miércoles, 4 de diciembre de 2019

La Restauración del Reino de Israel a la Luz de la Sagrada Escritura, por Mons. Straubinger (IV de IV)


IV

Concluyendo este pequeño estudio, podemos resumir su resultado en cinco puntos:

1) La restauración de Israel en el país de sus padres es objeto de muchas profecías del Antiguo Testamento, y aún en el Nuevo oímos su resonancia.

2) Es imposible referirlas a la Iglesia como si ella fuese aludida en todas ellas. Tampoco es exegéticamente lícito diluirlas en alegorías vacías de realidad.

3) En parte, sí, cumpliéronse estas profecías en el regreso de Judá y Benjamín del cautiverio, pero no volvieron en aquella ocasión los israelitas de las demás tribus. Es de notar que algunas profecías anuncian expresamente la repatriación de todas las tribus, no solamente las del reino de Judá.

4) Hay profecías que combinan la restauración de Israel con su conversión a Cristo.

5) Según los profetas, el día de la restauración y conversión de Israel es un día de gloria y triunfo.

Hasta ahora no conocemos ningún acontecimiento en que coincidan la restauración política por una parte y la conversión por la otra. Debemos, pues, esperar hasta que se cumpla el vaticinio de Zacarías:

“Derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén el espíritu de gracia y de plegarias y pondrán sus ojos en Mí a quien traspasaron” (Zac. XII, 10).

Sin embargo, podemos ver su comienzo en los sucesos de los últimos años. Después de la primera guerra mundial el rey de Inglaterra, cual segundo Ciro, prometió a los Judíos, en recompensa de la ayuda prestada a Inglaterra, la creación de un hogar internacional en Palestina (Declaración Balfour). Después de la segunda guerra mundial Estados Unidos y la ONU les prestaron su enorme influencia en la ocupación de la mayor parte de Palestina, incluso el Négueb (Edom), de modo que el nuevo estado de Israel se extiende de mar a mar, del Mediterráneo hasta el golfo de Akaba (Océano Índico). En el mismo intervalo, es decir, en el transcurso de 35 años, la población judía de Palestina ascendió de 35.000 a 1.200.000, debido a la inmigración que actualmente suma 10.000 almas por mes. De esta manera Eretz Israel (País de Israel), como ahora los Judíos llaman a su tierra, ha tomado un aspecto completamente nuevo, nunca visto ni sospechado: enormes progresos técnicos, colonización de tierras incultas y desérticas, instalación de fábricas de toda clase, fundación de institutos culturales, incluso la Universidad Hebrea en Jerusalén. Todo lo cual nos autoriza a suponer, que por lo menos la restauración nacional de los Judíos ha empezado.

En cuanto a su conversión, es verdad que no se han registrado conversiones en masa en ninguna parte, y mucho menos en Palestina misma. Pero notamos con satisfacción que el odio a Cristo ha disminuido hasta tal punto que muchos escritores hebreos reconocen a Jesús como un gran Judío.

Al ocupar el país de sus padres obedecen los Judíos, sin darse cuenta, a un plan divino revelado hace miles de años por boca de los profetas. Es Dios quien los reúne en aquel pequeño territorio, puente entre África, Asia y Europa, para obrar en ellos el misterio predicho por San Pablo. Nada sabemos sobre el modo de su realización, pero estamos seguros de que será llevado a cabo a su tiempo, tal vez cuando menos lo pensemos.