgencia de las definiciones que contienen.
El Papa Pío IX, en la Ineffabilis Deus, declaró que la definición de la Inmaculada Concepción era oportuna.
“Y así, muy confiados en Dios de que ha llegado el momento oportuno de definir la Inmaculada Concepción de María, la santísima Madre de Dios... tomando todo en la más diligente consideración, y habiendo orado continua y fervientemente a Dios, hemos decidido que no debemos demorar más la sanción y la definición de la Inmaculada Concepción de la Virgen por nuestra suprema autoridad, y que debemos satisfacer así los piadosos deseos del mundo católico y nuestra propia devoción a la Santísima Virgen”[3].
Los piadosos deseos del mundo católico fueron la fuerza decisiva que hizo deseable la definición de la Inmaculada Concepción. Esta doctrina fue llevada al primer plano dentro de la verdadera Iglesia de Dios en gran medida porque los propios miembros de la Iglesia se volvieron, a través de los siglos, cada vez más entusiastas devotos de Nuestra Señora en razón de su Inmaculada Concepción. Esta devoción, cada vez mayor, exigió y procuró a la ciencia de la sagrada teología un examen especialmente profundo de la doctrina. La devoción y la consiguiente investigación teológica condujeron a la serie de peticiones del clero y de los laicos a las que el Papa Pío IX aludió en la Ineffabilis Deus[4]. La presencia de tales peticiones fue, dadas las circunstancias, suficiente para hacer oportuna la definición de la Inmaculada Concepción.
El Concilio Vaticano, sin embargo, pronunció la definición de la infalibilidad papal como algo no meramente oportuno sino de hecho necesario, como realmente exigido para la consecución de aquellos fines hacia los que se dirige toda definición dogmática en el seno de la Iglesia Católica.
El cardenal Manning explicó la necesidad de la definición con cierto detalle.
“Por lo tanto, era evidente que si un Concilio Ecuménico se reuniera y se separara sin tomar nota de esta negación [de la infalibilidad papal] se sacaría una de dos inferencias. Se diría que el galicanismo había obtenido su lugar entre las opiniones toleradas; o, por lo menos, que podría ser sostenido con impunidad. No parece que se pueda responder fácilmente a este argumento... No se puede decir que la negación de la infalibilidad del Romano Pontífice sea un error obscuro e inerte. Es notorio y activo. Encontrar o inventar una división entre los católicos es la principal esperanza de los antagonistas. Fomentar la menor divergencia entre los católicos es su principal política. No hay duda de que esta controversia les proporcionó su ataque más ventajoso... La prudencia exigiría la condena de cualquier error notorio que, aun siendo inocuo al principio, pudiera producir en lo sucesivo efectos nocivos; pero la negación de la infalibilidad en la cabeza de la Iglesia ya había producido efectos nocivos”[6].
Un efecto muy perjudicial producido por la negación galicana de la infalibilidad papal fue un daño a la enseñanza escolástica sobre el tema del Romano Pontífice. La tesis de la infalibilidad papal se había desarrollado magníficamente durante el período posterior a la Reforma. Los escritos de Suárez, San Roberto, Wiggers y Sylvius sobre el magisterio inerrante del Romano Pontífice habían alcanzado una perfección muy superior a la alcanzada en los primeros manuales escolásticos. Este progreso doctrinal se vio en gran medida frustrado por la presentación político-escolástica de los errores galicanos, especialmente durante los siglos XVIII y XIX. Como consecuencia del galicanismo, el nivel general de la instrucción escolástica sobre este punto a mediados del siglo XIX era considerablemente inferior al que había existido durante la época dorada del siglo XVII. El Concilio comprendió que tenía el deber de actuar de manera que se evitara una lamentable confusión en esta parte vital de la teología.
Podemos apreciar el daño que causó el galicanismo en el campo de la sagrada teología y comprender mejor la necesidad de una definición de la infalibilidad papal en la época del Concilio Vaticano si consideramos el error galicano sobre el poder doctrinal del Papa con el trasfondo del notable avance realizado en este campo por los teólogos posteriores a la Reforma. Las citas de algunos de los escritores teológicos más influyentes darán una idea suficiente del progreso alcanzado en la primera parte del siglo XVII.
[2] DB, 1641.
[3] Esta sección de la Ineffabilis Deus no aparece en Denzinger. Se puede encontrar en La croyance génerale et constante de l'église touchant l`Immaculée Conception del cardenal Gousset (París, 1855), p. 773.
[4] Cf. Ibid. pp. 771 ss.
[5] DB. 1838.
[6] Manning, op. cit., pp. 111 ss.