lunes, 6 de julio de 2020

La identidad de los Dos Testigos (II de IV)


Descartados los casos más improbables, pasemos ahora a los que gozan de una mayor probabilidad.

1) Elías: Absolutamente todo el mundo está de acuerdo en que Elías es uno de los dos Testigos. Es difícil encontrar un solo autor que no vea a este gran Profeta del A.T. en uno de los dos personajes del cap. XI del Apocalipsis.

Para no amontonar las citas, veamos nada más lo que nos dice Caballero Sánchez, comentando Apoc. XI, 3:

 Toda la antigua tradición judía y cristiana señala a Elías como a futuro Heraldo escatológico del Día del Señor. Fúndase esa tradición en textos bíblicos bastante claros.

Dice Malaquías:

He aquí que yo os envío a Ellas, el profeta, antes que venga el Día de Yahvé, Día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres, no sea que, en viniendo, yo dé al anatema toda la tierra" (Mal. IV, 5-6).

El Eclesiástico recalca lo mismo:

"Tú, Elías, has sido adscrito y preparado para los tiempos venideros, para aplacar la cólera antes que se inflame, convertir el corazón del padre hacia los hijos y restablecer las tribus de Israel. Dichosos los que te verán y se hallen hermoseados por el Amor..." (Eccl. XLVIII, 1).

Los textos del Evangelio dan lugar a alguna dificultad, pero se dejan interpretar en el mismo sentido. Según las palabras de Gabriel a Zacarías, Juan Bautista será otro Elías, pues "caminará delante del Señor en el espíritu y poder de Elías" (Luc. I, 17). Y, cuando más tarde, los Apóstoles, precisamente después de haber visto a Elías en la Transfiguración, y oyendo a Jesús hablar de su próxima muerte y resurrección, le preguntan desorientados:

"Pero, ¿no dicen los Escribas que Elías debe venir primero?"


Jesús les responde afirmativamente:

"Sí, Elías viene primero y restablecerá todas las cosas...".

Y así queda reafirmada la misión escatológica de Elías. Sin embargo, en relación con el otro Elías, Juan Bautista, Jesús añade:

"También os afirmo que Elías ha venido ya, y lo han desconocido y maltratado a su gusto, así como el Hijo del hombre padecerá de parte de ellos". (Mat. XVII, II-12).

De modo que Juan Bautista es un Elías en espíritu y poder. Y tan cierto como actuó él en calidad de precursor de Jesús paciente, actuará Elías en persona, en calidad de Testigo principal y Profeta de Jesús glorioso.

Elías, por lo tanto, es uno de los dos Testigos.

La tradición no es tan unánime para identificar al otro…”.

Hasta aquí el autor.

Ahora bien, dos grandes opciones se presentan para la identificación del otro Testigo: Henoc y Moisés.

Por el primero están: los antiguos en general, San Hipólito, Ambrosio, Aretas, Ansberto, Haymo, Ricardo, Hugo, Tomás, Dionisio, Vatablo, Suárez, Viegas, Ribera, Alápide, Fillion, Lepin, el Ps. Hipólito, Ecumenio, Drach.

Mientras que a Moisés lo defienden: los modernos en general, Straubinger se inclina, Caballero Sánchez, San Hilario, S. Ambrosio, Joaquín, Gagneio, Catarino, Maldonado, Iglesias.

Puestos a elegir, nos quedamos con Moisés y por varias razones, pero, antes que nada, vamos por partes:

1) La primera pregunta que uno se tiene que hacer, y que nunca se la ve planteada, es: ¿de qué son testigos?

Pues está claro que uno testimonia sobre aquello que vio o escuchó personalmente y no por terceros.

¿Qué es, pues, lo que vieron o escucharon los dos Testigos?

Para responder a esta pregunta, bueno será recordar en qué consistió la prédica del Bautista, Jesús y los Apóstoles:

Mt. III, 1-12: “En aquel tiempo apareció Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judea, y decía: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos esta cerca”. Este es de quien habló el profeta Isaías cuando dijo: “Voz de uno que dama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”. Juan tenía un vestido de pelos de camello, y un cinto de piel alrededor de su cintura; su comida eran langostas y miel silvestre. Entonces salía hacia él Jerusalén y toda la Judea y toda la región del Jordán, y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Mas viendo a muchos fariseos y saduceos venir a su bautismo, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la cólera que viene? Producid, pues, frutos propios del arrepentimiento. Y no creáis que podéis decir dentro de vosotros: “Tenemos por padre a Abrahán”; porque yo os digo: “Puede Dios de estas piedras hacer que nazcan hijos a Abrahán”. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo, por mi parte, os bautizo con agua para el arrepentimiento; mas Aquel que viene después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno de llevar sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. La pala de aventar está en su mano y va a limpiar su era: reunirá el trigo en el granero, y la paja la quemará en fuego que no se apaga”.

Lc. III, 2-14: “… la palabra de Dios vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la región del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para la remisión de los pecados, como está escrito en el libro de los vaticinios del profeta Isaías: “Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Todo valle ha de rellenarse, y toda montaña y colina ha de rebajarse; los caminos tortuosos han de hacerse rectos, y los escabrosos, llanos; y toda carne verá la salvación de Dios”. Decía, pues, a las multitudes que salían a hacerse bautizar por él: “Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la cólera que os viene encima? Producid frutos propios del arrepentimiento. Y no andéis diciendo dentro de vosotros: “Tenemos por padre a Abrahán”. Porque os digo que de estas piedras puede Dios hacer que nazcan hijos a Abrahán. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles; todo árbol que no produce buen fruto va a ser tronchado y arrojado al fuego”. Preguntábanle las gentes “¡Y bien! ¿qué debemos hacer?”. Les respondió y dijo: “Quien tiene dos túnicas, dé una a quien no tiene; y quien víveres, haga lo mismo”. Vinieron también los publicanos a hacerse bautizar, y le dijeron: “Maestro ¿qué debemos hacer? Les dijo: “No hagáis pagar nada por encima de vuestro arancel”. A su vez unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” Les dijo: “No hagáis extorsión nadie, no denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestra paga”.

Mt. IV, 17: “Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: “Arrepentíos porque el reino de los cielos ha llegado”.

Mc. I, 14-15: “Después que Juan hubo sido encarcelado, fué Jesús a Galilea, predicando la buena nueva de Dios, y diciendo: “El tiempo se ha cumplido, y ha llegado el reino de Dios. Arrepentíos y creed en el Evangelio”.

Y San Pablo resume bien la cuestión en tres puntos principales:

I Tes. I, 8-10: “Así es que desde vosotros ha repercutido la Palabra del Señor, no sólo por Macedonia y Acaya, sino que en todo lugar la fe vuestra, que es para con Dios, se ha divulgado de tal manera que nosotros no tenemos necesidad de decir palabra. Pues ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra llegada a vosotros, y cómo os volvisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, a quien Él resucitó de entre los muertos: Jesús, el que nos libra de la ira venidera”.