Isaías, el más grande de los Profetas, había visto al Mesías como retoño de David:
• Primer período
Saldrá
un retoño del tronco de Isaí (padre de
David),
y de
sus raíces brotará un renuevo.
Descansará
sobre él el Espíritu de Jehová;
Espíritu
de sabiduría e inteligencia,
Espíritu
de consejo y de fortaleza,
Espíritu
de conocimiento y temor de Jehová...
Juzgará
a los pobres con justicia
y fallará con rectitud en favor de los humildes de la tierra.
• Segundo período
En
aquel día la raíz de Isaí
se
alzará como bandera para los pueblos;
la
buscarán los gentiles,
y
será gloriosa su morada[1].
En
aquel día el Señor extenderá nuevamente su mano,
para
rescatar los restos de su pueblo que aún quedaren...
Y
reunirá los desterrados de Israel;
y
congregará a los dispersos de Judá,
de los cuatro puntos de la tierra (Is. XI, 1-2.4,10-12).
De esta manera se acercan los
dos períodos proféticos.
Jeremías nos habla a su vez del germen suscitado a David.
• Primer período
He
aquí que vienen días, dice Jehová,
en que suscitaré a David un Vástago justo.
• Segundo período
Reinará
como rey, y será sabio,
y
ejecutará el derecho y la justicia en la tierra.
En sus
días Judá será salvo,
e
Israel habitará en paz,
y el
nombre con que será llamado, es éste:
“Jehová, justicia nuestra”.
Por
eso, he aquí que vendrán días, dice Jehová,
en
que ya no se dirá:
“¡Vive
Jehová, que sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto!”,
sino:
“¡Vive Jehová,
que
sacó y trajo a los hijos de la casa de Israel de la tierra del Norte
y de
todos los países adonde Yo los había arrojado!
Y habitarán en su propia tierra (Jer. XXIII, 5-8).
Partiendo del “Germen” que sale de David –del “Retoño” salido del tronco de Jesé–, Germen, Retoño que no puede ser más que el Mesías, llegamos a la congregación de Israel.
En
aquellos días y en ese tiempo
suscitaré
a David un Vástago justo
que
hará derecho y justicia en la tierra.
En
aquellos días Judá será salvo,
y
Jerusalén habitará en paz,
y
será llamada:
“Jehová, justicia nuestra”.
Porque
así dice Jehová:
nunca
faltará a David un descendiente
que se siente sobre el trono de la casa de Israel (Jer. XXXIII, 15-17).
Se afirma aquí la continuidad
de la descendencia davídica.
“¡Jehová, justicia nuestra!”. Nombre nuevo que supone una plenitud del “Germen”, unido a una transformación completa de Judá y Jerusalén; y, por lo tanto, de una era nueva.
En cuanto a la estabilidad del trono, se le confirma a David una vez más que no faltará un hombre que se siente sobre el trono...
¡Pero qué ironía! La época de Jeremías es cercana a la ruina de Jerusalén, a la cautividad, al fin de la realeza. Sí, qué ironía, si no relacionamos estos magníficos anuncios a Aquel que el ángel Gabriel designará, a su vez, como debiendo ocupar “el trono de David su padre, y que reinará sobre la casa de Jacob”. Pero es obvio que esas profecías no se realizaron en su Primera Venida.
¿Qué tenemos que concluir? El profeta Isaías nos responde:
Un
Niño nos ha nacido,
un Hijo nos ha sido dado.
Nadie niega que estas palabras se aplican al Mesías. La liturgia de Navidad hace de ellas un uso frecuente, viendo a Jesús en este niño que nos es dado. El profeta continúa:
Lleva el imperio sobre sus hombros.
¿Gobernó Cristo como dominador en su Primera Venida?
Se
llamará Maravilloso,
Consejero,
Dios poderoso,
Padre
de la eternidad, Príncipe de la paz.
Se
dilatará su imperio, y de la paz
no
habrá fin.
(Se
sentará) sobre el trono de David y sobre su Reino,
para
establecerlo y consolidarlo
mediante
el juicio y la justicia,
desde
ahora para siempre jamás (para el siglo
futuro).
El
celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
(Is. IX, 5-7)
¿No tendríamos el derecho de situarnos junto a la Sinagoga y el campo racionalista, negando la divinidad y el carácter mesiánico de Jesús, el cual ciertamente no cumplió esta profecía? Su razonamiento sería justo si no se distinguiera una Segunda Venida de Cristo, si no se esperara un tiempo en el cual el Mesías fuera realmente “Padre de la eternidad”, “Príncipe de la paz”, donde ha de ocupar el trono de David, cuando su imperio no tenga fin, para ejercer el juicio y la justicia.
Tantos esplendores como los que la Escritura nos confirma.
La reconstrucción de la casa de David, en relación con el Mesías, es anunciada también por el profeta Amós, del cual el Apóstol Santiago, hermano del Señor, citó las palabras en un sentido estrictamente mesiánico. Es el mismo Cristo el que se expresa por medio del profeta:
Después
de esto volveré,
y
reedificaré el tabernáculo de David que está caído;
reedificaré sus ruinas y lo levantaré de nuevo (Am. IX, 11; Hech. XV, 16).
“Volveré”. Cristo, venido primero como “retoño”, como “germen”, como “servidor” para rescatar, volverá como rey para reinar y levantará al Israel caído en la inmensa angustia espiritual que conocemos.
Una vez más, es preciso que sumerjamos nuestra visión en los tiempos de la “restauración de todas las cosas”, si no queremos minimizar la Escritura, cortar a Cristo en dos, como al infante del célebre juicio de Salomón.
[1] El Apóstol Pablo, que cita este v. 10 del cap. XI de Isaías, lo aplica
necesariamente al retorno de Cristo, al momento de la unión de Israel y de las
Naciones (Rom. XV, 12).