jueves, 28 de noviembre de 2019

La Restauración del Reino de Israel a la Luz de la Sagrada Escritura, por Mons. Straubinger (III de IV)


III

Aun en el Nuevo Testamento encontramos profecías alusivas a la restauración de Israel (no sólo a su conversión, como en Rom. XI). Recordamos la misteriosa palabra del sermón escatológico de Cristo:

“Caerán (los habitantes de Jerusalén) a filo de espada y serán deportados a todas las naciones, y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles se haya cumplido” (Lc. XXI, 24).

Si tomamos hollar en el sentido de dominar, se anunciará aquí su liberación del dominio de los gentiles, que en el lenguaje bíblico significa a los no-judíos. La Catena Aurea agrega en paréntesis: y es de esperar que volverán a su patrio suelo, claro está cuando Israel alcance la salud prometida, o sea, cuando se convierta, lo cual coincide con Rom. XI, 25, donde el Apóstol fija la conversión de los judíos para el tiempo en que la plenitud de los gentiles haya entrado (en la Iglesia).

También en los Hechos de los Apóstoles podemos descubrir una idea de un nuevo reino de Israel. Los Apóstoles, que mejor que nosotros conocían los pensamientos de Jesús, esperaban con ansias que Él mismo inaugurara ese reino, y la última pregunta que le dirigieron antes de su Ascensión al cielo fué precisamente ésta: Señor, ¿es éste el tiempo en que restableces el reino para Israel?

Dejemos de acusar a los Apóstoles de un falso mesianismo como si no hubiesen comprendido la doctrina del reino de Dios que Cristo vino a fundar sobre la tierra. No hay duda de que la conocían, pero pensaban también en las profecías sobre la restauración de Israel y no sabían combinar las dos cosas. El Espíritu Santo no tardará en revelarles el misterio de la Iglesia. Cf. Ef. III, 9; Col. I, 26.

En Hech. III, 21, habla San Pedro de la restauración de todas las cosas de las que Dios ha hablado desde antiguo por boca de sus santos profetas. Ahora bien, Dios habló también de la restauración de Israel. ¿No se cumplirá acaso en la restauración de todas las cosas?

Sea de ello como fuere, en todo caso tenemos en Hech. XV, 16, un precioso testimonio de cómo los Apóstoles pensaban sobre el tema de la restauración. En dicho pasaje, que forma parte del discurso de Santiago, en el Concilio de Jerusalén, el Apóstol, fundándose en Am. IX, 11 ss., alude a la restauración del tabernáculo de David (Hech. XV, 16), que en el fondo no es otra cosa que la restauración de Israel. El exégeta francés Boudou comenta esta palabra de Santiago de la siguiente manera:

Según la profecía de Amós, Dios realzará el tabernáculo de David, reconstruirá el reino davídico en su integridad y le devolverá su antiguo esplendor”.

Más aún, que la restauración de Israel es la imagen de la futura gloria de Jerusalén, la que inspira las visiones de los profetas. Remitimos al lector a Is. II, 2-4; XXIV, 23; LIV, 1-3; LX, 3-9; LXV, 19-22; LXVI, 10-11; Ez. XXXVII, 28; Miq. IV, 1 ss; Zac. VIII, 22; XII, 10; XIV, 8-11; Sal. XLVII, 2 s.; LXVII, 29 ss.; LXXXVI, 4 ss; CI, 5 ss.; Tob. XIII, 11. En todos estos y muchos otros pasajes contemplamos a Jerusalén bañada en la luz lejana de las esperanzas mesiánicas e inundada de gentes de todas las naciones y razas, rebosantes de júbilo y trayendo regalos.

La misma gloria divina, dice Cales, está interesada en la restauración de Israel. Naciones y reyes temerán y honrarán a Yahvé cuando comprueben que Él ha reedificado a Sión y ha desplegado su magnificencia; que ha escuchado la plegaria de aquellos a quienes los enemigos habían despojado y que parecían, perdidos sin esperanzas”.