2. En la época en que se escribió el Sacrorum antistitum, la integridad de la fe católica estaba siendo seriamente amenazada. Dentro de la propia Iglesia católica se estaba haciendo un esfuerzo preciso y formidable para persuadir a los miembros de la verdadera Iglesia que rechazaran como anticuadas y desfasadas ciertas enseñanzas, que en realidad eran presentadas por el magisterio de la Iglesia como pertenecientes al depósito de la revelación pública divina. Este esfuerzo fue realizado por los Modernistas, la mayoría de los cuales eran miembros de la Iglesia Católica. Las enseñanzas que estos hombres habían intentado imponer a la Iglesia habían sido condenadas específica y autorizadamente por la Santa Sede tres años antes de que se publicara el Sacrorum antistitum.
Por lo tanto, es inmensamente importante darse cuenta de que las enseñanzas contra las que se dirigía el Sacrorum antistitum estaban siendo presentadas por un grupo de hombres obstinados cuyas herejías habían sido señaladas, denunciadas y condenadas tres años antes de que se escribiera este Motu proprio. Esto, por cierto, está muy en desacuerdo con las afirmaciones anti-históricas de algunos simpatizantes contemporáneos del Modernismo y de los modernistas. Esta clase de escritores habían tratado de engañar a sus compañeros católicos haciéndoles creer que, al aparecer el Lamentabili sane exitu y la Pascendi dominici gregis, la mayoría de los hombres que habían estado enseñando y defendiendo las doctrinas condenadas en estos dos documentos se sometieron rápida y humildemente a la autoridad docente de la Santa Sede. El texto del Sacrorum antistitum, así como el texto del Ad beatissimi, la encíclica inaugural del Papa Benedicto XV, muestran que no se produjo tal reacción[1]. El grupo bien definido que había estado proponiendo y favoreciendo las proposiciones condenadas en el Lamentabili y en el Pascendi continuó trabajando insolentemente para que se aceptaran sus errores dentro de la Iglesia incluso después de que San Pío X los hubiera denunciado y condenado.
3. En el Sacrorum antistitum San Pío X habla muy claramente de la existencia de una alianza secreta o foedus clandestinum entre los modernistas de su tiempo. Por una u otra razón, esta verdad, observada y expuesta por San Pío X, y claramente evidente para cualquier persona que se tome la molestia de estudiar la historia del movimiento modernista, ha sido siempre singularmente desagradable para los simpatizantes del Modernismo y de los modernistas. Parece que ha sido precisamente para causar confusión en este punto particular que los hombres que han sido parciales con los modernistas han llegado a tales extremos para engañar a la gente imaginando que la oposición a Loisy, Von Hugel, y otros semejantes dentro de la Iglesia Católica era fundamentalmente obra de una alianza secreta de católicos siniestros y reaccionarios. Ciertamente, la propaganda ridícula y mendaz dirigida contra la Sodalitium Pianum y contra Monseñor Umberto Benigni, incluso en el curso de los últimos años, puede explicarse mejor como un intento de encubrir el hecho de que había un foedus clandestinum conectado con el movimiento modernista e inherente a él.
4. La introducción al Sacrorum antistitum tiene en cuenta el hecho de que la mayoría de los partidarios verdaderamente peligrosos del movimiento modernista, los hombres contra los que el Sacrorum antistitum y sus mandatos estaban especialmente dirigidos, eran sacerdotes activos dentro de la propia Iglesia Católica. San Pío X se dio cuenta de que tales sacerdotes estaban pervirtiendo su propio ministerio. Eran culpables de utilizar su poder sacerdotal y su posición sacerdotal para contrarrestar, en lugar de promover, la obra de Jesucristo Nuestro Señor.
Básicamente, el trabajo del sacerdocio está dirigido a la gloria de Dios, que ha de alcanzarse y obtenerse por la salvación de las almas. Este objetivo debe ser obtenido sólo por aquellos que salen de esta vida viviendo la vida de la gracia santificante. Y la vida de la gracia santificante no puede existir al margen de la verdadera fe, hasta el momento en que la propia fe sea substituida por la Visión Beatífica. De esta manera, el ministerio sacerdotal en la verdadera Iglesia de Jesucristo busca necesariamente inducir a los hombres a aceptar la enseñanza sobrenatural de Dios con el asentimiento cierto de fe divina y trabaja para aumentar la perfección e intensidad de la fe en los que ya poseen esta virtud. Por lo tanto, cualquier esfuerzo por parte de un sacerdote católico para influir en las personas para rechazar o pasar por alto una verdad revelada por Dios y propuesta como tal por el magisterio de la Iglesia, constituye definitivamente una perversión del ministerio sacerdotal.
5. San Pío X describe a los modernistas como hombres “que son tanto más temibles por su misma cercanía a nosotros”. Sería difícil apreciar la posición de la Iglesia en el siglo XX sin darse cuenta de la objetividad y sagacidad de esta observación.
Un hombre debe ser temido por la Iglesia, o por los miembros de la Iglesia, en la medida en que pretenda y sea realmente capaz de dañar a la Iglesia, o de contrarrestar y negar la misión salvífica del Cuerpo Místico de Nuestro Señor en este mundo. Y esto sucede especialmente cuando se influye en los no miembros de la Iglesia para que no acepten su mensaje divino y no busquen entrar en esta sociedad, y cuando se presiona a los miembros de la Iglesia para que rechacen a Nuestro Señor, o a Su amor, o a Su divina enseñanza. Es muy importante recordar que el único daño real y serio a la causa de Cristo se produce cuando se hacen esfuerzos efectivos para anular y contrarrestar la obra que la Iglesia realiza como Cuerpo Místico de Jesucristo Nuestro Señor.
Al insistir en que los modernistas y sus simpatizantes eran “enemigos tanto más temibles cuanto que están más cercanos”, la introducción al Sacrorum antistitum toma nota del hecho de que, al menos durante nuestros tiempos, los no miembros de la Iglesia no han podido, en general, dañar a la Iglesia en una medida muy considerable. Evidentemente, a pesar de su manifiesta e intensa mala voluntad, personas como las que solían estar asociadas a la old Menace y al Ku Klux Klan, y las que ahora están asociadas a grupos como P… U, no son adversarios particularmente importantes de Nuestro Señor, Su Iglesia o Su mensaje. Ciertamente, han contribuido a suscitar y a envenenar aún más la antipatía hacia la Iglesia católica por parte de ignorantes no católicos que ya estaban mal dispuestos hacia la Iglesia. Pero no parece probable que ningún católico se haya puesto nunca en contra de Cristo o del mensaje divinamente revelado de la Iglesia como resultado de algo que haya sido dicho o escrito por estos agitadores. Y parece muy improbable que algún individuo haya sido excluido de la Visión Beatífica por algo que haya dicho o hecho a causa de su influencia.
Por otra parte, nadie ha estado nunca tan bien situado para dañar a la verdadera Iglesia y para contrarrestar su obra esencial como un sacerdote católico de buena reputación. Si tal hombre, por medio de su predicación, enseñanza o escritos, expone realmente el tipo de enseñanza condenada en el Lamentabili sane exitu y en la Pascendi dominici gregis, o si trabaja para desacreditar a los leales defensores del dogma católico sin recibir ningún repudio o reprimenda de aquellos a quienes se ha confiado el depósito apostólico de la revelación divina, el pueblo católico corre grave peligro de ser engañado.
Los modernistas y sus simpatizantes más influyentes procedían, en gran parte, de las filas del clero católico. Por lo tanto, eran, en palabras de la introducción del Sacrorum antistitum, los “enemigos tanto más temibles cuanto que están más cercanos”. Estos católicos que enseñaban o favorecían el Modernismo eran hombres cuya influencia dentro de la verdadera Iglesia de Jesucristo, San Pío X intentó contrarrestar mediante la enseñanza y las directrices contenidas en el Sacrorum antistitum.
6. Finalmente, en la introducción de este famoso Motu proprio, San Pío X deja muy en claro que los Obispos de la Iglesia Católica estaban obligados en conciencia, por los deberes de su cargo, a actuar enérgicamente contra esta enseñanza que contradecía la verdad divinamente revelada y propuesta como tal por la verdadera Iglesia. La “defensa de la fe católica” y los denodados esfuerzos “para que la integridad del divino depósito no sufra detrimento” no son, en definitiva, obras de supererogación. Estos son los deberes prescritos por Nuestro Señor mismo para los jefes de la Iglesia, que Él ha comprado con Su sangre.
[1] Es bastante evidente que el Papa Benedicto XV consideraba el Modernismo condenado por San Pío X como un movimiento influyente en la Iglesia cuatro años después de la redacción del Sacrorum antistitum. Así leemos en el Ad beatissimi:
“Así se engendraron los monstruosos errores del Modernismo, que Nuestro Antecesor llamó justamente síntesis de todas las herejías, y condenó solemnemente. Nos, Venerables Hermanos, renovamos aquí esta condenación en toda su extensión; y dado que tan pestífero contagio no ha sido aún enteramente atajado, sino que todavía se manifiesta acá y allá, aunque solapadamente. Nos exhortamos a que con sumo cuidado se guarde cada uno del peligro de contraerlo. Pues de esta peste bien puede afirmarse lo que Job había dicho de otra cosa: "Fuego que devora hasta la destrucción y que consume toda mi hacienda". Y no solamente deseamos que los católicos se guarden de los errores de los modernistas, sino también de sus tendencias, o del espíritu modernista, como suele decirse” (Cf. Codicis iuris canonici fontes, III, 842).
También hay que
recordar que los errores denunciados por el difunto Papa Pío XII en su
encíclica Humani generis eran definitivamente modernistas.