sábado, 18 de julio de 2020

La identidad de los Dos Testigos (IV de IV)


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Si esto es así, ¿entonces qué, Henoc no viene?

La venida de Henoc es tan cierta como la de Elías, pues la Biblia lo dice con palabras más que claras:

“Henoc agradó a Dios, y fue transportado al paraíso para predicar a las naciones la penitencia” (Eccli. XLIV, 16).

Sobre lo cual Straubinger comenta:

“Los Santos Padres trasmiten en sus escritos la misma tradición, según la cual Henoc, vendrá con Elías (cf. XLVIII, 10) para predicar, aquél a los gentiles y éste a los judíos, si bien no todos coinciden en que ellos sean los dos testigos de Apoc. XI, 3. Véase Jud. 14”.

En otras palabras, y tal como lo indicábamos al comienzo, una cosa es venir y otra muy distinta es ser uno de los dos Testigos.

Un último personaje nos está quedando por analizar: San Juan Evangelista.

Se han dado diversas razones sacadas tanto de las Escrituras como de la tradición, así que será bueno repasarlas.

1) Del texto de Jn. XXI, 20-22 hay quienes han querido ver una afirmación de Nuestro Señor de que no iba a morir.

“Volviéndose Pedro, vio que los seguía el discípulo al cual Jesús amaba, el que, durante la cena, reclinado sobre su pecho, le había preguntado: “Señor ¿quién es el que te ha de entregar?”. Pedro, pues, viéndolo, dijo a Jesús: “Señor: ¿y éste, qué?”. Jesús le respondió: “Si me place que él se quede hasta mi vuelta, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme”.

Pero es claro por lo que sigue que Nuestro Señor nunca afirmó semejante cosa y hasta el mismo Evangelista parece oponerse a semejante interpretación cuando dice a continuación:


“Y así se propagó entre los hermanos el rumor de que este discípulo no ha de morir. Sin embargo, Jesús no le había dicho que él no debía morir, sino: “Si me place que él se quede hasta mi vuelta, ¿qué te importa a ti?”.

Parecería por estas palabras que el Evangelista está rechazando expresamente semejante interpretación, pues de otra manera, ¿para qué agregarlas?

2) Por las palabras del Apocalipsis en el cap. X

Y vi otro ángel fuerte descendiendo del cielo, vestido con una nube y el iris sobre su cabeza y su rostro como el sol y sus piernas (lit. sus pies) como columnas de fuego. Y teniendo en su mano un librito abierto; y puso su pie, el derecho, sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra; y clamó con voz grande, como león que ruge y cuando clamó hablaron los siete truenos sus voces. Y cuando hablaron los siete truenos, iba a escribir y oí una voz del cielo diciendo: “Sella lo que hablaron los siete truenos y no lo escribas”.  Y el ángel que vi estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano, la diestra, al cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay en él -: "Tiempo ya no habrá", sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando vaya a trompetear, también se consumó el misterio de Dios como evangelizó a sus siervos los profetas. Y la voz que oí del cielo, (la oí) de nuevo hablando conmigo y diciendo: “Ve, toma el libro, el abierto, (que está) en la mano del ángel, el que está de pie sobre el mar y sobre la tierra”. Y fui al ángel diciéndole me diera el libro. Y me dice: “Toma y devóralo y amargará tu vientre, pero en tu boca será dulce como miel”. Y tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré y fue en mi boca como miel dulce y cuando lo comí se amargó mi vientre. Y me dijo: “Debes tú de nuevo profetizar sobre pueblos y naciones y lenguas y reyes numerosos”.

Y como esto no sucedió, se arguye, entonces algún día deberá suceder.

Pero la respuesta es exactamente la misma que ya dimos más arriba con respecto a la prédica de Jeremías a las naciones.

Antes que nada, es preciso notar que el capítulo X marca la división central de la profecía que va desde los cap. IV–XXII, pues hasta entonces las visiones habían tenido lugar en el cielo y habían tratado (con dos excepciones) de la primera mitad de la última Semana de Daniel, mientras que tras el capítulo X comienza una nueva fase de la profecía: el vidente está en la tierra y todas las visiones (excepto dos) indican lo que sucederá bajo el reinado del Anticristo, o sea la segunda mitad de la última Semana de Daniel.

Con esto en mente, es fácil ver que ese librito que se le da al Apóstol corresponde a las visiones que siguen a continuación, donde vemos, además, que los términos “pueblos, naciones, lenguas y reyes” aparecen a partir del capítulo X en el Apocalipsis: XI, 9; XIII, 7; XIV, 6; XVI, 14; XVII, 2.15.18; XVIII, 3; XIX, 18-19.

E incluso las dos excepciones que se leen antes del capítulo X, y que son V, 9 y VII, 9 se refieren a los mártires del Anticristo.

En conclusión, esta prédica a las naciones es una de las tantas similitudes del Apocalipsis con el A.T., así como la manducación del libro ya se encontraba en Ezequiel.

Pero, dirá alguno, estas palabras probarían que San Juan murió, pero no niegan que puede haber resucitado después y que Dios lo tenga reservado para predicar en tiempos del Anticristo.

3) De hecho, es la opinión de no pocos autores[1].

Sea. En honor a tan graves autores no negamos para nada la posibilidad de que venga San Juan, pero preferimos opinar en contrario, creyendo que no hay ningún texto bíblico que así lo establezca, e incluso habría que preguntarse cuántos de los autores que cita el P. Fuchs en el artículo citado en la nota, dependen de Jn. XXI o Apoc. X para creer lo que creen.

De todas formas, sea lo que sea de todo esto, San Juan vendría, según esta opinión, con Elías y Moisés (o Enoc), los cuales serían los dos Testigos y como dijimos al comienzo, la idea de este artículo era determinar la identidad de esos dos Testigos. Si San Juan viene (¿a predicar a las naciones, al igual que Enoc?) sería un tercer testigo, pues, a diferencia de Enoc, sí vio la Parusía.

Summa summarum: creemos que los dos Testigos son Elías y Moisés, que Enoc también vendrá, y que posiblemente no lo haga san Juan.



[1] Quien desee, puede ver AQUI una lista de dichos autores (pag. 42 del PDF).